Sancia: «La literatura es una forma de enredarme en el mundo»

Martín Sancia Kawamichi habla sobre sus influencias y su camino personal en la literatura, desde el terreno infantil hasta sus libros actuales, desde Dolina a Onetti. Entre risas y reflexiones, un escritor nos descubre su biografía y su práctica literaria. Dibujo de María Lublin, fotografía de la propia Angie Pagnotta. 

 

¿Cómo es tu formación literaria? En una entrevista leí que decías que Alejandro Dolina te abrió las puertas hacia la literatura ¿cómo fue ese camino?

No tenía idea de lo que era la literatura ni me interesaba leer. En casa había libros y, por ejemplo, mi mamá leía best-sellers, pero no me estimulaban a la lectura y en la escuela, muchísimo menos. Para mí era algo absolutamente aburrido. Incluso el hecho de ser escritor me parecía aburrido. Cuando lo conozco a Dolina me empieza a gustar y se transforma en una especie de ídolo y ahí pienso “quiero ser como él”. Nunca nadie me había impresionado tanto. Una vez escucho un reportaje donde le preguntan ¿cómo se define? Y él dice “yo me defino como escritor, porque lo más importante para mí es escribir, después viene todo lo demás”. Ahí descubrí que la literatura podía tener humor y eso sí me interesaba. Tal es así que el humor que más disfruto ahora es el literario. Leer o contar chistes no me causa gracia, pero sí ese humor a veces hasta involuntario, medio de la tragedia, es el que más disfruto. Esto tiene que ver también con que a los 15 años hice humorístico, quería hacer chistes y en esa fórmula empecé a aburrirme de eso. Entonces pensé que quería seguir un camino como el de Dolina y me lo planteé como una obligación, me dije “bueno, tengo que empezar a leer”. Un día leí El Aleph, de Borges y entonces ahí supe que quería ser escritor, no podía creer que se pudiera hacer algo así escribiendo. Esa lectura y leer a Onetti después fue crucial. Ellos fueron los que me definieron. Con Borges vi la dimensión que podía tener la imaginación de un escritor pero no llegué a descifrar el trabajo de la prosa, pero cuando leí a Onetti me quedó absolutamente claro y él no se parecía a nada de lo que había leído antes. Después Dolina quedó a un lado (risas) pero él hizo con la gente de mi generación algo muy bueno, porque abrió puertas a la literatura.

 

Hay un dato que no pude encontrar y quiero saber: ¿te formaste en taller literario?

No, lamentablemente no. Para mí la escritura era algo absolutamente ajeno a mis posibilidades y a mi forma de vivir. Pensaba que no estaba destinado para escribir, entonces ir a un taller literario me parecía que era asumir que yo quería ser escritor y no quería asumirlo porque estaba tan seguro de que iba a fracasar, y de que no iba a publicar nunca, que al menos ahí ya tenía la excusa, al no tomármelo en serio. Aparte me parecía que iba a pasar papelones. Tenía la autoestima muy baja para ir a un taller literario, pensaba que me iban a destrozar y me di cuenta que en realidad, perdí muchísimo tiempo. Ahora apoyo mucho la carrera de “Artes en la escritura” de la Universidad Nacional de las Artes, porque me parece maravilloso que la gente tenga esa posibilidad porque hay cosas que haciéndolas solo, tardás 15 años en darte cuenta. En mis comienzos, no había nada que me estimulara a escribir. A veces daba a leer a algunas personas pero no tenía ni la obligación de escribir ni la vocación de hacerlo, en cambio el taller te crea una rutina, te ordena y aceleras los tiempos de lectura y comprensión de lo que escribís.

 

En cuanto a la comprensión y el camino de la escritura, a veces pasa que cuando uno escribe cuesta dar con la forma del texto (o al menos la que se tenía en mente) y, muchas veces, uno queda perdido porque la escritura aborda atmósferas que hacen que un texto vaya mutando de un lado a otro, ¿en tu caso cómo es? ¿Te sigue costando encontrar el eje? ¿Sos más permisivo con vos mismo?

Escribir a solas pone muchísimo más a prueba tu vocación y la lleva al extremo. Tenés que tener una vocación “a prueba de todo” para no aburrirte, para no dejarlo de hacer. En mi caso tardé ocho años en escribir un primer cuento, porque todos los que empezaba los dejaba por la mitad, hasta que me di cuenta cuál era el tema: antes trabajaba con todo el argumento previo en la cabeza y después tenía que seguirlo, me lo anotaba en una hoja (incluso con el final pensado) y trataba de seguirlo y así seguía hasta que me aburría. Un día me puse, de casualidad, a escribir un cuento sin saber a dónde iba pero teniendo dos o tres ideas en mente y pude terminarlo: ese fue el primer cuento. En ese momento aprendí a confiar y a pensar que tenía espalda para no arruinar esa imagen o esa idea y a partir de ahí pude terminar casi todo lo que empecé. Desde ahí, sin dudas, empecé a escribir de otra manera, con otro placer, porque hasta ese momento había sido una tortura.

 

¿Cómo se construye una ficción que, al leerla, pareciera ser una película? Porque esa es un poco la sensación que percibí al leer Hotaru o Shunga, la de estar viendo un capítulo de una serie o una película ¿Vos cómo lo ves? ¿Lo percibís así también?

En Hotaru al ser policial parece que hay un enigma que después se resuelve, ¿no?, bueno, eso es un efecto que creé pero al momento de escribir no lo pensé, no empecé por el principio. Yo había empezado contando la historia de las chicas que viajan a la Argentina y después cuando llegó el momento y pensé ¿cómo arruino esto? Es que se me ocurre lo de las luciérnagas. Ahí decido incluir un capitulo al principio, planteando todo el enigma. Entonces, pareciera que hay algo que está muy craneado desde el vamos pero no era así. Creé un enigma y al lector se le despiertan preguntas porque me parecía que eso era un buen comienzo para plantearlo. Ahí ya se me armó la estructura para continuar, contando un poco de la historia previa de ellos y generando este enigma. Ahí fue cuando tuve en claro la novela. Me pasa que voy por un camino pero necesito una segunda instancia, que es la que me confirma que la novela se va a hacer y es cuando se produce algo, algún cruce. En Hotaru fue el tema de la nota del principio, ahí pensé ‘‘bueno, ya tengo algo’’ y esas cosas, a veces, me importan más que los personajes.

 

Ahondando un poco más sobre el proceso de escritura, quiero preguntarte por Shunga ¿Qué recordás de la experiencia de ese momento? ¿Qué sensación recordás del momento de escritura de esa novela?

Fue un proceso vertiginoso. Dormí poco durante Shunga. Iba a trabajar en estado lamentable y, en cuanto podía, escribía: en la computadora, a mano, donde fuera. No podía parar. La primera versión la terminé muy rápido, en dos o tres semanas, y luego empecé a corregirla. Esa etapa (que yo suelo disfrutar mucho) me llevó más tiempo. Ahí fui agregando los cuentos, agregué capítulos, agregué personajes. Hasta un día antes de ir a imprenta, seguí agregando y haciendo cambios. Incluso ahora que salió la segunda edición, hice unos cambios también. Mínimos, casi imperceptibles, pero los hice. En cuanto a sensaciones, la única sensación que tenía mientras la escribía era que me estaba yendo al carajo, y que no me importaba.

 

¿Y cómo fue el cambio de entorno entre el ambiente literario infantil y el adulto? Últimamente suele decirse que el ambiente literario se torna, por momentos, egoísta o malicioso ¿Te parece que sea así o cómo lo ves?

No conozco demasiado el ambiente literario, pero sí te puedo decir que tropecé con mucha más generosidad de la que esperaba. Quizá se debe a que nadie se toma el trabajo de envidiarme o desearme el mal, o hacerme las cosas más difíciles de lo que me las hago yo. Así que no puedo hablar de egoísmo. Eso sí, creo que a mucha gente le gusta alardear de que se mueve en un ambiente egoísta, complicado, voraz, carnicero. Como si eso le diera aires épicos. Tengo un tío que jugaba a las bochas en un club de jubilados y te decía: “El ambiente de las bochas es muy hijo de puta, todos te quieren comer el hígado”. En realidad, el complicado era mi tío, que había comido más hígado que cualquier gato. Así que no puedo hablar como un sobreviviente de la maldad del mundo de los escritores. Pero bueno, como te dije antes: seguramente se deba a que esa maldad (de la que tantos hablan) ni siquiera me tiene en cuenta, y los colegas que me dan una mano lo hacen porque saben que, con ayuda o no, no voy a llegar a ningún lado.

 

Para cerrar esta charla, ¿qué es la literatura y cómo cambió tu vida?

La literatura, para mí, es una forma de enredarme en el mundo. Lo que he leído impregna cada paisaje que enfrento, cada paso que doy. Es, también, un consuelo para las preguntas sin respuesta y un modo de salvarme del aburrimiento.  A esta altura, creo que no hay nada en mi vida que la literatura no haya salpicado. ¿En qué la cambió? No sé, ya no recuerdo cómo era mi vida antes de la literatura.

 

Fotografía: Angie Pagnotta

Escribe Angie Pagnotta

(Buenos Aires, Argentina) Es Escritora y Periodista. En 2012 fundó Revista Kundra: literatura aleatoria y el portal de Arte y Cultura, Baires Digital. Trabajó en contenidos de Redes Sociales y publicidad para programas de televisión como Duro de Domar, TVR, Fútbol para todos, 678 y portales como Diario Registrado, entre otros. Colaboró y colabora en distintos medios digitales de Argentina como Cultura Registrada, Diario Femenino, Solo Tempestad, Revista Kunst, LEMBRA y trenINSOMNE. También es redactora en medios gráficos como Revista El Gran Otro y Revista Qu. En 2013 obtuvo una mención en Narrativa por su cuento “Alejandra”, otorgado por Guka, revista de la Biblioteca Nacional. Desde 2009 escribe en Motivar el relato un blog personal donde la espontaneidad y las imágenes son los disparadores de textos, poesías, relatos, cuentos y fragmentos. Escribió Nada que no quieras, su primera novela que se encuentra en proceso de corrección y reescritura y Memoria de lo posible (2017, Peces de Ciudad) es su primer libro de cuentos. Algunos de sus relatos fueron publicados en INVENTIVA SOCIAL, Periódico Irreverentes (España), La Nota Digital y No Tan Cool. En febrero de 2017 su cuento “Versiones sobre el río” fue traducido al portugués por Felipe Buenaventura para FRONTERA, un proyecto que une escritores latinoamericanos alrededor del mundo. Uno de sus cuentos forma parte de la Antología IV de Peces de Ciudad y desde agosto 2017 se desempeña como columnista literaria del programa de radio Cuentos Criollos.

Para continuar...

Luz Darriba: «Ser mujer y no ser feminista es un contrasentido»

Luz Darriba hace macroinstalaciones, pinta, escribe libros, su mente inquieta captura los temas emergentes en la sociedad para otorgarles formas verbales y figuradas y, de esta forma, exponerlos a una sociedad que las resignifica. Una entrevista de Anahí Almasia con un retrato realizado por María Lublin. 

6 Comentarios

  1. Buenas tardes queria felicitar a la periodista por la entrevista tan lograda, dejo al escritor relajarse y poder contar su historia de forma muy natural…..me encanto leer algo interesante y pensado!!!!

  2. Bravo……muy buena entrevista!! Felicitaciones por esta nota es muy interesante. Iré a comprar las novelas de Sancia.

  3. Ah…lo ultimo porque corte el mensaje sin querer, acá el amigo Horacio me avisó de esta nota y no se equivoco!!

  4. Me gusta lo que dice y como lo dice. A menudo con un lenguaje ácido y/o tajante, pero es solo un escudo. Es un tierno, observador, y minucioso detallista de sus recuerdos transformado muchas veces en la ciencia ficción que relata.

  5. Me gusta mucho la entrevista, muy buena charla y además interesantee el intercambio entre la periodista y el escritor. Buscaré en las librerias los libros de Sancia. Gracias

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *