Una mujer recorre la historia familiar para desenredar los hilos de su propia personalidad. Historias cruzadas de hombres borrachos, misteriosos, jugadores, con dones especiales. Hombres inolvidables. Reseña de la obra de teatro El amante de los caballos.
Nadie se ha molestado en meditar lo que pudiera significar para él estos curiosos símbolos, la manta de montar y el penacho. Pero los colgó a los pies de su cama, «como un idiota», dijo mi madre. Y a veces, cuando bebía mucho, buscaba el penacho y la manta y se ponía ésta sobre los hombros. Y bailaba mazurca. No bailaba en la sala de estar, sino que se iba al campo, donde los caballos se ponían firmes y miraban como si de súbito hubieran olisqueado el mar o percibido un cambio en la dirección del viento.
El amante de los caballos, Tess Gallagher
El amante de los caballos fue la primera obra programada por el Moscú Teatro allá por el 2015. Tal fue el éxito de la obra, que el teatro ubicado en Villa Crespo continúa haciendo funciones tres años después. Es que se trata de una pieza corta, unipersonal, fácilmente disfrutable y sumamente poética, ideal para este espacio.
Ana Scannapieco se pone en la piel de esta mujer. Acompañada de música de chamamé, en el contexto rural argentino del pueblo de sus antepasados, rememora distintas situaciones, a partir de la reciente muerte de su padre. El campo es el escenario de fondo sobre el que descansan personalidades extrañas que va descubriendo con su relato, como quien descubre un tesoro debajo de hojas secas abandonadas. A ella todo le parece digno de ser contado, por su carácter fuera de lo común. Comenzando por su abuelo, un tipo callado y bebedor que dedicó su vida al cuidado de los caballos. Quien tenía problemas con el comportamiento o el carácter de sus equinos, acudía a él. Sin más herramientas que las palabras, sacaba a pasear a los animales para calmarlos y les susurraba al oído. Establecía con ellos una conexión profunda, y mágicamente revertían su condición. El hombre se enamoró de los caballos y decidió abandonar por un tiempo la casa familiar para unirse a un circo ambulante y así pasar más tiempo con sus bestias.
Pero lo que ella considera un don, para muchos de su familia es un desvío, una rareza digna de un tipo extraño y ausente. Es como si ella lograra ver lo que otros no. Se acerca sin juzgar a los hombres olvidados por el relato cotidiano familiar. Hace foco, ilumina con sus palabras y su mirada allí donde antes estaba oscuro.
Del mismo modo su padre tenía un don, el de la buena suerte. Fumador y bebedor empedernido, dedicaba sus horas a estar en el bar del pueblo jugando a las cartas y apostando. Cuando sentía la palpitación ganadora, nada ni nadie podía perturbarlo. Era como un ser apartado del mundo, que vivía a destiempo y que creía que, si ganaba constantemente, esquivaría a la muerte que lo acechaba. Lo curioso es que no apostaba dinero en efectivo, sino que llenaba una hoja en blanco a modo de vale. Su carisma empujaba a los contrincantes a aceptar sin queja esos papeles. Incluso en una jugada entregó una vez un vale por el pelo de su hija y perdió.
En su relato, Scannapieco se mete de lleno en los ritmos propios de cada personaje, acompañada de un ambiente campestre, con todos los elementos típicos. Adopta sus posturas, su forma de hablar, sus muletillas, sus gestos y susurros. Incluso adquiere la forma del caballo adorado por su abuelo. Relincha, taconea, toma del bebedero de agua, galopa. Así, descubre una conexión íntima con estos seres. Su carácter y su estilo de vida tienen mucho que ver con ellos. Ata cabos e indaga en los motivos por los que hasta los once años se negó a hablar en voz alta, como si “mi cabeza fuese un almacén de secretos que sólo podían comunicarse de manera privada”. De esta manera renacen en su interior esas características de las personas que amó y ya no están, y se quedan ahí para poder perdurar en el tiempo. Una combinación armónica entre lo poético y lo fantástico se instala en ella.
El texto fue adaptado por Lisandro Penelas, también director de la pieza, a partir del conjunto de narraciones del libro del mismo nombre de la escritora estadounidense Tess Gallagher. La poeta, última esposa de Raymond Carver, entró con este libro al mundo de la narrativa en 1987. Allí reunió doce cuentos, algunos realistas, otros fantásticos, que atraviesan la cuestión del amor en vínculos supuestamente sólidos, que se resquebrajan poco a poco.
El amante de los caballos es un relato extraordinario gracias a un ajustado ritmo doméstico cotidiano, como un baile para acompañar a la muerte.
Ficha técnico artística
Sobre textos de: Tess Gallagher
Adaptación: Lisandro Penelas
Actúan: Ana Scannapieco
Vestuario: Gonzalo Cordoba Estevez
Escenografía: Gonzalo Cordoba Estevez
Diseño de luces: Soledad Ianni
Música original: Hernán Crespo
Fotografía: Ariel González Amer
Diseño gráfico: Martín Speroni
Asesoramiento coreográfico: Sabrina Camino
Asistencia de dirección: Julieta Timossi, Ricardo Vallarino
Prensa: Carolina Alfonso, Luciana Zylberberg
Producción ejecutiva: Cecilia Santos
Dirección: Lisandro Penelas
Sala: Moscú Teatro (Camargo 506, CABA) Sábados 20hs. Entradas $250 / est. y jub. $200.