500 notas. El comienzo.

Revista Colofón es un meteorito caído en el inicio de milenio. Quinientas notas después, se trata, básicamente, de entrar en el torbellino y dejarse llevar.

Al principio fue una idea y un sueño. La revista se llamaría Colofón. Era 2014 y contra todo pronóstico, lograría insertarse en medio de una época de lectores hipertextuales, capaces de enlazar imágenes y documentos entre sí, que pasan de la lectura lineal a la no lineal y saltan de un texto al otro para retornar al anterior con la misma concentración del inicio. Textos también son las imágenes y las películas, nos decíamos, y textos son los debates en nuestras reuniones mensuales donde llevamos las ideas nuevas, las que se hacen y las que nunca vieron la luz.

En De tablillas y papiros de Edgardo Civallero (2013) puede leerse: “Al final de las tablillas, en una inscripción que proporcionaba información supuestamente periférica, no relacionada directamente con la temática del texto, y que los expertos han dado en llamar colofón, los escribas mesopotámicos consignaban, entre otros datos, su nombre, el lugar y la fecha”. El escriba, en aquellos tempranos tiempos de la escritura, no solía ser el autor, su función era la de escribiente, pero se aseguraba que su nombre figurara allí, la marca de quien hizo lo que hizo. Nuestro Colofón es ponerle la firma a la cultura de un momento, la que nos atraviesa hoy, la misma cultura que no podríamos nombrar porque está en cada gesto, en cada letra, en cada ilustración otorgando nuevos sentidos a lo preexistente.

Así como la escritura cuneiforme de cada escribiente en las tablillas es diferente según la presión o la inclinación que cada quien hiciese, también Revista Colofón tiene su sello inspirado en la amalgama que da la obra del conjunto de quienes la hacen en un momento determinado. Una red de subjetividades en diálogo de imágenes y palabras que van desde la dramaturgia, el cine, las artes plásticas, las traducciones y la poesía. Crear sentidos inesperados quizás sea el objetivo secreto que nos guía.

“La identificación del colofón era necesaria para saber a quién se estaba escuchando, quién estaba del otro lado de la línea de comunicación. La «declaración de autoría» mesopotámica no era, como en la actualidad, una «reserva» de derechos intelectuales, o un modo de destacarse, obtener fama o beneficios económicos. Se trataba de una simple identificación”. Esta identificación propone las relecturas actuales de lo pasado y lo contemporáneo. Nos hace actores, junto a los lectores, de la construcción de algo nuevo y vigoroso.

En Colofón somos alrededor de diez en el staff fijo y muchos colaboradores, entre artistas, traductores, escritores y escritoras, con una meta: múltiples ideas como libertad creativa enriquecida por la diversidad de la mirada ajena. Por eso dibujamos, debatimos, escribimos, editamos y, con los años, fuimos construyendo un criterio editorial: que esté bueno, que valga la pena, que se justifique la publicación. Por eso hay estudio y cabezas debatiendo detrás de cada una de las quinientas publicaciones que llegaron a nuestros lectores. Eso hacemos, ese es el colofón de esta obra.

Aquello que parecía la gestación de una felicidad extraña, la de trabajar siete días a la semana, a veces hasta muy entrada la noche, para darle forma a algo sin otro sentido que existir y marcar una diferencia. La creación pura que, como arena empujada por las olas, cada nueva nota atraía nuevos lectores y colaboradores. Eran tiempos de crecimiento y los cambios de rumbo estaban a la orden del día. Pero algo siempre se mantuvo estable, la pregunta que se repite una y otra vez: ¿qué es la cultura hoy?

En tiempos de lecturas digitales, intertextuales, de saltos entre plataformas y dispositivos, descubrimos algunas certezas, la cultura muta sus formas a través de los siglos desde las primeras tablillas, cuyos guardianes vivían en oscuras bibliotecas accesibles a unos pocos, hasta las revistas que llegan a los dispositivos móviles de cualquier lugar del mundo. Así hoy trabajamos con autores de Centroamérica, de Europa, y creciendo. ¿Si nos leen en todo el mundo? No tenemos dudas. Porque hay una lectura visual, de imágenes, que trasciende los idiomas y crea sentidos decodificables para cualquier ser humano que anda por el planeta. ¿Llegaremos hasta la Luna o Marte? Si, porque lo que más nos interesa es crear, encontraremos la forma, en un futuro cercano, de que cualquier cultura extraplanetaria pueda interactuar con Revista Colofón. Tan sólo dennos el código, nosotros ilustraremos y crearemos, con aquellos nuevos lectores, un idioma común.

 

 

Escribe Anahí Almasia

Anahí Almasia nació en Buenos Aires, es argentina y española. Es psicóloga de la Universidad de Buenos Aires y Magister en Patologías del Desvalimiento de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales. Algunos de sus trabajos y tesis psicoanalíticos dan cuenta de una búsqueda artística alrededor de la obra de Borges, Gabriel García Márquez, Yves Klein y Frida Khalo. Sus libros de ficción son Matu Ketami. El tiempo de Troful, El Juego de Barbazul (junto a Valeria Castelló Joubert), el libro de cuentos Lo que el viento no se llevó (en coautoría con Luz Darriba). Trabaja actualmente en una película y en diversos proyectos culturales.

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