Entrevista a María Paula Alzugaray (Rosario, 1974) quien acaba de editar su tercer libro de poemas, Todo llegó por sí solo (Alción).
Una poética que rehuyendo de lo decorativo aspira a un sutil despojamiento. Discreta, sin estridencias, su lírica es producto de un encomiable cuidado, buscando siempre la transparencia. La mesura y serenidad dan a sus versos un tono clásico. Una expresión que fluye por las vías del tono menor.
María Paula Alzugaray publicó Lo albergado (2008), y Estampados (2014). Compiló, editó y publicó las antologías: Dodecaedro (2004), Pulpa (2006), 19 de fondo (2008), Fin zona urbana (2010), y Abat-jour (2014). Coordinó el Área Literaria en la Secretaría de Cultura y Educación de la Municipalidad de Rosario desde donde dirigió la revista literaria Boga (2004/06).
¿Por qué “Todo llegó por sí solo”?, ¿cuál es la relación que se da entre tu poética y la casualidad?
Llegar por sí solo es abrir el instante, ese tiempo no tiene medición (in-stare, estar en), esa es la relación. La casualidad, en mi mundo guarda relación con lo positivo y mágico (como encontrarse con alguien en una esquina al que uno viene pensando y sonreír). Para la escritura creativa suelo amontonar material. En este libro, una vez sembrada la escritura, encontré lecturas y términos que se ataban, coincidencias en los modos, oportunidades con los destinatarios, sorpresas con los epígrafes y otros elementos como la imagen de portada, todo compone a este libro. Cuestiones que no son azarosas aunque sí llegaron por sí solas y sumadas al inconsciente soplan y articulan, todo eso devenido en alegrías para mí.
El libro está estructurado en dos partes. ¿Cuáles fueron las razones por las que agrupaste los poemas de esa forma?
Esas partes no son bloques temáticos, están construidas distantes de un saber disciplinar. No es mentira es un corpus integral, más de corte social. Y en el segundo; Conversatoria con eso hay un agrupamiento de textos hacia los afectos cotidianos que atraviesan esa conversación y que considero a la vez universales. En ambas partes está el misterio de la gente de mi mundo chico, el de los primeros descubrimientos, son poemas orgánicos, compuestos de mí.
¿De qué modo el libro continúa desarrollando tu obra iniciada con Lo albergado?
No sé realmente si con tan poco material editado tengo una obra. Mi obra es mi vida en la que escribo poemas, la continuidad se da en el marco del avatar de mi vida. Hay un color litoral que sigue desplegado desde Lo albergado pasando por Estampados, aunque en este poemario no he puesto foco sobre el Paraná sino que el cielo abierto está en el campo y en los patios litorales, húmedos y espesos. No obstante, creo que en mi escritura sigo insistiendo sobre la idea de que la sociedad no es continuación de la naturaleza.
Los lazos de familia atraviesan tu poética. Hay espacio para la figura de tu madre, hermana, tías, sobrina… ¿De qué modo esa intimidad familiar motiva tu poesía?
Hay actos que son significantes para versar, azarosamente (para mí) sobre las figuras tenidas a mano, pero también nombro figuras como la del Vicepresidente. En Todo llegó por sí solo hay poemas que no inventan un mundo en el sentido literal, el mundo mío está y es, al que yo le canto como puedo “con esta boca en este mundo” como pensaba la pampeana Olga Orozco. Valoro de mi poesía que es honesta conmigo. No me considero una voz inapelable sino empeñada en construir mi dimensión. Lo imprevisible es condición para la poesía, desde esa perplejidad se compone. Yo no busco imágenes verosímiles, surgen los versos desde la emergencia de la conciencia, peco de exceso de representaciones con temas aparentemente menudos que vuelco en ese mundo escriturario bueno, uno que sane al que realmente sucede.
¿Te considerás una poeta intimista?
Celebro escribir mi autopercepción, aunque mi lengua literaria sea muy simple, muy pobre. Al acto de intimidad lo siento legitimidad y compromiso con mi pasado, en otros términos: un ‘ayudarme en una buena memoria’ porque cada poema es pieza de un inventario personal ante el escabroso ejercicio de olvidar. El concepto de intimidad está mutando, asimismo no considero que sea su ruina sino que están cambiando las formas de atesorar, veo generarse modos de sensibilidad, acercamientos y compartir como verbo fundamental de la intimidad. La voz está sobre lo que se escriba, ya sea sobre un romance frustrado, mi infancia que no ha terminado o sobre el reflejo celeste que hace el sol en el río para agosto. Como a la plegaria: yo voy a la poesía, ambas son nexos, ascesis; a ambas las practico como modos de intimismo.
Por las citas de amigos poetas que hacés, y por el grado de sensibilidad de ciertos versos autobiográficos, también: ¿sentís, en tu caso, que se trate de una apuesta de gran exposición?
Amo la poesía, me entrego con pasión tormentosa y en mis poemas hay referencias a esa obsesión, a ese afortunado intenso vivir; ¿cómo no exponerse amigo? Parte de la riqueza de los pensamientos se expresan en el lenguaje, pero también en la arquitectura y en hacer una salsa o un dulce que no son indescifrables. Acaso la información con la que nos llenamos debe estar sublimada en contenidos para hacer buenas obras, en la capacidad humana de crear meta-mensajes con los materiales más inesperados. Escribir versos es una ocupación, en mi caso busco en la multiplicidad una afirmación. A veces siendo intimista siento que lo logro y otras veces si verso sobre las burbujas que hace el detergente o el bramido de las Harley-Davidson, quizá también. Suelo imponer medida a mis ideas, pensar cómo se hacen de bien para transformar sesgadamente lo que más atraviesen. Todo artista anhela dar en el centro, yo también.
Tu poesía trabaja con zonas del coloquialismo en el mejor sentido de la palabra. Hay un registro atento a la realidad cotidiana. ¿Cómo concebís la idea de lirismo?
Me gusta el lenguaje, mover las palabras, utilizar términos ampulosos como cuáquero, mondongo, narigona. Disfruto de captar expresiones que se dicen de forma cotidiana, creo que en su espíritu oral predomina su principal matiz conversacional. No me gusta trabajar con máscaras, me cuestiono hasta términos en inglés que utilizo porque no es mi idioma, si bien lidocaine o soul son expresiones tan estrechas en ese habla, que dudo en ponerme esa máscara, pero es parte de un decir inquieto. Un decir efusivo, acto bisociativo (como lo llama el húngaro Arthur Koestler para referirse a la creación) como para el humor que nos exige combinaciones nuevas o como para un lirismo modelo 2017.
Es interesante como de vivencias cotidianas articulás una poética personal. Por ejemplo al oír una canción de Violeta Parra en Atrevido o aquella muchacha ciega en busca de trabajo, en Brenda me llamo. ¿Cuándo una circunstancia se vuelve poema?
“Nadie está exento de ninguno de los detalles, las terrazas o el pasto donde suceden los hechos que ese vuelven poemas”, dice mi hermano, el grandísimo poeta Patricio Torne al comienzo de este libro. Una circunstancia se vuelve poema cuando uno lo decreta con sus sentidos. Se captura para evocar, para atesorar un algo de ‘eso’, sumergirse y emerger en ‘eso’, astillarlo e incendiarme. La imaginación es una posibilidad de conocer, ir hacia lo desconocido, hacia esa resistencia que es también poder narrar un sueño. Todo llegó por sí solo es un libro doloroso por momentos, que nombra la enfermedad, el cáncer, la violencia de género (en Atrevido), es una catarsis de experiencias, pero cada quien es distinto en su poetizar, en su detenerse sobre. Nuestra percepción sensible tiene importancia porque define nuestra realidad y la atmósfera de estos poemas no es reconocible en cualquier terreno, pero no por ello son poemas sitiados, irreales ni abstractos, en ellos hay ajenas voces habladas en un lenguaje que se integra, no hay iconografía extraña, son personas reales. He estado expuesta al sonido, haciendo una puesta de voces para que vuelvan a oírse y con ellas mi vibración, por algo muy tenue en el que se recobra su soplo, como cantos en silencio. Siento satisfacción y gratitud.
En Sobremesa desarrollás varios niveles de construcción en torno a sus versos. Compilás frases oídas, hacés un montaje meticuloso con la memoria selectiva…
A ese poema lo quiero, surge de lo febril, lo alucinatorio, hay hilos de poesía bucólica con referencias contemporáneas, y la esencia está en ‘fiestas mezcladas’. Su escenario es El Milagro, la pequeña chacra de mi amigo Dante Taparelli adonde pasamos todas las temporadas. Allí se suceden sobremesas de diversas índoles, charlas en las que nos distendemos y penetramos un tiempo de repasos, de enjuiciar asuntos, de ajustes, exageradas recreaciones de cosas que pasaron. En ese allí del poema se fusionaron varias anécdotas de otras sobremesas en las que la dicha siempre es vulnerable y nadie saca conclusiones lisas, son momentos agujereados, epicúreos desbordes, mansos briedermeier que insistimos en sostener (jajá), en los que los perros son los más dichosos con las sobras.
Hace poco se reeditó la obra reunida de Aldo Oliva. ¿Qué recuerdos guardás del maestro, qué valorás de su poesía?
En septiembre me invitaron gratamente como exalumna de la Escuela de Letras a leer en el marco del festejo del 70º años de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario, en esa ocasión cada uno de los colegas recordamos a Aldo Oliva, profesor esencial dentro de nuestra Casa de Altos Estudios y figura inequívoca de los bares cercanos. La poesía de Aldo Oliva es infinita, es tan certera, tan eficaz, con temáticas y metáforas increíbles. A Aldo lo releo en Alcohol, “ardiendo lo que me deja solo” y lo recuerdo con mucha admiración recreándome en el cariño que le tengo a sus hijos: Ángel y Antonio. Aldo Oliva tenía la costumbre de recitar el poema El desdichado de Nerval porque amaba el oxímoron del sol negro, lloraba cuando lo nombraba, le gustaba mucho la palabra ‘alcoholado’. También le pasaba con Los Miserables de Víctor Hugo a quien citaba siempre y leía en francés hasta la madrugada en un bar ya inexistente; La Puerta.
Comparto el concepto de lo imprevisibe
Muy interesante la entrevista. Me llevó a buscar y leer poemas de la autora ( no la conocía) y encontré varios en la web. «El deseo» y «Lo albergado» fueron, de los que leí, los que más me impactaron. Por su forma de decir las cosas,de ponerle palabras a los sentimientos de una manera tan potente, tan musical y a su vez tan profunda. Hay algo casi oscuro detrás, menos explícito que la oscuridad de los de Elena Anníbali que me fascina y menos desgarradora que los de la inolvidable Pizarnick, pero está ahí. Huelo la sombra, aunque claro, quizá sólo se trate de mi forma de mirar los detalles, las terrazas o el pasto…
Gracias Alicia, es una lectura asertiva y halagadora la tuya. Me alegra que te guste cómo pienso y escribo. Si gustas te envío mi libro de regalo.
Leí el libro ni bien la poeta me lo regaló. No he dejado de volver a él de tanto en tanto para encontrar allí lo que más me gusta de cierta poesía contemporánea argentina: su buen gusto por el avanzar despacio, sin estridencias, con un manejo del «tempo» que existe entre los hombres y las cosas (y los accidentales encuentros entre esos mundos) que requiere de una destreza lograda con los años. De las mejores cosas que leí aparecidas en el 2017.