Con Poemas concretos (Editorial Cabiria), su autora, la poeta Cecilia Romana (1975) recupera el pasado de un grupo de artistas abstractos argentinos de mediados del siglo XX como lo han sido Lozza, Prati, Hlito y Vitullo. Pintores, escultores, escritores, arquitectos, fotógrafos que lanzaron en Bs. As. el manifiesto de “Arte Concreto Invención”, son el núcleo narrativo de estas piezas emotivas. Al investigar sus vidas y obras, siempre a través de un atento registro lírico combinando deseos y curiosidades, Romana reinterpreta aquellas sensibilidades para resignificarlas a través de sentidos poemas. Versos claros, precisos en el detalle revelador.
Cecilia Romana lleva publicados en poesía: Flota, hangares y otros trabajos mecánicos (2004); Duelo (2005); No lo conozcas (2007); Aviso de obra (2008); El libro de los celos (2010) y Los que fueron (2013). Ha participado en varias antologías poéticas del país y del exterior. Sus poemas han sido traducidos al francés, italiano y polaco. Romana es licenciada en Artes y Ciencias del Teatro.
Poesía concreta es un género de la poesía. En este género, lo visual y espacial tienen el mismo nivel de importancia que la rima y el ritmo en la poesía lírica. Aquí, sin embargo, pese al título “tramposo”, ningún poema pareciera seguir esa premisa. Se trata de un libro de pintores concretos, lo cual es una historia muy diferente. ¿Por qué?
Lo primero que pienso cuando estoy segura de que voy a empezar a escribir un libro es qué título le voy a poner. De alguna manera el libro entero tiene génesis en ese nombre. Son dos o tres palabras que impulsan todo el acto de escritura posterior. A mí me arrastraba la vida de estos artistas, muchos de ellos relacionados con el arte concreto argentino y otros no tanto. Sabía perfectamente que quería unir dos conceptos muy claros: el nombre que los reunía o relacionaba como grupo y el adjetivo que aseguraba que el contenido del libro era concreto, real, palpable, casi histórico. Al mismo tiempo me atrajo ese juego de palabras, esa trampa desde el principio: ¿es poesía concreta lo que voy a leer? Y la verdad es que no, de ninguna manera. Desde el título quise liberar sentidos, abrir caminos. Apertura y cambio, de eso se trata escribir para mí.
Son diálogos ficcionales con obras de autores concretos que surgieron en las décadas 1940-1950. ¿Cómo fue ese proceso de reconstruir otras vidas?, ¿en su desarrollo, pensaste en Edgar Lee Masters?
Esos diálogos se dieron de manera natural. Construirlos fue un proceso dinámico, casi mágico. Después de leer tanto sobre estos artistas, de admirarlos y seguirlos, parecía que había convivido con ellos, que estaba en sus círculos y que sabía lo podían llegar a decir. A través de esos diálogos se puede hacer una especie de mapa para recorrer vidas olvidadas, vidas alucinantes que quedaron ensombrecidas por el tiempo y las modas. En ese sentido me siento una especie de arqueóloga poética. Y últimamente descubrí que mi libro tenía algo en común con Spoon River de Edgar Lee Masters, a quien no había leído. Alberto Manguel, director de la Biblioteca Nacional, donde trabajo, me lo hizo notar y creo que estuvo muy acertado, pero mis lecturas son siempre más históricas y mis libros tienen una raíz biográfica muy fuerte que no viene de la poesía, sino de mi pasión por explorar vidas pasadas.
¿Siempre te interesó el arte no figurativo? Desde un plano poético: ¿cuáles serían algunos puntos de intersección entre sus propuestas pictóricas y tus búsquedas líricas?
Siempre me gustó el arte, no uno ni otro. En gran medida le debo mi acercamiento al arte de los concretos a Pablo Siquier, un artista visual abstracto, cuya obra ilustra la tapa del libro. Me gusta pensar la concepción de este libro y de mi poética en general como una combinación de deseos y curiosidades. Meterse en esas vidas, y en la vida de un equipo de fútbol como All Boys, es zambullirse en mundos distintos que están pidiendo que los reinterpreten para salir a luz. En ese sentido me siento un poco una mediadora que espera puntas de iceberg para mostrar el resto, lo que está hundido. Mi búsqueda poética es eso, supongo. Ir de la hoja a la raíz y después mostrar el árbol completo.
¿Recordás la historia de tu poema “Marie a Vitullo”? “La vida, al final, tenías razón, era el espacio que quedaba entre verte y no verte”. Hay un tono de patetismo aquí, ¿no? ¿Te documentaste mucho para trabajar el nivel de detallismo con que elaboraste tus versos?; ¿biografías, catálogos, epistolarios, ensayos?
Me interesó mucho la vida de Vitullo, un escultor que se tuvo de ir de Argentina porque si no se moría de hambre. Maldonado lo redescubrió en París y lo ayudó a vender obra. Marie era su esposa. Vi sus fotos, cartas, leí sobre Vitullo y sobre Maldonado. Vitullo vivía el día a día, trabajaba en sitios sumamente chicos para el tipo de escultura que hacía, que era casi monumental. Un corazón enorme guardado en pequeños espacios. Supuse que su amor debía ser eso: pasión y fuerza contrariadas por lugares donde no cabían.
Hay mucha imaginación. Sobre todo en las situaciones en que estos artistas actúan a favor de la articulación de cada poema. ¿Los tenías visualizados antes de escribirlos?, ¿cómo se construían en tu mente?
Son situaciones que tienen una raíz de verdad, de historia, de vivencia. Una vez que estás tan metido en esas vidas, no hay artificio en nada de lo que escribas. Soy muy disciplinada para escribir. Cuando empiezo un libro me siento todos los días y escribo. En mi cabeza tenía la imagen de lo que pasaba en cada poema a través de lo edilicio, de los espacios. Casi todos los poemas son geográficos, tienen puntos físicos palpables y que existen. Sitios que conozco, edificios que miré mil veces, los mismos cuadros, que me pasé horas mirando. Con ese escenario y esos actores, escribir es algo que sucede, es como seguirles el paso, como si te lo dictaran casi.
¿Alguna de estas piezas surgió literalmente al estar contemplando algunos de sus cuadros?
Si. Algunos poemas surgieron de visitas al MAMBA o al Museo Nacional de Bellas Artes. Casi que me fui corriendo para poder llegar a casa y ponerme a escribir.
Hay una erudición del conocimiento. Sí, pero también una erudición de la sensibilidad. Tu libro está atravesado, por momentos, por una obsesiva óptica del detalle romántico. Un registro profundamente íntimo.
Sí, eso es verdad, porque soy una obsesiva de los datos, del registro, fechas, lugares, nombres, pero mi única fuerza viene de la pasión por lo que hago y esa pasión es amorosa siempre. El desencuentro, la imposibilidad del amor concreto, los olvidos, esos momentos en que nada se cruza son los que motorizan mi pasión y a través de los que escribo.
Hay poemas que se leen con la contundencia epigramática de una máxima. Por ejemplo “Hlito”. El verso que se piensa a sí mismo. ¿Cuál es, en general, el lugar que le otorgás al pensamiento en tu poética?, ¿el poeta tiene que revelar y explotar su propio conocimiento?
El poeta es alguien que se desnuda. Tu poema no es solo tu pensamiento. Tu poema es tu cuerpo y tu compromiso con el mundo en el que vivís. Cuando escribo un poema interpelo al poema, porque me estoy interpelando a mí en mis miserias, mis imposibilidades. Muchas veces el poema deja de narrar algo y se narra a sí mismo.
Hay lugar para el fútbol también. All Boys…
All Boys es parte de mi corazón. Mi club, mi barrio, mi sábado por medio en la cancha. También leí y me la paso leyendo sobre All Boys y escribir ese nombre en un poema es algo que surge con mucha naturalidad porque es una parte importante de mi vida el fútbol.
Trabajás la ironía con mucha sutileza. Cito de manera completa tu “Arturo”: “Maldonado hizo la portada para el único número de Arturo. Lidy Prati las viñetas de adentro.// Tardaron diez años en descubrir que no eran el uno para el otro. La revista tampoco funcionó”. ¿Cómo es que el sarcasmo puede transmutarse en poesía?
El sarcasmo es una forma de transitar lo complejo por un costado. La historia de amor de Maldonado y Prati se merecía esa mirada paralela, una mirada que va por la vereda de enfrente, cerca pero sin toparse con nada. A veces no se pueden decir las cosas de frente porque sería como mirar de frente al sol.
De los vivos, ¿cuáles son tus poetas preferidos?
Hacia 1960, en un viaje al Perú donde visitó a Martín Adán, Allen Ginsberg dijo que su única religión era la poesía. ¿Pensás que exageró?
No creo que haya exagerado. Es algo muy lindo lo que dijo Ginsberg. La poesía es una forma de vida que te reúne con lo que te rodea, te une a lo pasado y a lo futuro. Si religión es religar, ¿qué mejor definición para la poesía?
¿En qué estás trabajando actualmente, Cecilia?
Pronto va a salir un libro de poemas en Editorial Leviatán. Se llama Callao 1824 y se centra en los hechos patrióticos del sorteo de Matucana que sucedió, justamente, en 1824. Estoy escribiendo poemas sobre fútbol, donde se mezclan los jugadores vendidos afuera, los que están actualmente jugando, los hinchas, los barras, los amigos, el barrio, la cancha, las fechas importantes, el club de mis amores que es All Boys y mi club de barrio, el Iguazú, que fue un antiguo club de boxeo de Floresta. Por ahora el título es El rojo y el blanco, en alusión al Albo y a Independiente, el club de mis bisabuelos, pero veremos en qué queda.