Si hubiera una palabra que pudiera definir a Tatiana Goransky, esa palabra sería pluraridad. Cantante, bailarina, dramaturga y escritora, esta artista multifacética viene trabajando en un registro que la deslinda, la contiene y la mueve entre lo cotidiano y ese estado particular que supone la creación. Nada que no sea artístico parece escaparse de esta especie de dama policultural en la que Goransky se convirtió.
Como escritora publicó novelas en Argentina, España y Estados Unidos: Lulúpe María T (Símurg, 2005), ¿Quién mató a la Cantante de Jazz? (Tantalia, 2008/ Suburbano, Estados Unidos, 2013/ Letra Sudaca, 2014/ Cazador de Ratas, España, 2015), Don del agua (Gárgola, 2010), Ball Boy (Milena Caserola / El Octavo Loco, 2013), Los impecables (Comba, España, 2016) y Fade Out (Editorial Galerna, 2016 / Editorial Comba, 2017).
Y es en Buenos Aires, justamente, que quedo con ella en un bar de San Telmo para charlar y hacer que este encuentro nos dé —a los lectores y a mí— un extracto, una pincelada o tal vez una nota musical de lo que Goransky es. Mientras camino y escucho jazz en honor a mi entrevistada, pienso en Fade Out, su último libro publicado y también el último que acabo de leer. Me es inevitable pensar en ese espacio narrativo donde la música tiene un valor dominante, e inmediatamente, vienen a mi cabeza una lista de preguntas sobre su trabajo, sus intereses y su forma de hacer. Entro al bar sin más demoras y todo comienza por el principio, por esas preguntas iniciales que darán paso al registro de una porción de su universo, un universo que se renueva y se describe inmenso.
¿Cuáles son los primeros recuerdos que tenés como escritora?
A los 12 años. Una máquina de escribir. Papel de Hendy (una casa de ropa para niños) y una novela sobre una pareja gay que vivía en Suiza. Llegó a tener más de veinte páginas, creo. Antes de eso, cambiarle las letras a las canciones y todavía antes, cartas de amor.
¿Y cómo llega la música?
Estuvo siempre, en mi casa la música tenía su propio altillo con auriculares. Y después cantar se dio de manera espontánea y cantar profesionalmente vino por esas historias que siempre le pasan a alguien más: una cantante se enfermó, mi compañero tenía que ir a hacer un show con ella esa misma noche, me preguntó si quería hacerlo yo, me fotocopié trece partituras, me puse un vestido y canté para trecientas personas. Me pagaron, me dieron de tomar y comer y, durante dos horas, la vida fue maravillosa.
Estás por emprender una gira en España y Berlín, ¿cómo te tiene eso?
Estoy muy contenta y agradecida. No habría gira sin colegas que se transformaron en amigos, editores que tuvieron confianza en mis libros, libreros que me abrieron las puertas de sus espacios, escritores que van a acompañarme durante las presentaciones, gente que recomienda de boca en boca, periodistas que se tomaron el tiempo de leer y escribir sobre mis textos. En fin, una cadena enorme de personas que tal vez, sin saberlo, ayudaron a que pudiera volver a cruzar el Atlántico. En España ya tuve la suerte de presentar dos novelas. En Berlín será mi primera vez. Pero nada de esto fue de un día para otro. Soy de las personas que, salvo aquella primera noche cantando, sabe que todo se consigue con esfuerzo. Ya llevo un poco más de veinte años en esto de escribir y publicar. Me encanta la intimidad de la escritura y me encanta el momento de sacar los libros del estante y acercárselos a los lectores.
Otra de las cosas que me parecieron curiosas de vos es saber cómo se combinan todas las actividades que hacés con tu faceta como Ghostwriter, ¿qué aprendizajes y también qué dificultades te genera esta tarea respecto a tu propia escritura?
El aprendizaje más grande es el de dejar el ego de lado, ponerse al servicio del personaje y la historia, y dedicarse casi por completo a armar un mundo con elementos que ya nos fueron dados. Impuestos, si se quiere. Un verdadero baño de humildad en este mundo de letras en el que vivimos. Las dificultades pueden resumirse en dos puntos: tiempo y tiempo. El tiempo que hay que dedicarle es tan exclusivo (hay fecha de entrega inamovible, el material no siempre se moldea a la velocidad que uno quisiera) y el tiempo que nos aleja de los proyectos propios. No es lo mismo escribir una novela y estar editando otros textos, cantando o dando clases que escribir una novela y estar escribiendo una biografía por encargo. A la hora de volver a tu libro, muchas veces estás agotada, llena de palabras, embarazada de historias que no tienen por qué complementarse. Esto me resulta especialmente complicado porque tiendo a escribir novelas de dos en dos. Así que cuando estoy trabajando como escritora fantasma, en realidad estoy manejando tres textos al mismo tiempo. Tres mundos. Decenas de personajes, investigaciones, atmósferas y tempos, sobre todo tempos. Cada texto tiene su ritmo y, si se eso se contamina, todo queda arruinado. Por suerte, aún no me ha pasado. O si se quiere, por ahora pude evitarlo.
¿Hay libro nuevo en puerta?
La última vez que contesté esta pregunta, tuve mala suerte. Días después, el título del libro que estaba por publicar apareció en la portada de otro texto, y ojo que no había dado el nombre durante la entrevista. Fue cosa de Mandinga. Lo que sí me animo a decir es que en breve (brevísimo) sale una reedición de una de mis novelas. No doy nombre, esta vez por miedo a mandinga, pero sí confirmo que estará a tiempo para la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Una alegría.
Estamos en una etapa de interferencia sonora por todas partes y en todos los ámbitos, esto también es algo en estrecha relación con tu libro Fade Out donde el silencio y lo que se dice cobran una vital importancia. Pero, por ejemplo, hace unos días entrevistaba a otra escritora y me decía que para ella era imprescindible escribir sin música. Dijo que tenía desde hace largos años un pacto con el silencio y la frase me quedó resonando. ¿En tu caso también es así al momento de escribir? ¿O jugás con música de fondo?
Cada texto reclama una modalidad diferente. A veces eso incluye algún género musical; a veces el sonido de una pelota de tenis yendo de un lado al otro de la cancha; a veces ruido blanco; a veces una playlist que se va construyendo, y va construyendo, texto; otras el ruido del mar; o el ruido de nuestros pensamientos más pesados y sí, muchas veces el silencio, aunque es difícil encontrarlo en la vida cotidiana. No podría posponer la escritura hasta encontrar el verdadero silencio porque no escribiría (casi) nunca. Elegí vivir en familia. La familia es, entre otras cosas, ruido y caos, pero también armonía. Así escribo, como se puede, cuando se puede, en esta realidad que se construye día a día.
Excelente entrevista. Felicitaciones, Tatiana y Angie. Cordiales saludos.
Pablo