Nota sobre la obra de teatro Y finalmente salvarnos de Verónica Dragui y Lisa Caligaris, con actuación de la propia Lisa Caligaris.
A veces puedo imaginarme cómo habría sido vivir en un pequeño pueblo siendo mujer hace sesenta años. Recuerdo la anécdota de mi abuela paterna, quien quería llamar a su hijo “Nicolás”, como su padre, pero no pudo hacerlo porque su suegra le ganó de mano y lo anotó en el registro con otro nombre que estaba de moda en ese momento. Por su parte, mi abuela materna cuenta, entre otras cosas, que cuando su marido camionero, mi abuelo, estaba de viaje, sus vecinos la amenazaban con golpearla con un rebenque. Entonces, con estas historias y otras más que no vienen al caso, me imagino un poco, aunque sin experimentar realmente, cómo habría sido ser mujer en un pueblo hace sesenta años.
La pregunta que no me hice nunca es cómo debe haber sido ser mujer en un pueblo hace sesenta años padeciendo una enfermedad tan innombrable que el médico que te atiende te dice que la noticia se la tiene que dar directamente a tu marido, no a vos, que viajaste varios kilómetros hacia la ciudad más grande con tu hija de la mano porque está mal visto ir al médico sola, sin compañía. Tu enfermedad, según los rumores, la llevas en la sangre. Eso implica que se la trasmitís a tus hijos con quien nadie va a querer casarse por esa misma razón. Entonces sos una mujer que, junto a tu descendencia, estás destinada a la reclusión.
Inesperadamente, un domingo lluvioso, la obra de teatro Y finalmente salvarnos dirigida por Verónica Dragui con la interpretación actoral de Lisa Caligaris, habilitó esa pregunta nunca antes formulada, a la vez que me dio un ejemplo bien ilustrativo de la respuesta.
La obra ya se presenta disruptiva desde el momento en que los espectadores entramos por la escenografía que, no por minimalista, deja de ser impactante: de cuatro tanzas separadas cuelgan un vestido, un diario, un par de anteojos y, lo que luego me entero, es un pañal de tela. En el medio una silla.
Cuando ya estamos todos sentados, Lisa Caligaris, quien cumple los papeles de presentadora, intérprete y narradora, nos explica que esos objetos que están dentro de una caja simbólica indicada por un cuadrado de cinta de papel pegada en el suelo, representan a los testigos directos del caso que se va a recrear. Nos lo explica así, mirándonos, interpelándonos, haciéndonos partícipes de lo que allí está sucediendo. La interacción con los espectadores es constante porque, según aclara, lo que se busca es la recreación de un crimen sobre el cual la audiencia tiene que actuar como un tribunal.
La historia de este crimen, basada en un hecho real, sucedió en un pueblo chico hace sesenta y cinco años. Sin embargo, en su representación no se elige únicamente el tiempo pasado o el presente, sino que ambos interactúan minuciosamente entre sí: adentro de la caja simbólica está el pasado; afuera, en todo el afuera, el presente, el momento exacto que estamos viviendo, es decir, el domingo de lluvia a las seis de la tarde.
Para crear el relato se eligió la narración en segunda o en tercera persona, según el tiempo al cual se esté refiriendo. Es muy acertado el hablar a los espectadores como si cada uno fuera el protagonista de esta historia porque causa la impresión de serlo y lleva a imaginar lo que pudo haber sentido la protagonista, experimentándolo (aunque sea un poquito) realmente.
Se elabora una reconstrucción de la historia de la enfermedad de la protagonista. Primero una mancha, luego muchas manchas, luego el aislamiento, la deshumanización por parte del médico, el machismo, lo tacaños que son tanto su marido comosu cuñada, el maltrato de ambos, la chusma del pueblo opinando sobre ella y su enfermedad.
Para tener una idea de la enfermedad, luego, entro en Wikipedia y la busco, leo: “La lepra fue históricamente incurable, mutilante y vergonzosa”. Es lo que se transmite en la obra, lo que viví esa tarde de domingo. Así, otra pregunta que se habilita es: ¿qué se puede hacer si se es mujer, se padece lepra, se vive en un pueblo de hace sesenta y cinco años atrás? No quedan muchas opciones salvo “rezar, esperar un milagro y callar”. Esta parece ser la solución que ha adoptado la protagonista.
Sin embargo, más allá del sufrimiento, esta es fundamentalmente una historia de amor, muchas veces imposible, entre una madre y su hija. Y finalmente salvarnos nos presenta así una historia que nos deja en claro cómo el amor insiste siempre para salvarnos.
La interpretación de Lisa Calgaris que es todos estos personajes mencionados, es realmente conmovedora y, en ciertos momentos, desopilante. La dramaturgia, obra conjunta de la directora y la actriz, funciona a la perfección: en los cincuenta minutos que dura la obra recordé, lloré, reí y reflexioné.
Vale la pena tomarse un tiempo para ver Y finalmente salvarnos porque es una de esas historias que ayudan a reflexionar largo y tendido acerca de las enfermedades, de su cura y de la valentía de esta una que sobrevivió al dolor, la vergüenza, el maltrato y la incertidumbre. Se puede ver todos los domingos a las 18:00 en El Camarín de las Musas (Mario Bravo 960).
Ficha técnico artística
Dramaturgia: Lisa Caligaris, Verónica Dragui
Actúa: Lisa Caligaris
Diseño de luces: Diego Quiroz
Diseño gráfico: Manuel Garcia
Asesoramiento de vestuario: Azul Borenstein
Asistencia de dirección: Alejandro Berthier
Prensa: Carolina Alfonso
Producción ejecutiva: Paz Begué – VERDEVER
Colaboración artística: Lisandro Rodriguez
Dirección: Verónica Dragui