Un taller literario de Mar del Plata crece hasta convertirse en boom de la mano de los escritores Emilio Teno y Mariano Taborda. Recuento de un fenómeno que interesa y atrae.
Era agosto de 2016. Los escritores Emilio Teno y Mariano Taborda esperaban ya sentados, el mate listo, la pava chillando en la cocina. Taborda se despegaba la remera para darle aire al pecho pegoteado y reordenaba por segunda vez la pilita de libros que había apoyado sobre la mesa. La mesa, larga y rectangular, sostenía obras de Quiroga, Saer, Borges, Chejov, Hemingway, entre otros. Ambos moderadores estaban ubicados a las puntas. Había un gato que paseaba por el lugar, el cuerpo ajeno pero la mirada presente. Teno se pasaba la mano por la cabeza sin pelos y meneaba lento el cuello hasta hacerlo sonar. En algunos minutos empezaría a llegar la gente, si es que finalmente se habían decidido por empezar un taller de narrativa y análisis de textos.
Afuera, el viento frío de Mar del Plata se colaba en todos los rincones. El gris tibio del cielo lo hacía parecer más inconmensurable que nunca. Los árboles alertaban sobre la tormenta venidera exagerando las sacudidas de su ramaje. Todo estaba dado para que la gente se quede en la casa, con café, galletas y Netflix, y postergue el comienzo del taller para otro día (al menos eso es lo que se le cruzó por la cabeza a Taborda, que no lo dijo expresamente pero lo dio a entender entre chistes nerviosos).
Sonó el primer timbre. Ambos respiraron hondo y largaron el aire sin tapujos. Teno fue el que se levantó para ir a abrir: era su departamento. Bajó y ahí mismo se enteró que, a pesar de que el timbre había sido uno, los que esperaban eran tres, una mujer de unos sesenta años, otra que rondaba los cuarenta y un pibe de veinte, veinticinco. Después fueron llegando los demás, hasta que conformaron un grupo de ocho, incluidos los moderadores.
Una vez que se cada uno se presentó y explicó por qué quería integrar un espacio como ése y cómo es que habían llegado justamente a ese taller, Taborda se acomodó los lentes y tomó la palabra:
“En la literatura hay dos maneras de entender el proceso creativo. Nosotros estamos convencidos de una de ellas: el trabajo. Acá no hay inspiración divina, el que quiera o la que quiera escribir bien no tendrá que hacer otra cosa que trabajar tanto la escritura como la lectura. En ese sentido, nosotros le damos a la lectura la misma importancia que a la escritura. No hay buenos escritores que no hagan lecturas finas, que no sepan identificar lo que subyace a cada texto”.
Parándose en esa línea, bien lejos de las ideas que algunos todavía arrastran de la mitología griega, que contemplaba la presencia de musas inspiradoras; bien lejos del talento innato, de lo natural, siguió Teno y agregó el ejemplo de Ernest Hemingway, célebre escritor y periodista estadounidense:
“Es como dice Mariano (Taborda). Imagínense que Hemingway, y estoy hablando de un grande, eh, escribió cuarenta y siete finales para ´Adiós a las armas´. La literatura es eso, trabajo constante e ir afinando el ojo lector”.
Hoy, dos años y medio después, el taller se parece más bien a una escuela, y tanto Teno como Taborda se hicieron de un nombre que suena por todos lados. Con una oferta dividida en cinco niveles, los escritores han logrado reunir para este comienzo de 2019 más de 97 alumnos, un número que excedió todo tipo de expectativa. Y que todavía resulta más impresionante si se tiene en cuenta que ellos mismos han cortado con las inscripciones, ya sea por cuestiones físicas o de tiempo, y han tenido que armar listas de espera.
Cada nivel consta de diez clases, las cuales son semanales y duran tres horas. Después de cada jornada, los alumnos se llevan una consigna de escritura y algo para leer y analizar, que varía entre cuento, fragmento de novela o, en niveles avanzados, novelas enteras. Todos los trabajos realizados son arrojados al debate grupal y cada uno de los participantes tiene su tiempo para criticar las obras. La ronda de intervenciones es concluida por una devolución de ambos moderadores.
En el nivel inicial se ven los rudimentos del hecho narrativo, concepto de ficción, a qué se refieren cuando hablan de la narrativa, la antinomia ficción/no ficción y su relación con el concepto de verdad y de realidad; se analiza la premisa de la verosimilitud, la importancia de cada narrador posible. También se abordan las descripciones narrativas tanto desde el punto de vista físico como el de un personaje.
En el segundo se trabaja la polifonía, el principio y final de cuento y novela, la transformación del personaje, tipologías del personaje, el concepto de epifanía en el cuento.
El tercero se inicia investigando la crónica narrativa, haciendo trabajos de campo. Después se profundiza en el rol de los diálogos de un texto, cuándo es necesario que haya y de qué manera, y cuándo no; y en los artilugios para dar cuenta del pensamiento del personaje. Además, se trata el microrrelato, el relato enmarcado, y se proponen consignas que contemplen temas tabúes de la sociedad.
El cuatro, por su parte, tiene una gran presencia de la filosofía y de la tradición literaria argentina. Se comienza con textos de Sarmiento, en especial El Facundo, y se traza toda una línea hasta llegar al siglo XXI. A su vez, se aborda el género policial, el cuento político, fantástico y de qué manera funciona el humor.
Y, finalmente, el taller que vendría a ocupar el quinto nivel, pero que cualquiera que desea puede habitar, es el de Seguimiento de Obra, un espacio de clínica de textos apuntado a personas que tengan intenciones de comenzar a desarrollar una obra.
En cuanto a las lecturas de todos los niveles, está la presencia de Borges, Saer, Quiroga, Woolf, Faulkner, Joyce, Dostoievski, Tolstoi, Flaubert, Arlt, Rodolfo Walsh, Lamborghini, Cortázar, Rivera, Di Benedetto, Carver, Hemingway, Chejov, Sarmiento, Hernández, Hernán Cortés, Mairal, Enriquez, Pron, Schweblin, Almada, Kohan, entre otros. Y de la mismísima Biblia.
Al final de los cuatro niveles los alumnos presentan un texto que se planteó y trabajó con tres semanas de anticipación. Para ello, Teno y Taborda tienen un abanico interesante: en algunos casos, dan consignas grupales; en otros, las consignas son específicas para cada uno, en las que normalmente se elige un narrador y un universo que no le sea de total comodidad al alumno; y en otros, es azaroso: en una bolsa hay narradores y en otra hay universos y cada uno va agarrando, de modo que como consigna final puede tocar escribir un texto en que el narrador sea un deportista frustrado y, el universo, una casa de depilación.
El ejemplo citado no es involuntario, ya que pinta de pé a pá una de las ideas fundamentales del taller, que apunta a desarrollar textos novedosos, tanto en sus temáticas como en sus narradores y ópticas.
En fin, un fenómeno poco habitual y gratamente llamativo para un espacio que nació con seis aventureros y que en este inicio de año sale superando los cien pretendientes, entre anotados y otros que aguardan en lista de espera. Muchos hacen hincapié en que esta especie de boom se dio por la manera en que Emilio Teno y Mariano Taborda llevan adelante cada clase. “Primero, y principal, la pasamos bien. Cada crítica es hecha con respeto. Y encima hay momentos para todo, para trabajar con seriedad y para cagarnos de risa”, dice Nicolás, uno de los históricos del taller. Y remata: “Después está todo lo otro, la forma en que Mariano y Emilio desarrollaron el espacio, que está buenísima, es dinámica, entretenida, muy enriquecedora. Además, parece que lo hacen de toda la vida: mientras cada uno de nosotros lee su texto, levantan la cabeza al mismo tiempo para mirarse, ya sea para celebrar un acierto o para marcar un error; pero lo loco es que lo hacen al mismo tiempo. Es espectacular eso”.
Como cierre, un dato que no puede pasar por alto: seis textos trabajados en este espacio han sido premiados en distintos concursos, uno de ellos en España.
Es 2019, el inicio. Ahora no hay gato que merodea, el lugar es otro. Las sillas son doce. Sobre la mesa, dos termos con agua caliente. Teno y Taborda se preparan para dar inicio a uno de los nueve talleres semanales que darán en este semestre, entre los cinco niveles y sus distintas franjas horarias. Discuten y concuerdan en que el corpus elegido para este período es cada vez mejor. Qué golazo de media cancha es esto, eh, dice Taborda dándole unos golpecitos a una pila de libros. En los bordes de alguno de ellos se llegan a leer dos títulos: El extranjero y El pozo y novelas breves de Onetti. Ambos sonríen. Teno se frota las manos y ceba un mate. Después hablan sobre el clima. Teno apura el sorbo de agua para putear a la lluvia. Sin embargo confía en que el grupo que esperan no va a fallar.
Suena el timbre. Que siga la fiesta, dice Taborda, y baja a abrir.
Interesantísima nota! Cuanta pasión puesta al servicio de contar historias!