Retrato: Mariano Lucano

Harwicz y el lenguaje del caos

Entrevista a Ariana Harwicz, escritora argentina radicada en Francia, a días de que publiquen su cuarta novela.

¿Por qué empezaste a escribir y qué es lo que te sostiene en la actividad?

El inicio es un poco clásico. Lo que dio origen fue el sufrimiento, la angustia, la desesperación, filosóficamente hablando. Y después, hay muchas frases al respeto, pero tiene que ver con esa famosa que decía que la literatura muestra que la vida no alcanza, que no es suficiente. Es eso, un sufrimiento que no puede ser calmado en la vida con ninguno de sus métodos. Incluso la mejor de las vidas, el mejor de los destinos, de los amores, de las situaciones, de las vivencias supuestamente placenteras, nada alcanza. La dimensión de la vida no alcanza. Y la escritura es eso, ese otro tiempo, ese otro espacio, esa otra realidad, esas otras coordenadas, esa otra ley. Eso, en la escritura rige otra ley. Ese es el mejor de los mundos posibles. Y se sostiene porque no hay otro plan, no hay plan b, no hay otra opción de vida. Escribir, vivir; vivir, escribir.

¿Qué lugar le das al método en tu trabajo?

No hay método en un sentido técnico, teórico, de todo lo aprendido en las universidades, en los manuales, en las conferencias. Todo eso no hay. Y si hubiese, pobre de mí. Habría que destruirlo en cada novela, en cada párrafo. “Mi modo de escribir” hasta me cuesta decirlo, catalogarlo. Simplemente vivir para escribir: es decir, sufrir, pero sufrir bien. Desear bien. Que todo el material extraño que da la realidad pueda ser transformado en literatura, en lenguaje, en arte. Pero, para esa conversión, hace falta esfuerzo, rigor. Se trata de ir detrás de la música de un texto; ir en busca de una lengua nueva en cada texto. Es esa exigencia lingüística la que sostiene un proyecto literario.

¿Qué opinás de la escritura argentina actual? En ese sentido, ¿cómo entendés la mayor visibilidad de los textos escritos por mujeres?

Se dio una conversión de cómo se lee ideológica y políticamente la escritura de las mujeres latinoamericanas, o las mujeres en general. El signo político, entre comillas, cambió, aparentemente. No sabemos cuánto tiempo va a durar, la política es lo más inestable que existe. Pero es cierto que cambió el signo político, se les da más visibilidad. No sé si se las lee más, supongo que sí. Tampoco sé si el interés editorial es real o responde a un mercado. Igual, siempre hay que pensar lo peor, para no ser sorprendido por la espalda: puede ser el mundo muy cínico. Sin embargo me parece que lo único que importa es la verdad. Si la literatura de estas autoras o de los hombres tiene verdad, es inapelable. Lo que importa de un texto es eso, la verdad. Y en ese sentido es muy interesante cómo cada autor se posiciona en el juego de la época.

En tu novela Matate, Amor hay varios pasajes comprendidos solo por metáforas e imágenes oníricas, cosa poco común en la literatura de hoy, ¿qué buscaste con ese recurso?

Pueden ser leídos como recursos, como algo deliberado. Pero me parece que va más con la música del texto, con el imaginario, con la cabeza del personaje principal, esa especie de solipsismo, de monólogo ininterrumpido, que permite y habilita ese tipo de imágenes. Va con el edificio del texto, que no hace diferencia entre lo real y lo irreal, no establece una jerarquía entre el sueño y la vigilia; sus fantasías, alucinaciones y deseos están al mismo nivel ontológico que la suegra o el marido, o la policía entrando por la puerta. Es ese espacio en donde los dos mundos convergen el que da la posibilidad de que un bebé esté en la copa de un árbol y no sea ciencia ficción.

¿Leés algo en particular mientras escribís?

Es siempre un tiempo incontinuo, porque antes de escribir ya es tiempo de escritura. No leo nada en particular, sino algo que sugiera el texto. Puede ser un verso, una pieza de piano, un cuadro, un fragmento de una película. Cualquiera cosa que tenga que ver con la lengua del texto. Muchas veces son discursos políticos, canciones de guerra, en alemán, en hebreo, en ruso. Y esa otra lengua, que no entiendo, perfora el texto.

¿Cómo vivís la lejanía de tu país natal a la hora de pensar una obra?

En el caso de mi obra es fundamental, es central el hecho de ser extranjera. Una identidad de la no identidad, o una identidad cambiante, o una identidad hecha de una identidad corrida. Todos esos juegos de palabras tienen que ver profundamente con mis novelas, mi escritura. No solo porque los personajes son extranjeros, sino porque hay una incorrección en el habla, hay algo alterado en la gramática. Así que sí, es central. No tanto la lejanía con mi país, sino el estar corrida.

Si tuvieras que definirte como escritora en una frase, ¿cuál sería?

Bueno, justamente mi escritura es una escritura de frases, de sentencias, de frases cortas, de latigazos en el ritmo de la frase. Siempre me gustaron los aforismos literarios del gran maestro Oscar Wilde. Esa especie de síntesis brutal, que obviamente tiene que ver con la poesía. Así que está bien que me pidas una frase. Elijo esta: huir de la vida para escribir, y vivir de la escritura para vivir. Soy esa escritora que huye de una para la otra, y de la otra para la otra. Una escritora vitalista.

Estás pronta a presentar una nueva novela. ¿Nos podés adelantar algo?

La nueva novela sale ahora. La presento en España, el 6 de junio, en Barcelona. Y después el 17 en Buenos Aires. Luego irá a otros países de habla hispana. La edita Anagrama. Es una nueva experiencia, me interesa, me emociona estar en varios países, y darle la confianza a Anagrama. Es una novela distinta, hay un personaje hombre. Se sale un poco de las anteriores tres, que parecen una sola película, un solo paneo largo. Acá hay algo de ese estilo, pero intenté torcerlo, ir a otro lado. No opera la novela desde la identificación, ni de la empatía. Así que es un desafío, un riesgo. Pero la literatura tiene que ser un riesgo.

Escribe Branco Troiano

Marplatense. Periodista recibido en TEA. Estudió sociología. Trabaja para Una Brecha, productora cultural. Fue guía en CityTours literarios y prejurado en concursos de cuentos. Además colabora en medios digitales y revistas. Dio un taller de escritura creativa para adultos mayores. Escribe ficción. En 2018 ganó el premio Osvaldo Soriano de cuentos de La Plata. Soldado de Ricardo Piglia.

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Un Comentario

  1. Hermosa y profunda entrevista. me quedo con la «identidad de la no identidad» del migrante.

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