El malabarista o El juglar, Remedios Varo, 1956

Remedios Varo, el alma transmutada I

Remedios Varo (Anglès, Girona, 1908 – Ciudad de México, 1963) fue una artista plástica con una sensibilidad exquisita. Su antología iba a ser una de las grandes muestras del Malba en 2020, a partir de la pandemia, el museo puso a disposición del público un recorrido guiado de libre acceso.

 

“Todos hemos oído hablar de los alquimistas y muchos de nosotros tenemos estampas de ellos vagamente confundidas con las de magos o brujos. Pero estamos en un completo error si como tales los consideramos, porque los alquimistas se esforzaban por realizar su trabajo mediante el descubrimiento y utilizando las leyes de la naturaleza y nunca, o muy rara vez, intentaron obtener resultados mediante procedimientos ‘mágicos’, por encantamientos, hechizos, invocaciones al demonio, etc… Los alquimistas no se dedicaban solamente al logro de un fin puramente material, hacer oro, sino que sus trabajos crearon y desarrollaron una teoría de la filosofía natural.” (Los Alquimistas, F. Sherwood Taylor, 1957)

 

La ciencia inútil o el alquimista, Remedios Varo, 1958

En una Buenos Aires desértica debido a la cuarentena que rige en la ciudad, un tesoro de belleza permanece escondido en las salas del MALBA. Mientras recuperamos la posibilidad de ver la exposición de Remedios Varo personalmente, haremos un recorrido por diversos aspectos de las cosmovisiones que regían su pensamiento. He aquí una afirmación: Remedios fue una alquimista que se dedicó a las artes plásticas y no al revés, como ingenuamente podría pensarse. 

Ella había vivido en Barcelona durante la Segunda República española y había respirado los vientos surrealistas en Francia hasta que terminó encerrada por los nazis en 1941. Logró conseguir asilo en México junto a Benjamín Peret, referente antifranquista y su compañero de entonces. El compromiso político de Remedios es incuestionable, siempre del lado de la República Española y antifascista desde la primera hora y, sin embargo, ella vivía en una dimensión pacífica y cualquier lectura de su arte y su relación con otros artistas podría ser comprendida mejor en términos de un “pacifismo creador”. En esta línea se inscriben sus prácticas espirituales, sumados a sus amplios conocimientos científicos y al humanismo trasmitido por las enseñanzas de su padre, ingeniero hidráulico librepensador y uno de los pocos estudiosos del esperanto en la España de su época. De su tiempo en una escuela de monjas y de su madre religiosa encontraremos en su obra alusiones a la iglesia, torres, monjas. La fusión de ambos mundos asoma en el clima monástico y en personajes como Monja en bicicleta (1961).  

Remedios se refiere a su exilio desde Europa hacia México como una búsqueda: “para mí era imposible pintar entre tanta inquietud”. Se sabe que durante su estadía en París realizó algunas intervenciones de carácter surrealista, como los cadáveres exquisitos en los que combinaban la creatividad de varios artistas en la misma obra usando a su favor el azar, los automatismos entendidos como el predominio de lo no racional y los errores como oportunidades creadoras y las cartas e invitaciones a desconocidos tomando sus direcciones de la guía telefónica. Remedios Varo visitó el mundo de los surrealistas franceses para asomarse al enigma oculto en los sueños, pero ella fue mucho más allá. Coqueteó con los métodos por ellos aplicados, con Breton a la cabeza, y después, esas mismas técnicas sufrieron los procesos alquímicos que le permitieron transformar la sustancia surrealista en el orden alquímico de sus obras. La creación, en el caso de Remedios, no quedaba sólo en un acceso privilegiado al inconciente, sino que aquel material surgido de las incursiones surrealistas se convertía, en manos de Remedios, en la resurrección del cobre en oro, como se podría pensar en términos alquímicos. El antecedente al período parisino fue el Grupo Logicofobista surgido en Cataluña en 1936, del que ella formó parte y cuya expectativa era representar una generación de artistas que conjugara espiritualismo y surrealismo. Aquí ya tenemos un antecedente fundamental para comprendiendo hacia donde se dirigía la mirada artística, más allá de las técnicas, la pregunta por lo trascendental estaba en el origen. 

La obra debería ser suficiente, como Varo sugería cuando se negaba a hablar de sí misma y su relación con los surrealistas: “Estuve junto a ellos porque sentía cierta afinidad. Hoy no pertenezco a ningún grupo, pinto lo que se me ocurre y se acabó. No quiero hablar de mí porque tengo muy arraigada la creencia de que lo que importa es la obra, pero no la persona. No me interesa la polémica ni ninguna actitud, soy sencillamente pacífica y ya está”. En este sentido y en este caso, la obra es sólo el comienzo de un camino de transmutación infinito. La creatividad de Remedios Varo se sostenía en un universo espiralado cuyas formas adquieren universalidad y atraviesan los tiempos. En ella, cada acto creador es el grano de arena de una forma nueva que será en un futuro otra obra y que, a su vez, surge de un acto creador anterior y que fue su germen. Lo ejemplificaremos: Remedios esbozaba sus bocetos con trazos dibujados y también escribía sus ideas con palabras. Estas últimas se transfiguraban posteriormente en un contenido figurado, coloreado, bocetado y luego pintado. Si la alquimia que tanto la apasionaba es la transmutación de la materia desde un elemento hacia otro, en Remedios la alquimia es una forma de vivir y comprender la existencia.

Entonces, el cobre de las técnicas surrealistas transmutado en el oro del producto final de las sucesivas transformaciones de lo inefable a través de una cosmovisión esotérica del arte es lo que encierran sus obras. Esta modalidad trascendental, invita a sugerir que Remedios Varo tenía un espectador de sus obras mucho más amplio que el visitante de un museo. Ella se dirigía a las energías profundas que rigen el entramado del universo. Es posible que, en su esfuerzo por capturar la belleza, la imagen plasmada en una tela, no se limitara a la imagen estática como la fotografía de un instante dibujado. A diferencia de lo que refiere Barthes en La Cámara Lúcida a propósito de las imágenes captadas por una cámara: “tiene algo de tautológico, en la fotografía una pipa siempre es una pipa, irreductiblemente”. En cambio, las imágenes de Varo no son la detención de un instante que ya pasó, lo que en Barthes sería “Lo que la fotografía reproduce al infinito únicamente ha tenido lugar una sola vez” o lo que Jacques Lacan denomina la detención de la mirada, aquello dado a ver en el cuadro sería un fin, algo acabado: “No olvidemos que la pincelada del pintor es algo donde termina un movimiento” (Lacan, 1964, pág. 121). En cambio, Remedios intervenía en la realidad con cada pincelada desde la idea del perpetuo movimiento de las sustancias, una pincelada sería más que un gesto detenido, sería la expresión mutante de un momento de la creación que se modificará por efecto del proceso alquímico que encierra. Podría sonar audaz este planteo de la obra no acabada, pero existe la posibilidad de apoyarse en las propias palabras de la artista para fundamentar tales planteos y el punto de vista acerca de la interrelación entre todos los actos de la vida. En la carta 8 de Remedios Varo (recopilado en el libro de Isabel Castells, 1997) escribe: “Habida cuenta de que yo estaba convencida de que los grandes descubrimientos son resultado del azar (azar objetivo) quizás, pero en el que la objetividad no puede intervenir en las variaciones y combinaciones matemáticas para establecer una relación de causa-efecto, yo hice experimentos con diversas sustancias. Al mismo tiempo, toqué ciertas notas especiales y particulares en un instrumento monocorde; si estoy en lo cierto, este sonido podría tener una importancia decisiva y trascendental en las sustancias que traté de combinar. De repente, pasó algo terrible. En el momento en que tocaba la nota si y justo cuando iba a pasar a otra octava en un tono ligeramente más grave, el gato maulló y alguien que pasó por la calle delante de la ventana proyectó su sombra sobre la mesa de experimentación y sobre las sustancias que tenía allí en emulsión. Estas sustancias se han separado, dejando una minúscula partícula brillante, una suerte de perla que salió por la ventana como una flecha, se elevó en el espacio y desapareció rápidamente de vista. Pero lo terrible es que ha dejado tras ella, de forma permanente, un hilo de atmósfera terrestre” (pág. 87)

Tere Arcq en Cinco llaves del mundo secreto de Remedios Varo (2008) refiere: “El místico ruso P. D. Ouspensky señala que el arte es una vía del conocimiento, y el artista, al dedicarse a la creación, abre su mente a múltiples posibilidades, es capaz de revelar misterios y de conducir a los hombres hacia la esfera de lo desconocido. Para lograrlo, tiene que unificar en su obra, como lo hacía Remedios Varo, arte, filosofía, ciencia y religión, así como un conocimiento profundo de diversas doctrinas esotéricas como el tarot, la alquimia y la cábala. El artista necesita alcanzar la unidad de sí mismo y con el cosmos para crear su propio ‘modelo del universo’, para que su obra se convierta en vehículo de revelación de una realidad superior” (pág. 19).

Para un acceso más certero al mundo de la artista citaré fragmentos de sus cartas y sueños anotados por ella y que son significativos en sí mismos. Para ello me valdré del libro “Remedios Varo. Cartas, sueños y otros textos” en el que Isabel Castells recopila estos documentos. El más conmovedor podría ser el sueño número 10 en el que Remedios anota que había descubierto algo así como la “verdad absoluta”. Enterados los gobernantes de que ella poseía semejante secreto la condenaron a muerte, temían por la caída de la estructura social tal como funcionaba. El verdugo, satisfecho con la tarea encomendada, se enfrenta a una Remedios angustiada y temerosa que le pide que le sean concedidos todavía unos minutos más de vida, “le expliqué que yo amaba a alguien y que necesitaba tejer sus ‘destinos’ con los míos, pues, una vez hecho este tejimiento, quedaríamos unidos para la eternidad”. El horror no era temor a la muerte sino a la separación del ser amado. El verdugo, encontrando razonable el pedido le concedió diez minutos más de vida. Remedios tejió durante ese tiempo a su alrededor, tejía con unas cintas que se materializaban en sus manos y que ella sabía que eran la substancia del ser que ella amaba y la substancia de ella misma. Al finalizar el tejido a su alrededor, Rodeada por una especie de huevo tejido, le comunicó entre lágrimas al verdugo que ya podía matarla porque el hombre que ella amaba estaba tejido con ella para siempre. 

Si ella anticipó su propia y prematura muerte ocurrida a los 54 años no lo podríamos afirmar a menos que confiemos en aquellas capacidades premonitorias que tienen los que trabajan con las energías sutiles, los que meditan, los que acceden a los sitios más recónditos e inaccesibles de las capacidades mentales. Ella parecía estar dedicada el día entero a prácticas de elevación del espíritu, a una femineidad del manejo de lo oculto, de las sombras a las que hay que iluminar. Remedios venía a sanar al mundo.

 

Tejido Espacio Tiempo, Remedios Varo, 1958

Abandonando por un momento las vertientes puramente estéticas para considerar sus investigaciones y estudios de George Gurdjieff, quien había creado un sistema para el desarrollo de la conciencia a través del arte, la música, la danza, las modificaciones de posturas y gestos, por un lado, y la alquimia, por otro, se podrían descubrir los simbolismos alquimistas de su obra. Sherwood Taylor en Los alquimistas, uno de los libros que conforma la biblioteca de Remedios, describe a los dragones como primer símbolo. Se pueden ver dragones en La Batalla, obra de Remedios Varo de 1941. “La hermana del dragón es Mercurio. Siendo el dragón materia, metal, cuerpo: su hermana es espíritu, mercurio metálico, alma. ‘El dragón no murió sino con su hermana, que es el agente de la operación alquimista’” (Sherwood Taylor, 1957). El segundo gran símbolo de la alquimia es el de un matrimonio. La combinación del Sol y la Luna. El Sol fecunda a la Luna para generar la piedra. Un simbolismo sexual que no necesariamente es genital, sino que alude al proceso alquímico de la fusión de dos para la transformación en otra sustancia, una renovación alejada de la destrucción de lo que desaparece, y que acepta esa desaparición como ineludible ante la fusión de dos elementos en uno. El otro símbolo es el de los pájaros descendiendo, como el rocío que baja al amanecer, la influencia celestial. Los pájaros como destilación del espíritu que desciende al cuerpo. Lo mismo pasa con las figuras aladas o las vestimentas que simulan alas en obras de Varo tal como vemos en Ascención al monte análogo (1960) y los Vampiros vegetarianos (1962). El proceso alquímico completo, por ejemplo, se encuentra graficado en la Philosophia Reformata de Juan Daniel Mylius y, del mismo modo, para Remedios Varo, el lienzo, el lápiz y las pinturas son como el caldero y el fuego como instrumentos de transformación. Se podrían seguir enumerando más simbologías ocultas y la expresión que adquieren en su obra. Ella se podría inscribir en la serie de artistas que hicieron representaciones simbólicas de los procesos y símbolos alquímicos. Pero no empezó ni terminó en ello su trabajo, ni en sentido religioso ni en el sentido químico del método científico. Para Remedios, el proceso de la creación artística era el trabajo de una alquimista manipulando las sustancias para su transformación e intervención en la materia, más allá de las distancias y de los tiempos. Si nos concentramos ante alguna de sus obras, con el alma puesta en el gesto de observar desde esta perspectiva, es posible que algo se modifique en nosotros y la transmutación ocurra y nos modifique para siempre el alma. 

 

Revelación o el Relojero, Remedios Varo, 1955

 

Podrían decir que toda obra de arte encierra la pretensión transformadora de la realidad tanto de artista como de espectador. Y si, por supuesto. Pero no es eso lo que aborda este texto. Hoy intentamos desentrañar un enigma que encierra el conjunto de su obra y que no se comprende sólo en términos plásticos. Hay mucho más allí y es posible que, aún con mucho esfuerzo y estudio de Gurdieff y de las teorías alquimistas, sólo sea posible captar un pequeño pedazo del inmenso universo creado por Varo y que no acaba en la observación y estudio de su obra, sino que trasciende y se superpone con otros planos de realidad, con otros tiempos y otros espacios que darán las claves para su comprensión. 

Porque estos son momentos alquímicos en los que los porteños de Buenos Aires estamos más cerca de Remedios Varo que nunca antes. Su obra, con una curaduría esmerada coordinada por Victoria Giraudo y Carlos Molina en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA) está en cuarentena. ¿Es esto casual? Seguramente no lo sería para Remedios para quien todos los hechos del universo están interrelacionados. Mientras tanto, queda lo anterior como anticipo de una serie de reflexiones que abordaremos en sendos artículos en las próximas semanas: primero, la relación de Remedios Varo con la materia de sus sueños; después, el diálogo que entablaba entre diferentes formas de expresión, lo escrito y lo plástico interrelacionado en la conformación de un nuevo constructo creador en una unidad significativa; para finalizar con su abordaje del psicoanálisis y de una mirada irónica sobre las ciencias. Que siga la alquimia de la creación, mientras tanto, causando efectos y transmutaciones de la realidad.  

 

Armonía, Remedios Varo, 1956

 

 

Escribe Anahí Almasia

Anahí Almasia nació en Buenos Aires, es argentina y española. Es psicóloga de la Universidad de Buenos Aires y Magister en Patologías del Desvalimiento de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales. Algunos de sus trabajos y tesis psicoanalíticos dan cuenta de una búsqueda artística alrededor de la obra de Borges, Gabriel García Márquez, Yves Klein y Frida Khalo. Sus libros de ficción son Matu Ketami. El tiempo de Troful, El Juego de Barbazul (junto a Valeria Castelló Joubert), el libro de cuentos Lo que el viento no se llevó (en coautoría con Luz Darriba). Trabaja actualmente en una película y en diversos proyectos culturales.

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6 Comentarios

  1. Benjamín Uzorskis

    Qué ganas de ver más de esta artista!. Hay una connotación con la obra de de Chirico, Dalí, Xul Solar y otros más, pero es muy personal. Tienen una atmósfera tal que dan ganas de meterse en la pintura. Y el texto es muy motivador como para conocer más la obra y a la artista.

    • Muy buen acompañamiento para observar desde el alma, la obra de la artista. Es cierto, dan ganas de ver más obras de ella y de conocerla más.
      Muchas gracias!

      • Verónica, si, la transmutación del alma en el accionar artístico. ¿No es maravilloso?

      • Tu estudio y tus reflexiones sobre Remedios Varo son sin duda fruto de la “alquimia de la creación “.
        Transmutemos esta triste realidad pandémica que estamos viviendo en placer estético, disfrutando de las obras de arte y de los análisis que nos acompañan en la visita.

    • Comparto con vos, Benjamín, esa sensación de estar invitados al mundo Varo, como si nos llamara a hacer una inmersión en esa atmósfera con latido propio. Gracias por tus palabras.

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