Solipsismos pandémicos y nuevos horizontes

Reflexionar sobre un modo más intuitivo y menos condicionado de conocer al mundo. Desandar el camino de la razón moderna como infranqueable y  única. Proyectar pequeñas pero firmes maneras de estar físicamente presentes y mirando al futuro. Escribe Gabriela Puente, pinta María Lublin.

En algunas personas que se mantienen largo tiempo aisladas o en condiciones de enclaustramiento, se presenta un síntoma extraño, conocido como síndrome de solipsismo. Quienes lo padecen, tienden a concebir al mundo como una creación autónoma y espontánea de sus propias mentes, anulando así la dimensión social que provee el horizonte de toda experiencia.

 

Hacia el año 1641 René Descartes publica las Meditaciones metafísicas, en ellas aparece el célebre cogito ergo sum que da inicio al pensamiento moderno. 

Pero antes de llegar a ese fundamento, en la primera de sus Meditaciones, Descartes elabora una idea que ni a los antiguos ni a los medievales se les hubiese ocurrido nunca; escribe Descartes: “(…) creeré que el cielo, el aire, la tierra, la figura, los sonidos y todo lo externo no son más que engaños de sueños (…); consideraré que no tengo manos, ni ojos, ni carne, ni sangre, sino que le debo todo a una falsa opinión mía” (1981, p. 34). 

De esta manera, el filósofo francés se permite dudar de todo, o casi todo; excepto de su propio pensamiento. 

La marca del solipsismo es el estigma sobre el que se erige la Razón del Sujeto moderno. Ese hombre nuevo, cerrado sobre sí mismo y desgarrado del mundo, se aleja de las cosas. Por eso, es necesaria una comunicación entre ambos niveles de la existencia. Y una de las respuestas modernas para reabrir el hombre al mundo, es paradójicamente ponerle límites. 

El gran límite infranqueable es entre el sujeto y el objeto. Por su parte, el Sujeto existe dentro de una esfera de determinación. Ante las preguntas de qué se puede conocer, qué se debe hacer y cómo somos afectados por lo absoluto a través del arte,  el filósofo alemán Immanuel Kant responde con aseveraciones que llevan en sí mismas el germen de la privación. Todas las respuestas implican un no poder, un no conocer, un no deber, o una imposibilidad de afectación.

Sin embargo, paradójicamente el límite supone tanto una privación, como la idea de libertad. Ésta última sólo surge, en la concepción moderna, al entender cuáles son nuestros propios límites. 

 

 

Durante la posmodernidad, con la caída de los fundamentos últimos,  la idea de límite es resignificada y aparece la noción de horizonte. 

Nuevamente es otro alemán, Martin Heidegger, quien instaura en el centro de la escena filosófica a un ente abierto, atravesado por la finitud y definido por sus proyecciones, antes que por una esencia. Éste es el ser-ahí, que no es el hombre; pero, a la vez, no es otra cosa que el hombre. 

El existente está entre los entes del mundo de una manera especial: como comprensión y lenguaje. Este estar-entre supone también una especie de límite en relación con los objetos, pero más lábil, incluso viscoso, y un poco más indefinido. 

El trasfondo de la experiencia es móvil, lejos de la maciza diferencia fundacional de la Modernidad entre sujeto-objeto. Ni las cosas son tan objetivas y neutrales, ni el sujeto es tan libre y separado de ellas, de manera tal que los objetos comienzan a tener una cierta injerencia sobre nosotros.

A la pregunta (moderna) kantiana sobre los límites del hombre, la posmodernidad heideggeriana responde con una (re)pregunta acerca de aquel tipo de ente que se interroga por sus propios límites. La pregunta se reabre y revuelve sobre sí misma, en lugar de buscar una respuesta fundamental. Apertura que, sin embargo, no implica falta de determinación.

Comprender no es otra cosa que proyectar(se) sobre múltiples posibilidades de ser. Implica un estar-en-medio-de, un comprender en un mundo que se nos presenta como horizonte.

 

 

En estos días de distopías pandémicas el horizonte se redujo hasta el punto en que, quienes vivimos en megaciudades, no podemos ver más allá de un cúmulo desdibujado de edificios. Nuestras fronteras, como afirma el filósofo español Paul Preciado, se han ido achicando desde las nacionales, hasta los límites del domicilio privado y del propio cuerpo.

Todo parece cerrarse sobre el individuo autónomo -solipsista- que compra en el mercado aquellos dispositivos que ejercen un control sobre sí mismo. El círculo del encierro parece perfeccionarse aún más en el aislamiento actual.

En un futuro no muy lejano incluso, como lo aclama el transhumanismo, las fronteras podrán empequeñecerse cada vez más; pasando del cuerpo, que sigue ocupando ciertas coordenadas espacio-temporales, a un etéreo flujo de información, concebido como “locus” último de la consciencia humana, hibridado con un ordenador.

El fantasma del solipsismo vuelve a asomar inquieto, Pero, aunque la idea de un horizonte de experiencia posible se ha acotado a nuestra -ahora tan limitada- experiencia cotidiana,  siempre es posible proyectar una vez más. 

Un proyecto pequeño, que gota a gota transite por su derrotero y, sin que nos demos cuenta, se acumule en algo más grande. Como una sinfonía que nace a partir de pequeños acordes y notas, y que crece hasta estallar. Incluso el aire sostenido por la respiración atenta de los concertistas en los intervalos del silencio, forma parte de la obra integral.

Pequeñas pausas dentro de una sinfonía total: aprender algo nuevo, hacer algo distinto entre tanta repetición forzada, imaginar  un viaje, lo que se nos ocurra. Pero es necesario soñar, proyectar y extirparnos a nosotros mismos de esta ya célebre nueva normalidad que nos mantiene enclaustrados en la cerrazón opaca del presente. 

 

Bibliografía

Descartes, Rene, (1981). Meditaciones metafísicas, Buenos Aires: Hyspamerica.

Heidegger, Martin, (2007). El ser y el tiempo, Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Preciado, Paul, (2020). “Aprendiendo del virus” recuperado de página web: https://elpais.com/elpais/2020/03/27/opinion/1585316952_026489.html

Escribe Gabriela Puente

Gabriela Puente nació en Buenos Aires durante el invierno de 1979, licenciada en Filosofía por la UBA, maestranda por UNDAV, primera mención en Certamen de Ensayo Filosófico de la Facultad de Filosofía y Letras UBA, su tesis de licenciatura fue publicada por Editorial Biblos en 2018, publicó varios artículos en revistas académicas; actualmente se dedica a la docencia y colabora en diversos medios.

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