Sobre la literatura, el laberinto y las posibilidades de tú lengua. Escribe Ignacio Marcora, ilustra José Bejarano.
Texto pre-seminal (ojalá sea usted fecundado/a)
Con cada libro leído, con cada (intento de) escritura, vamos forjando una idea personal de qué es la literatura y a la vez, nos vamos familiarizando con sus elementos (narrador, trama, tema, recursos, etc.).
El que sique es un texto que se pregunta acerca de los límites y posibilidades de lengua. Es un texto consciente de que será leído y, consecuentemente, en el que lector/a es tenido/a en cuenta; se lo/a vuelve parte imprescindible del escrito y se la/a o la invita a reflexionar en torno a algunos de los elementos centrales de la literatura (el héroe, el tema y el narrador) pero desde la literatura misma. De allí su carácter de “manual destilo”.
Como la idea es generar preguntas y/o inquietudes, se alienta a quien lea a que ensaye sus propios respuesta y también, si se siente cómodo/a, las comparta; por esto motivo no se darán mayores explicaciones ni guías de las que ya fueran expresadas arriba.
Espero que prendan las semillas.
Boca
Vaca
vocal
(verticalidades de la lengua)
Y un manual destilo.
A los Teseos improbables
La contra-épica
Quiero entrar de nuevo al laberinto. Ya sabemos el camino.
Y si ya no nos pierde el laberinto se puede llamar hogar.
Quiero llevarlos hasta el centro para que veamos al minotauro de cerca y lo pensemos. Un toro y un hombre, mezclado. Dos cosas conocidas producen una tercera. El asombro. Si podemos verlo así, de frente, es que hemos vencido. Hemos vencido al asombro.
Dijimos que el minotauro es el miedo o el trauma. Para poder llegar a ser nosotros una tercera cosa debemos vencerlo.
Pero ¿qué pasa con los que no lo logran? ¿su historia no merece ser contada? ¿qué es un Teseo derrotado?
En todo caso, conviene tener en cuenta que el héroe es tan imaginario como su contraparte. No menos fantasmagórico, no menos vaporoso. Por eso la idea es ir al laberinto para llegar a ser y punto. ¿Qué? No se sabe, no lo sabemos.
Se habita en hogares, se transita el laberinto.
El laberinto necesita del movimiento. De la búsqueda. Dos o tres derivas se me ocurren ahí adentro: buscar la salida (la opción que se dice), buscar el centro (la que se desea en secreto, tal vez la de los suicidas), buscar la salida desde el centro (la opción heroica) o perderse (la del niño).
Hay quien no ha salido héroe del laberinto, pero ha salido. Esto abre todo un panorama a tener en cuenta.
A los quijotes truncos
La bufo-nada
Algunas cuestiones, a esta altura del partido, no deberían ser aclaradas. Es más, hay cosas que, por evidentes, no merecen explicación. Por eso, si te las estoy aclarando es muy probable que no las veas. O que estemos viendo cosas muy distintas. No ya si se trata de un molino o un gigante, si no de la estatura del enemigo.
Ahora bien, puestos a quijotear, como afirmas que lo estamos haciendo, te delata la elección de las miniaturas a las que atacas. Que esos enanos te parezcan gigantes o molinos a vencer, nos divorcia al instante.
De este punto en adelante las conclusiones corren por tu cuenta. No voy a estar ahí para escucharlas.
A un juez provinci-y-ano
El real-envidismo trágico del lector exigente
Es necesario entender que mi juicio se apega tanto la realidad que es la realidad. Por eso me permito ser arbitrario. A la realidad nadie le pide explicaciones. La realidad es. ¿Contradictoria? Sí. ¿Cruel? Sí. Es una estupidez patalear por cualquiera de estas cosas.
Yo, como embajador de la realidad, tampoco puedo ser discutido. Si parezco vacilar es porque así lo elijo. Lo mismo pasa si afirmo saberlo todo. Hasta los móviles más secretos de sus deseos. De hecho, yo los invento. Si yo digo que usted desea matar a su mascota. Así será. Soy inapelable.
Después de todo usted ha firmado un contrato al mismo tiempo que lo leía.