Sebastián Trujillo y una saga con un estilo particular. Ilustrada en este caso por José Bejarano.
Vivo en el cielo y desde las nubes contemplo al mundo girar en espirales absurdos. He estado arriba hace mucho tiempo. Soy de aspecto espiritual, maquillado similar al bufón de la baraja usada por apostadores y hechiceros. O el Bowie de Ashes to Ashes. Me encanta la risa autentica, aquella burlándose de lo que se vuelve escombros, ruina.
A veces desciendo y acompaño a personajes raros, incapaces de adaptarse a la falsedad de lo concreto, pero que deambulan errantes para romper cadenas. Era luna llena, bajé y caminé junto a una chica guapa, triste, artista del hambre de algún circo. Iba ebria en una calle de la noche. Había gastado el poco dinero del bolsillo, parecida a las estrellas fugaces de las cantinas del Rock and Roll. En el camino nos cagamos de risa ante gente aferrada a pedacitos de nada: trajes de dioses, la moneda, navajas y buitres habitando sus corazones. Rajamos el firmamento con un rayo de comedia rebelde. Y por un intervalo la multitud, resplandeciendo en la luz de la centella, se descubrió a sí misma ridícula, innecesaria, carentes del arte de amar lo verdadero.
Un viejo vagabundo, bajo el puente, lloraba porque alguien le había rebanado el cuello a un perro ladrando pureza. Mago ladraba mejor detrás del cielo, casi una melodía. Le vi el alma ascender. La chica guapa y yo silenciamos nuestros ruidos bufonescos. Le susurré al oído cubierto en cabellos de fuego: “Las lágrimas de un vagabundo, desinteresadas de la arquitectura y el buen vestir, son como los lirios del campo”. Ella se agachó y le abrazó con el calor de un ángel de Dios.
Por mi rostro fantasmal resbaló un llanto de colores. Entonces prometí, en mi estado de eternidad, llevarlos a mis nubes por un instante; cuando esta vida equivocada por fin desapareciera. Subiendo a mi hogar, los escuché gritar, entre carcajadas y lamentos: “Porquería de mundo”. Les lancé un clavel, deseando mientras se sustentaba en el aire, que les atravesara el alma y germinara un jardín. Prometí visitarles a través de los sueños. Aunque debo admitir, sin embargo, que tan solo soy el bufón de la baraja: un espíritu burlándose de millones aferrados a presidentes, dominadores, la ruleta rusa, maquinas, puños, odio, envidia, la bala, el grito, el yo soy, yo mando, yo digo, yo sí soy muy bravo y en la lluvia sepia TE MATO hasta el alma. Bla, bla, bla.