A favor del spoiler, el pensamiento y la curiosidad

La paradoja de la creación a partir del uso del Big Data es que la información no devuelve, como creen las almas puras, eso que deseamos, sino eso que deseamos desear.

Nicolás Mavrakis, La utilidad del odio

Hace unos días alguien me retó porque, sin querer, se me escapó el final de una película. Más allá del respeto, la incomodidad y las disculpas, nunca entendí la necesidad de algunos adultos (y remarco el *adultos*) de no querer saber detalles de la obra que se disponen a leer o ver, sencillamente porque a mí nunca me arruinó el placer conocer detalles (muchas veces incluido el final) sino que a lo sumo influían en mi interés primario, aumentándolo o disminuyéndolo. Los tomaba en conjunto como un consejo y nada más.

 

Soy de las que leen suplementos culturales, notas, entrevistas, ensayos y demás. Me considero una googleadora serial en busca de cualquier dato que considere importante. Los curiosos también somos stalkers. Spoilear y stalkear (que quiere decir espiar) son formas de conocer “legales” en la web que parecen haberse convertido en “ilegales” desde el punto de vista sociocultural. Es paradójico que, por ejemplo, el stalkeo sea promovido cada vez que se sugiere seguir o agregar a un usuario en las redes porque, en general, los usuarios se inhiben de “megustear” o “favear” una publicación vieja.

 

En esa aparente incoherencia de nuestros hábitos virtuales se suelen esconder intereses coherentes. Algo que muchas personas hacen pero no dicen ni piensan al respecto, tabúes y mandatos del siglo XXI.

 

Existe una tendencia creciente a anteponer «spoiler alert» o “alerta de spoiler» a cualquier crítica o comentario que revele, no necesariamente el fin, pero sí parte de la trama o del argumento de una obra de género narrativo, sea cine, teatro, cómic, literatura o series. Digo obra de género narrativo y no hago alusión a su capacidad y contenido artístisco porque asumir que las series también son arte es meterme en una discusión extensa.

 

To spoil significa en inglés arruinar y spoiler, arruinador. Preguntarse por el comienzo de este fenómeno es preguntarse también por el comienzo del fenómeno series. Como indica Vicente Luis Mora en su blog, la histeria colectiva de las series coincide en el tiempo con otros hechos importantes: la llegada de los smartphones, tablets y demás soportes móviles para consumo de productos audiovisuales -que necesitan rápidamente de contenidos para dar sentido a lo que cuestan-; la aparición de las redes sociales en internet y su capacidad para generar tendencias y la difusión masiva de la televisión digital. En definitiva, todos negocios ligados a la industria cultural y las nuevas tecnologías.

 

Entonces ¿Qué es lo que verdaderamente arruina el spoiler? ¿El interés del público o más bien encierra la posibilidad de arruinar intereses económicos? Por supuesto, el capital no suele inventar cualquier cosa para justificarse, sino que toma alguna idea del sentido común. Salvo que se trate de niños (y el marketing muchas veces nos trata como niños), conocer detalles no debería afectarnos de forma significativa y el sentido común suele equivocarse. De hecho, no parece ser casual que el storytelling – que surge del ámbito educativo infantil- sea el recurso más usado en muchas series según algunos críticos.

 

En el año 2011 la revista Wired publicó una nota sobre un experimento llamada Los spoilers no estropean nada. El resultado demostró que la falta de sorpresa fue parte del entretenimiento y agrega algo muy interesante: “La mente humana es una máquina de predicción, lo que significa que registra la mayoría de las sorpresas como un fracaso cognitivo, un error mental”.

 

¿Cómo se explica que veamos o leamos más de una vez una película o un libro si ya no hay ningún factor sorpresivo? ¿Cómo se explica sino –además- la preexistencia de la crítica que requiere en algún grado del spoiler para poder argumentar? ¿Por qué nunca nadie se escandalizó por encontrar parte de la trama o el final de obras destacadas y famosas de la literatura, el teatro o el cine?

 

En el fondo, el alerta de spoiler actúa en detrimento de la crítica, no en detrimento del goce. Si bien la crítica siempre tuvo problemas para transmitir su función, sin ella todo se limitaría a adular o quedarse callado, como dice Juan Terranova, porque además en las redes nada garantiza que los comentarios en contra no sean borrados o los usuarios bloqueados, la censura dentro de la democracia virtual existe.

 

Ante la proliferación de “artistas” que se autodenominan artistas y de series que se autodenominan arte, quitar valor tiene muy mala prensa porque estetizar cualquier cosa es lo más parecido a un deber comercial. La crítica vendría a reconfirmar (otra vez) que la belleza no es democrática y el talento artístico tampoco.

 

  • En La expulsión de lo distinto del filósofo surcoreano, residente en Alemania, Byung Chul Han hay una caracterización muy acertada acerca del comportamiento social con las series. Según el filósofo asume la forma de atracones de series, se produce y se consume lo que se sabe con absoluta exactitud que va a gustar por completo y que se puede consumir sin limitaciones temporales.

 

Entonces, si no se producen sorpresas, si no se quieren sorpresas, si las series son -por decirlo de alguna manera- auto confirmatorias ¿cuál es el verdadero problema con el spoiler? ¿Dónde reside el arte?

 

Si como dice Mavrakis, la creación a partir del Big Data no devuelve eso que deseamos sino eso que deseamos desear, ¿puede ser la nostalgia un factor realmente creativo?

Escribe Ana Paolini

Medio astrónoma y medio socióloga pero sobre todo lectora. Melómana y jugadora amateur de ajedrez

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La Quemazón

Algunas anotaciones a propósito de Miami Vice (División Miami), escrita por Anthony Yerkovich y producida por Michael Mann entre 1984 y 1986.

Un Comentario

  1. El problema con el spoiler es que atenta contra la adicción al efectismo. Por eso las reacciones tan vicerales.

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