A pelame, el primer libro de Ángela Ferrari Lassalotte

Agustina Tullio reseña A pelame (editorial Notanpuan), el libro inaugural de la colección «Cruda».  Hoy retomamos este texto de la mano de una nueva ilustración de Mariano Lucano.

B: ¿Cómo fue que pasó todo esto? Pero…

y contame cómo fue que pasó todo.

C: Y, como empieza todo. Con diálogos.

A pelame

A pelame (Notanpüan, 2017) es el primer libro de la artista bonaerense Ángela Ferrari Lassalotte (1990) y también el libro inaugural de la colección “Cruda”. Habrá que ver qué otros títulos integrarán la colección. Por ahora, alberga una obra ambigua, genéricamente indeterminada (en las librerías suele ubicársela entre los libros de poesía), que combina texto e imágenes de dibujos de la propia autora. De hecho, Ferrari Lassalotte es artista con formación en cerámica, escultura, pintura, esmalte y dibujo, y ha participado en diversas exposiciones e intervenciones artísticas. (Una muestra de su trabajo puede verse en su blog, http://angelaferrarilassalotte.blogspot.com.ar/, actualizado hasta octubre de 2016). La ambigüedad es justa para los temas de la obra: los sentimientos, la comunicación, la infancia, la fantasía, las máscaras sociales.

El primer diálogo de A pelame es una orientación de lectura:

A: ¿¡Qué es esto!?

B: Es mi forma bella de decirte cosas oscuras.

Esa breve definición de la lengua de A pelame trajo a mi memoria otras, repetidamente citadas como cifra de un tiempo y de una estética. Me refiero a un fragmento de la primera de las Elegías de Duino: “Porque lo bello no es nada / más que el comienzo de lo terrible, justo lo que / nosotros todavía podemos soportar, / y lo admiramos tanto porque indiferente / desdeña destruirnos”. Hay en A pelame algo de coqueteo con la posibilidad de nuestra destrucción y su desestimación o postergación, pero ese gesto se realiza con mucha menos seriedad: la sensación como lectora fue la de alguien seducido al oído y rápidamente abandonado en lo que tardan en leerse dos renglones, en las primeras dos páginas:

Vos sos el primero en leer esto.

 

¿Vos y cuántos más?

Sabemos que todo es siempre con relación a otro, y A pelame se hace cargo de eso desde el comienzo a partir de la constante apelación (valga la referencia al título) a una segunda persona. Algún lector podrá sentirse directamente interpelado con el siguiente pedido, en el que los cortes de verso son las pausas de una respiración agitada y un enojo creciente: “Por favor, / podés / parar / con tus putas ganas de ponerte a hacer yoga en / todos lados!?”. (Me fue sugerido que yo podría ser la protagonista de al menos dos de los diálogos, que no revelaremos).

También la belleza ligada al terror y la atracción que genera puede recuperarse en algunas imágenes perturbadoras, en las pequeñas historias dialogadas que podrían funcionar como registro puntual de los vínculos en lo que tienen de apuesta y frustración:

E: Sí, sí, cualquier cosa. Si pudieras pedir cualquier cosa y se te cumpliera, ¿qué pedirías?

F: No sé…

E: Decí algo. Dale. Lo que quieras.

F: Que me trates mejor.

Tal vez no se trate tanto de que la autora registre, sino de que pone por escrito las palabras que no diríamos nunca: ¿le confesaríamos a un otro que su forma de querer es pobre?, ¿que es mejor perderlo que encontrarlo?, ¿que sus preguntas son pelotudas? Por supuesto que el desajuste no es todo lo que hay cuando hay dos, pero de todas las aristas del universo afectivo, A pelame privilegia la incomodidad, la soledad, el desinterés, la crudeza, la brutalidad (la famosa “honestidad brutal”), el desconcierto, y lo hace con humor, a veces con sutileza, otras riéndose de lo que el texto mismo propone, por ejemplo ubicando una especie de póster con la leyenda “THE MILKY WAY” luego del llamativo “Cambio / pete / por / abrazo”, por si acaso habíamos interpretado que quien enuncia quiere menos petes y más abrazos. No podríamos asegurar qué quiere. Habría que creerle menos a esa voz que se queja, que demanda, que se nos ríe en la cara, que nos basurea un poco también, que confunde, que declara su amor a los golpes.

La ambigüedad y el desajuste generales alcanzan a la relación entre textos e imágenes, un diálogo también poco claro, sujeto a interpretación, que a veces es o parece verdaderamente inconexo.

La primera impresión con el libro en la mano y ante los ojos es que A pelame no va a demandar mucho esfuerzo. Parece un libro infantil, con poco texto y muchas imágenes (provenientes de diversos campos de la cultura popular). Se lee en un viaje de veinte minutos. El lector, como en otras propuestas del arte contemporáneo, puede, de manera paradójica, percibir (falsa) sencillez y sentir a la vez un efecto de extrañeza, y ese efecto es un logro y señala que A pelame no es una mera propuesta de entretenimiento. Aquella rápida lectura inicial se ve seguida por otras porque el libro va gustando, se va espesando, y la lectura se hace más pausada, genera escritura por medio de anotaciones en los espacios en blanco, notamos las cualidades del juego y la imaginación que sin duda son atribuibles al arte. El lector podrá también jugar, asociar, articular sentidos posibles entre las diversas líneas de lectura abiertas.

La sencillez, dijimos, es falsa. El lenguaje y los diálogos remiten al universo de lo cotidiano, las imágenes a universos y elementos conocidos. Sin embargo, con talento, Ferrari Lassalotte nota o introduce ella misma la basurita en el ojo de nuestras vidas prosaicas. Creo que la pregunta que recorre todo el libro es adónde podrían llevar las palabras que decimos y que callamos, y el libro ofrece una respuesta posible: tirando del hilo de esas frases gramaticalmente simples llegamos hasta los sentimientos más primarios: querer ser querido y cuidado, temer el abandono, replegarse ante un tono o una palabra, esperar una certeza.

“Escribir sobre lo serio en lenguaje cómico; escribir sobre lo cómico en lenguaje serio. ¡Señor, dadme esa Gracia!”, pide Procopius en Trento, ese bellísimo texto de Leónidas Lamborghini. A Ángela Ferrari Lassalotte esa gracia le ha sido concedida.

Escribe Agustina Tullio

Nacida en La Pampa en 1990. Profesora de Letras (UBA) y correctora. Mi género predilecto es la poesía donde sea que se encuentre. Tardo mucho en hacer todo, también en escribir, pero persisto.

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Un Comentario

  1. Agustina escribe sobre el libro de Ángela. Las dos comparten la A inicial, las dos nacieron el mismo año, las dos tienen un irrenunciable interés por la poesía, las dos manejan el lenguaje y, sobre todo su síntesis. Agustina confiesa que tarda mucho en escribir, lo que es prueba de que es una escritora, y lo mismo puede inferirse de los textos de Ángela; brevedad, corrección formal, transgresión profunda son valores compartidos que surgen de un asiduo, tenaz, inquebrantable trabajar el texto, es decir de un irrenunciable amor por la escritura poética.
    Agustina me ha regalado el descubrimiento de Ángela y Ángela me ha regalado fugaces relámpagos de intensidad elegidos por Agustina.
    Me reconozco entusiasta deudor da ambas.

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