Un 29 de junio pero del 1900 nace Antoine de Saint-Exupéry, novelista y piloto francés; pionero de la aviación moderna. Lo recuerda Anahi Almasia, ilustran Lucas Iranzi y María Lublin.
Desde el Asterioride B612 llegó un Principito al desierto del Sahara. Conoció a un aviador francés muy parecido a Antoine de Saint-Exupéry que estaba varado con su avioneta y buscaba una boa con poderes especiales, perdido de toda esperanza. Dicen que el piloto le contó al joven de rulos que trabajaba para Aeropostale y que conoció en Buenos Aires a la que sería su esposa, Consuelo Suncín. Además de volar, se dedicaba al periodismo. Cubrió reportajes desde la Indochina Francesa en 1934 y sobre la España del inicio de la llamada Guerra Civil. Pero no fue hasta el 31 de julio de 1944 que, a bordo de un Lightning P-38, y con una autonomía de vuelo de 6 horas para el reconocimiento de los movimientos de las tropas alemanas en el valle del Ródano que se encontró con la boa amarilla que envía a quien la conoce al lugar de donde provino. La Tierra del 1944 era un planeta más parecido al del avaro que poseía estrellas o al del borracho que no quería pensar. Es posible que ahora mismo Antoine y el Principito compartan las infinitas puestas de sol. Para eso sólo les hace falta correr unos pocos metros sus sillas en el Asteroide B612 a medida que el astro gira y gira.