Por requerimiento de la Revista Colofón, se le formularon a Anahí Almasia unas breves preguntas. La idea fue armar un perfil que permitiera ubicarla en el espacio tiempo cuando se presente el Futuro, el nuevo Orden o lo que corresponda. Una especie de GPS para sobrevivir a un probable maremoto de información post algo. Retrato de María Lublin.
¿Nombre?
Anahí Almasia
Día de nacimiento
Mi cumple es en febrero, pero siempre tengo problemas con facebook y terminé con dos cumpleaños, el real que es el 6 de febrero y el de facebook que no tengo idea a cual de las reencarnaciones pertenece.
¿Domicilio?
Vivo en Colegiales, un barrio de la Ciudad de Buenos Aires donde hay una alta concentración de artistas, productoras de cine, músicos y, por supuesto, escritoras y escritores. Es un barrio hermoso.
¿Estudios?
Me gradué en Psicología para intentar comprender el alma humana y no lo logré. Entonces hice un Máster y escribí una tesis que tampoco fueron suficientes. Como era pedirle demasiado a una sola disciplina, ahora también estudio literatura. Quizá, con suerte, con todas estas herramientas juntas algún día logre alguna conclusión destacable. Sino terminaré estudiando filosofía como todos los que se preocupan por la cuestión de la ausencia de respuestas y la trascendencia.
¿Profesión?
Escritora y psicoanalista. Aprendiz de múltiples oficios siempre: sanación energética, meditación, kung fu, cocinera macrobiótica, docente universitaria, guión y dramaturgia. A veces, con algunas amigas que saben lo que hacen, me animo a cosas más osadas como participar en un espectáculo con ellas y divertirme mucho. También tocaba el piano de manera totalmente improvisada, pero ya se me pasó. Escribo cuentos y novelas. Hice una película junto a gente interesante y encantadora. Desde hace varios años hago una mezcla de edición, relatos, crítica y ensayo para Revista Colofón con un equipo estimulante que me abre a nuevas perspectivas y formas de concebir el arte.
¿Cuáles son los libros que escribiste?
Dos novelas infantiles que algunos chicos adoran y otros rechazan con igual pasión: Matu Ketami, el tiempo de Troful y El Juego de Barbazul (junto a Valeria Castelló Joubert). Hicimos un libro de cuentos con Luz Darriba sobre la memoria de España y Argentina. A veces las afinidades toman caminos inesperados que terminan en un libro de cuentos que se llama Lo que el viento no se llevó.
¿Pasatiempos?
Leer, crear mundos imaginarios. Se me va casi todo el tiempo vital en una especie de realidad paralela de la que me sustraigo con mucho esfuerzo. La vida me trae a la realidad que llamamos real y ando un ratito por aquí, pero enseguida me pierdo.
¿Qué otras obras tuyas esperan la aparición de un editor?
Una novela ambientada en la guerra civil española, otra con un protagonista sanador medio místico, y la última que es un secreto todavía. Y tengo esperanzas de que el editor o editora aparezca a su debido tiempo.
¿Qué tal con los premios literarios?
Obtuve algunos premios por cuentos que tienen que ver con mis orígenes gallegos y sirios. Por suerte en ambos casos me dieron el primer premio para que no se ofenda nadie de la familia, el la Federación de Sociedades Gallegas y el del Consulado Sirio. Por lo menos fueron premios equiparables en prestigio y todos contentos, las familias son los más temibles lectores. Algunos cuentos forman parte de antologías, como el concurso Angel Ganivet al que me presenté con la esperanza del primer premio que era un retrato hecho por un artista. No gané el retrato y en cambio María Dublín me hizo un bello retrato muy poco tiempo después. Así es la vida, lo que uno construye con el pensamiento no siempre llega de las maneras que suponemos. Pero, no suelo presentarme a muchos concursos, más por falta de tiempo que por otra cosa. En cambio, hemos obtenido el subsidio del Instituto Nacional de Cine y Artes audiovisuales para una película que verá pronto la luz, con un guión mío, pero esa es otra cuestión.
¿Deseas decir algo en tu defensa?
Creo que no hay defensa posible. Después de todo, la impunidad de los artistas es conocida desde siempre. Una escritora puede decir lo que le venga en ganas con tan sólo tener la precaución de inventar un personaje que lo diga por ella.
¿Crees en el amor como motor para la creación?
Por supuesto. Borges empezaba su poema 1964 con “Ya no es mágico el mundo” en alusión a un abandono. El amor en todas sus configuraciones, filial, pareja, en sentido universal, a la humanidad y toda forma de vida. El amor es el motor de casi todo lo que vale la pena.
Barthes y los estructuralistas hablaron de la muerte del autor, ¿Qué pensás de eso?
Pienso que de cierta manera eso es lo que nos hace humanos, somos una comunidad creadora de sentidos, aún quien no está amasando la harina con la que se hace determinada obra vibra con las mismas pasiones que inspiraron las creaciones anteriores y se proyectará sobre los sentidos que se construyan a posteriori. O sea, estamos atravesados por todo aquello que fue creado antes y dialogamos con eso, queramos o no. Es más, se dice que hay obras que no pueden ser leídas por primera vez, que de una manera u otra ya las leímos a través de otros que nos la ofrecieron como película, relato, alusión periodística. Es el caso de Romeo y Julieta, por ejemplo. Queda un poco desdibujada la figura del autor como único resposable de una obra.
¿Qué es la escritura para vos?
Al haber crecido en un hogar donde se practicaba un ateísmo a fuerza de cualquier fantasía idealista, insistí desde pequeña en encontrar el camino de la inmortalidad en lo que Freud llamó “el lenguaje del ausente”: la escritura. Por esa hermosa habilidad que tienen las ficciones de no concluir cuando termina la obra, sino que adquieren reescrituras o relecturas sucesivas a medida que circulan entre lectores o espectadores y esto tiene que ver también con lo que decíamos en la pregunta anterior. Esa forma de la escritura tiende a lo infinito.