Dibujo: María Lublin

Cabezón Cámara y el trabajo de escribir

Gabriela Cabezón Cámara es una de las escritoras del momento. La leen, la traducen, la nominan para premios internacionales. También la putean y la entrevistan.

Se escuchan ladridos, débiles pero constantes. Son de Berto o de Pierri o de Firulais o de Roja o de Toña. Lo único seguro es que los ladridos provienen de alguno de los cinco perros que viven con Gabriela Cabezón Cámara en Abasto, partido de La Plata, “zona de producción hortícola y barrios de trabajadores”, comenta una de las siete mil personas que viven allí. Una vecina que se dedica a escribir. Trabaja de eso.

La voz de Gabriela es cercana, amable. Las respuestas son precisas. Dice que comenzó a escribir a los cinco o seis años. Dice que a veces las redes sociales la secuestran y eso le molesta mucho. Dice que ahora, en cuarentena, cocina: en su Instagram se ven, en primer plano, berenjenas con aceite y vinagre. Dice que a su familia, además de los sanguíneos, también la forman los cinco perros, su novia, las amistades. Gabriela Cabezón Cámara dice, con voz cercana, amable.

Publicó cuatro novelas. La primera, de 2009, es La Virgen Cabeza. Una de las obras más interesantes de la literatura argentina contemporánea. Marginalidad, diversidad sexual, represión, instituciones descompuestas. Muchas novelas de los últimos años trabajan en el fango. Pero Gabriela lo hace así:

Estaba tan dura que creí que el frío de la noche me haría añicos como si fuera un vidrio, pero no me hizo, el olor de la carne quemada por el fuego no me hizo añicos, abrazar con mi tapado de paño rojo a la mujer que gemía y aullaba y respiraba con estertores de ballena moribunda y que rechinaba los dientes como los condenados del infierno de Dante no me hizo añicos, sentarme en el piso y ponerla en mi regazo como si fuera un bebé para apagarla del todo, mirarla a los ojos que quedaban vivos en la carita carbonizada no me hizo añicos, decirle que se quede tranquila, que ya pasaba todo, mentirle que iba a estar bien no me hizo añicos, acercarle el cañón de la 38 a la sien no me hizo añicos, acunarla no me hizo añicos, embadurnarme de la carne y los fluidos de su cuerpo asado no me hizo añicos y dispararle y quedar bañada del spray de su sangre y sesos que le salió de la cabeza tampoco me hizo añicos.   

—Tenés una prosa muy cuidada. ¿Cuánto hay de la forma y cuánto del tema a la hora pensar tus textos?

—Hay muchísimo de los dos. Digamos que en general lo que se me ocurre es una imagen. Los temas no necesariamente los pienso antes sino que de alguna manera se disparan de la imagen o son los que me preocupan a mí en la vida, en el mundo, de una manera u otra; trato que queden un poco de fondo. Pero nada de esto sucede si no se me arma una imagen y una música, si no se me ocurriera la música no tendría el tema. No escribiría, haría artículos de coyuntura, tal vez, no escribiría ficción, me dedicaría al periodismo que es un noble oficio pese a las condiciones materiales en la que se está desenvolviendo en este momento. Son condiciones atroces.

Pura materia enloquecida de azar, eso, pensaba, es la vida. Me puse así de aforística allá en la isla, casi en pelotas, sin ninguna de mis cosas, ni siquiera una computadora, apenas algo de dinero y las tarjetas de crédito que no podía usar mientras estuviéramos en Argentina. Mis pensamientos eran cosas podridas, palos, botellas, camalotes, forros usados, pedazos de muelle, muñecas sin cabeza, la reflexión del collage de desperdicios que la marea deja amontonados cuando baja después de subir mucho.

Así comienza La Virgen Cabeza. Hay una periodista que se enamora de una travesti que habla con la virgen. Hay asesinatos. Hay dos narradoras. Hay, también, una búsqueda de actualización, algo suena a contemporáneo.

—¿Cómo se puede pensar una narrativa del siglo XXI? En sus aspectos temáticos y también formales. Qué miradas, procedimientos están perimidos, cuáles no.

—Yo creo que algo que es muy interesante en la literatura es que no hay ningún procedimiento perimido. Hay perspectivas, tal vez, que se van perimiendo. La solemnidad o ciertas formas de la solemnidad. Uno puede escribir cualquier cosa desde cualquier lugar. Uno podría escribir una novela epistolar en el siglo XXI con los pronombres enclíticos si quisiera. No me parece que haya nada que no se pudiera hacer. Aunque uno escribiera una novela epistolar y con los pronombres enclíticos hoy, no estaría siendo una novela del siglo XVII, no se puede, nadie podría hacer una novela de esa época. Me parece que en todo caso, tal vez, y por cómo está ahora el siglo XXI, lo que pasa en la literatura es que todo vale. Yo no sé, en la medida en que siga agravándose la situación de la mayor parte de la humanidad, si nuestras literaturas no van a virar a un rasgo fuertemente político; en el sentido de la transparencia de lo político en la literatura. Una cosa que se hace con el lenguaje nunca jamás deja de ser política. Es una posibilidad que veo emerger con fuerza hace unos años en los poetas jóvenes, en menor medida en los narradores pero muy fuerte en los poetas. Esas cosas suelen ir de un género a otro porque están en el aire.

Las escritoras argentinas, luego de años de marginación, comienzan a ocupar un lugar de relevancia. En el siglo XIX, publicaban con pseudónimo masculino. Eduarda Mansilla escribió en francés Pablo o la vida en las pampas, su hermano Lucio lo tradujo al español; debían escribir en otra lengua o esconder el nombre o no escribir. Casi siempre no escribir. En estos días, publican y ganan premios Samanta Schweblin, Mariana Enríquez, María Gainza, Selva Almada. A Gabriela le molesta que se hable de un boom como si se tratara de un fenómeno editorial o de mercado.

—Cuando le dicen “boom” eso me parece medio raro porque el “boom” fue el invento de una persona, curiosamente e interesantemente, de una mujer, Carmen Balcells, que vio una serie de autores latinoamericanos, vio un nicho de mercado, apostó fuerte y ganó. Y cómo ganó. La verdad que si yo me dedicara a los negocios en literatura a Balcells la tendría como manual: cómo se fabrica movimiento donde ya había talento. Ahora no pasa eso, nadie inventó. Somos la primera generación en la que las escritoras publicamos casi tanto como los escritores. Y se nota.

Leopoldo Lugones eligió al Martín Fierro como la obra nacional y fueron muchos los textos posteriores que dialogaron con la serie y la repensaron. Borges en Biografía de Tadeo Isidoro Cruz reconstruyó la vida del hombre que abandona la ley para convertirse en forajido siguiendo su destino. Martín Kohan en El amor imaginó que Cruz cambia de bando, no por un designio inevitable sino por el deseo sexual hacia ese hombre viril que pelea con gran fiereza. Gabriela Cabezón Cámara creó y le dio voz a la China, la esposa de Fierro que se libera del gaucho cuando la autoridad lo recluta para cuidar la frontera con el indio.

Lo “femenino” en la literatura hecha por mujeres está asociado a la intimidad: historias menores, con mujeres narradoras o protagonistas, asociadas a la fragilidad. En Las aventuras de la China Iron la vida está afuera, en la aventura, en el goce. Esa es tal vez la mayor audacia de la novela: apropiarse de la aventura. La China, a diferencia del gaucho Fierro, coquetea con la civilización. Comparte el hedonismo con una inglesa que recorre la llanura infinita. La China balbucea la lengua imperialista, culta, monárquica. Casualmente The Adventures Of China Iron es finalista del Booker Prize 2020: premio que elige la mejor obra traducida al inglés cada año. Los cronistas de Cultura corrieron a entrevistarla. Pero Gabriela dice que no le afecta la mayor relevancia a la hora de escribir.  

—Yo no vivo eso. Me doy cuenta que soy más demandada o que pongo una boludez en Facebook y me cuelgan en la plaza pública. Tal vez ese sea el único indicio que tengo. Es un indicio muy paradójico y la verdad se lo pueden guardar, no me interesa. Escribir para mí siempre es un desafío, es un trabajo, me cuesta un montón, por eso tardo tanto entre novela y novela. Es un trabajo hermoso que disfruto muchísimo pero también me hace sufrir. No me sale, me parece que todo lo que hago está mal o hago quinientas veces las primeras páginas de cada novela, hasta que por algún motivo, tal vez el cansancio, me termina convenciendo.

 

 

Dibujo: María Lublin

 

 

Hace unos días, Gabriela pidió que retiraran sus obras de un grupo de Facebook (Biblioteca Virtual, más de 16000 participantes): El año pasado me enfermé cuatro meses y no pude dar los talleres. Por ende, no tuve ingresos. Si no hubiera sido por las regalías de Las aventuras de la China Iron, que me llevó tres años de muchísimo trabajo, habría tenido que pedir limosnas. Ustedes pueden pensar que yo tengo que pedir limosna si me enfermo. Yo no. La putearon, la putearon mucho. Por publicar en una multinacional, por creerla soberbia; los comentarios más livianos la trataron de mercenaria. El debate quedó abierto. ¿Se escribe para ser leído o para cobrar dinero? ¿Es un planteo burgués liberal no entender la escritura como un trabajo? ¿En el capitalismo casi siempre se vende la fuerza de trabajo como se puede? Después de los ataques personales, Gabriela eligió no contestar. Quisieron que pique pero no picó.

Fue el brillo. El cachorro saltaba luminoso entre las patas polvorientas y ajadas de los pocos que quedaban por allá: la miseria alienta la grieta, la talla; va arañando lenta, a la intemperie, la piel de sus nacidos; la hace cuero seco, la cuartea, les impone una morfología a sus criaturas. Al cachorro todavía no, irradiaba alegría de estar vivo, una luz no alcanzada por la triste opacidad de una pobreza que era, estoy convencida, más falta de ideas que cualquier otra cosa.

Así comienza la novela. Esa es la voz de La China. Más densa y sofisticada aún que la de Qüity, la periodista de La Virgen Cabeza. No hay búsqueda de un registro verosímil, es notorio que nadie en la inmensa pampa, sin instrucción, en el siglo XIX, administraba tan bien los circunstanciales ni evitaba con tanta eficacia los adverbios terminados en mente. Es una versión libre, audaz, que no repara en anacronismos, es más anglosajona que criolla. Ahí está su virtud y también su inconsistencia.

Dijo que rescata de su trabajo como escritora la tolerancia a la frustración. Dijo que escribe porque puede tener paciencia, probar, insistir. Eligió hablar de literatura, de la palabra como hecho político, del rol de las escritoras en la literatura y no del debate en las redes sociales. Quisieron que pique pero no picó.

 

Escribe Mariano Taborda

Mariano Taborda (Mar del Plata, 1984): estudió Letras e Historia. Trabajó como corrector, editor y redactor en diversos medios gráficos y digitales. Escribe ficción, reseñas y críticas de cine y literatura. Dicta talleres de escritura y lectura en Mar del Plata.

Para continuar...

Sobre Puan: Entrevista a una directora

Gabriela Puente entrevista a María Alché, directora junto con Benjamín Naishtat de Puan, película centrada en las peripecias de un profesor universitario de Filosofía. Lejos de categorías abstractas, la historia es contada desde el humor, acierto que hace de Puan una de las películas más vistas del año a un mes de su estreno.

4 Comentarios

  1. Muy buena entrevista. Felicitaciones.

  2. creo que es una de las voces más originales hoy en día, recomiendo Virgen Cabeza. Interesante entrevista.

  3. Coincido en todo y refuerzo sus últimos conceptos con un trozo que escribió un muy notorio y célebre escritor que recientemente recibió el premio Formentor, un vecino mío de Coronel Pringles: ‘¿Por qué no nos es suficiente con el simple Escribir Bien que nos viene de origen? Los lectores reciben con gusto lo que nos surge sin esfuerzo. Porque esos textos son lo previsible que ellos quieren leer. Por querer escribir Mejor mereceremos el desprecio de los críticos puesto que posiblemente les compliquemos los métodos que tienen por costumbre… El doctor Johnson escribió en su juventud y dejó de escribir ni bien recibió el primer dinero de su pensión que le otorgó el rey. Dijo célebremente: “el que escribe por otro motivo que el dinero es un imbécil.” Después, según el fidedigno Boswell, sentenció que todos los hechos del hombre en el período que le toque vivir, el conflicto bélico, el querer, el oficio, el ocio gozoso, lo emprende con el único propósito de no perder el tiempo.’ Leeré con muchísimo interés el libro sobre Mrs. Iron. Respecto de lo que dijo MK, siempre sospeché un vínculo erótico entre Cruz y Fierro.
    Me despido de ustedes con enorme respeto etc., etc., etc.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *