Traducción de una entrevista a Dana Wyse[1] y notas al respecto.
Algunas personas piensan que ser tímidos, dudar o estar tristes es un efecto secundario de la vida y toman lo que sea para pasar el mal trago. Wyse piensa drogas para cuando el mal trago es la vida misma.
Estaba con un amigo en una ciudad costera, tendríamos unos 20 años y éramos unos nerds importantes. Nos sentíamos incómodos e hicimos lo que hacen muchos: Fuimos a un bar y pedimos dos tragos fuertes. Uno para cada uno. Mi amigo pidió un Satanás. El Satanás es un trago con Granadina, Licor de Frutilla, Gin, Ginebra y Vodka que se sirve prendido fuego al estilo Llamarada Moe. Pero horrible. El trago es un asco. Le pregunté a mi amigo por qué tomaba algo así y me dijo que a él no le gustaba el alcohol y que lo que quería era estar borracho lo más pronto posible. Agregó que si existiera una pastilla que lo emborrachara automáticamente la tomaría. Creo que todos quisiéramos que existieran mil pastillas que resuelvan ciertas situaciones de forma inmediata. Sobre este deseo trabaja Dana Wyse.
La artista canadiense diseña, fabrica y vende colecciones de pastillas que prometen resolver todo aquello que quisiéramos que se resuelva de forma inmediata. Soluciones químicas para la vida. La venta de estas pastillas como productos es también parte de su obra conceptual. A continuación, en cursiva, encontrarán extractos transcriptos de una entrevista realizada por Hans Ulrich Obrist el 5 de julio del 2005. La traducción es mía.
Todo comenzó a los siete años cuando escribí un libro sobre el tráfico de heroína. Estaba obsesionada con cualquier clase de medicamento o droga que permitiera soñar un poco, y escapar del encierro de la piel. Creo que fue una de mis primeras pasiones. La misma pasión de toda mi vida, realmente. Y lo fundamental, el momento en el cuál la idea se vuelve concreta, fue cuando me vine a Francia y me encontré con una sociedad hipocondríaca en donde los ciudadanos no dudaban en meterse cualquier droga en el cuerpo, medicándose, medicándose, medicándose. Por lo que mi obsesión actual es un interés intelectual más que artístico. Una reflexión sobre la sociedad.
Soldaditos con sus piernas rotas, ensangrentadas, promocionados como «Action hero!» son algunos de los productos que Wyse vende. Al encontrarnos con los soldados de las jugueterías no podemos quitarnos esa imagen de la cabeza. El problema es que los soldaditos de Wyse son más reales que los soldaditos de las jugueterías y los de las jugueterías, claramente, son victimarios.
(…) Bueno, pensar en los jóvenes que toman Xanax por problemas muy pequeños. Cuando les urge, toman Xanax para no llorar. Eso me parece mucho más criminal que tomar LSD y tener una conversación significativa con una cara dibujada en una estampilla. Me parece terrible. Lo que está sucediendo con la medicina es que se están eliminando las emociones. Los doctores están entrenando a toda una generación para no sentir nada, para hacer que sea anormal tener ansiedad o dudar. Conozco gente que se hace preguntas sobre la vida que son preguntas existenciales y normales pero piensan que no se están medicando lo suficiente, como si dudar o estar tristes fuera un efecto secundario de la vida.
Este efecto secundario mencionado por Wyse (la capacidad reflexiva) es tan parte de sí misma que incorpora la problemática del artista moderno: ¿Cómo vivir de trabajar algo conceptual/abstracto casi inexplicable? Piensen lo siguiente, ¿A cuántos artistas conceptuales argentinos conocen?
El planteo autocrítico de la artista canadiense está vinculado con el espacio para la reflexión en la sociedad moderna. Al tener un espacio acotado y de formas determinadas, ella se ocupa de encontrar su espacio generando un producto cuyo público objetivo es la raza humana como tal. La palabra clave es producto, en qué medida nos define o nos resuelve como personas.
Pienso que el proyecto va a seguir en marcha hasta que no esté más en este mundo porque es un experimento sociológico fascinante ver lo que un ser humano quiere. Hace diez años, yo sólo quería ser feliz y famosa. Ahora mataría por conseguir un lugar para estacionar o una babysitter en la cual pueda confiar. Eso es más importante para mí hoy en día que interpretar Chopin inmediatamente. Personalmente, es un proyecto interesante para mí porque podés ver qué es lo importante en tu vida y cómo va cambiando con el tiempo.
La claridad conceptual con la cuál escogió vivir en un medio que se le hacía ajeno no se puede tomar como una fórmula sino más bien como una deconstrucción creativa de su realidad propia y muy personal. La simpleza de la idea misma tiene en su corazón la dificultad de llevarla a cabo. ¿Por qué ella puede plantear algo tan sencillo y salirse con la suya?
La entrada es gratis. La salida, vemos.
Lo que me pasó cuando entré en el mundo del arte -Después de la excitación inicial- fue que me di cuenta de que el negocio era completamente limitado. Está construído para que no hagas dinero; todo el sistema del arte, el ciclo anual del arte. Tus galerías quieren que presentes una muestra cada dos años y luego presentes nuevos trabajos y eso no funciona si querés comer. Entonces lo pensé y decidí que mi objetivo sería tener mi trabajo en venta las 24 horas del día, 7 días a la semana, en cada país del mundo. Así es como puedo vivir de esto. Trabajo con cinco galerías diferentes en este momento, estoy en el sistema y tengo muestras, y participo de las ferias. Pero para mí las galerías son como mi segundo trabajo. Como un hobby. Lo real- Lo que disfruto como artista- es hacer negocios. Lo encuentro mucho más interesante. Es como jugar al ajedrez, pensás cada movimiento para sobrevivir.
El trabajo de Dana Wyse sirve para re-pensar cierta postura crítica para con el trabajo artístico a nivel masivo. El crecimiento de la industria del entretenimiento ha desarrollado una gran especialización y la vinculación de los artistas a un producto determinado cada día es más rápida y necesaria. Es inherente a cualquier artista masivo manejarse con cierta corrección política, vincularse con ciertas marcas y desarrollar un perfil para un público determinado. El producto es el propio artista y lo sabe. En el caso de Wyse, tenemos la ventaja de contar con la explicación detallada de este proceso. Proceso que, a partir del crecimiento de las redes sociales y la posibilidad de diseñar la propia imagen pública, no se encuentra tan lejos de nuestras propias realidades. Queramos entenderlas o no.
[1] In bed with Hans Ulrich Obrist es una entrevista incluída en el libro How to Turn your addiction to Prescription Drugs into a succesful art career de Dana Wyse.