El espacio negro del celuloide, Sun Ra y otres nómades

A partir de esta semana se presenta en Buenos Aires la 9na edición del Festival de Cine Migrante, colectivo que desde 2010 propone, a través de diversas artes, principalmente el cine, dar cuenta de la problemática y experiencia migrante. Aprovechamos para hacer una breve reseña de la película Sun Ra: Space is the place (John Coney, Estados Unidos– 1974).

  

El festival, que se compone de retrospectivas, competencias, muestras artísticas, conferencias y presentaciones de libros, contará con diversas secciones, que explorarán temáticas específicas del colectivo migrante para reclamar e  investigar el territorio, físico, cultural y estético de diversas naciones y pueblos, desde un reclamo exhaustivo y novedoso. Se intentará entonces proponer específicamente nuevos espacios artísticos de reflexión, encuentro y libertad para pensar el futuro y derribar los (pre)conceptos occidentales de la palabra “modernidad”.  Entre las secciones, se destacan las Futuridades nómadas, Territorios en disputa, Noches extrañas, cuerpos, futuro y tecnología. 

 

Nómades afrofuturístiques

 

Sonidos futurísticos, jazz supersónico, orquestas cósmicas que viajan en el tiempo, vestuarios de látex y polvo solar, reflexiones sobre el territorio interestelar y corporal, imágenes que rebotan desde la oscuridad y cobran luz en la pantalla negra para anunciar y denunciar un espacio reclamado desde hace tiempo: el cine de la herida colonial como futuridad nómada y religión universal. Como parte de la sección Futuridades nómadas, el 19 de septiembre a las 18 hrs se presentará en el Centro Cultural San Martín la película Sun Ra: Space is the place (John Coney, Estados Unidos– 1974– 84′ ), especie de seguimiento demencial, en formato de musical ciencia ficcionado, de las locuras místicas del músico Sun Ra, por los espacios intertemporales e interplanetarios del cosmos.  Como bien dice Kodwo Eshun en El último ángel de la historia (que también se presentará en el festival),  lo que obtenemos a fines del siglo XX en la tecnología musical es un punto en el que los productores aceptan el papel del cyborg. (…) Ahora la pregunta es: ‘Como cyborgs ¿para qué?. Bueno, dice,  la razón, es salir de aquí. 

Y eso mismo es lo que hacía Sun Ra y su banda al tocar su música, se iban más allá, y con esa misma misión nos presenta el director Coney el mundo de Sun Ra.  Más que una reflexión sobre un presente ya distópico o sobre los territorios de transformación de los cyborgs, la película Space is the place, así como toda la filosofía futurista de Sun Ra, llena de elementos egipcios y cabalísticos, rompe las fronteras mentales de la noción misma del tiempo, musical y metafísico, llevándonos a un viaje delirante, conectado con una poética liberadora, estética y melódica. Coney nos lleva en búsqueda del aclamado músico que ha desaparecido y ha decidido colonizar un nuevo planeta, con afroamericanes, lo que el músico mismo llama “un nuevo espacio para el hombre negro”. Para su misión, Sun Ra recluta diverses personajes y se transporta mediante la música, tocando el piano, creando una especie de trance mántrico y apocalíptico en cada lugar que aterriza. Entonces conoce a un proxeneta (the Overseer, especie de títere de les blanques) y lo reta a un juego de cartas donde se juegan el futuro de la raza negra. Hacia el final de la película, aparece un grupo de la NASA que secuestra al músico para robarle información acerca de los viajes por espacio y tiempo, como si sospecharan que él, que ellxs, saben más. Y es cierto, hay algo que les blanques perdieron hace tiempo: el compás del corazón. 

Al final del film,  Sun Ra logra escapar con la ayuda de algunes amigues, en definitiva, logran vencer los medios hegemónicos, la heteronormativa blanca y el status quo del imperio colonizador, único y principal adversario del pueblo migrante, de las minorías.  La atmósfera es una noche de luna púrpura y dorada, melodías de vanguardia y coros atávicos, los márgenes de la conciencia humana, un nuevo evangelio afro plagado de rayos solares y cohetes de liberación racial.

Para un proyecto de liberación universal

 

Así como Alice Coltrane se unió en los años 70  a una hermosa herejía, inspeccionando el terreno del hinduismo y los sonidos del arpa que hasta ese entonces se asociaba a les músiques blanques, Sun Ra dice tener un remoto origen saturniano y haber venido a la Tierra con la misión única de liberar a los pueblos mediante la música. Como dice el director de cine Jean-Pierre Bekolo: debido a que el mundo entero representa a África, es imperativo que África presente este acto de recuperación del mundo. 

Sun Ra comienza a formar su Arkestra allá por los años 50 y en los 70 aparece con su Arkestra Astro Intergaláctica infinita y dice: así como en la marina todos saben disparar el rifle, acá todos son percusionistas.  Ya desde temprano anuncia ese talento exclusivo de su raza, ese compás telúrico y divino a la vez,  que ninguna colonización ha podido aniquilar (ni copiar). Por el 71,  Sun Ra daba un curso llamado “El negro en el cosmos” en la Universidad de Berkeley, California. En Chicago, 1976, en la terraza del Navy Pier al ritmo de la Arkestra con June Tyson, John Gilmore, Pat Patrick, y Sun Ra en el teclado. Así era el asunto. Marshall Allen, la 47 y State, The Regal Ballroom, desenfrenados y místicos. Parecía que allí no había reflexión política ni drogas (o al menos, eso pretendía el gurú Sun Ra), sino un puro sentir, un tocar, un devenir, un dejarse llevar por una música única que conforma el primer y real manifiesto religioso de la diáspora africana, otro medio posible de liberación que atravesaba a les espíritus reaccionaries ya hace tiempo emancipades de Jesús  y la iglesia cristiana, más allá de todo sincretismo. ¿Dónde quedaron hoy estos espacios de exploración transversal y artística? ¿Hacia dónde irán les nueves cyborgs cuya única percusión son las teclas del celular? Abrochémonos los cinturones y despeguemos del asiento que nos condena. El futuro llegó hace rato. 

Escribe Maria Crista Galli

María Escapa (1985, Buenos Aires) se define experta en dos áreas específicas: la inquietud y la pasión por la cultura. Todo se mueve menos el cambio es el lema taoísta que mejor define su forma de aprendizaje, de creación y de vida. Su obra personal se nutre de elementos artísticos que van desde la traducción y la lingüística, hasta distintas áreas artísticas como son la danza, la literatura, la filosofía, la cultura oriental, las artes visuales y la botánica. Actualmente cursa estudios de floricultura, fotografía y escultura. Su objetivo es lograr un ensamble armónico de todas las áreas que la apasionan sin encuadres formales que la delimiten.

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