El fin de la educación – Sobre "En las escuelas" de Gonzalo Santos

Roberto Lepori reseña el libro «En las escuelas» de Gonzalo Santos. Collage de Mariano Lucano.

´La educación secundaria, en Argentina, es una mierda.´1

Apenas ocho términos resumen –y entiendo que con justeza- la historia que cuentan las 153 páginas de En las escuelas. Una excursión a los colegios públicos de GBA, el breve libro de Gonzalo Santos que en 2013 editó Santiago Arcos.

El volumen me llegó bajo la forma de un obsequio. Alguien había recaído en su lectura por recomendación indirecta. En algún acontecimiento que ignoro, disertaba un interpretador de renombre y, en medio de lo que era una mirada negativa acerca de esto o de aquello, dijo: ´y eso que no estamos hablando de educación; para saber un poco más, vayan y lean lo que escribió Santos´. Obediente, esta persona fue, compró, leyó y azorada me lo dio.

Al volumen lo tuve adormilado casi un mes sobre la mesa, y entre ayer y hoy lo leí de dos sentadas plenas.

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¿Crónica? ¿Memoria? ¿Testimonio?”, se pregunta la solapa. “Difícil es establecer un género para En las escuelas… Excursión e informe… narrado desde la perplejidad de un docente dotado con saberes inútiles que, como armas herrumbradas, ceden ante el resplandor de las nuevas formas culturales que esgrimen algunos jóvenes: la violencia, la arrogancia, el desdén.” Eso dice la solapa.

Quien me lo regaló, entre sus comentarios, incluía la sorpresa de que Santos le pegara a quienes nadie osa tocar en esta historia: a los pibes. Cierto, aunque vale decir que en la santa volteada caen todos (con las excepciones por rubro de siempre): padres, docentes, directivos, burócratas, tecnócratas, políticos, ideólogos del sistema (y a este guiso le agregaría un condimento importante: los gremialistas); y abarca, además, las condiciones edilicias, la alimentación ofrecida, la seguridad y la tranquilidad mental del trabajador, negadas. En fin, la sociedad civil y el Estado, enteritos.

´La educación secundaria es una mierda en Argentina.´

Nunca Santos lo dice así, pero podría. Lo único que parece salvarse del caos que la gobierna –al menos en los colegios públicos bonaerenses, aunque extensible a otras provincias y distritos, y al mundo occidental en su conjunto, si me apuran- lo único que parece salvarse –retomo- es el morlaco, el salario, la platita. Pero para esa zanahoria –que tampoco es ¡guau! qué linda- primero hay que sudarla.

Al salario más o menos digno se llega a través de la destrucción de la autoestima, de la recaída en la paranoia, del delirio, de la depresión, del pánico y del refugio en las adicciones. Exactamente así no lo dice Santos, si bien lo desliza. A esa enumeración la acomodé yo, que también veo cómo se les va la vida a miles de personas incapaces de sentir angustia al asistir a espacios de trabajo, degradados y degradantes.

Es preciso decirlo como lo dice la solapa (y aunque lo diga para el Conurbano, la regla es amplia): en las escuelas “…se hunden las expectativas humanistas del Estado en su rol de educador de masas ante la resistencia manifiesta de los alumnos a ser domesticados”.

Santos les pega a todos incluyéndose a sí mismo. No le interesa enseñar, no tiene vocación. Dar clases para él es un trabajo más e intenta cumplir lo mejor posible su papel, hacer lo mejor que puede aquello para lo que se formó (si formarse es la palabra adecuada). Le fue imposible. Fracasó, como casi todos, plenamente. Sin hipocresías, sin atajos místicos sobre un clamor superior que llama al apostolado. Dar clases es un trabajo remunerado más, reconoce Santos, y no tendría por qué ser un infierno, aclaro.

Santos escribe la crónica sin moralinas. Escribe, en un plan amplio, porque se está inventando como escritor y, en lo concreto, porque quiere ganar con el libro un dinero extra para hacer un viajecito al exterior (no especifica si con su novia o sin ella). Es un escritor inédito e incluye, de contrabando, uno de sus antiguos cuentos. Santos –gran lector de filosofía, según confiesa- escribe cuentos de ciencia ficción y en ese tren de imaginación en su testimonio habla del Ministerio Orwelliano de Educación, de los corderos pitagóricos que lo habitan que, en verdad, son los Simuladores Mayores que elaboran pomposas y orwellianas estadísticas –porque, deberían ustedes saber, el número, el guarismo, la cifra es el fin último de toda esta Gran Mentira, magnífica simulación estatal urdida.

La ciencia ficción es la medida. Intuyo que no hay manera más clara y evidente de presentar esos espacios post-apocalípticos que a través de la distopía: mientras uno camina por sus pasillos siente que está entre el día después del bombardeo de las naves enemigas y el instante anterior a que la sirena antiaérea llame a la retirada masiva hacia los refugios.

Quiero que entiendan. Santos está hablando de la educación pública a la que usted manda su hijo, hija, a la que va su familia o cualquier otro vástago caminador engendrado. Y a los edificios que componen ese sistema -en los que usted encierra sus crías mientras trabaja como un enfermo para enriquecer a quien lo domina (este comentario corre por mi cuenta)- a esos edificios atroces Santos los denomina ´escuela-cárcel-club´, espacios del simulacro, de la payasada y de la pantomima.

Santos habla casi siempre de ´la educación pública´ pero también maneja, cómo no, información de ´la privada´. En ´la privada´ trabaja su novia –a quien conoció en un instituto de profesorado tan inútil como los semi-profesionales que escupe- y esa novia le contaba que “…su directora no solo trataba mal a los docentes y los despedía si adherían a un paro o si quedaban embarazadas, sino que incluso a veces los mandaba a limpiar los baños”. [En las escuelas, # 52]

 

Juro por mi vida que es cierto”, se lamenta Santos, después de contar esa verosímil bizarreada. Juro por mi vida que te creo, Santos. O sea, en el peor de los casos somos dos, pero ojo, somos dos que también sospechan que, como están las cosas, de ese caos no hay salida, ni nada. Además -y no quiero deprimirte sino todo lo contrario porque significa que para tu posicionamiento de escritor las cosas van bien- te gustará saber, Santos, que tu libro, el mismo del que estoy hablando y al que se propone como crónica, informe, memoria, ese libro tuyo fue orwellianamente encontrado -por aquel que me lo obsequió- en un escaparate catalogado como ´ficción´. Así las cosas, por más que jures y patalees y por más que yo refrende (que es bien poco, por cierto), te van a comprar, pero no te van a creer nada.

´Es una mierda la educación secundaria en Argentina.´

Dejo a Santos por un momento y aporto tres granitos de mi cosecha.

Poco menos de un año atrás, un inspector del sistema de educación bonaerense (retirado y jubilado y que para no aburrirse estudiaba ´Locución´ en el mismo Terciario en el que mi simulacro hacía sus didácticos esfuerzos) al detectar mi interés por el tema educativo, en el pasillo post-clase me propinó su opinión: ´al Sistema hay que pararlo, demolerlo, repensarlo y ¡desde cero!´.

Poco menos de una semana atrás, hablo ahora desde este presente, la bibliotecaria de una escuela pública bonaerense me confió –serena pero en el fondo desesperada- que quería sacar a su hijo de 9 años de la escuela a la que lo enviaba, porque estaba harta de las arbitrariedades de los directivos, de la presión absurda de determinados padres sobre temas internos, harta -en definitiva- de ver cómo los espacios educativos financiados por recursos públicos responden a caprichos individuales -como mucho grupales- en base al amiguismo, al tráfico (berreta) de influencias y a otras atrocidades civiles, en las que por lo general se impone la pseudo-omnipotencia de esos bichos tan feos que son los humanos con un poco de dinero. (La bibliotecaria hablaba también de la necesidad de volver el sistema a cero.)

Después de mucho meditarlo –el tercer granito es una reflexión- hice carne en mí la feliz idea de que los estudiantes de los colegios públicos no consideran ´enemigos´ a sus profesores. Ni siquiera registran la profundidad del daño que muchos de ellos causan. Esos adolescentes, según entiendo, muestran como dice la solapa del libro resistencia manifiesta a ser domesticados, y los entiendo. Por eso en mis clases los desaliento a que continúen yendo a la escuela. Las escuelas, hoy día, no están pensadas para educar. La inclusión y la contención –ideas ciento por ciento defendibles y valorables- precisan de otros espacios.

Las escuelas son cuevas –más o menos elegantes, más o menos lustrosas, más o menos hediondas- en las que se advierte el efecto destructor de una bomba de larga data activada. En Argentina la educación secundaria es una mierda porque sorbieron la yema y dejaron la cáscara, y en mi cortedad de entendederas, es un proyecto de las élites que trasciende a los gobiernos y que no detiene su marcha.

Le dejo la palabra final al autor (y los invito, lectores, a que compren el breve libro así por lo menos a fin de año, con las regalías, Santos se manda un ´viajecito al exterior´; y te aclaro, autor, que aquel que me lo obsequió te financió mínimo el taxi al aeropuerto, y espero que sepas agradecer y que no quedes como un mal educado). Son palabras de Santos: “Me hubiera gustado terminar con un mensaje un poco más optimista; pero a todos los futuros posibles los vislumbro preñados de más simulacro, más farsa, más violencia y más sonambulismo tecnológico. El libro, de un momento a otro, habrá desaparecido; y la escuela no tardará demasiado en hacerlo: como sucede con las palabras… comenzará a cambiar de significado –el proceso ya está en marcha- hasta que en un momento se habrá transformado tanto, que ya no será ´escuela´, sino otra cosa; aunque se la siga llamando por algún tiempo más con ese nombre.” [En las escuelas, # 58]

Cuál es el fin del actual sistema público de educación, es algo que deberíamos plantearnos y discutir. De otra manera seguiremos escribiendo ad infinitum crónicas absurdas que intenten representar esa selva –porque digamos la verdad, las escuelas (excepto para la mirada acostumbrada de sus involucrados) a los ojos de la sociedad es una disaster area a la que nadie quiere acercarse y de la que todos queremos disparar más temprano que tarde.

1 Discutir sobre educación pública en Argentina supone un interés tautológico en la existencia de esa misma educación -aunque bajo otras condiciones. No faltará algún repetidor serial de frases ajenas que argumente que un texto de este tipo corresponde a la ´reacción privatista´ que sobrevuela los pagos educativos. Mal pensado rumiador. En mi caso, nunca trabajé en este país en instituciones de gestión privada y considero que el Estado no debería aportar ni un solo centavo a las mismas. Así, ante un tema tan complejo ofrezco un mínimo de información sobre el que opina: https://ymeescribesparanoica.wordpress.com/recorrido-y-experiencia-en-contextos-educativos/

Escribe Roberto Lépori

Roberto Lépori [Córdoba, 1976]

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Barro Sublevado

Literatura y política son ejes inseparables en la obra de Perlongher. Su compromiso político se refleja en su obra literaria y en sus artículos relacionados a problemáticas ignoradas como, por ejemplo, la prostitución masculina o la situación de los homosexuales en el contexto de la pandemia de Sida. En este texto Ignacio Marcora recorre tanto los subterfugios de Perlongher como los de Osvaldo Lamborghini, otro escritor que le dió forma a los márgenes de los años ochenta. Ilustra Mariano Lucano. 

9 Comentarios

  1. Este es el quinto texto de la serie. La bolsa o la vida? Desescolarizar https://ymeescribesparanoica.wordpress.com/2015/06/28/la-bolsa-o-la-vida-desescolarizar/

  2. Es la historia de un tipo que quería estudiar Letras y porque no le dio la voluntad de viajar en transporte público se metió en un profesorado (dicho por él mismo). La patética historia de tantos otros frustrados que el profesorado debería atajar a tiempo.
    Si no tiene vocación, ni le interesa educar, y además pretende decir que educar es domesticar no entiendo por qué encima, después de perder el tiempo de todos en las escuelas medias, se va a laburar a la Formación Docente. Un tipo que no le salió una bien.
    Se entiende que gusta de quejarse, denigrar a las clases populares y sentirse así muy culto. Por eso después vuelve a sacar un libro tan similar, tan fatalista y poco constructivo, sobre el nivel superior.
    El sistema educativo lleva más de un siglo y ni siquiera al fundarse se pudo pensar de cero. No se puede pensar de cero una institución como la escuela. Por otro lado el sentimiento de decadencia del nivel medio estuvo presente desde su mismo origen y jamás cesó, agudizándose cada vez que la escuela se masificó y democratizó. Lo mismo sucede y sucedió en el nivel superior.
    Está claro que ya no hay sentidos trascendentales en la escuela media. Está claro que los docentes y estudiantes tienen que construirlo y negociarlo todos los días, todos. Eso también es parte del trabajo docente y es lo que Santos no hace ni le interesa hacer y por eso fracasa sistemáticamente en cada escuela y en todos los niveles educativos.
    Finalmente la escuela está basada y siempre lo estuvo sobre la ficción y el simulacro, y de hecho es su mayor potencial, el ser un espacio para la práctica, la experimentación y ensayo creativo por fuera del mundo «real». Si Santos lo comprendiera podría sacar ventaja de eso, esforzarse por intervenir y crear buenas ficciones. Pero el tipo prefiere escribir para la tribuna, siempre sedienta de relatos de civilización y barbarie, mientras alimenta su ego y hace guita.

    En fin… seguro en el exterior se siente más a gusto.

    • Nuria, realmente creés que el problema está en Santos? Y creés que se le puede aplicar la variable éxito / fracaso por estar / no estar en el sistema? Visto con cierta distancia los docentes son zombies cómplices de un sistema derruido. Y la vocación, se puede tener vocación de pertenecer a una máquina burocrática? Es una vocación maquínica. Saludos cordiales.

    • Excelente Nuria.

  3. Los adolescentes de pueblos vulnerados se preguntan ¿Después de la Secundaria que somos? ¡Pordioseros de la educación! Porque no hay continuidad para seguir estudiando una carrera de Tecnicatura Superior Universitaria. De la Educación al Trabajo. Aprobado por el Consejo Federal de Educación. Título Nacional. Ley 26 206 de Educación Argentina. El Gobierno Nacional tiene que dejar de hacer política discriminatoria. El futuro es hoy ¡¡Queremos educación Tecnicatura Superior Universitaria!! ¡¡Cumplan con lo prometido!!- Es responsabilidad del gobierno nacional de tener presencia y ejecutar medidas y acciones en zonas marginales y deprimidas del país. De no corresponder, se deja a un lado las connotaciones de integración territorial, desarrollo económico y defensa nacional que esas regiones tienen, y lo que es peor, se vulnera el principio de equidad educativa que debe regir la acción de gobierno. –

  4. En la educacion basica, la educacion se inicia desde la etapa preescolar, la educacion primaria y la secundaria y es la etapa donde las personas comienzan su formacion y donde comienzan a desarrollar sus habilidades del pensamiento las competencias basicas para su aprendizaje, asi como sus actitudes que estaran rigiendo para sus propias vidas. Y que mejor que lograr que tanto como los ninos como las ninas e incluso para los adolescentes puedan tener las mismas oportunidades de tener los estudios ya que es muy importante para su futuro, y que mejor que tengan el apoyo de los demas ya que eso les ayudara a ser mejores personas ya que tendran buena informacion y estaran mejor capacitados.

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