Diego Maradona, la tensión del momento, el juego y el gol por Tomás Cardoso.
ALGO QUE SUCEDE UNA VEZ, SUCEDE MUCHAS VECES,
Pero cada vez que vuelve a suceder,
corre el riesgo de no suceder jamás.
Éste es el poder de la Navidad, el poder de la expectativa.
El bebé nace, pero en la víspera cabe la posibilidad
de que no nazca.
Miren al capo pisar el balón en su campo, y girar como
un bailarín. El giro es tan hermoso que genera un trauma,
El auténtico deseo del marcador que ha quedado atrás,
abandonado en el pasado (porque el tiempo es El jugador,
es abandonar el estadio y beber hasta quedar dormido,
dejar pasar veinte años, treinta años, y recién entonces
reflexionar sobre lo que acaba de pasar.
Maradona gira, y todos los demás, sus rivales y sus compañeros
también, quedan dados vuelta, los músculos llevados
por la inercia. Pensaban que el balón y el tiempo iban
para un lado, pero Maradona encontró una gruta (ése es uno
de sus trucos, encontrar, en las paredes a su alrededor, una veta para huir) y ahora
todos se obligan a pensar en este nuevo mundo posible.
Está escrito: muchos se afanan por entrar al reino de los cielos
pero al reino de los cielos se entra sólo en forma de niño.
Miren a los rivales. Son profesionales, superentrenados, tienen
fama y fortuna, pero son adultos; comprenden que para
Sobrevivir en el escenario que propone Diego Maradona,
deben recobrar deprisa sus espíritus de la infancia,
tienen que transformarse en niños de diez años, porque
es un niño de diez años el que está saltando como un corzo
entre sus piernas, es un niño el que se lleva el balón,
es veloz y guapo como son los niños muy pobres.
Y de algún modo lo logran, son aquellos niños que ama el
hermoso arte del fútbol, más que lo que aman la victoria
conspiran para que se realice el milagro del gol.
Y la belleza sucede, y es como si hubiera sucedido
hace mucho tiempo, ahora todos, los rivales y los compañeros
de Maradona, están perdidos en el futuro
O el pasado.
Y el gol es ahora.