El poema como paradoja. Entrevista a Marcelo Rizzi.

El libro de los helechos (Barnacle), de Marcelo Rizzi, trabaja imágenes que se anclan en la perplejidad de la existencia; la calidez de una voz cercana al registro menos evidente de lo íntimo. De variada estirpe, algunos de estos poemas de fuerte significación simbólica, recuerdan a Maizal del gregoriano, de Arnaldo Calveyra. Abordaje personal y alternativo que, ni contiene ni explicita de más, y allí radica una de las mayores originalidades de este poemario.

-¿De qué modo los helechos son la clave para ingresar al universo de este libro?

-Bueno, si hay algo así como una “clave de acceso” te diría que está en el diálogo que intento establecer entre el epígrafe que encontré en un bellísimo libro de Gastón Bachelard (La poética de la ensoñación) y los poemas que iban surgiendo, porque allí entreví una cierta circularidad interna que se estaba produciendo también en la composición de los mismos. Es decir, esa analogía que describe el abad francés sobre el comportamiento microscópico del helecho tenía algo que ver con lo que iba aconteciendo en lo que escribía. Eso fue un descubrimiento relativamente tardío, pero que produjo cierta resignificación de los poemas, incluso en algunos casos retorné para que se ajustaran a esa preceptiva.

-Marcelo, ¿qué paradojas tejen El libro de los helechos?

-Las paradojas son una vía de escape al sentido único y absoluto. Y creo que tienen una tradición larguísima en la poesía en general, porque a mi entender ellas son el esqueleto mismo de toda poética: el poema por momentos pone en cuestión y da dignidad a aquellos tropos que contienen los contrarios –ese es el gran hallazgo que sobrevive del Surrealismo– pero precisamente a condición de conservarlos y darles el estatuto de formas de pensar superadoras de tradiciones cristalizadas. Si hay paradojas en El libro de los helechos es porque uno no puede desentenderse de esa tradición.

 

-Por momentos se tiene la impresión que se trata de un breviario espiritual: “colabora en trabajos comunes, / procura alimentos sagrados, / defiéndete de enemigos proclives”. ¿Pensás que el poemario intenta buscar con algún tipo de ascesis?, ¿por qué?

-Sí, es verdad, suena a veces con la voluntad de hablar de algunos temas con un tono sentencioso, pero es solo un recurso irónico con el que me gusta jugar. Te diría que incluso me preocupo mucho en que tenga esa modalidad asertiva sobre algo que no tiene nada de solemne. Me atrae que los poemas tengan esa falsa presunción que los acerca a la ciencia, la filosofía, o a los caminos canonizados por la enseñanza de ciertos saberes, para ponerlos un poco en cuestión a partir de la volatilidad de los significantes.

-¿Qué tipo de rigor formal posibilitó la articulación de este poemario? ¿El trabajo en torno al grado simbólico de ciertos versos, fue muy riguroso?

-Bueno, la verdad es que me llevó más tiempo que otros libros; fui y vine con la preocupación de que tuvieran buenas construcciones, buenas arquitecturas simbólicas (sea como sea uno allí construye una pequeña historia que se desarrolla en un tiempo inexplicable que es el tiempo de volver a la lectura y a la corrección). En algunos casos también pensé los poemas gráficamente (por los cortes del verso o la línea, por la estructura casi de “rectángulo gris” sobre la superficie de la página).

-¿Pensás que en tu poesía hay inquietud por renovación de los ritmos, las medidas y las imágenes?, ¿por qué?

-Pienso que sí. Aunque no es algo que me proponga todo el tiempo. Creo que en general los poetas tienen en mente generar novedad en lo que escriben, y a veces lo hace con intentos realmente exitosos y otras veces no. Descreo por otra parte que la novedad esté del lado de una anti-lírica que utiliza como recurso una cierta fenomenología de lo naif para “des-cubrir” alguna lírica que habría estado oculta.

-Borges creía que había un número limitado de metáforas esenciales. ¿Lo creés así?

-Sí, con cuatro o cinco llenaríamos el mundo. Pero creo que debe haber algunas más. Habría que contarlas.

-Marcelo, ¿qué hace posible el nacimiento de una lengua poética?

-Puede que ese nacimiento esté producido por el mismo movimiento de la significación y por el hecho de estar instalados como sujetos y como comunidad en una lengua singular, que define sus relaciones desde orígenes múltiples. Es decir, la propia función poética del lenguaje. Para ejemplificarte te diría que muchos pueden ser los disparadores que actualizan esos procesos: desde el más convencional ejercicio de lectura de un texto (poema, ensayo, ficción), hasta la aparición de una imagen cinematográfica, el observar una foto en la pantalla de tu computadora, el encuentro con una voz de alguien desconocido que comenta algo al pasar a tu lado, etcétera. El listado podría ser largo, y en mi caso personal puedo decirte que son numerosas también las circunstancias cotidianas que ponen en marcha recuerdos, asociaciones, frases de la calle, etcétera. Decía Nietzsche que hay que tener el oído atento a lo inaudito.

-¿La idea o sueño de la poesía comprendida por las masas corresponde a un futuro más que utópico?, ¿por qué?

-Es una idea que se ha ido apagando paulatinamente, aunque no puedo precisar las razones. Ahora, cabe también la pregunta: ¿han existido momentos puntuales en que la poesía ha intervenido para la movilización de las masas? Quizá sí, pero sobran los dedos de las manos si los enumeramos. Aun así no puedo saber con qué alcance ni explicar cuáles han sido las fuerzas (sociales, políticas, estéticas) que allí habrían intervenido.

-¿Pensás que la poesía sea cada vez más un género de minorías?

-Puede que eso haya sucedido siempre, y que dependa también de la geografía y de los sucesos históricos. No tengo una respuesta. Además creo que hay que dejar que pase el tiempo, que el “polvo se deposite”, como sucede en general con todas las cosas. Hay, eso sí, por estos tiempos mucho torbellino poético (una enorme cantidad de sellos pequeños que publican infinidad de autores, y además están las redes sociales y todo eso). Me inclinaría a observar más esos fenómenos como sucede a veces con el arte, en el sentido de que las obras presentan problemas que son más interesantes que las obras mismas.

-Por último, Marcelo. ¿Cuál es, según tu criterio, la paradoja más grande que ha tenido la poesía?

-Hace poco y por ciertas lecturas para un taller sobre cómo producir poesía a partir de objetos museales sin información (sin cartelas, sin datos en su entorno, sin su historicidad), me preguntaba cuál sería el destino de la poesía en un universo que se multiplica como en una sala de espejos sólo a partir de las imágenes. Lo que me vino rápidamente a pensar es algo que tal vez responda a tu pregunta: la paradoja de la poesía sea quizá precisamente el no saber del todo dónde se aloja, porque es pura emergencia, es puro “acontecimiento” – que es algo que “está” en un futuro que nunca llega (como se dijo alguna vez desde la filosofía). En mi experiencia siempre se ha producido en una zona compleja, en un campo de circunstancias dadas e irreductibles (historia, cultura, viajes, inconsciente, infancia), que convergen en una puntualidad inesperada para luego entrar en el registro de la escritura del poema.

 

 

Marcelo Rizzi (Rosario, 1961), es poeta, traductor, diseñador gráfico y gestor cultural. Sus libros de poesía son El comienzo oblicuo de todo desorden (2001), Sinopie (2003), Casa incompleta (2007), La isla de los perros (2009) y La destrucción (2015). Ha sido traducido al inglés y al italiano.

 

 

Escribe Augusto Munaro

Narrador, poeta, traductor, editor, periodista y lector incansable. Publicó Ensoñaciones: Compendio de Enrique de Sousa, El cráneo de Miss Siddal, Recuerdos del soñador evasivo, Cul-de-sac, Todo sea por la excepción, Gesta Cornú, Breve descripción de una |sepultura|, Noche soleada, Camino de las Damas, [Hna. Paula], Agnès & Adrien, 1944, Vida de Santiago Dabove, Islandia, A la hora de la siesta, Arletty, El baile del enlutado, La página infinita, Celuloide y El busto de Chiara.

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