Ricardo Piglia relata un sueño a Luis Gusmán, ninguno sabe que será el último. El sueño se pierde en la inmensidad de la red y Gusmán se aferra a la ilusión de recuperar el mensaje como si, al hacerlo, pudiera recuperar al amigo. Ilustra José Bejarano.
Borges, desprevenidamente, freudiano, escribe sobre el Vather de William Beckford: “simplificando desaforadamente una vida… no es inconcebible una historia de los sueños de un hombre”; es decir, los sueños contados son una forma del género autobiográfico.
En la misma vía regia leemos en Los diarios de Renzi, cito una anotación de Los años felices, del 16 de octubre de 1969: “De hecho, La interpretación de los sueños, es la primera autobiografía moderna”.
A lo largo del diario, Renzi explicita distintos géneros para la autobiografía: “¿Y si yo fuera el tema de mi colección de ensayos sobre literatura? La crítica como autobiografía”.
El diario es una de esas maneras, el sueño es otra. Una anotación del martes 5 de marzo de 1968 dice “Creo que todo lo que escribo es autobiográfico, solo que no narro los hechos directamente”.
Una mujer, le dice que él habla en sueños. Según ella, dijo: “Pero, viejo, fijate que ese asunto es una espiritualización. Antes, el viernes, según ella (tengo que creerle) dormido dije: Para mí, Erdosain es el inconsciente literario argentino”.
Renzi el martes 27 de abril de 1965 tiene un sueño kafkiano: “Vuelvo a soñar el mismo sueño: alguien incendia el cuarto en La Plata, se queman libros y mis cuentos. Ese sueño se repite, como si yo hubiera asimilado los viejos mitos, el incendio de una biblioteca, la imagen de los libros quemados se trata desde luego de la otra fábula: el escritor que destruye sus viejos libros o sus manuscritos, para que no se publiquen. Aunque tal vez sea una interpretación cuidadosa de este sueño recurrente. Me queman los libros, tambien los quemo yo”.
En el diario de Renzi hay una anotación del 5 de mayo de 1969 donde dice que sueña que escribe: “Extraño sueño el de hoy (Soñado entre las siete, en que sonó el despertador y las ocho y media en que terminé de despertarme: casi un sueño diurno) yo escribía un artículo sobre Fitzgerald”.
Una anotación de Renzi deja registro de qué quiere hacer “una biografía” de: Hamlet=Stephen Dedalus=Quentin Compson=Nick Adams= Jorge Malabia: “Hacer entonces una historia de los escritores imaginarios”.
En Un día en la vida de los diarios de Renzi se lee en la anotación del 28 de enero de 1980: “En la noche del domingo soñé un poema que incluí después en la novela”. Después la anotación kafkiana, solo faltan las caricaturas que Kafka dibujaba: “Equilibrista camina lento sobre un alambre de púas”.
Los sueños son tomados por la literatura, sueña que cuando Kierkegaard se separó de Regina Olsen, se casó con el abuelo de Renzi.
El libro (La frase borgeana: La prolijidad de lo real, que será más tarde: Respiración artificial) necesita del sueño para escribirse. «Anoche soñé una especie de solución perfecta para el libro, vi un hombre y escuché su voz. Hace un rato transcribí lo que me había dicho o lo que yo recordaba, un tono medio elegíaco”. Esta anotación del 15 de noviembre de 1979 contradice la del 1 de abril del mismo año: “Leo una vez más, La interpretación de los sueños (tal vez porque yo sueño cada vez menos)”.
Es decir, busca, extraña, vuelve a la autobiografía enmascarada de los sueños.
Es posible que el mundo onírico le permita a Renzi permitirse un tono elegíaco como durante muchas partes de su diario.
En una anotación de Renzi del viernes 8 de diciembre de 1972, (cinco días más tarde registra que está corrigiendo el prólogo de El frasquito), retorna el tono elegíaco que los sueños habilitan; quizás, el sueño de todo escritor, un sueño poético: “De pronto empiezo a leer un poema titulado: Tristana Tejera Transita Thames. En el sueño recuerdo y repito todo el poema. ¿Es un soneto? La habilidad está en las letras, veo con claridad el manejo de la T y de la S porque en determinado momento el poema sesea, pienso que está en primera persona hablada, es algo insólito: ¿ese regreso? Escribo un comentario en el cuaderno negro (donde sé que anoto todos los sueños)”.
Piglia me escribió su ultimo sueño: “Se me venía un ómnibus, o un tren, de frente y vos lo detenías con las manos”.
La computadora se “quemó” y perdí todos los correos, entre ellos los últimos de los últimos días de Ricardo. Un día en la vida, de esos días, me escribió y me contó que soñó conmigo.
La contraseña de mi correo, entonces, era Bergotte, el nombre del escritor en el que Proust se basó para su personaje en la vida real es Anatole France, quien, al final de su visita, cuando regresa de haber ido a una exposición a ver un cuadro de Vermer: “La vista de Delft”, muere de apoplejía. Lo velan rodeado de sus libros. Los libros brillaban como cirios encendidos iluminando de tal manera la escena que, hasta cualquier lector, de quererlo, podría haber abierto un libro suyo en cualquier página y ponerse a leer.
No sé, si recuperaré los correos perdidos. Kafkianamente, los reclamo en la oficina de Telecom; hasta ahora, inútilmente. Pero como siempre espero que un día salga otro diario donde este correo perdido, aparezca y ese sueño sea contado por Renzi.
Cito la frase de la última página del diario: “Siempre quise ser solo el hombre que escribe”. Lo fue.
Para citar uno de sus escritores preferidos, Chandler, El sueño eterno, se le realizó.
Solo cabría agregar: escribía hasta soñando.
Dice Renzi en el tomo III de sus diarios, entrada noviembre 1976: “En estos tiempos mis salidas se reducen a las visitas que le hago todas las tardes a Luis Gusmán en la librería Martin Fierro”. Y sigue ese mismo día: “una forma de trabajar la oralidad en la literatura es evitar las descripciones”. Renzi siempre ajustado, ¿no es cierto, Luis?
Excelente Luis. Al igual que Piglia: dos grandes escritores. Para releerlos siempre. Muchas gracias