Esta semana les compartimos la primera colaboración de Gabriel Vargas junto a la ilustración del también debutante en esta página, Leonardo Sánchez
No es el mismo, fue moldeado como el acero para no solo salvarnos, sino para no deprimirse, porque la vida es muy cara, y ser un héroe no es suficiente para alimentar a una familia, pero ser un villano va en contra de sus ideales, aunque robar un banco no sería nada difícil.
Para el superhéroe del siglo XXI salvar a alguien de ser aplastado por un tren no tiene sentido. Ahora lo único que parece esperar al final del día, son las rocas en su whisky, de un pronto a otro bajar un gato de un árbol es deprimente y el hecho de no poder suicidarse por ser un símbolo para el mundo no parece justo.
¿Como salvar a alguien que no quiere ser salvado? es una pregunta que el superhéroe del siglo XXI no puede resolver y el ser dos personas lo come por dentro, el no poder decirle a sus hijos que él arriesga su vida todos los días para así tener un mejor mundo que heredarles hace que las heridas sanen más lento, cada vez que se quita la botas y la capa parece que el mundo es menos hostil, pero en casa lo esperan problemas que su fuerza no puede resolver.
Las peleas parecen durar horas, es ahí cuando su velocidad parece un castigo, le preguntan ¿por qué llega tan tarde todos los días si sale del trabajo a las cuatro? Y el superhéroe del siglo XXI tiene que inventar excusas, no les puede decir que el jueves salvó a un presidente de un ataque terrorista o que cada lunes va a dejar provisiones a la estación espacial, tiene que mentir y así aumentar la tensión en un hogar a punto de quebrarse.
Ahí el superhéroe del siglo XXI entiende que para salvarse él tiene que matar a alguien.