En la novela neo-gótica Hilo rojo y serbal, de editorial Erizo, la brujería y la teoría de la evolución de las especies convergen. Los personajes exploran el poder (y los límites) de los vínculos familiares hasta lugares insospechados. ¿El destino pensado como una fatalidad biológica? Entrevistamos a su autor, Alan Talevi, científico y escritor. Entrevista Anahí Almasia, ilustra Javier Ranieri.
Alan, esta es tu primera novela, pero no tu primer libro, ¿no es cierto? Aquí en Colofón publicamos hace un tiempo un cuento tuyo. ¿Podrías contarnos la diferencia de los procesos de escritura de uno y otro libro?
El cuento es, de algún modo, más autocontenido. Hay algo en el cuento, a veces, que se parece bastante a una organización espontánea: si uno tiene los elementos centrales de un cuento, digamos que el cuento guía al escritor hacia donde debe ir. La novela tiene los problemas propios de la extensión: lo digresivo, el riesgo del exceso, las relaciones de largo alcance que implican ir y venir permanentemente para dar consistencia. Supongo que tiene que ver con inclinaciones personales, pero el cuento me resulta un animal más amable. Con la novela me peleo más.
Hablando ahora de Hilo rojo y serbal, ¿estás de acuerdo en clasificarlacomo novela de terror?
Totalmente. Hay elementos de terror sobrenatural, ya que uno de los temas es la brujería. Un lector, hace poco, la clasificó como un thriller sobrenatural. Supongo que se mueve entre esos dos géneros, el horror y el thriller. Que los hibrida. Me gusta pensarla en sintonía con cierta tendencia del cine de terror actual, con ejemplos como Get out, Midsommar o La bruja, en los que aparecen ciertos temas clásicos del género conjugados con lo que podríamos pensar como una propuesta estética autoral.
¿Sos cultor del género?
Te diría que soy cultor de los géneros, no de un género en particular. Los géneros literarios y cinematográficos, el terror, el policial, la ciencia ficción, el fantástico, siempre me parecieron interesantes, son lo que más consumo. Por un lado, porque son populares. El gusto por el género literario casi podría ser una señal de consciencia de clase, una especie de pertenencia. Y por otro lado creo que los géneros literarios operan por desplazamiento, logran investigar y examinar, con mucha profundidad a veces, cosas, temas, traumas, cuyo abordaje sería difícil de otro modo. La ciencia ficción puede ser una radiografía del presente a través de sus posibles futuros o de mundos imaginarios lejanos. El terror suele nutrirse de traumas sociales (como hace Mariana Enríquez con la dictadura argentina o como hace Get out con el racismo) o personales (abusos sexuales, dramas familiares, relaciones de poder nada saludables). De esa manera, trae el trauma del inconsciente al terreno de la consciencia, a lo dicho, a la palabra. Necesitamos desplazar las cosas del ámbito del realismo para poder examinarlas con más libertad.
¿Y cuál sería el trauma que esta novela pone en palabras?
No sé (risa). No sé si es bueno que un escritor proponga lecturas de su obra. Supongo que tiene que ver con renegar del propio origen. Y con la idea de que irse, escapar del origen es imposible. Con ese tipo de frustración. La novela a lo mejor habla del desgaste del mito de la movilidad social. De que el lugar de cada uno en el mundo es más un efecto de la fatalidad que de la voluntad.
¿Dirías que es pesimista la propuesta? ¿O se trata más bien de una mirada desde lo esotérico, tomando la brujería, y estaríamos determinados por fuerzas más poderosas que las terrestres con un destino que estaría trazado de antemano?
No sé si la fatalidad es necesariamente pesimista: hay gente para la cual el determinismo es tranquilizador. Si hay un lugar o un camino que nos corresponde, si hay un destino del que no se puede escapar, a uno nada más le toca relajarse y vivir de la mejor manera posible. El destino puede percibirse como una prisión, pero a lo mejor el destino esconde una libertad pequeña y secreta. Me acuerdo de un pasaje de un libro de Castaneda: Don Juan y Carlos van caminando por una desfiladero y Carlos se detiene a atarse el cordón de los zapatos, justo cuando delante de ellos cae una roca gigante. Don Juan dice algo así como: hoy el poder quiso que pararas a atarte los cordones y te salvaras de que te cayera encima esa roca. Otro día puede pasar lo contrario: que el poder haga que te pares a atarte los cordones justo en el lugar en el que caerá la roca. Esas son fuerzas que nos exceden. Lo único que uno puede hacer es atarse los cordones impecablemente.
¿De dónde sale el título del libro?
De una rima folklórica en inglés: rowan tree and red thread / make the witches tine their speed. Algo que podría traducirse libremente como: serbal e hilo rojo / hacen que el brujo pierda el arrojo. En Escocia, sobre todo, el serbal era considerado un árbol mágico, protector. Talarlo, romperlo o herirlo con un cuchillo era tabú.
El título oculta entonces el secreto del hilo rojo. ¿Qué sería lo que hace ese hilo? Porque la brujería requiere de amuletos y protecciones que se le opongan.
De acuerdo con la rima, el hilo rojo y el serbal hacen lo mismo: les quitan velocidad a los brujos. A lo mejor hay una pequeña clave interesante ahí, dependiendo de dónde pongamos el énfasis de la frase: hacen que los brujos pierdan su velocidad. Si ponemos el énfasis en el posesivo, “su”, la frase sugiere que los brujos tienen una velocidad particular. Que operan, piensan, leen el mundo, leen a las personas, más rápido de lo normal. Fuera de esa idea, el uso mágico del hilo rojo o la lana roja del que habla la rima está anclado en la sabiduría popular, uno se ata un dedo con hilo rojo, o se pone una pulserita roja, para protegerse de la mala onda o de la envidia o del mal de ojo, para desactivar una mala influencia.
En algún sentido, me parece que los autores dejan vislumbrar su subjetividad a través de la elección de los temas, el recorte que hacen y los narradores que eligen. El protagonista de la novela es, como vos, un científico del campo de las ciencias naturales. ¿Hay algo de identificación ahí?
Mmm. No mucha. De hecho, hay algunas decisiones del personaje que me resultan bastante antipáticas, que me alejan de él. Lo que pasa es que una de las tesis de la novela es que la brujería no es nada más una práctica, sino una especie de inclinación genética, un rasgo evolutivo. Como si los brujos fueran una especie aparte o un grupo que se está transformando en una especie, que está atravesando un proceso de especiación. Bueno, me parece que la idea de destino o fatalidad biológica que aparece en la novela podía volcarse en palabras con más propiedad desde un personaje con un punto de vista científico, que acercara (o intentara acercar) lo sobrenatural a lo natural, a lo orgánico.
Entonces el terror en esta novela viene por ese lado: la naturalización lo sobrenatural.
Ja. Puede ser. Pensar lo terrorífico de lo orgánico en vez de lo terrorífico de lo etéreo.
En la novela se establece un paralelismo entre los brujos y las plantas carnívoras, que son un elemento recurrente…
Las plantas de todo tipo, no solo las carnívoras, juegan un papel importante en la novela. Hay un pasaje de la novela en que una orquídea mal alimentada opera como alegoría de una chica convaleciente. Los brujos de la novela tienen una especie de santuario natural en sus jardines. La madre del protagonista lo inicia en las artes oscuras en el escenario del jardín, tomando a la naturaleza como ejemplo y como motivo. Las plantas carnívoras, en particular, me parecieron una analogía interesante de esta suerte de “brujería como rasgo evolutivo” que se ve en la novela. En las plantas carnívoras ocurren diversas inversiones y perversiones dentro del orden habitual de las cosas en el mundo biológico. Lo habitual es que las plantas produzcan o capturen la energía de la luz mediante la fotosíntesis, y que luego ciertos animales se alimenten de esas plantas. Es decir, la norma es que el reino vegetal sea alimento del reino animal. Pero las plantas carnívoras invierten esto: comen animales. Sus trampas pueden moverse con mucha rapidez, cosa que tampoco es común en el reino vegetal. Algunas hojas de las plantas carnívoras, en algún momento de la historia evolutiva, se transformaron en órganos para capturar presas. Hay algo siniestro y hermoso en las plantas carnívoras y hay algo siniestro y hermoso en los brujos. Una belleza oscura.