Escribe Alex Darío Rivera para la sección Istmo, ilustra Mariano Lucano.
Esperaba que esas horas se fueran como el agua, silenciosas, encontrando agujeros por donde fugarse. Imaginó entonces que esas aguas se agitaban bulliciosas, rompían sus costillas en los riscos, impulsaban la popa de barcazas o guiaban la danza de los cardúmenes. Sospechó que esas horas, como el agua, ascendían en forma de bruma e intentaban suicidarse a manera lluvia. De constatar esa analogía, aguas habitaban la memoria, y de horas, estaba constituido el canto en las caracolas, y el viaje cansado de los marineros.
Las horas son agua, especuló.
Ojalá que, durante estas aguas, caviló, mientras observaba su viejo reloj Bulova, y escuchaba la palpitación de la aguja ante la fuga de cada segundo, en otros mares, nunca falten voluntades que intenten escaparse hacia la otra orilla.
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