La obra de teatro La Verdad Efímera de Santiago Gobernori nos permite ser espectadores de distintas vidas que se entrecruzan entre sí con tan solo dos actrices interpretando todos los roles.
Miramos pantallas cada vez más chicas. Ahí adentro está todo lo que, hoy, puede ser considerado la realidad. Los mensajes privados, los mensajes públicos, los mapas, las noticias, el supermercado, el delivery de comida, las fotos privadas, las fotos públicas, las redes sociales. Ahí vivimos.
Somos espectadores de otras vidas, otros son espectadores de la nuestra. La función que históricamente le correspondió al arte, ya sea al teatro, al cine o a la literatura, hoy está ahí, al alcance de un click en nuestra propia pantalla. Presente siempre, el espectáculo virtual es infinito y efímero a la vez.
Por eso es entre absurdo, triste y gracioso que, luego de que nos rueguen (sí, nos rueguen) que apaguemos el celular antes de que empiece la función de La Verdad Efímera, un teléfono suene sin parar cuando las dos actrices (Victoria Baldomir y Sabrina Zelaschi) ya están paradas en el escenario como personajes, cuando nosotros ya somos espectadores de sus vidas. Muy a tono, ambas miran a su teléfono absortas, mientras se hablan sin verse, pronunciando un montón de palabras (no tan) nuevas para nuestro idioma: favear, arrobar, comment, like. Rita, cuenta, ha llegado al punto extremo tecnológico de tener sexo por Skype, Estela la avala, le pregunta si el compañero sexual en cuestión compartió el encuentro en sus redes. ¿Qué?, ¿se puede? ¡Sí, se puede! Espero que no porque hice cosas tremendas, charlan entre sí las dos trabajadoras del circo a las que se les ha asignado como tarea conseguir diez mil likes para el enano que hace parkour, lo cual, pienso, es muy distinto a encontrar diez mil personas a las que les interese realmente lo que hace el enano.
De repente, algo sucede: esa realidad desaparece, ya no está ahí. Son otras vidas, tienen otras historias. Comienza un viaje por distintas temporalidades, distintas personalidades. El tiempo deja de ser lineal, se abandona ese orden abstracto que indica que primero viene el pasado, luego el presente y luego el futuro. El tiempo fluctúa y las personas que habitan esos tiempos también.
Cualquiera podría pensar que es imposible lograr que la historia sea verosímil ante un argumento de este tipo, pero La Verdad Efímera, escrita y dirigida por Santiago Gobernori, lo logra por tres cuestiones fundamentales: interpretación, dirección y dramaturgia.
En este sentido, lo primero que destaca es la labor de ambas actrices. Sus voces potentes y bien claras se complementan con el trabajo gestual y el cuerpo que ponen en el escenario. Eso es hacer teatro: poner el cuerpo para dar vida a una historia. (Por eso seguimos yendo al teatro incluso cuando podemos ser espectadores de otras vidas mirando nuestra pantalla personal). El entrenamiento actoral de Baldomir y Zelaschi es notable. Su presencia escénica, también. Además, es admirable la versatilidad que ambas manejan: no es sencillo cambiar repentinamente de un personaje a otro, sin apagón, sin cambio de vestuario; mucho más si se trata de personajes tan distintos entre sí.
En toda la obra se ejecuta una coreografía que las dos actrices siguen: se conectan o se separan de forma precisa. No solo eso, ellas también hablan a la vez, armando una especie de sinfonía con sus voces. El tono de ambas está equilibrado porque, aunque las dos son muy potentes, la interpretación no se vuelve densa ni una sobrepasa a la otra gracias a una acertada dirección.
En cuanto a la dramaturgia, los diálogos están muy bien compuestos. Resuenan frases intimidantes como “lo privado público, publico lo privado” o “el deber ser red social”. Están a merced de un texto bien escrito. Pienso en ese momento que me gustaría tenerlo para leerlo a menudo como una especie de libro de principios.
La interrelación entre buen texto, buena dirección y buena interpretación de las actrices, conforman una obra bien ejecutada. El espectador tiene un rol importante, debe mantenerse concentrado, son muchos personajes y muchas temporalidades a las cuales prestar atención. Quizás por eso uno se tensiona y sale del espectáculo contracturado, tenso, alterado, pensando: Hoy en día, ¿dónde está la verdad, entonces? Miramos pantallas cada vez más chicas. Ahí está lo que se considera la realidad: los mensajes privados, los mensajes públicos, los mapas, las noticias, el supermercado, el delivery de comida, las fotos privadas, las fotos públicas, las redes sociales. El click, el like, el fav, el comment. Ahí está la falsedad absoluta o la verdad efímera.
Ficha técnica:
Autoría: Santiago Gobernori
Actúan: Victoria Baldomir, Sabrina Zelaschi
Vestuario: Estefanía Bonessa
Escenografía: Estefanía Bonessa
Diseño de luces: Ricardo Sica
Fotografía: Martín Romero
Diseño de imagen: Lucía Vanin
Asistencia de dirección: Natalí Lipski
Prensa: Cecilia Gamboa
Dirección: Santiago Gobernori
Sábados – 21:00 hs – Club de Teatro Defensores de Bravard