La expansión del yo: entre la realidad y la ficción

Andrés Lasso Ruales escribe sobre Macedonio Fernández, Ricardo Piglia y ensaya hasta donde puede un anecdotario literario porteño. Ilustra Tano Rios Coronelli.

Soy de un temperamento tan instructivo que no puedo dejar de informaros que todos los pueblos existentes -los inexistentes son malsanos- deben tener una estatua del 3 3 inventor de los lados derecho e izquierdo y los de revés y anverso, distinción ésta que sólo los agujeros escurren.

Papeles de Recienvenido de Macedonio Fernández. 

La nostalgia parece que fue su reino y esta lo acompañó en pequeñas piezas de hotel en los barrios céntricos de esa urbe que alguna vez fue denominada la capital de un imperio que nunca existió, Buenos Aires. Macedonio Fernández nació el 01 de junio de 1874 y desciende de una familia porteña adinerada, sus estudios secundarios los cursó en el Colegio de Buenos Aires y estudió Derecho en la UBA. En 1920 pierde al amor de su vida, Elena de Obieta y decide dejar la materialidad para entregarse a la soledad y al pensamiento.  

En los días  de su nueva vida Macedonio comió lo que necesitaba, por ejemplo un locro con pan, fumó lo suficiente para él, quince cigarrillos diarios, tomó mate cuando requería el cuerpo calentarse porque en esa decisión de alejarse de lo establecido no existió abuso ni gula, tampoco avaricia, lo justo y necesario fue suficiente para el pensador y escritor que alguna vez fue propuesto para ser primer mandatario de su nación, como un gesto vanguardista de algunos artistas e intelectuales contra la podredumbre de la política local. Fernández decidió vivir para escribir y pensar, la escritura y la filosofía como únicos objetivos de su porvenir. En las pequeñas habitaciones escribió relatos, tratados, cartas, experiencias, ideas, prólogos, ensayos y hasta recetas de cocina, su intención no fue perpetuarse sino fluir cada instante que le quedaba en la faz de la tierra.

“Yo concluiré: pronto mi Novela de la Eterna y Niña de Dolor la Dulce Persona de amor que no fue sabido y mi metafísica. Ella (teoría de la Eternidad, de Figura, Sentir y Memoria) con esto habrá de concluir mi actividad de escritor, para ser artista (más arduo y precioso que Pensador) me falta Certeza; para ser escritor me falta caricia en el decir, dulce, sutil comunicar. Soy Metafísico; mi especulación es hondísima, Ramón; estoy llegando y con ella exaltaré su pensamiento; lo alegraré y le pagaré. Suyo hasta pronto”. (Carta de Macedonio Fernández al escritor y periodista español Ramón Gómez de la Serna).

Hay personas que se convierten antes de fallecer en mito, el modo o la manera que conciben la vida, tal vez, sea la razón de esa distinción y eso fue lo que sucedió con Macedonio. En la literatura argentina existen algunos casos como el de Fernández por ejemplo Roberto Arlt que entregó un nuevo lenguaje y forma a la novela, Arlt y su fanatismo por la vida, si podemos llamarlo así, o mejor dicho, por su labor de cronista lo transformó en un canon de la ficción y no ficción de ese país, Ricardo Piglia explicó alguna vez sobre él: “es fácil corregir a Arlt pero es imposible imitarlo o escribir como él”. En la otra orilla esta Jorge Luis Borges de linaje aristocrático que no sólo cambió la literatura de su país sino mundial, sobre todo en Occidente, Borges creador del mecanismo: ensayo-narración breve y pionero de la literatura especulativa en el castellano y que alguna crítica la denominó comofantástica.

Macedonio Fernández fue muy importante para Borges, el escritor de El Aleph durante su vida siempre lo elogiaría y le agradecería. En los años universitarios cuando cursaba Derecho, Macedonio conoció al padre de Borges, Jorge Guillermo, se volvió anarquista junto a él y a otros compañeros como el arquitecto Julio Molina y Vedia, y un día zarparon al Paraná para asentarse en una isla y fundar una sociedad alternativa y lejos de la capital, pero no tuvieron éxito. En la década del diez, Macedonio, ejerce como fiscal en Posadas, en la provincia de Misiones, pero se cuenta que se demoraba en los veredictos y que muchas veces favorecía a los “verdaderos culpables” por así decirlo.  

A partir de la segunda década del 20 ya nuevamente instalado en Buenos Aires, Macedonio comenzó a tener relevancia en el mundo de las letras y de la intelectualidad porteña y eso fue gracias a los jóvenes martinfierristas(Revista Martín Fierro), recordemos que en ese tiempo había dos grupos que dividía el mundo literario en Buenos Aires, los pertenecientes al Grupo Boedo y los de la otra orilla denominados Grupo Florida (por la calle del microcentro de la capital federal) en el segundo nace la revista Martín Fierro  donde uno de sus fundadores es el hijo de su amigo Guillermo, en esa magazine vanguardista Macedonio siempre fue invitado a escribir.  

El primero de agosto de 1922 funda y edita con Borges la revista PROA, en el primer número escribe un artículo titulado: Desperezo en blanco, una reflexión sobre el tiempo y el cuerpo humano, y otro acápite denominado: Macedonerías: ahí escribe sobre su primera vez en la literatura, es un criterio sobre lo que significa ser principiante:

“Para una persona que por primera vez es un recién llegado, esto le confunde de tal manera que le entra el sentimiento de que le están viendo por la calle desnudo saliendo de una sastrería”. 

Ahí comienza a salir a la luz el método Macedonio, la ensayista Mónica Bueno en su ensayo: Macedonio Fernández y Jorge Luis Borges: metafísica y literatura explica este procedimiento: 

“Macedonio no sólo hace ficción de los dispositivos del género (autor, narrador, lector, personajes, espacio y tiempo) sino que inventa un estado de la lengua con atributos que tienen resonancias lejanas. Se trata de una suerte de “criollismo barroco” o de “barroco criollo” que pone una distancia con el estado de la lengua del presente en el que Macedonio está escribiendo. La ficción de una enunciación en una lengua que no existe apunta también a una forma utópica”.

El concepto de utopía es fundamental en la vida de Fernández que siempre deambuló por el anhelo de una sociedad o un de ser humano distinto, más desligado de lo material, así como él lo vivía en carne propia, un desglosamiento del yo, Bueno lo llama “la precariedad del yo” y  la autora también hace referencia a la admiración que tenía Borges sobre el amigo de su padre y que se ve en su ensayo La nadería de la personalidad que escribió en el libro Inquisiciones (1925). Según la estudiosa ese ensayo está dedicado a Macedonio e incluso dice que él nunca quiso editar de nuevo sólo por esa circunstancia. Borges arranca así: 

“Intencionario.
Quiero abatir la excepcional preeminencia que hoy suele adjudicarse al yo: empeño a cuya realización me espolea una certidumbre firmísima, y no al capricho de ejecutar una zalagarda ideológica o atolondrada travesura del intelecto”. 

Para Bueno la nada del yo es un gesto particular en la obra de Macedonio, el vivir  sumado al ejercicio de ficción y del pensamiento, y estos dos últimos atributos se plasman en la escritura, entonces para la autora, la obra macedoniana es una experiencia aumentada. 

Para aclarar esa concepción recordemos el Nro 4 de la revista PROA donde Macedonio escribe El Capítulo siguiente” de la autobiografía de Recienvenidoahí explica que es el capítulo más avanzado de los ocho que ya tiene, parece su vida, pero la tercera persona y la digresión hacen de las suyas. Por ejemplo, cuenta que de niño leyó a Bergson, y en la actualidad dice que ya no lo ha leído y de inmediato se compara con Mahoma, es una especie de divagación de forma de epístola lo que narra Fernández en este texto, como si el lector fuera una persona íntima que ha compartido con él un sinnúmero de experiencias.

Lo interesante de la narración es que él sigue como si todo el mundo comprendería a la perfección al autor de esa autobiografía:

“Tenemos que decir que con el mismo trabajo que se tomó el autor para hacer esta autobiografía pudo decirnos algo de su propia vida. No nos dejará así tan completo como si nos hubiera prometido, una ignorancia erudita y sin compostura ya de sus vicisitudes y carácter, que pasamos a editar bajo a evidentes dificultades. Nuestro autor es verdaderamente incógnito, si no fuera que Shakespeare tiene ya con quien se le confunda, sería una satisfacción ofrecérselo para este propósito. La lectura de sus obras no nos procura base para juzgar sus talentos de escritor; ignoramos siempre que cumplía años, si nació disgustado, si mejoraba de las enfermedades moría cada vez: si su vida se prolongó hasta el fin de sus días, o pudo la ciencia hacerla concluir antes;…”.

Es el relato que vuelve eterno como río”: entre la tradición y la utopía

En el inicio del documental Andrés Di Tella, Ricardo Piglia arranca de esta manera: “A la literatura argentina hay que buscarle en ciertos lugares, por ejemplo, en una pieza de pensión del Once donde un escritor se pasa los años escribiendo una novela que dura toda su vida, ese escritor se llama Macedonio Fernández, a veces, pienso que la literatura argentina es Macedonio Fernández, yo mismo escribí una novela pensando en Macedonio”.

Esta narración describe de manera precisa lo que representa el escritor del Museo de la Novela de la Eterna (1967) en la ficción de Argentina y para el autor de La ciudad ausente, la literatura como estilo del cotidiano cómo una especie de ritual que sirve para sostener la realidad. Recordemos que Piglia llevó un diario desde los 16 años, en sus últimos tiempos indicó que tal vez su novelística, ensayos y sus cuentos justifican el diario o por qué no, al revés, por eso, cuando en el documental dice: “donde un escritor se pasa los años escribiendo una novela que dura toda su vida” ahí él se asocia y se compara con Fernández. Piglia con el diario y Macedonio con esa acción de escribir una novela inconclusa de posibles variantes de la imaginación por los avatares del ascetismo como modo de vida. Esa es la circunstancia que llevó a Piglia a escribir La ciudad ausente, la ficción como una puerta a otra existencia, así como explica Gabriel del Mazo, en la novela, sobre la percepción de Macedonio de la vigilia y la realidad: 

“Él, metafísicamente, por decirlo así, no distinguía el ensueño de la realidad. Su tesis era no distinguir la vigilia y el soñar, a pesar de esa apariencia de objetividad de la realidad él le oponía el ensueño. No creía que el ensueño fuera interrupción de lo real, sino más bien una entrada. Se sale del soñar a otra vida, y el cruce siempre es inesperado, el vivir es una trenza, que trenza un sueño con otro”. (p.147)

Cecilia Salmerón Telechea en el ensayo: La ciudad ausente: Ricardo Piglia y su lectura esteto-política de Macedonio Fernández explica que la figura de Macedonio en la novela pigliana gira por una dialéctica entre la tradición y la utopía, para la autora Piglia agarra restos de la biografía de su personaje para que le sirvan como guía en este relato, por ejemplo, la anécdota del viaje a esa isla cercana al Paraguay de Macedonio y sus amigos para fundar una sociedad alternativa esa peripecia es el quiebre para  romper con lo tradicional e ingresar a lo utópico otra condición que lleva a ese estado de ilusión:  

“Ahí, ante el dolor de perder a su mujer, el personaje Macedonio se reúne con un inventor y crea una máquina para salvarla de la muerte. Esta máquina (cuya imagen es, a veces, la de un cuerpo femenino con tubos y cables y, otras, la de una psique paranoica que no sabe si es una espía, una paciente o una loca) se funde poco a poco con otro artefacto: una especie de fonógrafo, inventado en principio para traducir, que comienza a generar variantes en los textos que se le introducen, volviéndose así una máquina productora de ficción”. 

Pero no sólo la historia de vida de Macedonio está presente con estos dos sucesos, Salmerón Telechea analiza que Piglia también construye este personaje en base a la obra del pensador y escritor argentino, por ejemplo, laBellamuerta, la figura de La Eterna es Elena en La ciudad ausente. Fernández siempre estuvo experimentado las formas de la narración. La novela de Piglia también es una prueba de procedimientos, por ejemplo, cuando Junior descubre cómo funciona la máquina: 

“Los hechos se incorporaban directamente, ya no era un sistema cerrado, tramaba datos reales. Por lo tanto, se veía influido por otras fuerzas externas que entraban en el programa. No solo situaciones del presente, pensó Junior. Narra lo que conoce, nunca anticipa. Volvió a Stevensen. Ya estaba todo por ahí. El primer texto mostraba el procedimiento. Tenía que buscar esa dirección. Investigar lo que repetía. Fábrica de réplicas microscópicas, dobles virtuales, William Wilson, Stephen Stevensen. Era otra vez el punto de partida. Un anillo en el centro del relato”.  (p. 97). 

Entonces, Piglia en la novela desconfigura a Macedonio en dos formas: la primera a través de su biografía y después por su obra y lo categoriza en base a dos tradiciones clásicas: la italiana y la anglosajona respaldándose por dos referentes de esas corrientes: Dante Aligheri(1265-1321) y James Joyce(1882-1841).

Dante, el poeta que perdió su amor y esa condición se manifiesta en su obra. La Divina comedia tal vez sea una excusa para comprender la desdicha de perder a Beatriz. 

En el ensayo La última sonrisa de Beatriz de Borges en su compilación Nueve ensayos Dantescos(1982), el escritor explica que va a comentar los versos más patéticos que jamás se han construido, es irónico, sí, pero se refiere a la poética de Dante en base a la pérdida de su amada y describe la escena que trata de que el poeta pierde o se olvida de Virgilio y es porque es guiado por Beatriz  en la cumbre del purgatorio. En un momento dentro de ese paraje Dante observa el firmamento que ya no es el mismo como en la tierra, sino que muestra su grandeza infinita o eterna, Borges aclara que es una alegoría, “Virgilio” sería la razón y “Beatriz” es la fe. 

De un instante a otro mientras Dante está en ese estado de contemplación se da cuenta que Beatriz lo ha dejado y la ve en lo alto como se aleja. 

“Y ahora; y aquél, por más distante 
que pareciera, sonrió y me miró; 
luego volvimos a la fuente eterna. 
(Dante, Paraíso , 31:91-93)”.

Borges explica que el tema matriz o el origen de La Divina Comedia fue Beatriz y cita algunos autores como Guido Vitale que piensa que Dante creó un paraíso para su amada, mientras que el autor del cuento “El Sur” diría lo siguiente al respecto: 

“Yo sospecho que Dante edificó el mejor libro que la literatura ha alcanzado para intercalar algunos encuentros con la irrecuperable Beatriz. Mejor dicho, los círculos del castigo y el Purgatorio austral y los nueve círculos concéntricos y Francesca y la sirena y el Grifo y Bertrand de Born son intercalaciones; una sonrisa y una voz, que él sabe perdidas, son lo fundamental. En el principio de la Vita nuova se lee que alguna vez enumeró en una epístola sesenta nombres de mujer para deslizar entre ellos, secreto, el nombre de Beatriz. Pienso que en la Comedia repitió ese melancólico juego”.

Piglia en La ciudad ausente compara a Macedonio con Dante, después de la muerte de Elena, como se sabe él se volvió un asceta, si el italiano construyó La Divina Comedia para perpetuar a su amada, el otro inventará una máquina para que su voz y el recuerdo perdure en el tiempo así lo cuenta el personaje Russo a Junior: 

Porque la máquina es el recuerdo de Elena, es el relato que vuelve eterno como río. Ella fue su Beatrice, fue su universo, fue los círculos del Infierno y las epifanías del Paraíso. Existe una versión herética de La divina comedia, en la que Virgilio le construye a Dante una réplica de Beatriz. Una mujer artificial a la que encuentra al final del problema. Dante cree en la invención y destruye los cantos que ha escrito. Busca amparo de Virgilio, pero Virgilio ya no está junto a él. La obra es entonces el autómata que le permite recuperar a la mujer eterna. En ese sentido, yo he sido su Virgilio”. (p.154)

Su otra versión de Macedonio y esta acción de querer perpetuar la vida de su amada se encuentra en el pasaje llamado La isla que es una alegoría al Finnegans Wake de Joyce. Este paréntesis por así decirlo nos lleva a una ínsula de migrantes y exiliados sobre todo irlandeses un guiñoPiglia al escritor del Ulyses. En ella los habitantes a través de ese deambular de historias y personajes aparece el mito de Jim Nolan. Teresa Orecchia Havas explica en su ensayo: Género metaforización literaria en dos obras de Ricardo Piglia la historia de Nolan: 

“construyó un grabador “de doble entrada”(136), es decir ”doble género, para poder hablar en todas las lenguas que conocía con una mujer a la que acabó
por dar el nombre de Anna Livia Plurabelle, la cual quedó sola para llorarlo después de su suicidio, esfinge de voz metálica hecha de alambre y de cintas rojas, capaz de leer los
pensamientos de su compañero y de hablarle por encima de la muerte. Esta narración, que se presenta como uno de los mitos de la isla, retoma con las pertinentes modificaciones contextuales todos los términos de la secuencia principal: construcción de una máquina parlante(femenina) / diálogo del hombre y de la mujer / muerte del hombre /abandono de la autómata inconsolable”. 

La investigadora explica que Nolan no construye esa máquina a partir de la memoria de una muerte, sino de su propio lenguaje y bagaje cultural, el dispositivo archiva sus historias y sus palabras, al contrario de Macedonio que tiene la intención de perpetuar la memoria de Elena a través de la máquina. 

Orrecchia Havas también en el mismo análisis devela otro relato de La isla que trata sobre el idioma original y que constituye una suerte de Génesis de esa sociedad, la historia se llama: Sobre la serpiente. La ensayista indica que el fragmento narra el origen, la tentación y la maldición de esa lengua que es de género femenino y es una culebra. Ese mito es una alegoría al Finnegan Wake de Joyce y probablemente, explica la autora, las teorías bíblicas sobre el lenguaje del crítico estadounidense Harold Bloom: 

“El mito retoma aquí la huella macedoniana antes citada que pone en escena tanto el deseo de dominio masculino — bajo cubierto de una lectura sentimental del abandono—, como el desafío mantenido por el poder (supuestamente) femenino del lenguaje”.

Piglia en La ciudad ausente deconstruye la figura de Macedonio para volver armar su legado. Su Macedonio es la puerta o porque no el pretexto para ejecutar un estudio no sólo de la vida de Fernández sino un análisis metaliterario de la obra de él y de otras corrientes literarias, pero dentro de una ficción creada e inventada por él a su manera y a sus modos, una incertidumbre trabajada como un estratagema sobre su escritor tótem y las tradiciones que tanto admiraba. 

Escribe Andrés Lasso Ruales

Ensayista y docente ecuatoriano que vivió en Brasil y Argentina. Amante y estudioso de la literatura ecuatoriana, argentina y brasilera. Actualmente escribe una compilación de ensayos sobre el Ecuador del siglo XIX en la revista Plan V y es profesor de investigación y textos académicos en la Universidad de las Américas (Quito).

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