La Generación Beat, a propósito de la amistad

A mediados de los 2000, en un pueblo de la Pampa Deprimida llamado Dolores, algunos chicos que se sienten amigos,  unidos por el abatimiento y el desacuerdo respecto a los valores pampeanos, se encierran en un altillo a fumar sin parar. De fondo suena Bird Parker; anacrónico para un mundo en el que ya se inventó el Punk y el Grunge. Uno de los amigos tiene la edición amarillo-anaranjada de Anagrama de On the Road, esa que tiene la foto de Kerouac y Cassidy en la portada. Se sientan en forma de ronda amorfa, algunos en el suelo, otros en la cama y se leen fragmentos en voz alta. al final de la velada alguno se lleva el libro. Cuando lo termina de leer, lo devuelve y se lo lleva otro, cada amigo debe dejar dentro del libro un pasaje de colectivo o tren.

Medio siglo antes, en Estados Unidos, a un grupo de compañeros se los empieza a conocer como Generación Beat. El contexto es de segunda posguerra. El escenario: descreimiento, contraculturas, movimientos sociopolíticos y un total recelo hacia los valores estadounidenses. La Generación Beat,  un grupo siempre  abatido, sobrevive y delinea este escenario. Es un grupo con escasa fe en la humanidad que intenta cambiarla o, al menos cambiar algo, abrirle los ojos. Un grupo de amigos reunidos en algún lugar del mundo, sentados en ronda, tomando, fumando, hablando, compartiendo.

Un ex marino alcohólico de larga tradición católica escribe On the Road en su pequeño departamento neoyorquino. El mito es que Kerouac armó un rollo de 37 metros de papel para no tener que frenar a recargar las páginas, dejándose llevar por la espontaneidad, sin ningún tipo de correcciones. Frenético. Extasiado. Destaco, no para quitarle mérito a esa espontaneidad, sino para dar cuenta de la preparación del autor, que Kerouac había agrupado varias notas y borradores durante años antes de dejarse llevar por el frenesí.

Las notas previas y ese ímpetu dan origen a un tipo de narración que es distinta a todo lo que hasta el momento se conocía. Dice el autor: “Al no revisar lo que ya escribiste, simplemente le das al lector el verdadero trabajo de tu mente durante el propio proceso de escritura (…). Bien, mirá, ¿alguna vez escuchaste a un tipo contando una larga y salvaje historia a un grupo de hombres en un bar y todos están escuchando y sonriendo?, ¿alguna vez escuchaste al tipo parar para corregirse, volver a la oración anterior para mejorarla, para aumentar el impacto de su pensamiento rítmico? (…)”.[1] Ahí está la clave.

Así, con esa cadencia específica, sin reparos ni pruritos literarios, Kerouac escribe en tres semanas una novela acerca del viaje de dos amigos por Estados Unidos. El líder y héroe absoluto de las historias narradas es Dean Moriarty, un retrato de Neil Cassady, quien cuenta con la compañía incondicional del narrador: Sal Paradise.

La publicación de On the road es controversial para la literatura, como lo es toda ruptura. Pero gracias o a pesar de ello, Kerouac emerge como una de las nuevas voces de la literatura del siglo XX.

Sentado en un café de Berkeley, California, un joven Allen Ginsberg anota: “Vi a las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura…”[2] y escribe así, de un tirón, la primera parte de uno de los mejores poemas de la historia.

El poema, Howl, es publicado por City Lights, la editorial independiente de Lawrence Ferlinghetti y Peter D. Martin, la única que se arriesga. Pero parece que sus palabras son muy difíciles de tolerar para la sociedad norteamericana por lo que el poema es censurado y sus editores son arrestados.

Después de todo, se trata de un poema que describe la realidad sin ningún reparo. Una realidad de capitalismo despiadado, drogas duras, alcoholismo, desenfreno sexual, desesperanza, confusión y el resto de los pecados capitales. Relatado con una crudeza que lo mínimo que genera es erizamiento en la piel de sus lectores. Y sin embargo, hay algo motivador en él. Cada línea te atraviesa al medio. El horror que provoca es movilizador y genera ansiedad, ansiedad de más. La poetización de temas que antes no eran objeto de poesía se constituye así en un verdadero aullido.

Su impacto es mayor por la forma en que está escrito, por su ritmo específico, repleto de proposiciones coordinadas y párrafos larguísimos. Decía Ginsberg que esa, su forma de escribir, era solamente él mismo hablando con sus amigos como cualquier noche.

Howl es una obra que trasciende a su tiempo, un manifiesto con el propósito de cambiar la sociedad, de animar a la gente a ser y hacer lo que realmente tiene ganas, sin dejarse llevar por las reglas de ese mundo que ya ha roto todo.

Encerrado en un hotelucho de Tánger, William Burroughs tan tremendamente loco y consumido por la droga, tan lúcido, escribe una serie de rutinas. De los papeles desprolijos y manchados, Jack Kerouac y Allen Ginsberg hacen una selección que da origen a Naked Lunch, libro que se publica en París por Olympia Press en 1959. No obstante, la obra permanece censurada en Estados Unidos hasta 1966, momento en que su publicación marca el fin de los juicios por censura de las obras literarias. Es decir, si se permite Naked Lunch, qué más podría prohibirse.

El novedoso modo en que Burroughs plasma sus ideas permite creer que el lenguaje es un virus que ataca a los humanos, que la literatura es la vacuna contra ese virus, que la drogadicción es una enfermedad como la polio. Aunque no haya una concatenación coherente, o al menos una aceptada por los cánones literarios existentes hasta ese momento, la novela te atrapa como lector, te genera la necesidad de volver a leerla siempre que se pueda porque es más una transmisión de emociones y sensaciones que una narración realista acerca de la drogadicción.

Uno abre el libro en cualquier página porque ya lo leyó una vez de corrido y no tiene sentido volver a hacerlo. Y quizás eso pueda parecer casual, pero en realidad es la intención de Burroughs, quien entiende a la técnica del cut-up como una forma de hacer frente al virus del lenguaje. Entonces, se lee y se piensa: este tipo está loco pero es un genio. Nunca al revés porque causa gracia su genialidad demente, no provoca pena. A fin de cuentas, la crítica burlona de la realidad es uno de los legados más potentes de William Burroughs.

La amistad ha sido desde siempre uno de los principales tópicos de la literatura. Pero la Generación Beat hace más que una literatura de la amistad, lo que ellos escriben es la amistad misma vagando por el mundo. Por esa razón la espontaneidad y la oralidad son marcas que traspasan toda su obra, marcas que unen a cualquier grupo de amigos de Nueva York, California, San Francisco, Tánger, Paris y los pueblos de la provincia de Buenos Aires.

El grupo de amigos dolorenses, o doloridos, sale del altillo y se sube a un auto. Alguien empuja el casette de Nico & The Velvet Underground. Suenan los violines extasiados de Venus in Furs. Se van juntos a recorrer las rutas de un pueblo fantasma.

 

[1] “By not revising what you’ve already written you simply give the reader the actual workings of your mind during the writing itself (…) Well, look, did you ever hear a guy telling a long wild tale to a bunch of men in a bar and all are listening and smiling, did you ever hear that guy stop to revise himself, go back to a previous sentence to improve it, to defray its rhythmic thought impact (…)”. Fuente: https://www.theparisreview.org/interviews/4260/jack-kerouac-the-art-of-fiction-no-41-jack-kerouac. Traducción propia.

[2] “I saw the best minds of my generation destroyed by madness…”. Traducción propia.

Escribe Mercedes Roch

A veces soy historiadora, a veces ilustradora, a veces docente, a veces escritora pero siempre soy hincha de Independiente.

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2 Comentarios

  1. Sos grosa nena!!!!

  2. Vengo siguiendo a la pichoncita, escribe magníficamente bien!!!

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