La Tecnarquía [1973] de Capanna: Tercera parte

Se recomienda leer las dos primeras partes.

Primera parte

Segunda parte

6.- Tecno-humanismo católico y conservador versus tecnócratas y hippies

 

La extrañeza de La Tecnarquía nace del cruce entre una pretendida descripción distanciada de la civilización tecnárquica (también cuestionada), una impugnación de los disidentes (con concesiones) y una matriz católica para un futuro tecnológico más humano.

 

Desde su extravagante marginalidad filosófica, Capanna analiza el andamiaje que sostiene y los embates que socavan. Su postura oscila entre la validación paralizante –todo se reduce a la acción, todos somos seres tecnárquicos– y la crítica voluntaria o involuntaria hacia un sistema industrial delirante. Esa crítica se detecta en pinceladas que señalan, por ejemplo, la alienación del obrero que, cada vez que abandona su trabajo, “aquello con que se encuentra no es su identidad, sino un fantasma” (p. 173). El trabajador acepta el ocio sin conocerse, ni percibirse a sí mismo y con consecuencias innegables: “…si pensamos las horas de trabajo… como mal necesario, no lograremos la pacificación de la existencia, sino por el contrario seguirá acentuándose su tendencia esquizoide.” (p. 247)

Capanna cree probable que “…el tiempo de la tecnarquía toque su fin, o [que] por lo menos haya pasado el momento de su culminación” (p. 41). Esta concepción lineal del devenir histórico se corresponde con su ortodoxia. “Ha comenzado a circular la hipótesis fantástica de que la presente civilización tecnológica no es más que un ciclo al que ya habrían llegado otras culturas pretéritas, de las cuales… no quedan vestigios. Esta versión vulgarizada del mito del eterno retorno explica el éxito inesperado que tuvo un libro como El retorno de los brujos.” (p. 35) El analista rechaza la repetición instalada por el patrón esotérico. El nuevo momento histórico, al borde del apocalipsis, alcanzó el clímax de guerra nuclear, armas biológicas, desarrollo genético, desequilibrio ecológico. Ese aparente punto fatal está marcado por un ´hastío cultural que va dominando a la sociedad´ al tiempo que cada vez más grupos abandonan “…ideales antes indiscutidos: trabajo, bienestar, propiedad”.

 

Los sectores desafectados son fuerzas anti-urbanas relacionadas con el neoanarquismo y el movimiento estudiantil (p. 39). El modo de ser tecnárquico, basado en tener a cambio de subordinación, es negado por los jóvenes quienes, a pesar de las capas geológicas de saber universal que la recubren, ven en la universidad una “fábrica de expertos”, reaccionan contra ´lo poco que les ofrece´ y contra los intentos de manipulación. (Capanna se refiere a los movimientos estudiantiles sesentistas).[i] “Insatisfechos con el plan de adaptarse a una sociedad que detestan y que a menudo es detestable, las generaciones jóvenes pretenden con análogo criterio técnico, adaptar la sociedad a ellas.” (p. 77-78)

 

Los románticos neoanarquistas que quieren ´volver a la naturaleza´ tienen nombre propio: “El estilo de vida hippie significa un rechazo de las formas de la sociedad de consumo… atacando las raíces del sistema industrial…” (p. 37) Los hippies recrean, en los márgenes, una vida pastoril, en comunidades pequeñas como ´los primeros cristianos´ (lo alarma a Capanna el olor a herejía), apelando a las drogas, en un giro religioso místico que evoca la violencia dionisíaca.[ii] Aun cuando viva de sobras y de sustancias tecnárquicas, ese movimiento ´encierra un orden distinto´ erosionando “la sociedad de consumo” (p. 38).

Por considerarlas funcionales incluso para su reformismo, Capanna sopesa estrategias contraculturales: “El confort, forma de posesión, es una posibilidad abierta a toda sociedad industrial, puesto que antepone el hacer al ser. Oponerle una actitud ascética, centrada en el rechazo de la acción y el desapego por los bienes materiales, también trae su contrapartida negativa en cuanto… consagra la injusticia social: la pobreza libremente elegida no resuelve la miseria ajena…” (p. 49). Las opciones -´hacer / no hacer / qué hacer´; ´violencia / no violencia / ´violencia dependiendo de…´; ´consumir / no consumir / consumir responsablemente´- eran cuestiones fundamentales décadas atrás, aún sin resolver.

Entre una sociedad tecnárquica detestable y esquizoide (¿no respondía a la racionalidad de la historia?) y los disidentes que aciertan con sus críticas, pero que repiten de otra forma la estructura negada, Capanna adopta una excéntrica tercera posición sostenida por su ideario católico. Ese catolicismo destila un conservadurismo que acaba por recubrir el planteo general de La Tecnarquía. Veamos tres pasajes significativos.

 

La ´civilización tecnárquica´ planetaria incluye, en su devenir totalizador, comunidades arcaicas, culturas subdesarrolladas, sociedades preindustriales “asumiendo sintéticamente el pasado de la humanidad” (p. 29). Este régimen de vida supone la ´explotación colonial´. A partir de las especulaciones iniciales, la incógnita es cómo logrará ´realizarse´, bajo esas condiciones, el Tercer Mundo. No es esta generalización apresurada la única dificultad en este rincón del orbe. Al referirse al maridaje ´industrialización / militarismo´[iii], Capanna afirma con pretendida distancia: “Al igual que el burócrata, el militar es un funcionario. En los países del Tercer Mundo, se siente identificado con el Estado mismo, exigiendo periódicamente el poder civil.” (p. 65) La ´ley no escrita´ de los golpes militares en la región, impugna desde otro flanco la viabilidad civil de su plan de reforma.[iv] Y como corolario que delinea ese conservadurismo latente, entre el tono despreocupado y las buenas intenciones, la voltereta acrítica que ilustra la ´alteración planetaria´ propiciada por la civilización industrial: “La idea de conquista y dominación de la naturaleza aparece en relación con la sujeción de la mujer; no debemos olvidar que la técnica ha crecido en la sociedad occidental… masculina… y la natura es una potencia femenina…” (p. 46) Esta metáfora saturada ideológicamente –que ni le pertenece, ni cuestiona- subraya el conservadurismo intrínseco al futuro post-tecnárquico y permite precisar el alcance de su proyecto filosófico, por momentos, inespecífico.[v]

 

El ´humanismo maduro´ -es decir, católico- habría de originar nuevos objetivos para una nueva tecnología que redundaría en un reajuste de la ecuación ´sexo / amor´: “Quizá las bases del amor maduro, que habrán de constituir las pautas de una etapa post-tecnárquica, se están echando… en la relación dialogal de tantas parejas que han superado la revolución freudiana, la estimulación simbólica y la experimentación desesperada, integrando el sexo al amor y aprendiendo… a compenetrarse en el plano existencial.” (p. 114) Desde su atalaya católico y conservador, Capanna teje y desteje alianzas. Discute con la civilización industrial que redujo lo erótico a lo sexual abstracto, haciendo que el placer pueda, por caso, ser estimulado con electricidad -la exageración resume una explicación que toca a la pornografía. Ataca el placer de los disidentes. “En los movimientos ´subterráneos´ (underground) se aboga por una cierta ´revolución sexual´, distinta de la freudiana… Se predica la liberación de todos los tabúes, y una sexualidad orgiástica, de caracteres ´místicos´, que incluye toda exploración…: formas grupales o alternativas de sexualidad, aceptación de todas las posibilidades, aun las aberrantes, como homosexualidad, sadismo y autoerotismo. Se embarcan en una búsqueda anárquica…” (p. 113). Aberrantes y anarquizantes le resultaban movimientos políticos alternativos, pero no por apelar al sexo como último componente natural en el mundo tecnológico (los underground y el catolicismo maduro están ´más allá de la revolución freudiana´), ni por las drogas de diseño (propias de la trama tecnárquica), sino por las raíces religiosas orientales de los rebeldes: “Si llegan… a superar la droga, lograrán dar testimonio de un orden distinto y más humano… aunque es dudoso que su revolución se oriente y canalice, centrada como está en la simple negación.” (p. 114)[vi] Esa ´simple negación´ es teológico-política.

Esta nueva versión [de El sentido de la ciencia-ficción], corregida, aumentada, actualizada y varias veces reescrita, ha sido posible gracias a instrumentos como el ordenador, la Internet y el correo electrónico, que en 1967 pertenecían a la ciencia ficción y podrían haber sido temas del libro.” P. Capanna. Ciencia ficción. Utopía y mercado [2007], p. 11.

 

7.- La sagrada Red post-tecnárquica

La disputa en el plano erótico –´civilización / placer´- se extiende al religioso. Resumamos. La técnica –que nace al calor del elán místico (Bergson)- ocupa el lugar de la religión en la tecnarquía (Toynbee), uno de cuyos fundamentos es la espiritualidad de la ´disciplina maquínica´ (Veblen); el antídoto, ante una técnica convertida en ´ídolo´, no es ir contra el sistema sino replegarse en el ascetismo (G. Marcel).[vii] Pero para Capanna, la civilización tecnárquica, de una extrema pobreza espiritual al límite del vacío, es irreligiosa. “La superstición, el sincretismo, la indiferencia o el reformismo social son las formas espurias con las cuales se pretende colmar este vacío a la espera de una nueva experiencia de lo sagrado que inevitablemente habrá de superar a la tecnarquía” (p. 94). La superstición parece indicar la relación ´magia / técnica´ propia de la civilización industrial y extremada por la arcaizante tecnolatría del nazismo. El sincretismo es un dardo a las versiones místicas de los orientalizantes disidentes. El reformismo social roza su tecno-humanismo confesional. Son formas espurias porque para Capanna la ´nueva experiencia de lo sagrado´ radica en una humanización de la tecnología apuntalada por valores católicos. El cierre del libro es sintomático: “Teniendo los peligros a la vista… podemos cimentar una fe madura en el destino del hombre.” (p. 252) Revolución ético-religiosa para un hombre nuevo.

 

El plano religioso habilita una segunda lectura de la especulación futurista. Tres características definen al hombre tecnárquico: ´disponibilidad, eficiencia, imagen´. Acerca de las dos primeras algo fue apuntado. Resta la tercera. La ´tecnología de dominio´, que genera el caldo de cultivo para que el ser tecnárquico exista, recala en la persuasión: “Aquí entra en juego el concepto de imagen… uno de los más interesantes conceptos que han desarrollado las ciencias humanas empresarias, uno de los puntos críticos del sistema, un resquicio por donde muestra sus coyunturas ideológicas.” La personalidad adaptada debe “crear una buena imagen sin preocuparse de la realidad”. El hombre tecnárquico evalúa a los demás a través de imágenes y ´se conoce a sí mismo por la imagen forjada para vender su personalidad. “El crecimiento de la imagen es correlativo con la difusión de la comunicación ´icónica´ (McLuhan). La imagen desplaza a la realidad personal y adquiere mayor realidad…” (p. 88-89).[viii] Ese rasgo de lo icónico –soporte de la persuasión efectiva- es también hoy un exasperante punto crítico del sistema.

En sus lecturas, Capanna era por aquel entonces testigo de la transformación de la civilización tecnárquica en manos de lo icónico (imagen sobre realidad) e intuyó –mi interpretación instala esa intuición- una ´nueva experiencia de lo sagrado´ encarnada en la cibernética, la actual e imperial Red. Arriesga el peculiar filósofo acerca del futuro post-tecnárquico: “Si la tecnología maquinista significó ante todo concentración, hipertrofia urbana, una nueva tecnología, basada quizás en las comunicaciones y la cibernética, pueda llevarnos a la dispersión y favorecer la recreación de la comunidad básica. El rechazo de los valores subyacentes al sistema industrial no es un rechazo de la tecnología, sino una tentativa de asumir su control. Nos encontramos alienados por haber creído neutro al sistema industrial y dejarnos dominar pasivamente por sus formas. La planificación debe abarcar las metas humanistas y el poder democrático de decisión para lograrlas.” (p. 250) El interrogante principal para la propuesta post-tecnárquica es cómo se dará la reforma moral, si todos los seres, incluso disidentes, son tecnárquicos. Capanna guarda silencio, y con su tecno-humanismo católico, reclama un lánguido matrimonio, disfrutando en pequeños grupos interconectados que mantienen la tecnología bajo control. Una versión edulcorada, sin drogas ni orgías, de las anarquizantes comunidades hippies, místicas en otro sentido.

 

Del lento y progresivo desarrollo de la cibernética, germen de las actuales nuevas tecnologías y de Internet, participaron tecnócratas, manipuladores, científicos, católicos / protestantes; y humanistas, filósofos, artistas, disidentes, herejes orientalizantes, hippies, yonquis y neoanarquistas.[ix] Esa sugerida ´recreación de la comunidad básica´ (o primaria) de Capanna coincide con el imaginario romántico de ´vuelta a la naturaleza´ y alude, además, a la tesis de McLuhan de la ´retribalización´ que, en la aldea global, acarrearían los nuevos modos y los nuevos medios para comunicarse. En efecto, sucedió y fue posible una ´nueva experiencia de lo sagrado´ a partir de la Red, con comunidades básicas conectadas a un ingente cielo digital por donde pululan avatares virtuales que renacen con cada inmersión. Pero trajo –relativización fundamental- consecuencias indeseables. La hiper-conexión no generó comunicación. La convivencia entre grupos diversos no fue armónica. La Red intensificó la intolerancia y el odio intertribal. Como apuntan desde hace décadas sus detractores, el hiperespacio es insano y, por lo tanto, la tendencia esquizoide señalada para la tecnarquía se ha extremado en esta eventual etapa superadora.

 

Los anhelos humanistas, democráticos y libertarios de la prototípica ciber-aldea fueron opacados, así como el ambicioso proyecto filosófico recaló en el arcón de las curiosidades. Una de las causas tal vez haya sido el diálogo de sordos entre un autor que alunizó con su manuscrito al límite de la moralina, en un editor –Barral- que parece haberlo aceptado sin leer, por descuidado o por colocado. Con una sonrisa recuerda el autor que Barral sucumbió a la revuelta hippie, se fue a la India y dejó a la editorial a una deriva que fue quiebra.

Ese entramado hippie / yonqui / místico –corazón de la polémica ¿reforma o revolución?- es clave para revisitar, al filo del cierre, la mirada de Capanna sobre la ciencia ficción.

 

Pese a que mi enfoque del tema [en El sentido de la ciencia-ficción] era más filosófico que literario, aspiraba entonces a llamar la atención de los críticos sobre un fenómeno ignorado por la universidad.” P. Capanna. Ciencia ficción. Utopía y mercado [2007], p. 9.

 

8.- La mirada conservadora sobre la ciencia ficción y un futuro esquizoide

 

El sentido de la ciencia-ficción y La Tecnarquía coinciden en la preocupación por aprehender, respectivamente, el ´sentido´ de un género literario y el ´sentido del proceso tecnológico´. De esta relación principal se desprenden otras no menos importantes.

 

El término ´tecnarquía´ fue inventado por Geddes, un escritor escocés… pero a inicios de la década del setenta, Capanna ignoraba el dato y había tomado la palabra de un cuento de ciencia ficción -“En busca de San Aquino”- de Anthony Boucher [1911-1968]. Dice en El sentido de la ciencia-ficción sobre el relato: “…valiosas y significativas espiritualmente resultan otras tentativas de captación de la realidad contemporánea en una dinámica religiosa… [Son] aproximaciones a la civilización mecánica, fundadas en el amor… [como] ´En busca de San Aquino´[x]… donde el Papa es perseguido por una tecnocracia atea que envía un sacerdote a buscar los restos de San Aquino [y] descubre que el santo… no era más que una máquina… perfecta, casi una divinidad…” Y anticipa allí su mirada: “Se valora aquí [en el cuento] la razón y la máquina pero no oponiéndolos a Dios sino poniéndolos a su servicio, para extender su reino y liberar al hombre para servirlo. Genuina expresión de una problemática religiosa arraigada en las circunstancias actuales.”[xi] ´Una máquina que pone a los hombres al servicio de Dios para que sean libres´, sintetiza cómo imaginaba Capanna en 1966 la post-tecnarquía.

Frente y revés de la misma trama, leídos en intersección, La Tecnarquía y El sentido de la ciencia-ficción adquieren nuevos matices. La reflexión filosófica se inspira en ejemplos de la ciencia ficción y, a su vez, aquella reflexión es el andamiaje epistemológico para indagar el sentido del género.[xii] Por si fuera poco, ambos germinan de ideas de Boucher quien facilita el término para el título y le permite pensar la ciencia ficción como ´genealogía´.

Los ejemplos de literatura de ciencia ficción que, en La Tecnarquía, aluden a rasgos de la civilización industrial son la ecología, el consumismo, los movimientos anti-técnicos y los saberes alternativos como la parapsicología, en ese caso en particular, usada para aumentar la productividad, porque, recuerden, nada fuera del entramado tecnárquico.[xiii] Capanna se refiere despectivamente a las novelas de ciencia ficción con tema parapsicológico, las circunscribe a los años cincuenta y las acusa de transmitir ´fantasías de omnipotencia´ asociándolas por lo bajo con delirios nazis afirmando que ese “…confuso trasfondo ideológico del movimiento Planète… revela… una inclinación hacia la ideología del superhombre.” (p. 90-91) El problema es el esoterismo.

 

el-retorno-de-los-brujosLa revista francesa Planète –dirigida por los autores de El retorno de los brujos– es una de las causas de la confusión respecto de qué epistemología funciona en el género. En El sentido de la ciencia-ficción la incidencia negativa, según Capanna, es evidente: “La difusión tardía del género en nuestro medio, combinada con la aparición del ´nuevo humanismo´ marca Planète… han agravado aún más la oscuridad original del nombre. Basándose en el confuso concepto que se tiene de aquel movimiento…, para muchas personas cultas y aun intelectuales, la palabra ´ciencia-ficción´ sugiere una nueva ciencia o… una ciencia oculta.” Y niega, entonces, cualquier incidencia del nuevo humanismo en el género: “…no existe ninguna vinculación de la s-f [ciencia ficción] con el ocultismo, como algunos inspirados en la extraña alianza entre s-f y ´humanismo del tercer milenio´… parecen insinuar… La ´s´ de la sigla ´s-f´ es suficiente garantía contra la superstición…”. La ´s´ pertenece, por supuesto, al término anglosajón science, ´ciencia´.[xiv]

 

La discusión de El sentido de la ciencia-ficción y la de La Tecnarquía se solapan: ¿cuál es la epistemología válida para a) comprender / analizar un género literario, b) organizar la sociedad? Esa proximidad es todavía más importante si consideramos la innegable matriz política de la ciencia ficción que es -recursivamente- fuente imaginativa para un texto filosófico que busca intervenir en la realidad. Capanna baraja, al menos, tres paradigmas de conocimiento con matriz política: i) la ortodoxia tecnárquica eficiente, vacía e inhumana (incluye saberes científicos ortodoxos o asimilados como tales), ii) los paradigmas alternativos de conocimiento, cercanos al sincretismo orientalizante de la huida romántica a la naturaleza de los hippies, iii) el tecno-humanismo con valores morales (digamos, católicos) que representa su eventual propuesta híbrida y reformista.

 

Servido el menú, Capanna no distingue en el enmarañado esoterismo dos corrientes: una arcaizante que entronca con el nazismo, y otra revulsiva asociada al misticismo hippie que, más allá de las prevenciones, proponía un paradigma de organización social libertario, no totalitario. En ambas corrientes predominan fuerzas dionisíacas, pero en sentido inverso. Si los fascistas utilizan la técnica como fuerza omnipotente que destruye para crear y por eso, a pesar de sus declamaciones, son anti-humanistas; los románticos, mecanoclastas y anarquizantes proponen destruir la técnica para expandir -o crear- más humanidad. (El ideal del superhombre también pertenece al universo esotérico, pero, en lo que respecta a su versión antigua, el gnosticismo, es una excelencia interior, basada en el autoconocimiento, no en la imposición sobre otros.) Esta compleja discusión sobre la ambigüedad esotérica es, como pueden ver, necesaria.[xv]

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Abordar la ciencia ficción únicamente desde la ciencia oficial y desestimar saberes alternativos conduce a miradas sesgadas como las que reaparecen en el proyecto filosófico-político, al que califiqué de conservador y católico. ¿Por qué conservador? Más allá de los comentarios indicados, lo es por una biblioteca que disuelve instancias críticas en aras de su híbrido tecno-catolicismo. Capanna leyó al ´humanista´ Mumford, un ´proto-ecologista´, en la línea de los románticos, con ecos del utopismo social y del anarquismo teórico, considerado un pensador con una versión alternativa del progreso, que ´relacionó la técnica con el autoritarismo y la libertad, y que sostuvo que la rueda hidráulica o el molino de viento eran innovaciones más democráticas por descentralizadas, flexibles y variadas´[xvi]; cita también al anti-técnico Jacques Ellul (p. 83); se refiere al autárquico Henry D. Thoreau (p. 217); a su discípulo Ralph Emerson (p. 68); al no violento Gandhi (p. 219); a sus descendientes, Vinoba y Lanza del Vasto (p. 222). Sopesa, pero impugna esa larga genealogía heterodoxa.[xvii] Niega a los ´intelectuales apocalípticos´, se aproxima a los ´integrados´, a los que aun así enfrenta buscando un inverosímil equilibrio.

 

Capanna es un escritor extraño, inclasificable y nunca lineal. Excepto en su asalto filosófico de 1973, su conservadurismo no es ingenuo y lo constituye en un intelectual paradójico. En sus planteos sobre la ciencia ficción, posteriores al libro de 1966, conviven un interés marcado por autores heterodoxos y una mirada católica implícita que merodea su análisis.[xviii] En Idios Kosmos, sobre obra y vida del amigo de Boucher, Philip K. Dick [1928-1982], reconoce la dificultad de considerar el gnosticismo del escritor -crucial en su literatura- por convicciones religiosas. Afirma: “…su ´misticismo´ –herético, para un cristiano como yo- no convencía.”[xix] No es el único hereje que aborda. Atraviesan su camino el ´psicópata humanitario´ James G. Ballard [1930-2009] (El tiempo desolado, 1993), el misterioso Paul Linebarger [1913-1966], cuyo avatar de apellido ´Smith´ le permite escribir uno de sus mejores libros, Cordwainer Smith. El Señor de la Tarde [1984; 2011, reedición], recomendable para cualquier lector que desee profundizar en la polémica recogida por La Tecnarquía. La propuesta humanista de Linebarger frente al desarrollo tecnológico, sostiene la precisión de Capanna para recorrer ese universo literario que ya había sido poblado, para mediados de los años sesenta, con la figura de un joven hacker.[xx] La sinuosa deriva continúa con la reedición de El sentido de la ciencia-ficción, bajo el título Ciencia ficción. Utopía y mercado [2007] en el que aparecen indicios de un tardío reconocimiento a la influencia del ´esoterismo serio´ (hermetismo, gnosticismo) en la configuración del género. La conversión –a contramano de su homónimo de Tarso- culmina con Natura, ´libro de gran alcance, en el que trabajó más de veinte años “…porque apareció otro tema, que es relacionar tres líneas: la historia de las ciencias, de la filosofía y la historia esotérica… con la idea de Naturaleza”.[xxi] Desde inicios de la década del setenta –cuando comentaba en sordina que “…en el medio urbano de la tecnarquía, la naturaleza ha desaparecido del horizonte vital humano…”- al presente, Capanna retoma, para su reflexión filosófica, el esoterismo de los románticos cuyo ´amor hacia las praderas´ podrá haber sido cuestionable por afectado y negador, pero que instalaba, con cierta solvencia, la columna vertebral disidente frente a la tecnarquía.[xxii]

Entre tantas cosas, Capanna fue un pionero. El sentido de la ciencia-ficción es el primer ensayo sobre el asunto escrito en español. Fue uno de los primeros en interesarse por la peculiar obra conjetural de Cordwainer Smith. Su volumen sobre Dick es inaugural: “Inédito durante años, este texto hizo su aparición gracias a… los amigos de la revista Axxón… en forma de disquetes… Fue el primer libro de edición electrónica en el área hispanoamericana.”[xxiii] Y también abrió el juego con La Tecnarquía, denso, ecléctico y ambicioso proyecto filosófico que, a diferencia de los anteriores, ni reescribió, ni reeditó.

La Tecnarquía es el invisible epicentro de una historia de la reflexión sobre la técnica que, por estos lares, es necesario reconstruir –o que, tal vez, esté ya construida sobre la nada, al tener justamente, en el centro, a ese libro ignorado. De modo preliminar, puedo retornar a los inicios de esta retro-reseña y nombrar la obra de Ford y de Ferrer [xxiv]; entreverar a la literatura en el asunto y pasar por Ricardo Piglia y La ciudad ausente [1992], máquina macedoniana, y su novela neoludita El camino de Ida [2013] que conjuga terrorismo, críticas a la academia y al sistema industrial; retroceder hasta el anarco-esotérico Roberto Arlt –a quien Piglia conecta con Dick; nombrar a Borges, leído por Dick y por los estudiantes en los revueltos campus norteamericanos, un Borges incluido en El retorno de los brujos [1960] y salteado lector de Planète;[xxv] ir a Manuel Puig y su apocalíptico Pubis angelical. En definitiva, revisitar la heterodoxa ciencia ficción vernácula y retornar al prolífico autor y a sus cómplices en revistas como El Péndulo.[xxvi]

 

Nombré al actualísimo Ferrer. En estos días de fines de junio, se conoció la noticia del fallecimiento de Alvin Töffler autor de El shock del futuro [1970] (portador de la idea de ´hombre modular´ caracterizado por la alta adaptación a los cambios tecnológicos) y de La tercera ola [1980]. Capanna no lo cita en 1973 –en realidad, La Tecnarquía es de 1970 al igual que El shock del futuro-, pero sí en 1986, en una conferencia ante la grey católica        -“Crisis de la racionalidad. El discurso esquizoide del mundo postindustrial”- que podría ser parte de su saga filosófica y que insiste en la tendencia esquizo de la civilización industrial: “El contraste entre la racionalidad utilitaria que impera en la vida pública y la elección irracional de los valores privados produce un estilo de vida donde predominan la disociación, la fragmentación, la contradicción; en el plano de la salud mental, la esquizofrenia se convierte en la enfermedad del futuro.”[xxvii]

 

Transcurrieron más de diez años desde La Tecnarquía. Otras son las circunstancias. Si en 1973 la tapa de La Tecnarquía tenía compases, calibres y artes de medir frutas (técnica versus naturaleza), la tapa del folleto que incluye la conferencia muestra una computadora    –típica de los 80- que sostiene siluetas de personas, de una fábrica y de una probeta con un feto, como si fueran títeres. Los disidentes de la sociedad industrial, no son los hippies, sino una horda más disciplinada e igualmente juvenilista, la subcultura rock. En este estadio la industria cultural anestesia con su producto a las masas, y contagia los proyectos de gurúes tecnológicos, en 1970, adolescentes. Según Capanna, los fundadores de Apple Computer, [Stephen] Wozniak y [Steve] Jobs, fusionan “…sin solución de continuidad, el espíritu de empresa y el frío cálculo económico con la meditación Zen, el retiro en las montañas y la música de rock.” La post-tecnarquía es un entramado de tecno-empresarios, gobiernos y neohippies construyendo el universo de las nuevas tecnologías que, como ellos sabían, habría de acentuar la esquizofrenia (y, por ende, la dependencia).[xxviii]

Las décadas han pasado. Las discusiones continúan intactas. Las universidades embarulladas en su propia nada. (Algunas creen descubrir El Dorado con tecnologías libres y abiertas.) En una de esas catacumbas se cocina, mítico, Natura. Capanna no hace filosofía (¿quién sí?). Es un ensayista, crítico, divulgador con público fiel, nunca masivo. El libro de 1970-1973 conserva anécdotas todavía útiles, como un viejo manual. Semejante al artículo de 2008 centrado en Mumford y las máquinas, hay decenas.

Al límite del precipicio, recuerdo una nota dedicada a un neoanarquista, a un apocalíptico con toques mecanoclastas –Theodore Kaczynski, ´Unabomber´[xxix]– que criticó a la sociedad industrial, que habló de la adaptación y de la manipulación impulsadas por las ciencias (denominadas) humanas, que vio los primeros ciber-alambiques, que anduvo por campus disidentes, que se asqueó de la universidad, que se fue a las montañas, que mató a tres representantes sistémicos con ´carta-bombas´, que discutió con el izquierdismo, que fue acusado de esquizofrénico por sus consignas políticas; y que, a pesar de ese aire de familia teórico y temático, cuando la historia recayó en su pluma -“Unabomber, el aniquilador solitario”- Capanna, ingenuamente (o flojo de papeles o artero), se mofó del ´solterón paranoico´, hasta que el personaje le reclamó mayor seriedad y, entonces, tuvo que aceptar que “…algunos de los argumentos ´ambientalistas´ de [La sociedad industrial y su futuro del] Unabomber parecen razonables y uno hasta se animaría a suscribirlos. Las chispas de la locura están ocultas en el rescoldo y no es fácil descubrirlas en una lectura superficial.”[xxx]

Ese doble rasero da una idea de cómo a los disidentes, Capanna, los trataba de locos y les ofrecía luego la caridad, en este caso, una caridad entendible. La mirada del matemático sobre ecología y naturaleza no era tan delirante como decían. Crédulo, no improvisado, la pericia para detectar puntos de interés, en una lectura a desgano, coincidía con la empresa interpretativa marginal. Eran los primeros años del nuevo milenio. Capanna pulía la aún inédita Natura, brote del antiguo proyecto nacido en las entrañas del salvaje conurbano.

 

En 1973 Ferdydurke aparece como parodia del fascismo tecnólatra. En 1966 un fragmento de esa misma novela hace las veces de epígrafe: “…Mas posiblemente y en realidad casi ninguno de los oyentes quedó encantado. Es posible que si ellos no hubiesen sido enterados de que Chopin es un gran Genio y aquel pianista un Gran Pianista, habrían recibido lo cosa con menos encanto.” [Witold Gombrowicz, Ferdydurke] P. Capanna. El sentido de la ciencia-ficción. Capítulo II. “Introducción negativa”

 

That´s All Techno-Folks!

[i] Sobre Marcuse y los estudiantes universitarios ver La Tecnarquía (p. 235). Para acceder a una síntesis de la cuestión, pueden leer dos ensayos cercanos en el tiempo. Uno corresponde a Leslie Fiedler, “The New Mutants” [1965]; el otro, que dialoga con el anterior, es de Susan Sontag y se titula, “What´s Hapenning in America” [1966], editado en Estilos Radicales [1969], que plantea la negación juvenil de los anhelos fáusticos de la civilización industrial. Ambos reflexionan sobre la juventud y su conexión / desconexión al sistema, desde posturas disímiles. Me refiero a ese asunto en “Volver a narrar mitos. Posmodernismo, gender, ciencia ficción y una relectura de Pubis angelical”. En Mito y fantasía. Un corte de género, Editorial Biblos. https://ymeescribesparanoica.wordpress.com/puig-pubis-y-la-ciencia-ficcion-2011/

[ii] Cita, en ese pasaje, al historiador Arnold Toynbee [1889-1975] en la revista Life en español [1968].

[iii] El entramado militar-industrial estuvo a cargo de Vannevar Bush, amigo de Mumford.

[iv] Dice Patricio Silva en “Tecnocracia y Gobernabilidad Democrática en América Latina” [FLACSO, 2011] acerca de esa ríspida cuestión: “En el contexto latinoamericano, la imagen de una supuesta ´afinidad electiva´ entre tecnocracia y regímenes autoritarios se hizo patente durante las décadas de 60 y 70 al establecerse en los países del Cono Sur del continente una serie de regímenes ´burocrático-autoritarios´. En un trabajo seminal… Guillermo O’Donnell [1973] identificó a la tecnocracia civil como una de las principales aliadas de los militares en la coalición ´pro golpe´ y como figura clave en la ejecución de las políticas económicas de los regímenes militares.” www.plataformademocratica.org/Publicacoes/19466.pdf

[v] Capanna cita a Mumford en La Tecnarquía (p. 137) acerca de la relación entre instrumentos (masculinos) y material (femenino) que reciben la acción técnica, como por ejemplo, el arado y la tierra.

[vi] Existe una línea de análisis ´erotismo, placer, lo afrodisíaco, consumo, alienación, negación romántica, sexo como liberación´, en la sociedad industrial que no puedo resumir aquí.

[vii] Con Jacques Ellul recuerda la concepción de la magia como técnica arcaica (La Tecnarquía, p. 140).

[viii] De McLuhan cita Understanding Media [1964] (La Tecnarquía, p. 137).

[ix] Una de las utilidades de la filosofía en la tecnarquía es el entretenimiento y también apoyar el desarrollo de la cibernética (La Tecnarquía, p. 95 y p. 104).

[x] Minotauro Nº 1, 1964.

[xi] El sentido de la ciencia-ficción. Apartado, “Ciencia ficción y religión”.

[xii] En “Las editoriales pueden llegar a ponerse groseras” [2015] dice Capanna: “En lo que respecta a los cruces de géneros, la ciencia ficción se deja ver en los ejemplos y las notas; hasta hay un título (La Tecnarquía) que tomé de un cuento de Anthony Boucher.”

[xiii] La parapsicología estuvo asociada a experimentos con astronautas en el espacio exterior (La Tecnarquía, p. 89). La ciencia de las religiones acentúa la importancia de la mística, de la búsqueda de poderes para y por el individuo, en un contexto siempre tecnárquico (La Tecnarquía, p. 91).

[xiv] Para entender un poco más su mirada sobre el esoterismo, pueden leer esta entrevista, “Desde la cresta de la ola esotérica” [1991], por Alejandro Agostinelli  http://www.elojoesceptico.com.ar/revistas/eoe01/eoe0103 Es contemporánea a la publicación de Idios Kosmos en soporte digital por Revista Axxón.

[xv] Paolo Rossi en un texto de 1970 –“El proceso de Galilei en el siglo XX”- se refiere al tema. De este historiador de la ciencia, también italiano, Capanna cita Los filósofos y las máquinas (La Tecnarquía, p. 154).

[xvi] Tomo esos datos del artículo “Las máquinas…” [2008]. Me interesa conservar del artículo la siguiente información. Los ensayos de Mumford, desde Historia de las utopías (1922) hasta Apuntes del natural (1982), mantuvieron gran audiencia. Mumford influyó sobre E. F. Schumacher, el economista de los ´verdes´; sobre Herbert Marcuse, el filósofo de la izquierda sesentista; y sobre Marshall McLuhan, el profeta de los medios. Entre sus libros más conocidos, aparecen Técnica y civilización (1934) y El mito de la máquina (1970), última etapa en la que se puso pesimista y evocó una pesadilla de Leonardo Da Vinci para hacer sombríos pronósticos sobre el avance de la manipulación. Mumford prefería la palabra ´técnicas´ a ´tecnología´ porque pensaba que ésta era parte de la técnica, un concepto más amplio, que incluye arte, costumbres, juego e instituciones. Una de sus tesis más paradójicas es que hubo máquinas antes de que existieran la mecánica y la industria. Eran ´máquinas´ humanas compuestas por centenares de cuerpos que levantaron enormidades como las Pirámides egipcias, etc. La primera máquina de carne fue bélica: la falange, la centuria, el batallón o el regimiento eran sistemas mecánicos muy eficientes. De la máquina de combate nació la máquina de trabajo. A Mumford pertenecen ideas como que en la denominada era neotécnica, el automotor exige ´sacrificios rituales´: los accidentes de tránsito.

[xvii] Su conservadurismo está asociado al catolicismo, aunque perspectiva no supone la otra. Por la misma época en la que escribía La Tecnarquía, surgía en México, formado en la Iglesia Católica, el heterodoxo filósofo austríaco Ivan Illich [1926-2002]. Ni en 1970, cuando no se lo conocía en Argentina, ni después, si no me equivoco, Capanna cita a ese crítico radical del sistema industrial que siguió la línea gandhiana. La posición conservadora no es propia, entonces, del catolicismo sino de su ortodoxia. Aquellos que como Illich se corren hacia miradas heréticas convierten su paradigma teológico-filosófico en herramienta crítica.

[xviii] Aunque Capanna en 1966 no incluye en su análisis la ciencia ficción latinoamericana, es –para decirlo de forma tremendista- uno de los padres fundadores del silencio conspirativo sobre el hermetismo en el género en castellano. Su tesis de lectura asocia la ciencia ficción no a la concreta existencia de un elemento científico en la narración –cada época tiene su definición de cientificidad– sino a la coherencia con que son tratadas las hipótesis científicas, método que tiene su ´origen´ en la época de la Revolución Industrial. Esta relativización abre, de modo indirecto, las puertas a las heterodoxias, pero ese es otro tema.

[xix] Idios Kosmos, 1995, p. 136.

[xx] Esta reseña se desprende de un texto previo, centrado en la operación de Capanna para leer / inventar ´Cordwainer Smith´, reconstrucción en la que también incide la religión (“Los Señores de la Tarde y la ciencia ficción hermética latinoamericana”). Capanna disminuye la importancia del esoterismo y afianza el catolicismo. Si se repone el esoterismo (gnosticismo) en Linebarger, la obra de su avatar Cordwainer Smith adquiere asombrosa semejanza con la de Borges cuyo relato “Utopía de un hombre que está cansado” [El libro de arena, 1975] es una síntesis microscópica de la ficción cordwaineriana. Hasta donde sé, es la primera vez que se establece esa relación. ¿Corolario? Leer desde la heterodoxia modifica el sentido del género.

[xxi] “Pablo Capanna, el exégeta” [21/07/2009]. Columna ´Trama secreta´. En Literatura prospectiva. Miradas al futuro desde la literatura. http://www.literaturaprospectiva.com/?p=1972

[xxii] Martin Heidegger es fundamental en esta historia por sus reflexiones en torno de la técnica y el ser humano, y por sus discípulos. Hans Jonas [1903-1993], investigador principal del gnosticismo en tanto filosofía, fue uno de ellos. Jonas hace el camino inverso al de Capanna. Comienza por el gnosticismo –La religión gnóstica [1958]- y arriba a la ecología. De 1979 es El principio responsabilidad [Das Prinzip Verantwortung] que sigue la línea gnóstica de la conflictiva relación ´hombre y naturaleza´ indagando en las implicancias éticas del uso de la tecnología. Toma de Ernst Bloch la idea del ´principio esperanza´ -importante, por otro lado, en la crítica de ciencia ficción- y lo convierte en el ´principio de responsabilidad´ centrado en una ética para la civilización tecnológica. Señala que, en el estado actual de cosas, el uso de la tecnología en ´la ciudad universal´ -una segunda naturaleza- debe atender a principios éticos. Sorprende la intención análoga de ambos críticos –apuntar a los principios– aunque trabajen con paradigmas opuestos. A partir de Heidegger y Jonas se avanza hacia la ciencia ficción heterodoxa. Jonas influye en el afamado crítico literario Harold Bloom y éste en su discípulo Frank McConnell, crítico estadounidense que, en 1982, comienza a desandar el camino que lo lleva a definir en 1994 a la ciencia ficción, ´gnosticismo tecnológico´.

[xxiii] Idios Kosmos, 1995, p. 6

[xxiv] A modo de apuntes. Es posible mencionar a Daniel Cabrera. Lo tecnológico y lo imaginario. Las nuevas tecnologías como creencias y esperanzas colectivas [Biblos, 2006] y a Esteban Magnani, Tensión en la red. Libertad y control en la era digital [2014]; y agregar de Aníbal Ford, Desde la orilla de la ciencia: Ensayos sobre identidad, cultura y territorio [Puntosur, 1987] y Navegaciones: comunicación, cultura y crisis [Amorrortu, 1994]. Alrededor de Capanna aparecen figuras como Leonardo Moledo y Ángel Faretta (con su ´concepto del cine´). De reciente aparición es Cuando la ciencia despertaba fantasías. Prensa, literatura y ocultismo en la Argentina de entresiglos [Siglo XXI, 2015] de Soledad Quereilhac.

[xxv] La mirada de Borges sobre la civilización técnica está esbozada en “Utopía de un hombre que está cansado” [El libro de arena, 1975], híbrido entre la ciencia ficción, el gnosticismo y el anarquismo, que revisa cómo serán los hombres del futuro, en consonancia con el esoterismo de Planète. Esa fusión anarquismo / mística se asemeja al anarco-primitivismo y, en mi caso, la denomino anarco-gnosticismo. Esta variante, en Argentina, puede encontrarse en radicales disidentes ciberculturales como Fabián Polosecki. Sobre esto https://ymeescribesparanoica.wordpress.com/2014/11/15/fabian-polosecki-mistica-y-anarquismo/

[xxvi] A esta tradición me refiero en Mil años de ciencia ficción hermética latinoamericana [1492-2500] En tres episodios: Borges, la conspiración; Sor Juana y Antônio Vieira, íntimos herejes; Bizarros profetas ciberculturales. [Tesis de maestría, 2014] http://repositorio.unesp.br/handle/11449/122239 Quien desee leer sobre Capanna / heterodoxos / revista El Péndulo, le recomiendo dos textos de Luciana Martínez. “Políticas de traducción y publicación en la revista El Péndulo”. Actas del II Congreso Internacional Cuestiones críticas. Rosario, 2009; y “Mario Levrero: parapsicología, literatura y trance”. II Coloquio Internacional ´Escrituras del yo´. Rosario, 2010. Agradezco a Luciana Martínez su comentario que disparó el interrogante sobre qué hay escrito acerca de ´la reflexión sobre la técnica´ en Argentina.

[xxvii] ´¿Adveniente cultura?´. CELAM. Consejo Episcopal Latinoamericano. Seminario Buenos Aires. Abril de 1986 (p. 31-53).

[xxviii] Coinciden ese diagnóstico católico y las afirmaciones, también de 1986, de un personaje del mundillo del rock local, formado en filosofía, que, en una entrevista a una revista contracultural, habla del ´modelo imperial-maffioso´ en el que ´las corporaciones gobiernan a través de la tecnocracia´ con ´la ciencia y la tecnología como religión´ y con el psicópata como el tipo humano del siglo XXI. Su análisis de la sociedad industrial es preciso, aunque su paradigma atrase remitiendo a la conquista del espacio, fogoneada durante la Guerra Fría. Capanna se interesaba por la ´aventura espacial´ en La Tecnarquía (p. 46-47) quince años antes. Ver, entonces, Carlos Solari. “Los psicópatas serán los hombres del siglo XXI”. Entrevista a cargo de Enrique Symns, Cerdos & Peces, #7, 12/1986 https://ymeescribesparanoica.wordpress.com/2016/05/11/indio-solari-los-psicopatas-seran-los-hombres-del-siglo-xxi/

[xxix] Modelo de Thomas Munk, ´Recycler´, en El camino de Ida de Piglia. Aquí se cruza también Polosecki como uno de los primeros mártires ciberculturales en Argentina. El otro gran disidente de los medios de comunicación ajusticiado, Rodolfo Walsh, sucedió en el mundo de los matones parapoliciales.

[xxx] Capítulo “Armas de destrucción masiva”, pp. 155-156, del libro Conspiraciones. Guía de delirios posmodernos [2009]. Fuente probable: “Los aniquiladores solitarios. Del Unabomber a los sobres de ántrax”. 02/02/2002. ´Futuro´, Página/12. http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/futuro/13-35-2002-02-02.html Más sobre Kaczynski en https://ymeescribesparanoica.wordpress.com/2015/05/04/kaczynski-contra-la-militancia/

 

Escribe Roberto Lépori

Roberto Lépori [Córdoba, 1976]

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Barro Sublevado

Literatura y política son ejes inseparables en la obra de Perlongher. Su compromiso político se refleja en su obra literaria y en sus artículos relacionados a problemáticas ignoradas como, por ejemplo, la prostitución masculina o la situación de los homosexuales en el contexto de la pandemia de Sida. En este texto Ignacio Marcora recorre tanto los subterfugios de Perlongher como los de Osvaldo Lamborghini, otro escritor que le dió forma a los márgenes de los años ochenta. Ilustra Mariano Lucano. 

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