Leer es un proceso histórico, Marta Ledri lo desanda recorriendo disonancias clásicas, mitológicas y bíblicas bajo una femenina luz moderna. Ilustra Mariano Lucano.
Entre el tiempo del autor y el tiempo del lector puede existir una distancia temporal importante además de la espacial. Es el que lee quien camina hacia el autor cargado de todos los prejuicios de su época y la lectura la realiza con la lupa de su tiempo. Olvida la mayoría de las veces que bajo la piel ”del autor de papel” existe un sujeto histórico permeable a otros discursos. Bajtín explica que en cualquier texto “resuenan los ecos” de otras voces, se adivinan otros fenotextos que han precedido la creación. Todo es eslabón. Leer es entrar a un túnel y cuánto más provistos estemos más rápida será la luz que avizoraremos de la salida. Un túnel transformador.
Me pregunto: ¿Cómo se leerá dentro de un tiempo el versículo Génesis 3, 12? “La mujer que Tú me diste, ella me dio del árbol” ¿Adán usa a Eva como escudo? ¿Hay falta de responsabilidad y abandono de su mujer? El Paraíso terrenal es impoluto. Adán ha dado su costilla para de Yavé cree a Eva. Solo existe una prohibición: “nunca comer los frutos del Árbol del Bien y del Mal”. Desde tiempos ancestrales el mal ha elegido diversos animales para ser representado. En el texto judaico es la serpiente la que cede su cuerpo al demonio. La mujer, ávida de conocimientos es tentada. Quiere saber más allá de los límites de su finitud e invita a Adán que no se resiste. Comen — imagino— desnudos y enamorados, del fruto, mirándose a los ojos, limpiándose el jugo que chorrea de sus bocas. Nunca han sido más felices. Sin embargo, Adán se atemoriza, se acobarda cuando el rostro de Dios los interroga. Teme al juicio y al castigo. No duda en culpar a la mujer. La deja sola frente al rostro instigador. Él cometió la misma acción, solo que le faltó coraje para arrancar la fruta. Eva es la madre primera que nos lega la desmesura y el valor para soportar las consecuencias de nuestras debilidades. De su descendencia todos somos Caín. Llevamos la marca y el nomadismo. Leer es también la trashumancia y una cicatriz que nos identifica.
En el marco de la literatura maravillosa que ha alimentado muchas infancias, actualmente: ¿cómo se leerá que el príncipe se acercó a la bella Blancanieves en su ataúd de cristal y la llevó como un objeto precioso con el consentimiento de los enanos guardianes hacia su castillo? La durmiente está cosificada a los ojos del príncipe y aunque gracias a un tropiezo de uno de los corceles, la falsa muerta despide el trozo de manzana envenenada y despierta, ella está desconcertada. ¿Cuántos hombres han decidido por ella mientras estaba bajo el poder del narcótico?,¿qué han hecho con su cuerpo durante su inconsciencia?
“Entonces dijo a los enanos:
-Dénme ese ataúd; les daré lo que quieran a cambio.
-No lo daríamos por todo el oro del mundo -respondieron los enanos.
-En ese caso -replicó el príncipe- regálenmelo pues no puedo vivir sin ver a Blancanieves. La hon-raré, la estimaré como a lo que más quiero en el mundo.
Al oírlo hablar de este modo los enanos tuvieron piedad de él y le dieron el ataúd.”
Los hermanos Grimm, Blancanieves.
Dentro de las mismas coordenadas mágicas encontramos a Aurora, La Bella durmiente, condenada por una maldición a la punzante aguja que solo le traerá desdichas. Lo fálico sobrevuela su infancia y se clava en su carne adolescente. Pierde su vida durante una centuria. “¡Morir…, dormir! ¡dormir!… ¡tal vez soñar!” ( creo que no resulta disparatada citar a Hamlet. Esta misma frase hubiera podido expresar la princesa). Duerme la agresión de la que ha sido víctima. ¿Tiene derecho el príncipe extranjero a besarla sin su autorización? , ¿se aprovecha de la vulnerabilidad de la joven?, ¿vale la pena una corona si estás princesas deben soportar un “dulce patriarcado”?, ¿querrán ir montadas detrás del jinete o preferirían tomar las bridas , cabalgar a su propio ritmo y construir su propio castillo?.
“Entonces avanzó aún más, y todo estaba tan silencioso que un respiro podía oírse, y por fin llegó hasta la torre y abrió la puerta del pequeño cuarto donde Aurora estaba dormida. Ahí yacía, tan hermosa que él no podía mirar para otro lado, entonces se detuvo y la besó. Pero tan pronto la besó, Aurora.abrió sus ojos y despertó (…)”Los hermanos Grimm, La Bella durmiente.
¿Cómo será visto el príncipe danés, Hamlet, creado por W. Shakespeare que agrede verbalmente a Ofelia, la enloquece y la induce al suicidio? Hamlet la desprecia, la utiliza a su antojo, la degrada. Es lacerante con sus contestaciones. “Fragilidad tienes nombre de mujer”, “Vete a un convento”. ¿De qué vale llorar en su entierro? Pero también su propio padre Polonio y el rey asesino la utilizan como señuelo para investigar al príncipe y cuánto sabe del magnicidio. Desdichada Ofelia. Empujada al suicidio, manipulada psicológicamente( ¿psicopateada?). Es una flor flotante en un escenario político turbio de intereses machistas. ¿Y Desdémona? Hasta no hace mucho, la crítica se apiadaba del celoso Otelo, víctima de las intrigas de Yago. ¿Ahora? ¿Tenía derecho a asfixiarla solo por creer en rumores? La llama prostituta, la veja, la mata. ¿Hoy, esto es leído como un acto de violencia de género? Claramente es un femicidio. Pero la tragedia se escribió en el S. XVII y no podemos olvidar las ideas culturales que constelaban en la Modernidad. Ideas de hombres lúcidos. Enaltecidos.
“— Desdémona: ¡Ay, le han traicionado y estoy perdida!
— Otelo: ¡Fuera de aquí, ramera! ¡Le lloras en mi cara!
— Desdémona: ¡Oh, desterradme, mi señor, pero no me matéis!
— Otelo: ¡Abajo, ramera!”
Si hay una obra que cierra el medioevo y se abre como una flor ávida de nuevos tiempos en la larga y religiosa literatura española es La Celestina del Bachiller Fernando de Rojas. Esta novela dramática en la cual la voz del narrador se halla ausente, nos muestra en acción a tres personajes enredados en un juego desenfrenado de pasiones. La vieja buhonera e intermediaria en amores contacta al inestable Calixto con la dulce Melibea. Enhebra en la trama, el mal y sus deseos de ganancia. Teje como araña venenosa, su ardid. Lejos de ella la sororidad. Priman sus ambiciones y el voyerismo que le recuerda su vida promiscua junto a la madre de Pármeno, Claudina, condenada a la hoguera por la Inquisición.
¿Calixto abusa de la inocencia de Melibea? En el segundo encuentro la viola , la maltrata, la lastima. El desfloramiento ya ha ocurrido en el jardín. Después, el interés por el objeto deseado (Melibea) se ha ido apagando en el joven. Ante los reproches de la adolescente, él osa compararla con una gallina a la que hay que desplumar para luego comerla.
Burda es la respuesta ante el débil enojo de la joven.
«Señora, el que quiere comer ave, quita primero las plumas«.
La aventura del deseo ilícito se adivina y si la azarosa muerte de Calixto no hubiera truncado los secretos encuentros, el lector podría aventurar que Calixto pronto hubiera abandonado a Melibea con su doncellez arruinada para pena de sus padres y deshonra de los tiempos. Calixto ignora el amor cortés. No sabe escuchar el “No es No”.
La cava Florinda, personaje de El ciclo de romances españoles del Rey don Rodrigo, recopilados por don Ramón Menéndez Pidal, fue a dormir la siesta con el rey, ¿por qué escribe una carta a Ceupta donde se encuentra su padre, don Julián, denunciando el abuso al que fue sometida? ¿Hubo fuerza o condescendencia? Las dudas sobrevuelan en el túnel de la lectura poético-narrativa que fluye por los octosílabos. Ambiguo el proceder de la Cava y caprichosa la conducta del joven rey. El hedonismo, la fuerza de los miembros, la sensualidad cortesana sirven de marco para este fatal encuentro que intenta explicar literariamente la caída de la España visigoda en poder de los árabes. Algo similar ya había creado Homero en La Ilíada con la semidiosa Helena y su rapto para narrar la caída de Ilión bajo el ejército aqueo. ¿Es siempre la mujer motivo de caída?, ¿por qué se ha acuñado este tópico literario para simbolizar el fin de los imperios?, ¿ hay un relato viril que intenta poner de manifiesto la diabólica naturaleza femenina?, ¿tan poderoso e irresistible es el cuerpo de una mujer? En el túnel de la lectura nos topamos con una falsa salida que nos hace sonreír, cuestionar o enfurecer.
Si dicen quién de los dos
La mayor culpa ha tenido,
Digan los hombres la Cava
Y las mujeres, Rodrigo
Menéndez Pidal, Flor nueva de Romances viejos
Juan Pablo Castel mata a María Iribarne y la crítica se inclina hacia el problema de la incomunicación del personaje. María hasta solía resultar antipática a una franja de lectores apiadados por el neurótico pintor. María tuvo la inexorable suerte de encontrarse con el artista enajenado y haber prestado atención a esa ventana que actúa como puesta en abismo de toda la novela. Ella no transita un túnel, vive a cielo abierto. Es la necesidad de Castel la que le crea un destino similar al de él, la convierte en su “alter ego”. ¿Cómo leeremos y juzgaremos ahora a El túnel?, ¿se puede seguir argumentando a favor de la celotipia y de la neurosis epistemológica del personaje? ,¿quién defiende a María?
“A veces volvía a ser piedra negra y entonces yo no sabía qué pasaba del otro lado, qué era de ella en esos intervalos anónimos, qué extraños sucesos acontecían; y hasta pensaba que en esos momentos su rostro cambiaba y que una mueca de burla lo deformaba y que quizá había risas cruzadas con otro y que toda la historia de los pasadizos era una ridícula invención o creencia mía y que en todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío, el túnel en que había transcurrido mi infancia, mi juventud, toda mi vida. Y en uno de esos trozos transparentes del muro de piedra yo había visto a esta muchacha y había creído ingenuamente que venía por otro túnel paralelo al mío, cuando en realidad pertenecía al ancho mundo, al mundo sin límites de los que no viven en túneles; y quizá se había acercado por curiosidad a una de mis extrañas ventanas y había entrevisto el espectáculo de mi insalvable soledad.
(…)
Yo no decía nada. Hermosos sentimientos y sombrías ideas daban vueltas en mi cabeza, mientras oía su voz, su maravillosa voz. Fui cayendo en una especie de encantamiento. La caída del sol iba encendiendo una fundición gigantesca entre las nubes del poniente. Sentí que ese momento mágico no se volvería a repetir nunca. -Nunca más, nunca más- pensé, mientras empecé a experimentar el vértigo del acantilado y a pensar qué fácil sería arrastrarla al abismo, conmigo. »
Sabato, Ernesto, El túnel
¿Gustav Aschenbach acosa al joven Tadzio con su permanente mirada? Nada hace sospechar que que esta mirada incomode al bello efebo. ¿Cómo leeremos ahora Muerte en Venecia de Thomas Mann?, ¿cómo un artista alienado por Dionisos o cómo un pervertido? En nombre de Eros esconde su verdadera inclinación sexual. No se atreve a revelarse ante sí mismo que toda su vida ha sido una dura fachada construida para sus lectores. Lejos de la fría Alemania, junto a un mar cálido, laxo, distendido, olvida la hoja en blanco y puede escuchar su inconsciente que gana la batalla contra su yo. Una tensión dolorosa para el escritor que teme a la implacable condena prejuiciosa de una sociedad a la que le resulta inaceptable que el moralista, el guía de la juventud, sea homosexual. El túnel nos abre, hoy, otra puerta que escapa de la lucha báquica-apolínea y nos conduce al orgullo de ser quien se es.
Sonia prostituida por su madrastra es el personaje redentor. Es la Magdalena evangélica que salvará a Rodion Raskolnikov. Sin embargo el orgulloso estudiante la maltrata ¿Seguiremos leyendo Crimen y Castigo de Fedor Dostoievski como una novela hacia la libertad y la aceptación de que el hombre extraordinario no existe o también veremos la violencia de género? No se puede negar la piadosa mirada del narrador sobre este personaje, pero la vergüenza la persigue pues porta la cartilla roja, la “letra escarlata” en San Petersburgo. Una sociedad con un dedo que enjuicia y que no se hace cargo de las consecuencias que generan la pobreza y las desigualdades estructurales. El hombre del subsuelo sabe que la revolución se acerca. En los túneles de la plebe germina el estallido social.
En el universo de Borges aparecen La Lujanera, Hombre de la esquina rosada, Juliana, La intrusa, Emma Zunz, Emma Zunz… Quedan estos nombres en el túnel de lectura. Puertas o senderos por transitar, invitaciones para leer desde nuevos contextos e interpelar desde nuestro hic et nunc (aquí y ahora).
“Ahí la tenés a la Juliana; si la querés, usala.»
Borges, J.L., ”La intrusa”
El énfasis está en el lector y es él con su historia a cuestas quien decidirá cómo leer estos clásicos. No sabemos cómo saldrá de esos túneles que nos ofrece la lectura. Lo cierto que cuando halle la salida ya no será el mismo.
Un exquisito recorrido a través de la literatura transitado la imagen de la mujer que la pluma de los escritores nos han regalado, una increible interpretacion, perfecta, que nace de la sabiduria de quien ha estudiado y perfeccionado su arte. Vapuleada, señalada, manoseada, ultrajada, apropiada, acallada ¿La mujer, frágil, el género débil? Para nada, teniendo en cuenta la fortaleza de un útero que puede parir hijos pero también ideas y enarbolar banderas por las que no están, por las que permanecen en silencio o las que fueron silenciadas y por todas las generaciones venideras.
Gracias. Un túnel infinito. La lectura es una viaje que nos lleva al vientre de la ballena.