María del Rosario Andrada, a propósito de la publicación de Wanaku (Editorial Lisboa), poemario íntimamente relacionado con la mitología calchaquí, Augusto Munaro realizó esta entrevista. Con respecto a su poesía, la región de los Andes está presente en su poética a través de un notable lirismo vinculado al mito de esas tierras, donde el hombre es una más de las criaturas del continente americano. Así, Andrada hace trascender con sentimiento y belleza el misterio del paisaje de su Catamarca natal. Dibujo Mariano Lucano.
-¿Por qué el título del libro, Wanaku?
-Wanaku es guanaco en quichua. Se dice que es el animal que precedió a la llama, vicuña y alpaca. Se extendió por todo el continente sudamericano, es un símbolo de la cultura andina. Me pareció importante rescatar ese lenguaje.
-¿En qué centraste la mirada para este libro?
-En mis viajes por distintos países, cuya raíz indígena son comunes a mis ancestros, en la altura como una constante, en la multiplicidad de voces, la comunión, los rituales y la búsqueda de una identidad que nos contenga.
-¿Cómo concebiste el tono y qué función cumple en el poemario?
-Es una cosmovisión, el hombre está estrechamente relacionado con la naturaleza en un todo. El tono es la tristeza, los páramos, la soledad de un paraíso, el despojo y el olvido.
-En “La lluvia caía sobre Cuzco”, hay versos allí, particularmente significativos en torno a la idea de alumbramiento. ¿Podrías referirte a la historia de ese poema?
-Cuando visité Cuzco lloviznaba, ahí conjugué la parición de una llama de la cual fui testigo en la zona de Antofagasta de la Sierra en mi provincia, a 3.400 metros de altura y, en el armado del poema llegó de repente esta visión de la vida y la muerte.
-La tuya, es una poética ligada al paisaje y al mito de esas tierras, las del norte. ¿Qué importancia tiene el lugar geográfico en tu decir?
-Es muy importante para mí, porque me rodean montañas, y en el límite con la cordillera hacía el noroeste se divisan los salares, flamencos, garzas rosadas, volcanes y montes conocidos como los seismiles porque superan los 6.000 metros de altura. Un paisaje alucinante, como el balcón del Monte Pissis a 4.800 metros de altura (cordillera de los Andes) donde se avistan las Lagunas Verde, Azul, Negra, Los Aparejos y Las Tres Quebradas y que tuve la suerte de explorar.
-Por cierto, me gustaría, en lo posible, te refieras a la intención cosmogónica con que se construye tu poética.
-La cosmogonía como principio generador de la vida, como el elemento integrador de todas las historias que la conforman. Por cierto, el lugar geográfico es el centro gravitacional de Wanaku, está relacionado con la mitología calchaquí. En mis últimas obras “Huayrapuca, la madre del viento”, “Suri, patitas largas” son deidades de esa cultura, Huayrapuca que se transforma en madre e hijo a la vez, es andrógino, es serpiente y también viento rojo. Animales que se encuentran en las piezas arqueológicas de las distintas culturas del Noroeste.
-Sería interesante conocer tus inicios, María. Jorge Calvetti solía decir que su biografía estaba compuesta por tres palabras: “nací en Jujuy”. Nada de fechas, trabajos, obras ni premios. Haber nacido en Jujuy significaba para él lo más importante de su vida. ¿Qué significa para vos Catamarca?
-Tuve la suerte de conocer a ese extraordinario poeta Jorge Calvetti. Catamarca, es el lugar donde reposa mi vida, son los mitos, la cultura ancestral y el lenguaje de un paisaje sostenido por leyendas.
-¿Cómo fueron tus orígenes familiares y cuales fueron tus primeras lecturas?
-En el poema “Venus atrapa moscas” de Wanaku describo a mi abuela: “Ella venía/ con la silla de mimbre a cuestas/ y un libro de la colección Leyendas Peuser/ esa fue mi primera sala de cine/ yo proyectaba Anahí/ quemándose en la hoguera/ al cacique/ y al viento zonda…” Eso sucedía, era real, yo tenía cinco o seis años. Luego llegaron a mis manos Robinson Crusoe, Simbad el Marino, Las Mil y Una Noches, La Ilíada, La Odisea (de colección Atlántida juvenil) que mi padre compraba, amén de la mitología egipcia que me fascinaba.
-¿Cuáles fueron los poetas argentinos que hoy considerarías cruciales para tu formación como lectora y como poeta?
-Poetas argentinos como; Leopoldo Lugones, Francisco Madariaga, Enrique Molina, Raúl Araóz Anzoátegui, Olga Orozco, Diana Bellessi, Joaquín Giannuzzi, Amelia Biagioni.
-Según tu criterio, ¿qué tiene de universal la poesía gestada en el noroeste argentino?
-La autenticidad con que se escribe, no son retratos traídos del vacío y la imponente naturaleza que devela nuestros orígenes.
-¿Cómo surge el poema?, ¿cómo es el trabajo hasta llegar a la versión definitiva?
-Generalmente, es una idea que me asalta día y noche, una turbación, una obsesión, por esos mis libros tienen una temática que se pliega en cada texto. Escribo algo y, luego con los días, aparecen otras ideas y sin darme cuenta estoy en el medio de una historia reveladora.
-¿Qué obsesiones te llevan a escribir, Rosario?
-Menos mal que las obsesiones son por épocas. Me persigue el génesis, la infancia, el despojo de tierras y de agua, la contaminación como la tropelía de un destino feroz. También lugares, su geografía y los mitos con que se construye nuestra historia.
-La tuya, es una poética alejada de blanduras sentimentales y, a la vez, de crípticas o áridas intelectualizaciones. ¿La transparencia linda con la verdad?
-No siempre la transparencia linda con la verdad, en lo posible expongo lo que veo y siento, es la realidad de mi yo, que no deja de ser una percepción.
-¿Se puede escribir al margen del ambiente poético?
-Sí, yo no estoy alineada ni sigo los dictados del ambiente poético, manejo la poesía con libertad absoluta y con la temática que arrebata mis sueños.
-¿Para un poeta la única muerte es el olvido?
-No creo que sea así, uno muere a cada rato, son muertes invisibles, paralizan el alma aunque el corazón siga latiendo despacito.
-¿Cuánto hay de tu vida en tus poemas? Pienso también en tu trabajo. ¿Cómo se llevan la abogada y el poeta?
-Trabajo intensamente con mi profesión y, obviamente es un factor limitante en la literatura. No obstante, sigo escribiendo y leyendo, soy apasionada en lo que hago, lo disfruto mucho. En los cuentos se percibe algo de mi profesión, por ejemplo; Las tres caras de la herejía, un libro cuya temática es la Inquisición.
-Por último, Rosario ¿Qué decimos cuando decimos poesía?
-Digo vértigo, alucinación y libertad. Es la pulsión que oxigena mi vida.
Rosario Andrada (Catamarca, 1954), es poeta y narradora y la autora de Uvas del invierno (1978), Casa olvidada (1982), Tatuaron los pájaros (1987), Anuín y los senderos del fuego (1992); Los cánticos de Otmerón (1998); Profanación en las alturas (2004); El último resplandor (2007); Los señores del Jaguar (2011); Huayrapuca, la madre del viento (2014), y Suri patitas largas (2015). Su poesía ha sido parcialmente traducida al inglés y al alemán. Asimismo, fue incluida en distintas antologías de su país y del extranjero.