Extraño El Aura, esa intención, ese espacio cinematográfico, fallida o no, qué me importa, ¡como la extraño! Película rara, jodida, de carácter seco y pocas palabras. La película respiraba amor (del verdadero) por el cine. Esto no quiere decir que otro cine, que ama otra cosa no logre ser hermoso e incluso genial. Pero amor, amor en serio, amor verdadero, amor jodido por el cine. De esa madera estaba hecha El Aura. Y no se puede definir con palabras, sólo con cine, voy escribir sobre el tema de jodido que soy nomás.
La película de Martín Hodara respira el mismo amor que respiraba El Aura. Es raro hablar de amor y de cariño en un clima tan violento, tan árido para la naturaleza humana, como el que presentan estas películas. El amor tiene todos los colores; los más oscuros también. El primer plano define el territorio, unos lobos lamen la nieve, suponemos que lamen sangre. Silencio, solo se escucha la saliva desplazada por la lengua. El lengüetazo familiar de un perro se vuelve tierno y siniestro.
La nieve cae y cambia la acústica, todo suena distinto. Separado, alejado, pasos que rompen galletitas de frío y miedo. Nenes caminan armados por el bosque. Corte a Marcos, el personaje que interpreta Leo Sbaraglia, adulto, acariciándose con su mujer, está llegando a ese clima, a ese territorio, dando por sentado que no tendrá problemas, que es sólo un trámite. Llega a un lugar de nieve y distancias. Un territorio tan indefinido que no pareciera ser parte de la Patagonia argentina sino más allá de todo, dónde sólo el cine puede encontrarlo.
La construcción de este tipo de lugares, estos lugares que son casi fenómeno natural, es propia del cine porque no hay forma de emularla. No hay nada más cinematográfico que aquello que se denomina clima. Repito lo aclarado al comenzar esta nota, se puede hacer muy buen cine sin tener clima, se puede hacer muy buen cine de mil maneras diferentes. Pero esta es una nota sobre el jodido amor al cine.
El amor al cine no tiene nada que ver con la ternura. Comencemos por ahí. O, al menos, este amor al cine no tiene nada que ver con la ternura. Este amor al cine es un amor sufrido, que se ha curtido con historias y secretos. En esta forma del amor al cine hay silencios que son monstruos, noches a plena luz del día. En el amor al cine, en esta forma que toma el amor al cine lo que se ama son los monstruos de la mente.
Llegan a la casa de Salvador, un personaje hostil, oculto en el corazón de la película. Laura abre una tranquera y las montañas se despliegan detrás suyo. La belleza de Laia Costa (la actriz que interpreta a Laura) y el paisaje imponente son una trompada descalificadora a nivel imagen a todo formato menor. Estamos en tierra de nadie: Una belleza salvaje.
Salvador, el personaje interpretado por Darín es un ser oscuro que vive internado en su cabaña por un pasado difícil de olvidar. A su alrededor lo ominoso es tan palpable que casi preferiríamos evitarlo. Ahí acompañamos a Marcos en su cobardía. El personaje interpretado por Sbaraglia llega para resolver un asunto familiar y no quiere encontrarse con Salvador. La película nos lleva del hocico a conocer a Darin. ¿Saben qué es eso? Eso es cine.
El carácter manipulador, casi totalitario del cine, establecido desde el momento en el que entramos en una sala (no podremos hacer zapping), ese espacio al que accedemos voluntariamente y nos lleva del pescuezo a conocer una parte de la naturaleza humana que nuestra puta corrección política nos conmina a evitar. Eso es cine: justifica el medio de forma plena. Andá a decirle a Salvador, a explicarle qué es el cine. Salvador vive y respira cine.
Bien, con el medio justificado ¿Dónde aparece el amor? Los personajes son parcos, hostiles, en el caso de Marcos incluso pusilánimes. Hay un trasfondo materialista, un lugar común de quién se acerca superficialmente, desde la corrección política, a aquél ser que se ha a apartado del mundo para ser él. Eso que se llama cine, eso es Salvador, ese es el personaje que interpreta Darín.
Hace poco un periodista le dijo a Darín que hacía siempre de Darín, a lo que Darín contestó que ser uno mismo haciendo diferentes personajes es dificilísimo. Esta respuesta nace de su cohesión artística. Darín es cine y respira cine porque puede hacerlo. Comencé esta nota hablando del amor al cine y ahora hablo de respirar cine, expresiones que pecan de facilistas. Es mejor entender que corresponden a la naturaleza del medio, estas ideas son propias del cine y se definen en el cine.
Si adopto ideas del medio para “bajarlas” a estas palabras es porque necesito hablar de la honestidad y de lo que significa ser uno mismo, en cualquier arte. Es lo más complejo y más difícil que puede haber. Esto que suena sencillo es casi una pretensión. Este es el giro que le da Darín a la frase del periodista, introduce un concepto detrás de su laburo y eso no es casualidad, forma parte de sus años de carrera y la cantidad de personajes que ha interpretado.
Esos personajes que siempre fueron Darín, fueron jodidos, criminales, padres de familia, ermitaños, valientes, chantas y honestos. Quizás el detalle más cómico o tragi-cómico de aquél chanta que interpretó en Nueve reinas es que siendo un chanta profesional lograba transmitir honestidad. Era un chanta que honestamente creía en su oficio de embaucador.
La dificultad de ser uno mismo podría definirse de esta manera. Cualquiera que haya pisado las tablas o haya tenido que actuar frente a cámara sabe que la situación es diferente. Pesa la mirada de los otros, se endurece el gesto, se pretende hallar algo estilizado y eso suena forzado. Cualquiera, consciente de sí mismo, o que luego ve una grabación de sí mismo actuando, nota eso y le genera rechazo. Puede suceder que un buen actor sienta rechazo ante una buena actuación de sí mismo: se conoce tanto que siente que pudo haberla hecho mejor y que resultó forzada.
Todos sabemos que si nos relajamos todo es natural pero de la teoría a la práctica hay un recorrido que suele ser infinito. Encarar este camino y sobrevivir puede llamarse talento y toma muchísimo trabajo. Autocrítica, corrección, autoconsciencia y perseverancia. Lo llamamos talento porque la palabra simplifica esfuerzos y proyecciones. La ilusión del talento, como se suele interpretar, está vinculada con aquellos que tienen facilidad. Muchas veces quienes tienen facilidad no tienen ganas de hacer el laburo antes mencionado. Se contentan con ser mejores que el resto, saben que poder llegar a ser si mismos es algo muy sutil, algo reservado para los espectadores detallistas que suelen ser una minoría y «de eso no se vive».
En el trazo grueso de lo popular, el trabajo de Darín es una caricia. La caricia implícita es el laburo detallista: buscarse a sí mismo en ese personaje y ganar honestidad en la interpretación. Se percibe a toda escala, es una sensación determinada: Haga el personaje que haga, queremos escuchar y, sobre todo, queremos entender a Darín. Esta película, en su corazón narrativo, no solo nos presenta a Salvador, sino a Darín: Un Darín determinado, parco, obtuso, traumado, encerrado en sí mismo, violento y ermitaño. Su mirada está llena de misterios. Lo sobrevuelan todos los fantasmas del cine y de la noche. A mi lado, un pibe que mira la película toma la mano de su compañera y le besa los dedos. Ella deja su mano laxa, mirando la misma pantalla, el mismo final.
Epate Lucas:
Me gustó mucho la nota (lo que no quiere decir que acuerde en todo). A diferencia de algunas otras cosas que te he leído (hace ya un tiempo), me queda perfectamente claro el concepto que pretendés expresar, y con ese concepto general, si estoy de acuerdo). Y debo (quiero) decir que (humildemente) tu estilo no tiene nada que envidiarle al de cualquiera de las «plumas» mainstream (¿se escribe así?) que se publican en La Nación y Perfil (y no pongo Clarin para no bajarte el precio).
Dicho esto, ahora me asalta el temor de que puedas tomar mi comentario como algo negativo («¿Estaré perdiendo el «don»?», podrías preguntarte, atribulado).
Me veo entonces en la obligación de aclarar: amo el mainstream (o cómo sea que se escriba). Soy un fundamentalista del mainstream. No hay nada que me importe menos que los benditos «poetas malditos», o cualquier tipo de «antisistemidad»…. : El comentario sobre tu nota tuvo la mas clara, franca y definitiva intención laudatoria.
Abrazo