Retrato: Mariano Lucano

“No hay algo así como una novela bien hecha, solo maneras de aferrarse a las cosas”

Noah Cicero nació en 1980 en Ohio, Estados Unidos y escribe ficción. Fue parte de la comunidad alt-lit. En esta entrevista, conversamos sobre las alegrías y las dificultades de escribir.

 

¿Tenías una fantasía sobre la escritura antes de empezar a escribir?

Pensé que iba a ser como los Beatniks, o Ezra Pound, o incluso como Oscar Wilde, pero terminé siendo yo mismo.

Esa fantasía, si la tuviste, ¿cómo se relaciona con escribir de verdad?

La fantasía no existe. Tenés que soñar despierto con el libro en tu cabeza y después escribir lo que está en tu cabeza lo mejor que puedas. Tenés que empezar y terminar un libro, y esto lo tenés que hacer muchas veces. No es fácil para la mayoría de la gente. A los veinte, conocí a otros escritores jóvenes: escribieron un libro, el libro se publicó. La gente habló del libro y después esa persona se fue e hizo otras cosas.

¿Hay algo salvador en la escritura? Alguna gente dice que escribir los ayuda o que ayuda a otros.

Creo que escribir me ayudó, pero no creo que las estadísticas muestren que leer y escribir mejoran la vida de las personas. No creo que “escribir” deba ser la primera opción terapéutica de nadie, leer quizá, pero no escribir. Recomendaría comer sano o salir a caminar antes que escribir.

¿Hay algo egoísta en escribir? Alguna gente dice que escribir es algo que se hace por placer.

Creo, y está bien si pensás que estoy equivocado, no me voy a matar por esta opinión, que todo el mundo disimula el tamaño de su vanidad y al mismo tiempo solo alimentamos la máquina de la vanidad. Me gusta el acto de escribir, pero también me gusta el reconocimiento. Prefiero el reconocimiento positivo antes que personas hablando mal de mí. Sé que cuando escribo tengo una sensación celebratoria, pero no creo que esto sea egoísta, estoy haciendo algo para otros. Se escriben libros para otros, todo el mundo sabe eso, ¿no?

¿Alguna vez te sentiste deprimido o eufórico mientras escribías?

Habitualmente, me siento eufórico. Lloré muchas veces mientras escribía.

¿Pensás que podrías vivir sin escribir? ¿Tenés planes de parar algún día? Si pararas, ¿qué harías?

No tengo que escribir ficción o poesía para vivir, escribo mucho en el trabajo y estoy escribiendo esta entrevista ahora y las dos cosas me hacen sentir bien. Alguien me dijo en marzo del año pasado que vivía solo para escribir, que su vida estaba llena de ARTE y CREACIÓN. No le creí, sentí que solo estaba tratando de justificar su vida de mierda. En realidad, creo que esta persona solo se metió en la literatura porque lo acercaba a gente rica y eso lo hacía sentir importante.

No tengo estos problemas. Trabajo con abogados y con inmigrantes, con frecuencia tenemos eventos con políticos y con jueces. Termino en habitaciones con gente poderosa e importante todo el tiempo. Estoy en esas habitaciones porque yo también soy importante y poderoso, a mi manera. No necesito que otra gente me haga sentir importante, yo soy importante.

¿Es satisfactorio “ser un escritor”?

Sí, desde que publiqué mi primer libro en 2003, conocí un montón de buena gente, viajé por todo el mundo y realmente la pasé muy bien. La razón por la que la pasé muy bien es porque: 1. nunca me sentí celoso de escritores más exitosos, los escuché y les hice preguntas, elegí aprender de ellos; y 2. no le fijé una meta a mi carrera literaria, no exigí que saliera de cierta manera. Mucha gente, no solo escritores, se consumen en pensar qué es lo que otros tienen y ellos no. Eso no te ayuda a terminar un libro, no te ayuda a disfrutar y aprender de las cosas que pasan a tu alrededor.

En tu caso, ¿ser un escritor es un trabajo solitario o social?

La soledad del escritor es, probablemente, lo que detuvo a mis amigos de cuando tenía veinte y que escribieron un solo libro bueno. La mayoría de la gente, con independencia de la cultura a la que pertenezca, no quiere estar sola. La mayoría de la gente quiere tener un compañero. Aunque sea para tratar a ese compañero como si fuera una mierda, quieren un compañero y, además, hay muchos que quieren ser tratados como la mierda. A menos que seas rico, escribir un libro es un sacrificio enorme para la persona promedio.

 

Ilustración Lucía Harari

¿Cuándo/cómo sabés que algo que estás escribiendo está terminado?

Es un hecho que la mejor escena de tu libro no va a estar al final, así que no importa cómo el libro termine. Con Give it to the Grand Canyon, no sé cómo llegué a la escena final. Creo que no existía ninguna manera satisfactoria de terminar el libro, pero el libro se termina y el final es ese.

¿Qué pensás de “corregir/pulir” lo que escribís una vez que terminás el borrador?

Está bien, pero preferiría que lo hiciera un corrector profesional.

¿Qué pensás de que te corrijan otros (editores)?

Para que un libro se edite, necesita un editor. Ellos pagan la imprenta, así que es lógico que tengan voz y voto sobre el producto final.

¿Te gusta hablar de tu propia obra y de escribir?

Me gusta bastante.

¿Hay cosas que disfrutes escribir y cosas que odies escribir (como debe haber cosas que disfrutes y odies leer)?

Las cosas que publiqué disfruté escribirlas. No me gusta escribir artículos académicos o periodísticos. Pero me gusta escribir cosas legales. Realmente disfruto armar oraciones complejas con el fin de crear un significado exacto que no pueda ser malinterpretado.

¿Cómo se relaciona tu escritura con tu experiencia del mundo?

El estudio de la escritura me hizo más difícil relacionarme con los demás. Años de estudiar a la gente, de mirarla de cerca, pueden llevarte a conclusiones perturbadoras. Esto también me llevó a ayudar a abogados en focus-groups, selección de jurados y juicios, porque soy capaz de acceder a una oscuridad y una belleza que la mayor parte de la gente no está dispuesta a mirar. Muchas veces, cuando estoy hablando con otros, quiero que paren, sé que son unos mentirosos. Mucha gente que me encuentro, gente con cero curiosidad, no los quiero cerca. Me gusta cuando las personas están calladas o no puedo escucharlas hablar, me gusta ver a la gente en recitales, en bares, a la mañana en Starbucks. Me parece que las personas son mejores que sus palabras. No juzgo a la gente por lo que dicen, sino por cómo lo dicen y por cómo viven.

¿Te parece que se les paga suficiente a los escritores? ¿Deberían ganar más/menos?

No puedo imaginarme haciendo la cantidad suficiente de plata para vivir de mis libros. Jesús dijo que les daría de comer a los pájaros. Siempre creí en eso.

¿La mayoría de tus amigos son escritores?

Hasta los 32 más o menos, casi todos mis amigos eran escritores, ahora ya no están. Mi mejor amigo varón que no vive en los Estados Unidos es traductor y algo así como un escritor. Él es mi amigo. Pero las personas que están en mi vida en este momento no son escritores, no me relaciono más con ellos. Mis amigos son: mujeres, una enfermera, una arquitecta de jardines paisajísticos, empleados de estudio jurídico, militantes a favor de la inmigración y abogados. No sé a dónde se fue todo el mundo, pero creo que es mi culpa.

¿Alguna vez saliste con una escritora?

Salí con una poeta de España y otra poeta de Argentina.

Tuiteaste: “Quiero decir cosas realmente dolorosas sobre cómo construir una carrera literaria así las personas pueden terminar sus libros y sentirse satisfechas con lo que hicieron”. ¿De qué cosas dolorosas querías hablar exactamente?

De que es necesario aceptar las propias limitaciones. Es necesario darse cuenta temprano de lo que uno es capaz y de la relación entre lo que uno hace y la literatura de la época y del país donde uno vive. Crecí entre gente de la clase obrera, que hablaban en su propio dialecto, un dialecto que yo mismo hablo y que no se traduce en una literatura que pueda ser leída masivamente. Una novela no es como cantar o como un ejercicio matemático, los cantantes son suertudos: si podés pegarle a las notas exactas, todo el mundo dice “Sí, muy bien”. Un matemático solamente tiene que encontrar las respuestas correctas y todo el mundo dice “Sí, muy bien”. El dialecto de una novela es cultural, la manera en que escribimos contiene nuestros sentimientos políticos/religiosos/clasistas/raciales/de-género, nos guste o no. La novela es un medio extraño, no existía hasta hace 200 años. Una novela es una persona cualquiera hablando entre 12 y 50 horas sin parar. Y sabemos lo que es escuchar a alguien hablar: escuchamos sus prejuicios, lo que no saben que saben, lo que seleccionan como importante y lo que no seleccionan como importante. Instantáneamente, obtenemos una impresión de esa persona y decidimos, inconscientemente, si nos provoca entusiasmo o si nos parece ok o si estamos en contra, si somos más altos o más bajos que esa persona, un sinfín de impresiones ocurre en segundos de conocer a alguien y escuchar su comunicación verbal. Esto es muy diferente de otras áreas del quehacer humano. Si un ingeniero diseña un microondas, la única pregunta es si funciona o no. Si una enfermera trata una herida, si la herida está sanando o no. Si un violinista toca a Bach, si tocó la pieza completamente o si hay algo personal en la manera en que la pieza fue tocada. Una novela es como entrar directamente a la locura de otro. Alguien me dijo en una librería una vez que una novela no es sino una manera de “agarrarse a algo”. Estoy de acuerdo con esa persona, porque si no entendés las novelas como un “agarrarse a algo”, son solo fracasos. No hay algo así como una novela bien hecha, solo maneras de aferrarse a las cosas.

Básicamente, igual, si escribís una novela coherente, en la que el quién, el cuándo, el dónde y el por qué estén bien manejados, alguien la va a publicar. No la van a publicar porque sea “buena”, sino porque se identifica con sus sentimientos personales. Cuando me di cuenta de eso, publicar se volvió más fácil. Me di cuenta de que no tenía que ser un buen escritor. Solo tenía que encontrar gente con sentimientos que los orientaran a publicar y leer mi libro.

Los grandes conceptos universales ya han sido tratados, Dostoievski y Dickens los escribieron casi todos, ahora leemos sus libros como grandes mitologías de la Revolución Industrial. Para escribir un libro, ahora, tenés que encontrar un espacio pequeño de la actividad humana que no haya sido escrito todavía. Juliet the Maniac de Juliet Escoria es un buen ejemplo. El libro es sobre una adolescente bipolar en los 90’, la escritura es coherente y tiene sentido. No hubo ningún libro así en el mercado, pero el asunto es que, sin importan cuán bien esté escrito el libro, no va a ser Crimen y Castigo. Juliet the Maniac va a interpelar a los que conocen a alguien con trastorno bipolar, a los que sienten nostalgia por los 90’ y eso es todo. No va a convertirse en un gran libro que entre en el mythos del mundo como Les Miserables o Huckeberry Finn.

¿Cuál es la parte más tediosa de hacer carrera de escritor? ¿Cuál es la parte más divertida?

La parte más tediosa es autopublicitarte. La mejor es conocer gente autopublicitándote.

Si tuvieras que cambiar alguna cosa sobre la industria de la escritura/literatura, ¿qué cambiarías?

Yo soy la industria de la escritura.

¿Qué pensás hacer ahora?

No sé. Quiero hacer algo nuevo. Bipolar Cowboy, Nature Documentary, Buddha book and Grand Canyon son como una tetralogía. Esa parte de mi vida se terminó. Como dijo Beckett: “algo está tomando su curso”. Tengo que resolver algo, creo que voy a ser capaz de hacerlo muy pronto. Después de que eso esté resuelto, pienso que voy a estar en un nuevo momento de mi vida y se va a derivar nueva literatura de esa etapa.

 

 

 

 

Escribe Juan Agustín Otero

Nació en 1995 en la Ciudad de Buenos Aires. Colabora en varios medios gráficos y digitales con notas y ensayos sobre literatura. Actualmente, es editor en Revista Colofón. Un cuento suyo fue premiado por la Bienal de Arte Joven de Buenos Aires (2017) y editado en la antología "Raros peinados nuevos" de Eterna Cadencia. Otro cuento suyo fue seleccionado para integrar la antología de Audiocuentos de la Nueva Narrativa Argentina (2017).

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