Nocturno

Formas de la posesión son indagadas en este cuento de Orlando Espósito ilustrado por Tano Rios Coronelli.

Como todas las tardes, Agustina siente que se acelera su pulso. Sucede cuando cae el sol detrás del barranco de la otra orilla del río. Sabe que la noche sobrevendrá de pronto precedida por la banda mas clara en el cielo, que ella vislumbra a través de la filigrana de las ramazones peladas de los álamos.

El invierno acorta el día y alarga las penurias. Durante la noche llegan visitantes que ella no quiere recibir. Hay uno en especial que le provoca un miedo que no puede controlar. Lo reconoce cuando entra y se arrima a la cabecera. No lo ve, pero puede sentir el olor del agua de la laguna, materia en descomposición, el frío, la oscuridad de ese ser.

Afuera impera el silencio del campo, nada se mueve. Noche cerrada de nubes bajas, sin luna ni estrellas. No hay aleteos de garzas ni balidos de terneros. Silencio negro, pesado; un manto que va cayendo con la helada. Los perros no ladran porque el ser tiene el olor del agua de la laguna. Allí todo huele igual. Tierra, musgo, hojarasca, barro, líquido. Y también el viento. 

El visitante ronda alrededor del rostro de Agustina. Percibe su frío cerca de la oreja mientras los latidos enloquecen. Quiere entrar en su cabeza. Es viscoso, tiene algo de babosa, de lombriz roja, de gusano blanco. Ahora está en la proximidad de los orificios nasales. No hace ruido. Ni siquiera la roza, pero ella sabe que está allí y la busca. Sabe que es una entidad de la noche y que viene por ella.

En el camastro de al lado la hermana duerme con una respiración pareja, tranquila. No entiende por qué razón ese ser la busca a ella y a nadie mas en la casa. No puede comprender por qué fue elegida. Lo único que sabe es que la domina un miedo que no puede controlar, quiere gritar, saltar de la cama y correr, escapar. Pero el visitante la inmoviliza. Los músculos de las piernas no le responden, tiene la garganta tan apretada que no puede emitir un sonido, no puede soltar ese alarido que la aturde dentro de la cabeza pero que no logra abrirse paso.

Ahora siente el contacto acuoso, repugnante, en una de las fosas de la nariz. Es un frío como de hielo blando que va trepando por la cavidad nasal hacia los senos frontales. Tiene náuseas, arcadas que mueren en el esófago paralizado impidiendo el vómito. El mucílago avanza, perfora la primera capa de la corteza del cerebro. Asco, no dolor. Se expande hacia arriba en busca de las oquedades, las cavernas de la masa encefálica. Filtra hacia abajo, inunda la garganta y sigue.

Las piernas de Agustina se sacuden, convulsiona. La columna se arquea tanto que solo apoyan los talones y hombros. Quiere que esa noche termine. Sabe que nadie va a venir en su ayuda, inútil esperar que alguien llegue. Está sola encerrada en su cuerpo dominado por esa entidad sin nombre pero que conoce, que llega implacable cuando cae la noche sin luna y sin estrellas. El pozo negro y estrecho del sueño malo. Maldito sueño que la destruye, la agota y la deja sin fuerzas y sin habla. Sueño perro, sueño oscuro, que la aparta del mundo en las horas del día para mantenerla a merced del visitante.

Mañana espera poder controlar las piernas para levantarse y caminar antes de que el ser la domine. Va a tener cuidado de no hacer ruido para no despertar a nadie de la familia y poder salir al campo. Entonces se meterá dentro de la acequia entre las hileras de álamos deshojados, caminará con el agua hasta las pantorrillas, pisará el barro helado del fondo y avanzará hacia el río.

El rocío tiende el manto blanco de la escarcha. La cobija fría de la muerte. Agustina la siente sobre su piel. Camina con las manos extendidas en un vano intento de protección. Las ramas laceran sus brazos y piernas, las mejillas, la frente. Llega a la orilla del río. Paso a paso va hacia la corriente, donde es mas profundo. Deja que el agua la arrastre sin oponer resistencia, sin dar una brazada. Está en paz, feliz. El ser maligno dejará de atormentarla. 

Escribe Orlando Espósito

Orlando Espósito nació en Banfield, provincia de Buenos Aires, en 1946. Es padre de cuatro hijos. Fue fotógrafo, librero, distribuidor de maquinaria para la industria gráfica y gerente comercial en empresas de desarrollo de software desde que esta industria dio los primeros pasos. Durante años se ocupó de la explotación de una granja ganadera situada cerca de Fuerte San Javier, en la Patagonia Norte. Viajero, apasionado por las letras desde su adolescencia, hoy vive en Buenos Aires y se dedica de lleno a escribir.

3 Comentarios

  1. En este cuento:Nocturno de Orlando, una vez mas, hace sentir tan vívido el relato, que se transforma escalofriante!!! Yo tuve hasta sensaciones fisicas de asco, repugnancia. En esa posesión se encuentran reflejados todos nuestros propios demonios de los cuales a veces no podemos deshacernos.Me encantó.

    • Que capacidad tiene Orlando de atraparnos en la lectura! Su narrativa nos lleva a entrar en la partitura del cuento, a acelerar la lectura. Vamos leyendo más y más rápido por la angustia suscitada y terminamos como la protagonista, con el pulso acelerado y el monstruo adentro!
      Bravo!!

  2. Ruth Hernández Boscán

    Que capacidad tiene Orlando de atraparnos en la lectura! Su narrativa nos lleva a entrar en la partitura del cuento, a acelerar la lectura. Vamos leyendo más y más rápido por la angustia suscitada y terminamos como la protagonista, con el pulso acelerado y el monstruo adentro!
    Bravo!!

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