Este año se cumplen cien años del estreno de la película de origen alemán, Nosferatu, en esta nota analizamos algunos elementos del filme, que también funcionan como excusa para hablar sobre un tópico mitológico ineludible: el vampirismo. Escribe Gabriela Puente e ilustra José Bejarano.
Nosferatu, quizás la palabra no te suene, como el grito nocturno de un pájaro de mal agüero.
Nosferatu, 1922.
Cine y vampirismo
La figura del vampiro existió en diversas mitologías del mundo, el paradigma eslavo es quizás el más conocido ya que llega hasta nosotros a través de diferentes versiones cinematográficas. El cine y el género vampírico suelen llevarse bien, en el año 1896, se proyectó la película La mansión del diablo, que fue considerada la primera película de vampiros. Es interesante destacar la precocidad de la figura del vampiro en el cine, ya que este filme se estrenó tan sólo un año después de la primera proyección cinematográfica de la Historia, ocurrida en 1895; e incluso antes de que Bram Stoker publicara su novela, Drácula, en 1897.
Por su parte, la película Nosferatu, una de las máximas representantes del expresionismo alemán, fue estrenada hace un siglo, en el año 1922, bajo la dirección de Friedrich Wilhelm Murnau. La historia está basada en la novela de Bram Stoker, pero el director elige titular el filme con el nombre eslavo para evitar conflictos de derechos de autor con la viuda de Stoker, quien finalmente, luego del estreno, consiguió una orden judicial para destruir toda copia y negativo del filme, algunas de ellas se salvaron de la aniquilación simplemente porque habían sido exportadas al extranjero.
Yendo aún más lejos, la propia película se enmarca en una leyenda siniestra, que vincula al protagonista, Max Schreck, con un antiguo linaje vampírico, la película del año 2000, La sombra del vampiro, protagonizada por Willem Dafoe y John Malkovich, hace eco de estos rumores.
Incluso en fechas más recientes, en el año 2015, para ser exactos, un fatídico episodio revivifica la leyenda, el cráneo de Murnau, el ya mencionado director de Nosferatu, fue reportado desaparecido, abonando la teoría de que la decapitación es la única forma de matar a un no muerto.
El filme tuvo su remake en el año 1979, dirigida por Werner Herzog y protagonizada por Klaus Kinski e Isabelle Adjani. Se rumorea que Robert Eggers, el director de El Faro, hará una nueva remake próximamente con Anya Taylor Joy como la protagonista femenina.
Revenants y muertos inquietos
Los vampiros entran dentro de una categoría más amplia: la de los no muertos. Actualmente tomó relevancia un término francés, revenant, para referirse a éstos. Un revenant es un aparecido, un muerto que regresa porque nunca se fue de manera cabal.
Relatos sobre estas almas existen desde tiempos inmemoriales. Ya en la Grecia arcaica, Homero, en el canto XI de la Odisea, sitúa a Ulises en las puertas del Hades, donde se encuentra con el alma de Elpénor, quien no podía ingresar a las estancias del Inframundo por yacer su cadáver insepulto.
En esa época, circa siglo VII A. C., los magos griegos hacían diversas invocaciones a los muertos, sobre todo aquellos que se hallaban aun cerca del mundo de los vivos, como los llamados ataphoi quienes por morir de alguna manera específica (en un naufragio, ajusticiados por reos, etc.) no fueron inhumados correctamente, los biaoiothanatoi que sufrieron una muerte violenta y los aoroi y eitheoi, muertos prematuros, como niños, mujeres solteras o fallecidas antes de tener descendencia (Cfr. AA.VV., 2011: 96).
Un animal sediento de sangre
Puede que el vampiro ya no sea humano, pero quizás siga siendo animal. Vaciado de consciencia, mantiene, sin embargo, sus apetitos carnales intactos; su sed de sangre es prueba de ello.
Emparentado con la licantropía, el vampirismo existe allí en la frontera con la animalidad, según algunos autores es una característica definitoria del vampiro su capacidad de metamorfosearse en algún animal considerado maligno como lobos, murciélagos, insectos y demás, lo cual indicaría una relación con el antiguo chamanismo eslavo (Cfr., Morales y Sardiñas, 2008: 10). En la mitología latina, se los vinculaba estrechamente con las strigae, mujeres roba cadáveres, semejantes a las aves carroñeras y a las harpías, cuyo nombre proviene de los fuertes chillidos que producían. Recordemos que también Nosferatu es caracterizado como un estridente pájaro de mal agüero.
Vampirismo, contaminación y contagio
La asociación entre el vampirismo y el contagio es de larga data, aparece incluso en la nomenclatura del vampiro: el vampir eslavo tiene una etimología cercana al serbio vukodlak, que significa inmundicia y peste. Por su parte el término nosferatu proviene del griego nosophoro, es decir, portador de enfermedad (Cfr., Morales y Sardiñas, 2008: 9).
La película Nosferatu del año 1979 es fiel a este concepto. Desahuciada por la peste, la gente comienza a realizar banquetes en la calle. La cercanía de la muerte permite el goce melancólico, pero a la vez desaforado. Varios comensales toman su última cena en medio de una proliferación de ratas y ataúdes, disfrutando de cada uno de los últimos instantes de vitalidad.
Todo esto recuerda un fenómeno llamado coreomanía. Durante el siglo XIV, la peste negra diezmó a la población europea. Fue en las postrimerías de la peste que el altísimo estrés social se exorcizó por medio de larguísimas jornadas de populosas danzas, en las que los cuerpos se contorneaban y convulsionaban al son de la música.
Incluso la muerte, durante la peste negra, fue representada, en las célebres danzas macabras, como un esqueleto que encabezaba una ronda de bailarines pertenecientes a todas las clases sociales, franjas etarias y géneros; poniendo así en evidencia el poder igualador de la muerte; la referencia al Séptimo sello de Ingmar Bergman es en este punto ineludible.
El erotismo y la muerte convivían estrechamente. El vampirismo, como la peste, la danza y el deseo, se contagia de manera imparable.
El otro no muerto, zombificación y vampirismo
Otro vector de comercio y contagio entre los vivos y los muertos, por lo menos en el cine, es la figura del zombie. Éste más moderno, o incluso posmoderno si se quiere, se diferencia del vampiro en que está vaciado de todo ímpetu romántico que como un halo envuelve al vampiro cinematográfico.
No hay, no puede haber, un zombie protagonista; jamás un muerto viviente ostentará el atractivo de personajes como Drácula, el oscuro erotismo de la condesa sangrienta o la sensualidad de las vampiresas de la pantalla grande. La zombificación anula la individualidad y sólo queda la masa amorfa e indiferenciada.
El zombie no deja de reproducir un tipo de estado que se halla en el límite entre la vida y la muerte, sin posibilidad de alma ni resurrección. Se transforma en el emblema de la falta de sentido y ausencia de todo intento de racionalidad individual o colectiva; su existencia, vaciada de todo lo humano, remite a una reproducción sin otro fin que la reproducción misma, lo cual se evidencia en la dispersión descontrolada del virus.
Sin la posibilidad de la instancia colectiva de apropiación, que quedaba representada, entre otras cosas, por las danzas a las que nos referimos más arriba, la muerte deviene mecánica.
A diferencia de la masa indiferenciada de zombies tecno-científicos modernos, la antigua figura del vampiro sigue reteniendo aun después de la muerte una cierta memoria de lo que fue, es decir, conserva alguna parte de su identidad y sigue perseverando en su ser en reclamo de la vida y sangre que le fueron negadas.
Bibliografía
AA. VV. (2011). Conversaciones con la muerte, diálogos del hombre con el más allá desde la antigüedad hasta la Edad Media, Madrid: Consejo superior de investigaciones científicas.
Aparisi, Carme Agustí y Lorca Rodriguez, Emilio Ángel. (2017). “Calmet los enterrados vivos y los falsos muertos: aportaciones a la creación literaria del vampiro” en Revista de Humanidades, 32, p. 101-124. ISSN 1130-5029.
Groom, Nick. (2020). El vampiro, Madrid: Desperta Ferro.
Morales, Ana María y Sardiñas, José Miguel. (2008). Turba nocturna, D. F.: Fondo Nacional para la Cultura y las Artes.
Penrose, Valentine. (2019). La condesa sangrienta, Buenos Aires: Interzona.
Pizarnik Alejandra. (2014). “La condesa sangrienta” en Prosa completa, Barcelona: Lumen.
Stoker, Bram. (2005). Drácula, Buenos Aires: Gárgola.
Nosferatu online
Película 1922: https://www.youtube.com/watch?v=uUueCDfJShg
Remake de 1979: https://www.youtube.com/watch?v=7-9RAMx-WjQ