María Lublin escribe este primer texto sobre la palabra del mes.
¿Cuál, dirían ustedes, que es el principio, si alguien se los preguntara? Seguramente responderían relacionándolo con aquello que tienen en mente, como quien ve un cartel sobre una puerta, que dice “aquí no es” y sigue su camino tratando de encontrar la que andaba buscando. La mente es maravillosa. Entonces, si estamos pensando en lo mismo, deberíamos poder discutir acerca del principio del desastre. Aunque seguramente, al escuchar esta pregunta completa: ¿Cuál fue el principio del desastre?, ya estamos de acuerdo en una de tres cosas: Que estamos comenzando a transitar algo, que estamos en medio de algo o llegando al final de algo. Y también coincidiremos en que ese “algo”, que hoy sentimos como desastre, empezó alguna vez, como las ondas que se forman en el agua cuando se tira una piedra. La génesis brevísima e incisiva, como la mordida de un gusano hasta llegar a la semilla, que se introduce en el corazón y crece con él a medida que late. Es probable que yo esté pensando en un desastre particular y ustedes en otro: no importa. Lo que interesa son los principios de cada uno. Tal como recuerdo el cuento de Yasunari Kawabata, “Los huesos de Dios”, la sensación de tristeza extiende sus alas pegajosas sobre la podredumbre.