La creación artística lidia con el caos, está en contacto y le da forma a lo que nos excede. Lidia con el conflicto, lidia con los problemas y hay problemas que se mantienen, inmanentes. Lucas Iranzi analiza el estilo del escritor Thomas Pynchon y en cómo el cineasta Paul Thomas Anderson encaró una llamativa adaptación. La nota tiene imágenes promocionales de la propia película y un dibujo de María Lublin.
Si no hay conflicto es como si nada sucediera. Los programas de chimentos buscan los conflictos, los noticieros buscan los conflictos, incluso en la charla de café se busca algún conflicto. Entre amigos se llama «chicana», entre desconocidos «provocación». Incluso entre adaptaciones y originales hay conflictos. Incluyendo a las traducciones: hermosas formas de hacer paisajear una idea al compás de otro lenguaje. Si vemos una novela llevada al cine, lo que vemos es la película a secas. La historia que se cuenta es esa combinación entre imágenes y sonidos de la que somos testigos. Sólo quien leyó la novela, quizás vea algo más: una comparación y un conflicto entre las formas.
A veces se usan palabras como «mejor» o «peor» para camuflar lo que no es una competencia sino una bienvenida perversión. La historia que conocemos fue coloreada en nuestro imaginario y ahora vemos a un extraño -el director de la adaptación- jugando con personajes a los que les dedicamos horas. Vemos al extraño dándoles un cuerpo, una voz. La cantidad de tiempo y la atención que exige un libro es mucho mayor que la que le damos a una película. Es otro tipo de relación. Me doy cuenta cuando veo una película en la tele que ya vi y que ya consideré mala desde todo punto de vista, y me quedo mirándola, porque tiene algo. Algo interesante. en cambio cuando me cruzo con un libro que leí y desestimé, difícilmente le dedique las horas proporcionales en cuanto a la trama para ver si hay otro encanto que pasó desapercibido.
Neoliberalismo vs. Kirchnerismo. Batman vs. Superman. Inclusivos vs. Exclusivos. Es un buen momento para presentarlo todo como un enfrentamiento. Me toca presentar a los contrincantes: Por un lado el escritor Thomas Pynchon, por el otro el director Paul Thomas Anderson.
Al escritor Thomas Pynchon lo definen como exponente de algo llamado posmodernismo maximalista, en otras palabras: polireferente de amplio espectro. Sus tramas son complejas, su estilo también lo es y lo más complejo es ir siguiéndole el rastro. Nos introducimos en la imaginación de los personajes con facilidad y esta ficción personal, nacida en la mente de los protagonistas puede modificar algo de la realidad. Interactuar con ella. Esto le permite al escritor hacer juegos metafóricos dentro de un impulso narrativo. Genera todo tipo de conflictos y los resuelve haciendo uso de recursos que quizás Tarantino haya podido graficar mejor que nadie. Hablamos de cortes de una violencia irrisoria, muertes tempranas, malos entendidos con el agregado de organizaciones inmensas moviéndose en las sombras. Me remito a una cita de Ricardo Piglia en relación a Los Sorias de Alberto Laiseca porque entiendo que lateralmente define como configura Pynchon sus historias:
La novela se construye desde el delirio, no tiene el delirio solo como tema (y en esto Laiseca se aleja de Arlt y se acerca a Bernhard y a Pynchon). La ficción es un relato que intenta comprender el universo del que trata de huir. Pero a diferencia del criterio naturalista que motiva la conciencia fracturada del que narra (Faulkner hace hablar a un idiota en The sound and the fury, Joyce hace que Molly esté semidormida para justificar su uso del lenguaje en el monólogo final de Ulysses), el narrador Laiseca ve al mundo como un complot destinado a destruirlo y no hay ninguna justificación (psiquiátrica, onírica o mística) para ese vértigo verbal y esa visión alucinada de la realidad.
Quisiera agregar algo que noté llegando a la mitad de Los Sorias. Si bien Piglia grafica una gran realidad atemorizante que sobrevuela, Personaje Laiseca, una suerte de protagonista, entra en el juego como victimario en varios pasajes, como si se fuera contagiando de un mundo que interpreta no sólo como un complot sino como un mosaico de complots, donde, con las herramientas indicadas, podés armar tu propio complot. El diálogo de Laiseca con el primer mundo se vuelve indispensable para sobrevivir en una estética superpoblada de elementos de poder. Los acontecimientos de Rusia y Norteamérica son referidos de diversas maneras como poderes en las sombras, en otros mundo de relativa influencia sobre el mundo que describe.
Pynchon, más cerca del corazón del imperio, investiga el caos e ilumina ciertos monstruos que él ve en un momento determinado de la historia y que proyecta en el tiempo. Hay una lectura poco inocente en relación a ciertas circunstancias. En la mayoría de las novelas del escritor norteamericano se toma una situación histórica para decir algo sobre la actualidad. El recorrido es marginal porque piensa que el presente se cristaliza en todos los fragmentos que componen la realidad: la ley de la calle, las rutas del dinero, corrupciones y mafias secretas, entretejidas entre militantes peleando por causas olvidadas. Más allá de las clases sociales y la situación que estén transitando, más allá de que muchos de sus personajes aparenten ser grandes Lebowskis – personajes desarmados por una vaga depresión – la mayoría tiene cierta metodología y cierta precisión en sus lecturas del presente.
Inherent Vice (Puro vicio) se publicó un año después de la crisis financiera del 2008. Crisis generada por la burbuja del mercado inmobiliario. La novela se ubica en los 70 y narra cómo el estado confabula con un empresario inmobiliario, mientras nuestros protagonistas se disputan una participación en esta manipulación.
Inherent Vice – Puro Vicio – Vicio propio
Teniendo en cuenta esta máquina metafórica, marca de la casa del novelista, hago un paréntesis antes de presentar al director que adaptó su novela. Inherent Vice es un término legal que en español se conoce como Vicio redhibitorio:
(…) considerándose tales los defectos que hacen a la cosa impropia para su destino por razones estructurales o funcionales, o disminuyen su utilidad a tal extremo que, de haberlos conocido, el adquirente no la habría adquirido, o su contraprestación hubiese sido significativamente menor.
Cada vez que abrimos un libro de Pynchon traducido al español nos encontramos con las palabras propias del traductor. El argot se corresponde con su región y con su actualidad. El problema en este caso es que Pynchon trabaja no sólo la sonoridad sino también las circunstancias propias de la región. En sus palabras:
Como soy del norte, lo que oía como acento meridional era, en realidad, ese acento militar uniforme y poco más. Imaginaba que había oído pronunciar a civiles oo por ow en las tierras bajas costeras de Virginia, pero no sabía que en distintas zonas del sur real o civil, incluso en diferentes partes de Virginia, la gente hablaba con una amplia gama de acentos muy distintos.
Este es el vicio redhibitorio que tendrá toda aproximación a una traducción. Los personajes pueden estar graficando cuestiones regionales y/o raciales propias de la cultura norteamericana sin que ni siquiera lo sospechemos. Tema no menor teniendo en cuenta que una de las temáticas de su obra es el racismo.
Volviendo al vicio en sí, quizás sea de las pocas veces que un término legal pueda decir tanto sobre las realidades que elegimos/compramos una y otra vez. En este caso en particular lamento comentarles que Pynchon eligió hablar del amor y para hacerlo eligió un género: el policial negro.
Y en esta otra esquina, el director.
La tarea del cineasta consiste en darle cuerpo a las palabras, transmutarlas en imágenes y sonidos, es un trabajo en donde el espacio-tiempo se distorsiona queriendo emular una atmósfera que se ha configurado entre miles de lectores. En este caso, Paul Thomas Anderson, tiene una visión, una forma de hacer cine. El director de Magnolia hace unos años adaptó Oil! con el título There will be blood (Petróleo Sangriento) y allí sintetizó la voluminosa novela de Upton Sinclair en tres personajes. Intensificó la trama en pocas escenas con extensiones de tiempo sin diálogo y la desarrolló en iteraciones de sutil y progresiva violencia. La banda de sonido compuesta por Jonny Greenwood estaba basada en el Requiem de Penderecki; Anderson ensayó el carácter estético de lo ominoso como un comentario crítico sobre lo que se presentaba en pantalla. Intencionalmente condimentó nuestros ojos con ideas sugestivas de cierta sencillez conceptual y poderosa capacidad de síntesis visual.
Inherent Vice es fiel al estilo de Pynchon, paranoia y amenazas se ven atropelladas por la manía asociativa de personajes que intentan reconstruir una realidad que se les presenta en ruinas. Dudosas coincidencias mecanizan la trama, despiertan sospechas entre personajes lisérgicos y el punto de vista se desdibuja. En la adaptación de Anderson, metafísica aparte, el ritmo endemoniado de las palabras se relaja en la astrológica voz de una hippie nostálgica. Un personaje etéreo que nos lleva de la mano, emulando la voz narrativa de Pynchon, recuperando algo de ese encanto atrincherado en el texto. Mientras, lo que está más allá de todo, es la historia de amor entre Doc Sportello, el petiso (la novela lo define así) protagonista interpretado por Joaquin Phoenix y Shasta, la femme fatale interpretada por Katherine Waterston.
El director no quiere olvidar las palabras y el respeto por el escritor quizás resulte excesivo. Las palabras lo invaden todo, como si quisiera hacer explícito como se aleja de sus últimas dos películas, la mencionada There will be blood y The Master. En esta adaptación escenas omitidas en la película por una cuestión de dinámica, son colocadas en los diálogos, haciéndolos más densos de lo que deberían ser. Incluso de lo que son en el libro. Creo que el estilo de Pynchon impone respeto reclamando que se lo falten. Tengo mis arbitrarios, caprichosos y poco concluyentes motivos para pensarlo y se los voy a compartir.
(…) conocía un camino que llevaba a la parte de atrás del campo de golf, y Shasta y él habían adoptado la costumbre de convertirlo en parte de su paseo matutino. Para Shasta ése era a menudo el mejor momento del día, la mañana que bullía de vida con los repartos tempraneros, los trabajos en el césped y las piscinas, el regado del asfalto: un instante tranquilo, fresco, que olía como el desierto después de la lluvia, plantas exóticas del jardín, sombras por todas partes para protegerse un rato antes de que se impusiera el cielo vacío del día.
La narrativa de Pynchon comienza en un lugar de amenazas nucleares. Más concretamente amenazas naturales que el hombre ha hecho propias. Su voz trabaja los márgenes como lugares ricos en oportunidades para la supervivencia. Una supervivencia que recorre caminos informáticos y salvajes. Oportunidades que vislumbran paranoias mercantiles. En Un lento aprendizaje, el escritor comenta que crisis como la de la guerra fría marcaron a fuego sus emociones, como un conjunto de ansiedades e impotencias que implotaban en su estilo. Su imaginación se volvió un receptáculo para estas impresiones. Pynchon plantea una deconstrucción anárquica, una historia alternativa, la de las calles de Estados Unidos y las sospechas a gran escala. Entre los espacios vacíos se construyen las paranoias. El periodismo y los libros de historia construyen un relato sospechoso, plagado de lagunas. En la calle se vive algo más cierto, algo más vivo.
El marginal es un foco de interés y para aproximarnos a una visión más profunda de estos márgenes, tomemos a Norman Mailer y su ensayo The white Negro. Vivimos entre medios que han sabido re-vender los productos «de culto» a un nivel masivo. Pensemos en las primeras e intimistas intenciones de una banda como Patricio Rey y sus redonditos de Ricota y como su consumo se volvió masivo. El rito de las tribus ha crecido hasta formar ciudades y costumbres paralelas. Una nueva forma de mainstream. Decía Mailer:
Nuestra búsqueda por El rebelde de nuestra generación ha decantado en el hipster. El hipster es un enfant terrible con las tripas del revés. En concordancia con su tiempo, intenta vengarse del conformismo manteniendo un perfil bajo… No podés entrevistar a un hipster porque su meta en la vida es mantenerse fuera de una sociedad que, piensa, está tratando de hacer a todos iguales (…)
Sepan disculpar mi traducción rústica de la cita con la cual comienza el ensayo The White Negro. En el año de este ensayo (1957) el término hipster se utilizaba para describir al nihilismo de la juventud post-segunda guerra mundial y Mailer acentuaba que era el negro quién más violencia recibía en esta sociedad y quién más razones tenía para ser inconformista. Mientras que los blancos hipsters (White negros) adoptaban sus hábitos porque sentían que eran hábitos vitales que los representaban como no lo estaba haciendo la sociedad convencional.
Mailer establece entre la sociedad formada y la sociedad marginal del negro, diferencias acordes con la época. Por las calles late una cultura rítmica más en sintonía con lo que le pasa por las venas y no le queda más remedio que seguir su ritmo. El racismo es tan represor que acota sus posibilidades, obligándolo a encontrar placeres primigenios, sin los condimentos hipócritas de una sociedad que lo rechaza. Desde ese lugar puede observar el mundo con una óptica diferente. La conclusión del ensayo es desoladora, el siglo XX se ha dedicado a llevarlo todo hacia las últimas consecuencias, sólo nos resta imaginar cuál será la guerra definitiva: blancos vs. negros, mujeres vs. hombres, rebeldes vs. burócratas. Esto, aclara Mailer, es expandir la especulación hasta que pierde su seriedad, el tema de fondo es la lucha contra una realidad monótona en donde los reaccionarios nos conducen hacia un aburrimiento sin remedio. El problema que tienen los reaccionarios es que la realidad es un elefante monstruoso que se les escapa y el hipster parece saber seguirle el ritmo. Así narra Pynchon un estrago histórico en el espíritu de la época:
La conmoción por los asesinatos de Cielo Drive ya fue espantosa en la vida ciudadana, pero el impacto sobre Shasta y sus amigas fue paralizante. Podías ser la chica más dulce de la profesión, gastar sensatamente tu dinero, podías ser cuidadosa con la droga, consciente de hasta qué punto podías fiarte de la gente en esa ciudad, es decir, nada; podías ser agradable con todo el mundo (…) y aun así, pese a tus esfuerzos, acabar horriblemente asesinada. En miradas que siempre habías sabido pasar por alto ahora atisbabas el brillo especial de los ojos de un loco, y así te encerrabas detrás de cerraduras dobles y triples en una habitación iluminada sólo por la pantalla del televisor, aguantando con lo que hubiera en la nevera hasta que reunieses el suficiente valor para salir otra vez a la calle.
Inherent Vice transcurre en el año 1970, en un Los Angeles a la sombra de los asesinatos del clan Manson. El colmo del ridículo, de la especulación excesiva imaginada por Mailer, nos conduce a las mismas conclusiones a las que llega Charles Manson. Recordemos que nuestro psicótico transmutado en remera, pensó ser el profeta de una guerra futura en la cual los blancos y los negros se terminarían matando. Él sería el mesías de este nuevo mundo y, en su psicótica visión de la realidad, es lo que supone que sus asesinatos van a desencadenar. El clan Manson iluminó el costado imbécil de la sociedad, transformándolo en peligro. Los squares tuvieron razones para temerle a lo extraño. La paz y el amor murieron con Sharon Tate. El ambiguo perfil de Manson, adorador del fuhrer y consecuente en sus deseos de dominación proporcionaron una nueva fantasía. El clan Manson se reveló como un nuevo poder, un poder que podía ser alcanzado por cualquiera y en cualquier momento. Un poder mínimo y portátil que se inmiscuyó en los anhelos del falocentrismo. Dominio absoluto o, al menos, el suficiente, como para ampliar el espectro copulativo.
-Se dice por ahí que te ha pillado no sé qué cuelgue con las chicas de Manson (…) Sumisas, con el cerebro lavado, pequeñas adolescentes calentorras – prosiguió Shasta-, que hacen exactamente lo que quieres antes incluso de que ni siquiera tú sepas qué es. Ni hace falta decir una palabra en voz alta, ellas lo reciben todo por telepatía. Tu tipo de chica, Doc, ése es el secreto íntimo que corre sobre ti.
Dice Shasta, en el libro y en una escena de lograda intensidad de la película. La duración, esa relación lenta entre el erotismo y los anhelos del protagonista hablan. Construyen una ilación conceptual en el entramado del film. Los desencuentros amorosos tienen que ver con la belleza del amor perdido y la decadencia de las fantasías masculinas. En este aspecto la lectura de Anderson es personal y acertada. Todo lo demás es fuego y artificio, esquinas y distancias que se construyen a medida que Doc Sportello, el protagonista, el detective va recordando algo parecido al amor.

Pynchon le da a su detective una forma de trabajar alejada de lo metódico y lo positivista. Lo pervierte, destruyendo el clásico sostén de la inteligencia: La medida de lo racional. Su detective se guía por pistas otorgadas por un tablero de Ouija, se deja llevar por su intuición, por sus calenturas, por todo lo que se le va antojando. Incluso por sus consumos mediáticos. La realidad se presenta caprichosa y él sigue sus caprichos. Todos estos datos, investigaciones y personajes son excusas, lo único que quiere el protagonista es recuperarla a Ella. El género recupera su pureza. Esta no es una historia que mira a Ovidio, sino que tiene un costado muy diferente, para resolver el caso debe recordarla y al recordarla, va a agrandando sus heridas. La escena donde Shasta interpela a Doc sobre sus fantasías relacionadas con Manson, desnuda a la trama y al protagonista. Desnuda el género: Una femme fatale desnuda vacíos, anhelos y paraísos perdidos.
En 1957, la versión primigenia del hipster que describe Mailer, todavía no tenía los colores postmodernos que tiene hoy en día. La evolución tecnocrática se ve ligada a la evolución interpersonal y los intentos metafísicos se disipan entre los engranajes de la máquina. El sistema ha sabido incorporar soluciones tanto para las diferencias raciales como para los rebeldes. Las incorporaciones se han dado en términos legales como en términos estéticos. La moda ha llegado a recrear al rebelde hasta hacerlo más propio del sistema que de sus márgenes. El rebelde moderno se ha estandarizado, tiene sus ámbitos, sus grupos de pertenencia. Se autoproclama rebelde, se deja entrevistar, incluso busca la difusión porque entiende que necesita transmitir el mensaje. Necesita existir. Las comunidades alternativas se han multiplicado de tal modo que cada uno puede encontrar su grupo de pertenencia con sólo un par de búsquedas. Los rayos epitomados, el wifi será la nueva fuerza invisible que transitará imperceptible por nuestras vidas, poblándolas de figuras etéreas que nos influyen, como en algún momento lo hicieron los dioses griegos. Contaminando con sus problemas íntimos, otros mundos, alterándolos. En este momento, la deidad se ha socializado. Ya no es atributo de unos pocos sino de múltiples ámbitos con sus códigos propios sin importar su tamaño, se van determinando jerarquías. La Hidra adquirió las propiedades de Proteo para escabullirse entre nuestras células.
Creo que Pynchon es el mejor alumno de Borges, el que mejor lo entendió.