¿Es lo novedoso una forma diferente de renacimiento? Esta temporalidad repetitiva que introduce lo nuevo no es abordada sólo como el momento histórico del Renacimiento, sino también como una forma de entender el tiempo y un acontecimiento que reedita conceptos antiguos para ilustrar nuestra contemporaneidad. Escribe Gabriela Puente, ilustra Mariano Lucano.
¿Qué es un renacimiento sino una especie de vuelta del tiempo, donde éste se muestra maleable y reversible? La idea es bastante revolucionaria considerando que la hipótesis más avalada en la actualidad sobre la naturaleza del tiempo es que el mismo funciona como una flecha inalterable cuya dirección se mueve desde el pasado hacia el futuro.
Este tipo de noción acerca de la temporalidad, impuesta en gran parte por el sistema productivo y arraigada en el sentido común, fue puesta en discusión a lo largo del siglo XX; basta recordar las tesis del filósofo alemán Martin Heidegger y su “ser para la muerte” que pone el “sentido” del tiempo en un acontecimiento futuro, la muerte, que “abre” hacia atrás distintas posibilidades, pasibles de ser concretadas en la existencia de una persona.
También la literatura puso en cuestión la temporalidad del sentido común, imposible no recordar en este punto el cuento borgeano “Examen de la obra de Herbert Quain” donde el ficticio autor aspira a escribir una novela infinita, pero es el lector quien suministra diferentes perspectivas a aquello que lee, reproduce un mismo hecho, yendo al pasado del mismo; al ser narrado, el hecho se convierte en un acontecimiento que remite a otro y otro sucesivamente en una especie de laberinto, con lo cual el argumento de la novela de Quain se vuelve ramificado e infinito.
Tampoco la ciencia ha dejado de introducir paradojas que refutan la supuesta flecha del tiempo, y recientemente, en los últimos días del mes de febrero, científicos de la Universidad de Viena comprobaron en un experimento, basándose en principios de la física cuántica, que es posible revertir el tiempo, o por lo menos los cambios efectuados en un fotón, hasta devolverlo al estado inicial de la experimentación.
Sin embargo, una especie de vuelta en el tiempo no implica necesariamente un retorno al pasado, o una repetición sin más. La partícula “re” presente en “renacimiento” supone tanto una repetición como una novedad.
El término “renacimiento”, en singular, nos remite al período histórico que comprende los siglos XV y XVI, en los albores de la Modernidad, cuando en la opulenta ciudad de Florencia, las ricas familias de mecenas comienzan a adquirir obras de la antigüedad griega coleccionadas y copiadas, durante los siglos precedentes, por los intelectuales y sabios de Constantinopla, quienes tras su caída debieron huir hacia occidente.
Por tanto, en la disciplina de la Historia no se habla de renacimientos sino de El Renacimiento, en singular, y en este Renacimiento específico es la cultura griega la que retorna, con su extensa y florida mitología. Son los filósofos de la antigüedad, con sus contrahegemónicas teorías sobre el cosmos, la biología, la ética y la política, quienes renacen en las modernas tierras florentinas. Sabios antiguos leídos por primera vez por genios modernos como Marsilio Ficino, Pico dela Mirandola, Giordano Bruno y artistas de la talla de Miguel Ángel y Leonardo Da Vinci, entre otros.
Quizás una de las obras más representativas del Renacimiento sea justamente “el nacimiento de Venus” de Sandro Botticelli, donde la diosa, en este caso Afrodita anadiómena, vuelve a nacer como una mujer en la plenitud de la edad y de su belleza, que es infinita. La inspiración de Botticelli fue una obra filosófica acerca del amor, llamada simplemente De amore escrita en 1464 por Marsilio Ficino, como un comentario a El banquete de Platón y que se convierte en el gran best seller de la época renacentista.
Para Ficino el amor emerge de la belleza de los cuerpos y los trasciende como una flecha que indica hacia otra cosa, que no es sino la divinidad. El amor es algo así como la sal del mundo, en el sentido alquímico del término, aquello que cristaliza la unión de los contrarios, su comunión y su armonía, no es casual que Afrodita surja de la espuma salada del mar.
Corre el año 1459, Ficino el sacerdote, el astrólogo, el músico, el filósofo se convierte también en el primer director de la Academia de Florencia fundada por Cosme de Médici, quien además le confía la traducción de la totalidad de la obra platónica, ingente empresa que Ficino llevó a cabo en cinco años de trabajo.
El renacimiento del platonismo, como todo renacimiento quizás, no fue puro, sus nociones principales fueron interpretadas desde el Neoplatonismo e incluso sintetizadas con otras escuelas de la antigüedad que también estaban “renaciendo” en la época, como el estoicismo, el hermetismo helenístico, nutrido a su vez por el orfismo y el zoroastrismo, Marsilio Ficino escribe incluso el Corpus hermeticum donde lleva a cabo una mezcla de dichas teorías. Es interesante mencionar que éste último es uno de los textos más difundidos en círculos esotéricos y sociedades secretas; más aún, algunas fuentes postulan un vínculo entre la Academia florentina dirigida por Ficino y la hermandad mística Frater lucis (hermanos de la luz) creada en 1498, seis años después de la disolución de la Academia, antecedente a su vez de la orden de los Iluminados de Baviera fundada por un monje jesuita alemán el 1ro de mayo de 1776, los miembros de esta última orden son conocidos en diversas teorías de las conspiraciones como Iluminatis. De manera que, todo vuelve y todo renace.
Pero dejando ciertas teorías conspiranoicas de lado, es interesante mencionar que el Renacimiento surge en una época donde se estaba produciendo una nueva noción de la temporalidad, de la ciencia y la técnica, que configuró el sentido común hasta nuestros días; en la que el tiempo es tridimensional, sucesivo y cuya dirección (que fluye del pasado hacia el futuro) es inalterable. La idea misma de Renacimiento, como mencionamos más arriba, pondría en cuestión esta noción mecánica del tiempo.
El sistema productivo actual impacta y reproduce nuestra concepción del tiempo y la configura desde las nociones de pérdida y acumulación. El paradigma pagano, que resurge en parte durante el Renacimiento, por el contrario, hace hincapié en la noción de transformación y metamorfosis.
Incluso, y, sobre todo, la dimensión metafísica y escatológica pagana renacentista revoluciona profundamente la matriz cristiana; dado que, un renacimiento no consiste en una resurrección de los cuerpos al final de los tiempos. Resurge también el concepto, primero órfico, luego platónico, de metempsicosis, o transmigración del alma individual; por lo cual un renacimiento, a diferencia de la resurrección cristiana, implica diversas transformaciones que van tomando lugar a lo largo de muchos y variados ciclos.
Bibliografía
Borges, Jorge Luis. (2007). “Examen de la obra de Herbert Quain” en Obras completas, Buenos Aires: Emecé, pp.: 552-558.
Ficino, Marsilio. (1994) Sobre el amor, comentarios al Banquete de Platón, México D. F.: Universidad Nacional Autónoma de México.
Heidegger, Martin. (2007). El ser y el tiempo, Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, pp.:253-283.