Por Miguel Zeballos
Aunque compuesto por mensajes de texto (mensajes recibidos, enviados y nunca enviados) que fueron grafiteados en las paredes de las ciudades de Rosario, Santa Fe, Buenos Aires y Montevideo, el díptico de Virginia Negri (1980) está bastante lejos de ser simplemente eso.
Una constelación infinita y Nunca enviados forman una suerte de monstruo bicéfalo que se abre paso sobre el abúlico panorama narrativo, de esta manera, la autora de Te espero conectada (Belleza & Felicidad, 2009) nos trae una pulseada de versos volátiles y trasnochados:
Ya veo que me abandonarás.
Veo el futuroooo
Podría decirse, una suerte de OVNI que nos salva, nos abduce, aunque sea por un rato, de la moda y la ironía:
Estuve en “la” fiesta del arte
contemporáneo. Me fui
Su grado de experimentación es tan caótico como lúdico, y en ese juego formal el lenguaje es sitiado por la fuerza centrípeta que reside en el decir, ya sea en un mensaje de texto no enviado o en una pared, decir, adquiere para la literatura, un hipnótico y poderoso sentido.
Podemos pensar La Traición de Rita Hayworth, podemos pensar en Cae la noche tropical, podemos ir y volver por La amante de Stalin de Luz Marus (Pánico el Pánico, 2012) y aun así estaremos lejos. En tren de suposiciones desconocemos las influencias de Negri como desconocemos las razones de este cimbronazo que le propinará al lector más avezado.
Un sacudón a primera vista, ó, a primera escucha, que con el paso del día sigue resonando temerario, melancólico y final:
Ojalá muera de una manera
absurda y bizarra. Así pasan
por Crónica TV y te da culpa
y un poquito de risa