La sensibilidad poética con que está escrita Salud familiar (El ojo del mármol) de Vanna Andreini (Padova, Italia, 1970) es tan intensa como reveladora. Se trata de una pulsión de elaborado lirismo. En la que muestra la inagotable incertidumbre que vertebra el sentimiento vivo de una identidad personal. Piadosa y solidaria. La infancia en familia, el recuerdo afectivo de los seres queridos en un pasado siempre expansivo. La operación poética de la introspección a través de un registro de estremecida ternura.
Vanna Andreini ha publicado los libros de poesía Bruciate/ Quemadas (1998), Furias (2003), y Sirenas en la cama (2008). Participó en varias antologías como Taquigrafía para principiantes (2002), Baldío (2012) y Qué hubiera dicho Safo (2016). Suya es la inmejorable traducción de Donde está mi patria, de Pier Paolo Pasolini. Vive y trabaja en Buenos Aires.
-¿Qué te impulsó a escribir un libro como Salud familiar?, ¿Cuál fue la historia de su composición, su proceso de escritura?
-Una vez fui al consultorio de una acupunturista que no era china y, quizás por la imposibilidad de leer en ese antiguo idioma, tenía una pequeña biblioteca llena de manuales españoles sobre todo de los años setenta. Entre ellos uno que se llamaba “Manual para la salud de las familias modernas”. Visto que no logro relajarme en situaciones en las cuales relajarse es lo fundamental, empecé a preguntarme a que se referiría tal manual y que podría ser considerado saludable para una familia tipo de cuatro personas en los años setenta. Fue allí que pensé en mí familia, yo nací en el setenta, y en la salud, la de mi madre en primera instancia, que siempre fue un problema. Recuerdo una anécdota paterna que relata el momento en el cual él agarró la enciclopedia médica que mi madre le había comprado a un visitador, para quemarla en la enorme chimenea de la cocina. Mi imaginación cambia la cocina por la fogata de Fahrenheit 451 a menudo y se enciende con esa fogata. Pero importa poco, la enciclopedia médica se redujo en ceniza y con ella, por lo menos por un tiempo, las infinitas enfermedades de las que mi madre creía ser la víctima.
La salud de una familia es en primer término, a mí criterio, la salud de los padres como pareja y luego la capacidad de esos padres de tomar decisiones para acompañar a sus hijos. El libro empezó así, sondeando la palabra salud que, por otra parte, es la que da vida a la palabra “saludar”. Así llegué a la muerte de mi abuela que pensaba la salud y la enfermedad en términos divinos, como pruebas a superar en el camino hacia Dios, a la vez que no podía concebir la idea de la cremación, de la destrucción del cuerpo, porque la resurrección era para ella un hecho, así como lo era el volver a encontrarse con mi abuelo. Me sentí entonces distante de esos dogmas a la vez que sumamente atravesada y formada en ellos. En la vida cotidiana que me construí, sobre todo llegando a una ciudad tan cosmopolita como Buenos Aires, busqué conscientemente separarme de todo lo aprendido en término de alma y paraíso, pero en la poesía, una abuela fuerte y religiosa puede guiar la escritura y encontrar el modo de vendar y de coser entre sí los restos de uno, como esas frazadas de patchwork.
-¿En qué medida escribir en clave poética sobre la familia implicó repensar el diálogo generacional existente entre nietas, madres y abuelas?
-La familia es el gran nudo de mi escritura, quizás porque por un lado había en mi casa una fuerte intención de hacernos prevalecer contra los otros, los otros eran siempre enemigos siempre venían a quitarte algo, a poner en riesgo tus pertenencias. A su vez en mi Italia, la que yo viví, en general la familia era pensada como un bloque, todo podía ser perdonado o justificado dentro de ella y poco muy poco de ese adentro debía verse. Lo que se ve, lo que debería haberse visto, sobre todo, era la elegancia familiar, la corrección, los buenos modales, la cultura. Pero, a pesar del mandato, grabado a fuego, mi madre hizo que todo estallara. Salud familiar, ante una muerte y un nacimiento, en equilibrio entre dos idiomas, busca las razones del estallido y las esquirlas del mismo en la voz poética, en el resto. Abuela, madre, hija e hija de la hija recomponen el mapa geopolítico de los cambios y las repeticiones.
-El pasado anclado en la memoria. ¿De qué modo la poesía permite “reconstruir/ el puzzle imposible/ de los recuerdos enfrentados”?, ¿considerás al uso de la memoria como una de las formas de la felicidad?,
-Los recuerdos siempre enfrentan, no hay posibilidad alguna que dos sujetos hayan tenido el mismo recuerdo, ni la misma experiencia del momento del recuerdo, quizás cierto clima de experiencia se pueda compartir. Los recuerdos son nuestro lenguaje íntimo, la voz que oímos antes de emitir enunciado alguno y la poesía puede romperlos, pero no como podría hacer cualquier otro tipo de ficción al reinventarlos, sino que los puede romper como rompe, altera y transforma al lenguaje, a las palabras, utilizando el silencio, el verso, los espacios, las distancias y las memorias indecibles, subterráneas. Los rompe y los recompone según quiera esconder o mostrar al yo poético. Me gusta eso que decís, el uso de la memoria como una forma de la felicidad, nunca pensé que la memoria podría recomponer siquiera la felicidad. Para mí memoria es pérdida y por ende nostalgia. La felicidad es, para mí, imposible en la escritura. Quizás sea lo que escapa de ella al momento mismo de escribir. No creo que haya felicidad en la lengua, ni en la memoria de la lengua, si en los idiomas construidos- inventados entre dos, amantes, madre hijo-a, padre hijo-a, amigas, quizás entre poema y lector.
-Hay quienes sostienen que a la poesía no se la puede explicar. ¿Tiene sentido interpretar lo que excede al poema?
-Todo puede ser explicado, todo puede ser leído según diversas claves de lectura, somos nietos del estructuralismo e hijos del posestructuralismo. Pero para la poesía, en todo caso, hay muchísimas existencias posibles. Las explicaciones, y no La Explicación, están habilitadas por los mismos cortes de verso, por las repeticiones, los blancos, los usos de los signos de puntuación, etc. Por otro lado, si con lo que excede el poema te referís a la intromisión de la biografía del poeta en el poema, no me parece mal que así sea. En los últimos tiempos los teóricos han recuperado la figura del autor, el error sería que el poema fuese tomado como una foto, una iluminación de la vida de tal o cual persona, una forma de justificar o dar una razón a ciertos actos cometidos fuera de él. Ese “yo” es otro, es ficción aunque los elementos que lo construyeron hayan sido parte de la vida del autor. Eso creo que es lo más difícil, tratar de mantener separados el yo lírico y el autor y no explicar los versos con los actos. Sería muy pobre que los poemas de Pasolini se leyeran sólo para explicar su homosexualidad, sus poemas son universos de colores, de sensaciones y de cuerpos que atraviesan los ojos de los lectores. Pero volviendo a lo que excede, me gusta la idea del exceso como algo que comienza a exhalarse con la lectura del poema, que burla sus límites y comienza a girar alrededor del mismo sin poder ser aprendido.
-Desde un plano escriturario, tu abuela, tu nonna, condensa una zona de relevancia en este libro. De ella heredaste su lengua. Particularmente me refiero a los sutiles deslizamientos hacia el idioma italiano. Es decir, pasajes en que tu poética se disloca hacia la lengua de Dante. ¿Esas irrupciones se deben a las modulaciones de la memoria afectiva solamente?
-El italiano es mi lengua madre, de mi abuela heredé las palabras religiosas, las oraciones, que tan mal me suenan en español, y un universo de temores que contradecían su fe absoluta en la resurrección. Y a la vez, los primeros poemas que aprendí de memoria fueron los de Carducci y Pascoli, poemas escritos luego de la muerte de un hijo, de un padre, poemas cuyas palabras se grabaron más hondo que la memoria de sus versos. Y entonces volver a esos versos y a esas tonalidades fue para Salud familiar, una necesidad, un modo de atar entre sí el español y el italiano. Yo no vi morir a mi abuela, estaba en Argentina cuando ella murió, no sé como fue su entierro, quizás por eso Carducci apareció tan nítido. Y luego están las otras irrupciones del italiano. Me preguntas si se trata de “modulaciones de la memoria afectiva”, seguro que sí. Pero la memoria es a su vez una traducción y como tal se actualiza cuando ciertos términos caen en desuso. A quien le gusta hoy leer una traducción española en la que a cada rato se diga “chaval”. Entonces podría decir que incluir el italiano no es sólo una necesidad de la memoria afectiva, porque podría haberla traducido, actualizado, es una decisión que tiene que ver con el sonido, en primera instancia, y con lo visual luego. Porque esas palabras traen colores distintos, geografías distintas, latitudes interiores y exteriores que sólo se hacen visibles en ese idioma.
-En la segunda parte del libro hay una voz desdoblada. Una madre que le habla a su hija a través de un diario íntimo. Hay una voz, indefinida, que se busca a sí misma, y que quiere renacer en cuerpo, poéticamente.
–El Diario de Ana Frank fue uno de los libros que más me gustaron, tenía nueve años cuando lo leí, y desde entonces el objeto Diario fue muy importante. Tenía tres, cada uno con sus respectivas llaves y cada uno escondido en un lugar diferente, y desde ya cada uno decía cosas diversas. Mi hermana los buscaba y yo dejaba a mano el que quería que leyera para pelear con ella y esas peleas eran tan parte del diario como su escritura. Y por eso me gustaba el Diario de Ana porque ella le escribía a una amiga imaginaria, no al diario en sí mismo, no empezaba con “Querido diario”, ella quería otro que leyera entre sus palabras sus sentimientos y la cobijara. En ese sentido creo que los poemas de Salud Familiar son una indagación, como decís vos, un buscar a otro para ser cobijado, como cartas no enviadas o postergadas. Quizás ese otro sea justamente ese cuerpo poético en el que el yo quiere renacer, cuerpo de una pequeña niña o poema mismo que acoge y ampara. Vos hablas de la indagación como idea central del libro, si, podría ser. A su vez me resulta raro no pensar que la indagación puede ser la idea central de muchos libros de poemas, en tanto que los poemas siempre buscan porque las palabras buscan decir, buscan atrapar, buscan liberar y en ese acto el tiempo sucede.
-Leemos un pasaje de tu libro: “En mi/ se apilan/ bellas muertes:/ paisajes verdes/ cortejos fúnebres/ recorriendo a paso de hombre/ la imagen distanciada/ del dolor”. ¿Cómo trabajás la tonalidad con que escribís tus versos?
-Creo que el tono dominante en mi poesía es la nostalgia. La palabra nostalgia en un compuesto de dos palabras griegas, Nòstos, que se refiere a la vuelta al propio país, al regreso a casa, y algia, que es dolor. En el diccionario etimológico aparece definida como un deseo melancólico y violento por volver a la patria, a los lugares donde hemos transcurrido nuestra infancia y donde moran nuestros objetos queridos. Creo que por todos los medios, las mezclas de idiomas, los cortes de versos, los ritmos, el yo quiere volver. Es un volver que se sabe imposible, empezando por el hecho que el lenguaje no puede representar, es un fantasma.
-¿Con qué autores argentinos te sentís más afín y, si estás al tanto de los nuevos poetas que irrumpieron en los últimos años, por ejemplo el “slam”, el formato de recitado de poemas que combina cierto recurso de artes escénicas y que puede incluir una “competición”?
-Me gusta el “slam” como idea pero no me siento cerca de la práctica en sí misma ni de poder disfrutar de los poemas mientras se dicen. Los poemas recitados me encantan, porque me encanta la voz y la respiración de los poetas que muchas veces leen con un ritmo distinto al que uno como lector le da a esa voz, pero imponer un tiempo, elegir o votar un finalista no me seduce, diría que soy más tradicionalista, prefiero las lecturas en bares o centros culturales. Los autores a los que me siento afín son fundamentalmente mis contemporáneos, Florecia Fragasso, Tamara Domenech, Laura Wittner, Silvio Mattoni, Francisco Garamona, Romina Freschi, Marina Mariasch. Me encanta la poesía de Noe Vera, Verónica Perez Arango, Noelia Rivero y muchos otros.
-Acerca de tu labor como traductora; tradujiste a escritores importantes como Pasolini. ¿De qué modo esta tarea ha dejó huella en tu respiración poética?
-Pasolini es el poeta, el intelectual que más amo. Su sensibilidad e inteligencia me sorprenden cada vez que lo leo. Me parece maravilloso el texto Gennariello, al que vuelvo cíclicamente (ahora estoy allí de nuevo), pensado como un pequeño tratado pedagógico, en el que Pasolini sostiene que la realidad no posee más que el lenguaje de las cosas y esas cosas son nuestros primeros educadores. Formadores de opiniones no verbales que nos habitan y con las cuales no es posible dialogar generacionalmente y de clase social a clase social si no luego de una desacralización de lo aprendido por ellas. Este texto es de 1975 y ya hacía mucho que Pasolini hablaba de esta dictadura de las cosas, del consumismo, en la que estábamos cayendo. Pero volviendo a su huella en mi poesía, quizás cierta obsesión por la luz del sol, por sus reflejos y por los modos en que encandila los ojos, junto a ese primer tono nostálgico de su poesía friulana. ¿Quizás si le habría gustado mi poesía? Un padre literario es alguien muy potente para el que uno escribe o al que uno pelea. Pasolini es la lectura que no puedo abandonar.
-¿En qué proyectos estás trabajando actualmente, Vanna?
-Ahora estoy escribiendo un libro que se llama Fatebenefratelli, poesía en capítulos se podría llamar, o quizás un pequeño modo de afrontar la hermandad.
Me agradó. la entrevista. a la poeta VANNA
a la autonostalgiosa qiue expresa sus vivencias familiares con una capacidad de sintesis presisa y elocuente. Los pliegues de voivencias de su vida se despliegan con
un dolor por tanto petdimiento irrecuperable en la experiencia, pero que mantiene como llama votiva iluminando
con su fulgor propio y particular instantes
que regredan hechos poesia. Desplegar esos pliegues que dejaron huellas tan profundas es lo que Vanna entre otras
cosas logra decir con sencillez de lengusje y llaneza lejana a toda presunción. Además su rostro se condice con su poemática. Serena como un dibujo de Boticelli.Con su ojo derecho
tiende hacia un entorno no inquietante
ni percibiendo el acecho. Con su ojo izquietdo se funde en los recuerdos y
en ellos encuemtra su mejor sostén.
Drsconozco otros poemas que el impreso
y me agradaría poder leer algo de sus escritos. Es todo y gracias por compartir