De un Instituto de Carreras Alternativas a una muestra de historietas intervenidas, Leo Maslíah, el músico uruguayo que ganó el premio Gardel al Mejor álbum de música clásica, nos cuenta cómo concibe sus ideas, qué lugar ocupa el humor en su producción artística y qué consume culturalmente por estos días. Su nuevo disco se llama «Últimas canciones».
—Sos un artista polirrubro: teatro, novela, música clásica, canciones populares, ópera, cuentos, y mucho más. ¿Cómo es tu proceso al concebir una idea? ¿Las ideas ya te vienen con un formato determinado?
—En cierto grado sí, ya que si la idea consiste en ciertas sucesiones o superposiciones de notas, en relación o no con ciertas duraciones relativas, se va a tratar de música, y si se trata de un grupo de palabras o algún núcleo argumental se va a tratar de un texto, pero no más allá de eso.
—¿Trabajás con varias ideas a la vez, o de a una secuencialmente? ¿Afirmarías que tenés un método?
—No, no tengo método. Sí trabajo con varias cosas a la vez. De otro modo habría estado décadas sin sacar nada porque algunas cosas las terminé a 30 años o más de empezadas. Pero al empezar algo nunca puedo saber si va a poder terminarse o no.
—¿Alguna vez realizaste una obra por encargo?
—Sí, algunas veces. La obra “Supermercado” (incluida en mi disco Canciones y negocios de otra índole) fue encargada por un grupo de danza de Buenos Aires que dirigía Alba Ferretti. La obra “Primavera veraz verás” fue un encargo de un festival de coros junto a la Banda Sinfónica de Montevideo. Compuse un ballet entero también por encargo. Creo que se interpretó en el 2005, acá en Montevideo, por el cuerpo de baile y la orquesta estatales. Se llama “El esplendor del 900”. Son algunos encargos de los que me acuerdo.
—¿Identificás tu trabajo con el de otros artistas contemporáneos? Si es así, ¿con cuáles?
—Bueno, eso depende de lo que se entienda por identificar. En materia de canciones, en los años 80 sentíamos mucha cercanía de enfoque con Jorge Lazaroff (uruguayo) y Alberto Muñoz (argentino). En otras áreas no llego a darme cuenta de si lo que hago es parte de un mismo rumbo creativo que otros de los que soy oyente. En materia literaria creo que, salvando distancias siderales, tengo algo en común con el no contemporáneo Lautréamont de las “poesías” (no de los Cantos).
—¿Qué consumís culturalmente? ¿Qué escuchás y leés en estos días?
—Soy omnívoro y muy cambiante como lector y oyente. Estos días estuve escuchando a Earl Hines y leyendo Historia kiria de Pedro Figari y Historia de la Música de Jules Combarieu.
—Tu primer disco se llamó «Cansiones barias» (1980). Ahora, estás lanzando el disco «Últimas canciones». ¿Te despedís del género canción?
—El nombre del disco juega con cierta ambigüedad ya que puede tratarse tanto de las últimas canciones que vaya a haber hecho en la vida como de las últimas que hice hasta ahora, pero ninguna de las dos cosas es cierta, ya que el disco contiene canciones hechas hace varias décadas, aunque estuvieran inéditas, y no me prohíbo volver a hacer canciones en algún momento. Lo que sí vengo haciendo últimamente es no cantar canciones en público. En público solamente toco. Porque me cansé de la parte de «mi» público que carece de sensibilidad musical y que precisamente por eso no sólo no entiende mi música sino que tampoco entiende mis palabras, aunque crea hacerlo y se crea por ello muy astuta o sagaz.
—A veces, la prensa te califica como «humorista». ¿Te sentís identificado? ¿Por qué?
—No soy humorista porque lo que hago no tiene la comicidad como norte ni fracasa cuando no está.
—¿El humor pertenece a la música, como se pregunta Frank Zappa en su disco «Does humor belong in music»?
—Hay mucho “humor” en mi música pero es indetectable para los que no están en la materia. Por ejemplo, cuando superpuse una zamba de Leguizamón y Castilla con la “base” de una canción que cantaba Tina Turner, mucha gente se rió, pero de cosas que no son el chiste principal, que es mucho mejor pero sólo es percibido por una ínfima minoría. Igual ese no es un caso que tenga que ver con “mi” música, ya que ninguna de las dos canciones es mía. Es un aspecto más de la complejidad del tema.
—¿El pensamiento políticamente correcto dificulta la labor humorística? ¿Por qué?
—Supongo que en parte la propicia y en parte la censura. Pero no es asunto mío porque, como ya te dije, no soy humorista ni tengo a mi cargo ninguna labor humorística.
—¿Qué comentarios recibiste acerca de tu Instituto de Carreras Alternativas? ¿Cómo fue tu experiencia de lanzamiento de una idea así en un contexto digital, donde llegás a un público desprevenido, con el cual no siempre hay un contrato de lectura?
—Algunos amigos me dijeron que conocen gente que vio eso y creyó que ese instituto existía. En realidad creo que sí existen miles de institutos así aunque yo no tenga nada que ver con ellos.
—En redes sociales incursionaste en la reescritura de guiones de historietas clásicas. ¿Planificás la exposición de estas obras? ¿Cómo y dónde será la muestra?
—Yo hago eso sólo por diversión y nunca me imaginé que pudiera dar lugar a una muestra, pero me surgió una propuesta de parte de un centro cultural de la ciudad de Rosario (de Santa Fe) y posiblemente se concrete en algún momento de este año.
—¿Qué otras cosas hacés solamente por diversión y tal vez nunca mostraste?
—No, como actividades creativas no tengo más.
—¿Es tu primera incursión en las artes visuales? ¿Qué otras cosas te gustaría hacer, y que nunca hiciste? ¿Te quedan géneros por explorar?
—Hice una historieta de tres páginas para mi tercer “long play”, de 1983, que se llamó recital especial. Y un dibujo para la tapa del casete “En vivo”. En cuanto a los géneros, es algo que da para hablar mucho. Algunos no son algo en sí mismo sino un hábito, una manera automática de valorizar o desvalorizar, según el caso, el trabajo de los artistas.•