The Wire: Historia de un juego arreglado

Esta nota recorre las temporadas de la serie The Wire, serie que finalizó en el 2008 y es considerada un hito para lo que constituye la serie norteamericana tal como la entendemos hoy en día.

The Wire (2002-2008) no pasa inadvertida. Más allá de figurar en cualquier  listado (decente) de series “que lo cambiaron todo”, no es cualquier policial, no es CSI, ni Criminal Minds. En The Wire resolver el caso es casi anecdótico. Lo que pretende es algo más: exponer como funciona el sistema en el marco de lo que entendemos por justicia.

A través de sus cinco temporadas abarca temáticas que conforman la construcción de nuestra sociedad para marginar a la clase baja y no brindar oportunidad alguna a quienes menos tienen. Esto no es una teoría conspiranoica, sus autores avalan su trabajo con investigación, incluso uno de ellos fue parte de la fuerza policial durante 20 años. Saben interpelar al espectador y cuestionarlo como persona por avalar y sostener esta sociedad.

Los policías protagonistas no son los buenazos que siempre hacen todo bien, se la pasan mostrando la hilacha. La soledad, las relaciones fallidas, la sed de justicia, la de poder y el alcoholismo son algunas de las cuestiones que definen a este equipo. El trabajo es lo primero, se mete en sus casas, llega hasta su familia y amigos, se convierte en la excusa para vivir a través de casos y alienarse. La idea que va quedando en el aire es que son capaces de cualquier cosa para no hacerse cargo de quiénes son. Se ve difícil buscar realización a través de atrapar criminales.

Las temporadas engloban los pilares que hacen posible una dolorosa realidad.

La primera temporada se centra en el negocio de narcotráfico en el West Side de Baltimore, Maryland liderado por dos carismáticos antagonistas: Avon Barksdale como cabecilla y Russell “Stringer” Bell como su socio y cerebro de la organización que utiliza a diferentes jóvenes como cuerpo de la operación. No son ningunos improvisados, tienen todo un sistema ideado para vender, lavar dinero y demases yerbas. En este tipo de operaciones los asesinatos son moneda corriente y es así como el área de homicidios se involucra. En la vereda de en frente está Jimmy MacNulty el anti-héroe de la yuta que conduce el relato.

Para bajar a esta organización, como el nombre de la serie lo indica, emplean diferentes recursos para conseguir evidencia: fotografías, audios, testigos, infiltrados, cuanta ayuda consigan vale; pero nada es suficiente ante la burocracia del sistema legislativo (Ejecución vs. Legislación).

La segunda temporada se mete con las mafias y el contrabando, el tráfico ilegal alcanza a un gran número de mujeres transportadas a EEUU para ser explotadas como trabajadoras sexuales. Quien la tiene más grande, cómo hacer negocios, quien habla con quien, los sindicatos y los contactos; si antes vimos cómo funciona desde adentro una banda de narcotraficantes, acá presenciamos cómo se relacionan entre sí, sus negocios, proveedores, bandas, traiciones y territorio. Se va abriendo el juego y vamos viendo a implicados de otro nivel. El laberinto se despliega.

La tercera temporada introduce el aspecto político: la corrupción mete mano en estadísticas y en la justicia para armar pantallas funcionales. La opinión pública se vuelve un teatro de operaciones. Suena familiar ¿no? En esta temporada se ven dos planos; por un lado seguimos de cerca las elecciones de alcalde y por el otro vemos cómo se ejecuta un plan por demás polémico. Uno de los comisarios, Howard «Bunny» Colvin, traslada a todos los vendedores a una zona de casas abandonadas para que realicen sus negocios lejos de los civiles inocentes y mantener así un insostenible orden social. Las reglas de este orden implican no pelear por territorio o clientes con otras bandas y no vender fuera de la zona establecida. A pesar de las buenas intenciones, el sueño de cualquier facho se topa con la realidad: no se puede ocultar lo que no gusta.

La cuarta temporada se centra en la educación y en la vida de los más jóvenes que forman parte de estas organizaciones. El sistema educativo no brinda ni contención ni resoluciones para los problemáticos que no son más que niños metidos dentro de un círculo vicioso del cual no pueden salir. Vivir en las calles, status y honor es todo lo que tienen estos pequeños que no conocen ni pueden acceder a otro estilo de vida, mientras que el espacio educativo que debería ayudarlos para sacarlos de ese lugar, simplemente mira al costado. Aquí, el mismo Colvin es quien termina generando un espacio para aquellos intratables para ver cómo ayudarlos a ser más civilizados y bajar sus niveles de agresión. No se sostiene, a nadie le importan esas pobres almas.

La quinta y última temporada se adentra en los medios de comunicación, en cómo desde diferentes lugares son utilizados para generar un determinado impacto social y político. En este punto de la trama se puede ver a los personajes involucrándose todo lo necesario para ganar atención. Es hora de cerrar el ciclo y la construcción de toda la serie termina en posiblemente el pilar que más marca la posición popular diciéndole a la población qué opinión tener y cómo sentirse respecto a lo que sucede; mientras que como espectadores podemos ver las telarañas que entretejen los que están detrás y no llega a salir a la luz. Al igual que sucede en nuestra sociedad, desde afuera hay un relato y puertas para adentro, la realidad es otra.

De esta forma, la serie logra una visión global de cómo se conforma la rueda que gira comandada por intereses y aplastando a quien se interponga.

(…)This game is rigged, man. We are like the little bitches on a chessboard.

El sistema se basa en que si naces en determinados contextos estás condenado a ser parte de una gran construcción donde no hay opciones. Las clases bajas están relegadas a ser siempre quienes pierden, quienes arriesgan y no ganan, quienes reciben la bala, un peón más que es enviado al muere para que los reyes y reinas gobiernen. Nos venden humo y quieren enfrentarnos entre nosotros mientras que siempre hay que levantar un poco la cabeza para empezar a encontrar a los verdaderos responsables de que esto suceda. A algunos quizás les puede servir mirarse al espejo, sobre todo si compran un relato que cuenta una historia en donde el pobre es también el culpable. Si todas las piezas cuentan, los espectadores también.

Escribe Samanta Quevedo

Guionista, escritora y programadora. Apasionada del arte en general; cine, series y música en particular. Adicta a los dibujitos, las series, el helado y el té en hebras. En su tiempo libre le gusta tomar birrita y hablar de la vida.

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La Quemazón

Algunas anotaciones a propósito de Miami Vice (División Miami), escrita por Anthony Yerkovich y producida por Michael Mann entre 1984 y 1986.

Un Comentario

  1. Excelente nota, muy concisa y a la vez abarcativa. Quien es la escribió es una genia.

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