A partir del día internacional del libro y del idioma castellano, Marta Ledri se aventura en las vidas de Cervantes y de Shakespeare e imagina una amistad diseñada con palabras. Ilustración de Cindel García.
Un 23 de abril de 1616 moría en Madrid, Miguel de Cervantes Saavedra, el autor de Don Quijote de la Mancha, la máxima novela escrita en castellano. El idioma tras siglos de formación y evolución se hallaba maduro y dispuesto para que este escritor que había intentado pertenecer a la luminosa constelación de los poetas de los S. XVI y XVII virara en sus propósitos y en la cárcel de Valladolid en 1604 gestara la más luminosa novela de todos los tiempos y consagrara el género narrativo “novedoso” que aún andaba a tientas.
Quiso el azar que ese mismo día, aunque regidos por calendarios diferentes, falleciera en Stratford-upon-Avon (Inglaterra) William Shakespeare.
Los pocos días que separan ambas muertes no resultan significativos porque es el 23 de abril lo que une a estas dos glorias literarias de sus naciones como otras coincidencias.
Ambos vivieron en el siglo de las luces. Poco se sabe de la formación que tenían aunque conocían las obras de la Antigüedad y entendían el latín. Buscaron como lector o espectador ideal no solo a la nobleza sino sobre todo al vulgo. Enamoraron a todas las clases sociales. Hicieron reír, hicieron llorar.
Supieron crear personajes, tipos y cada nombre encarna un pecado, un vicio, una virtud, un sentimiento, una manera de habitar o de percibir el mundo.
Asombra el tema de la locura. En el caso de Cervantes, el hidalgo Alonso Quijano deviene en loco para evadirse de una realidad hostil y de pobreza en que había caído España durante el reinado de Felipe II. William Shakespeare en Hamlet crea la locura fingida, la locura que dice lo que la cordura calla, a fin de descubrir al asesino de su padre.
Los dos escritores fueron testigos del enfrentamiento entre España e Inglaterra en la Armada Invencible. Es probable que mientras el soldado de Lepanto llorara su desilusión, el tabernero y dramaturgo celebrara en la zona prohibida a orillas del Támesis.
Sus andares y desventuras, sus situaciones de hombres perseguidos por la ley, sus matrimonios con sus desavenencias, el gozo del aplauso y finalmente la certeza de la muerte como gran igualadora los acerca al lector actual.
Son creadores de clásicos, pero de clásicos que se leen.
Puedo imaginar un encuentro entre ellos y cuánto hubieran reído de las frivolidades “del mundanal ruido”. Puedo imaginarlos amigos como dos caras de una misma moneda. Una moneda que supo hablar en diferentes lenguas.
23 de abril de 1616 -permítanme soñar un Cervantes propio-
Vivió en aquellas islas que vencieron
a la Invencible y castellana Armada,
Un hombre de taberna al que aplaudieron
el vulgo atroz y hasta la Reina amada.
Agitador de escenas y de lanzas
al público le dio la carcajada,
más también el amor y la esperanza,
la duda, la locura enamorada…
Fue cisne y casi Dios. Enmascarado
actuó del otro lado de aquel río
que separaba el orden del pecado.
Su príncipe y mi hidalgo fueron locos…
Ofelia, la desdicha. Dulcinea,
un ideal de amor que yo creara
Un veintitrés de abril los dos morimos
para gloria del nombre y el asombro.
Buenísimo! Por más!
Gracias Gervasio.
Excelente artículo, que borda con delicados hilos el rostro de dos grandes de la Literatura. Cervantes y Shakespeare, inmersos y a veces perdidos en sendos laberintos como bien lo describe la autora, lograron sortear los límites del tiempo y del espacio para adueñarse del Lugar universal: el alma colectiva que puede trascender todos los tiempos.
Como los de sus personajes, sus rostros también se multiplican en infinitos espejos. Y siguen siendo luz en nosotros.
Felicitaciones.
Agradezco a la Lic. Marta Ledri por este artículo, en el cual nos muestra la grandeza de los dos genios de la literatura universal. Cada uno llevó a su máximo esplendor las lenguas perfectas que hablaban («perfectum» significa “completamente hecho y acabado, sin falla”). Me emocioné al leer ese poema: vi a Cervantes mientras lo escribía. Brindo por la herencia que ambos nos dejaron y disfruto del exquisito vino de sus libros.
Brindo por vos, Marta, amiga del alma.
Que lindo tener la suerte de conocerla!!!
Gracias Alejandra, la suerte es mía❤️