Uno Siempre Sabe Quien Es

Diario de una orientadora de sala es una obra que se zambulle en las facetas complementarias y contradictorias de la vida de una mujer que intenta trabajar de algo que no es su vocación, como medio para alcanzar su verdadero deseo.

Ocho años atrás fui a una entrevista para ser orientadora de sala en un conocido museo de arte contemporáneo. Me sentaron frente a un monitor de considerable tamaño y me hicieron una serie de preguntas. Las entrevistadoras y yo eramos como un trío de amigas que viaja una al lado de la otra en el asiento de colectivo para dos, bien apretadas. El encuentro consistía en preguntas muy precisas que dudé al responder. ¿Cuántas veces por año vas a un museo?, ¿Cuál es tu artista favorito?, decime cuatro palabras para definir al arte moderno, ¿color favorito?. Obviamente, fui con la idea de que era una entrevista más formal, en la que podía hablar de mis conocimientos universitarios. Nada de eso pasó. Tampoco me hablaron de sueldo, pero sí de una jornada completa de nueve horas, incluidos sábados y domingos y un franco semanal una vez pasado el período de prueba. En el monitor iban proyectando obras de artistas, muy reconocidos según ellas. Yo debía decir a quién pertenecían. Filtraban cada tanto pinturas o esculturas de obras que estuvieron en su museo recientemente, como para ver si las conocía. De ser así, eso quería decir que era una asidua concurrente, de lo contrario, te desechaban por poco amiga de la institución.

Diario de una orientadora de sala me lleva de viaje por el recuerdo de esa situación extraña, que nunca terminé de comprender, donde la pertenencia o identificación con un contexto y con cierto estatus social te dejaba adentro o afuera de un mundo laboral al que, de todos modos, no sabía en ese momento si quería pertenecer.

Una aspirante a actriz comienza a trabajar en un museo como orientadora de sala para lograr independizarse de sus padres. Lleva un registro cotidiano en Twitter de esta experiencia. Una montaña rusa de sensaciones que la transforman irremediablemente. Esos textos se vuelven luego material valioso, que Victoria Casellas y Mariano Clemente toman para crear la dramaturgia de la obra. Victoria hace de sí misma en este biodrama dirigido por Gonzalo Facundo López, que tuvo una función especial de verano en su cuarta temporada en Buenos Aires.

Una obra que habla de las elecciones, de las ocupaciones en el mundo capitalista, del trabajo como obligación o como disfrute, de las múltiples capas que nos construyen, de todo lo que somos y de todo lo que seremos gracias a las vivencias atravesadas.

“Cierro los ojos y pienso en mí. Un rato. En mí. Abro los ojos y los veo a ustedes. Un rato. Ustedes, acá, conmigo. Cierro los ojos y estoy un rato conmigo. No acá. Un rato conmigo antes.” Así comienza la actriz su presentación en el escenario blanco y despojado que representa al museo. A su derecha está Atilio Otero, que hace de guardia de seguridad del lugar. Al costado del escenario contamos con el acompañamiento musical de Alejandro Chaluat. Casellas recorre su paso por el puesto de orientadora de sala con el apoyo de los twits que se proyectan sobre el fondo de la sala. El día 1 es “me encanta hablar inglés”, ella cuenta como intercepta a los turistas y los llena de información y buena onda. Poco a poco los días se vuelven tediosos y agobiantes, el día 7 ya habla de las consecuencias físicas de estar parada tantas horas, “el líquido estirador de zapatos es la gloria”, hasta acercarse al hartazgo del “estoy contenta porque pasaron diez minutos en vez de cinco”. Lo que veía como una oportunidad laboral para ganar dinero, socializar y sacar a relucir su faceta actoral, se reduce a una única tarea: decirle a los visitantes que se mantengan detrás de la línea que los separa de las obras de arte. Hacia el final nos cuenta también la circunstancia absurda por la que dejó de trabajar en el museo.

 

 

La debacle física y psicológica de la protagonista se mezcla con momentos de mucha ironía y humor a través de escenas de show de baile y canto en el que la acompañan el guardia y Matías Mancilla y Damian Saban, dos bailarines que se mueven con mucha destreza. Victoria aprovecha la obra como medio para mostrar sus dotes de actriz (una voz bellísima y un gran despliegue físico en el escenario), al tiempo que se burla de la espectacularidad de su relato, pero sin olvidar tampoco que la pasada experiencia laboral fue el puntapié inicial para esta dinámica y profunda experiencia teatral. Una manera original para reflexionar y reivindicar la vocación actoral como forma de trabajo.

Victoria se desdobla en muchas personalidades. La bailarina convive con la cantante, la trabajadora asalariada de museo, la enamorada, la que vive con sus padres, la que se independiza, la ingenua, la furiosa, la pasada y la futura. Se toma un momento para darse consejos desde este presente a la Victoria del pasado. Unas frases motivadoras para demostrar que nada es tan complejo como parece, que los seres humanos complicamos lo que en realidad es sencillo, porque sabemos hacia dónde vamos, aunque demos miles de vueltas y nos perdamos antes de llegar. La orientadora nos marca el camino, “uno siempre sabe quién es”.

La palabra orientar tiene dos acepciones complementarias, “informar, mostrar o indicar a alguien la vía que debe seguir para hacer algo” o “encauzar una cosa hacia un fin determinado”. De esta manera, la protagonista nos muestra un horizonte posible a través de su experiencia vivida, un yendo hacia, un estar haciendo impulsado por un claro deseo.

 

 

Ficha técnico artística

Dramaturgia: Victoria Casellas, Mariano Clemente

Actúan: Victoria Casellas, Atilio Otero

Bailarines: Matías Mancilla, Damian Saban

Vestuario: Daniela Chihuailaf

Diseño de escenografía: Daniela Chihuailaf

Diseño de luces: Lucas Lavalle

Realización de escenografia: Daniela Chihuailaf

Música original: Alejandro Chaluat

Fotografía: Lucas Doyle

Diseño gráfico: Florencia Buraschi

Entrenamiento vocal: Alejandro Chaluat

Asistente de producción: Alejandra Mikulan

Asistencia de dirección: Diego Palacios

Prensa: Suyay Benedetti

Coreografía: Diego Franco

Dirección general: Gonzalo Facundo López

Sala: La Carpintería (Jean Jaures 858, CABA). Prox función sábado 17/03 20hs

Escribe Melina Martire

Soy licenciada en Artes Combinadas (UBA). Realicé la Especialización en Diseño y Planificación de Proyectos Culturales en la Alianza Francesa. Cursé el Posgrado en Gestión Cultural y Comunicación en FLACSO. En actuación me formé con Lorena Szekely, Pablo Mariuzzi, Paco Redondo, Diego Cazabat. Clown con Marcelo Katz, Marcos Arano y Pablo Fusco. Trabajé en diversas obras de teatro como actriz y gestora de prensa. Fui redactora de Revista Cultural Originarte. Publiqué en Revista Telón de Fondo. Fui redactora estable de críticas del área escénicas de Revista Funcinema, Revista Mutt, y Revista Feminacida. Actualmente escribo para Revista Colofón. Tomo clases de escritura creativa con Juliana Corbelli, ambito en el que estoy desarrollando un compilado de cuentos. En el 2019 estrené como actriz  la obra teatral Boicot en el Bauen, concebida en creación colectiva con la Compañia Irredentas. Formo parte desde hace tres años de un proyecto de investigación escénica llamado Haber Sabido con dirección de Gonzalo Facundo Lopez. En el 2020 estrené como actriz la miniserie web Una calle nos separa por Nube Cultural.

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