Vivir como campeones del mundo

La emoción mundialista de los argentinos cambia varios aspectos de su realidad en esta nota escrita por Matías Rodríguez e ilustrada por Tano Rios Coronelli. 

En el Mundial de las estadísticas hubo un ítem que no figuró en ninguna base de datos pero que reflejó una realidad irrefutable: durante un mes una gran parte de las personas del mundo fue más feliz que de costumbre. Durante un mes, también, las vidas de todas esas personas ingresaron en un loop de cábalas, resúmenes de medianoche, llantos inexplicables y horarios alternativos que justificaron todo tipo de desarreglos. Y durante un mes, además, la mayoría de los argentinos amasaron un anhelo que se materializó de manera dramática.

Otra estadística dice que menos de la mitad de los argentinos había visto alguna vez campeón del mundo a la Selección y que eso, que en principio no cambia nada, en realidad lo cambia casi todo. Una generación entera —o dos o tres— dejará de vivir de épicas prestadas para inventarse sus propias baladas y podrá quemar el VHS con los goles que gritaron afónicos padres y abuelos para hablar por propia boca de un arquero loco, de un ángel omnipresente y de un enano endiablado. Y a partir de ahora serán otros los que revoleen los ojos durante las gastadas anécdotas de los asados.

Mientras tanto se romperán los acuerdos tácitos, se terminará la pax romana de esa otra estadística judicial que dice que durante los éxitos colectivos la comisión de delitos disminuye sustancialmente y una grieta enorme volverá a dividirnos por lo de todos los días mientras ironizamos en el fango twittero y nos peleamos por políticos que no conocen nuestros nombres. Pero ya nada será igual porque la corona de la argentinidad tendrá una espina menos y habremos librado la madre de todas las batallas deportivas.

La trasnoche de lo que fue nos deja el velorio de lo que pasó. Habrá que recordar en qué serie gastábamos nuestro sueño, qué libro dejamos por la mitad la madrugada en la que perdimos contra Arabia Saudita y a qué nos dedicábamos antes del Mundial y antes de que esta marea nos imponga el desafío que le impuso a tantos otros anteriormente. El de aprender a vivir sin una obsesión que, como todas, era mejor desearla que saberla cumplida. Tendremos que aprender a vivir siendo campeones del mundo.

Escribe Matías Rodríguez

Matías Rodríguez nació en 1992 en La Plata. Es periodista y abogado y escribió en la revista El Gráfico y en el diario Infobae.

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