Al Ritmo Del Rap Jazz

Ya pasó la Navidad, ya pasó el 2017 y ya pasaron los reyes magos. Entre los escombros que dan paso a las vacaciones, Mercedes Roch escribe una crónica sobre el recital que Militantes del clímax dio a horas de celebrar el nacimiento de G-Sus; o Jesús, dependiendo del conjunto de creencias que cada uno siga, a partir de este punto se construye la ficción.  

Es la noche anterior a la Navidad y estoy en La Trastienda rodeada de personas. Estamos esperando a que la música suene con una cerveza en la mano. Pero no solo esperamos la música, esperamos la manipulación de la métrica, el juego con las palabras, esperamos el flow, esperamos, también, el show.

Aplaudimos cuando, con el telón aún cerrado, un tipo con un rosario colgando del cuello nos cuenta la historia, lo que pasó. Él, el Oráculo, nos dice que los Militantes del Clímax querían pegarla tanto como para ser la banda más famosa del mundo y para eso decidieron hacer un pacto con el Papa Bergoglio. Pero no era tan sencillo porque para lograr su objetivo, uno de los militantes tenía que ceder y entregarle el culo. Finalmente uno de ellos accedió y sus compañeros juraron no contar quién fue la víctima.

El telón se abre y los militantes, cada uno detrás de su instrumento, están vestidos de monjas o curas. En el medio del escenario hay una vagina grande de tela que es la concha de la virgen. Van a recrear el nacimiento de Jesús, o G-sus, en jerga rapera. Para ello, nos dice el Oráculo, es fundamental un poco de semen divino y el canto de un coro góspel.

Cuando precisamente el coro llega al clímax, se da el nacimiento de G-Sus que, lejos de ser un bebé, tiene barba y usa una túnica blanca con su nombre inscripto en letras rojas. Como buen mesías, reparte vino en caja a los que estamos ahí abajo. G-Sus ha vuelto esta noche para cambiar el sentido de la Navidad, quiere vengar su nacimiento, la utilización que hizo de él su padre quien, en su afán de volverse más poderoso, llegó incluso a matarlo en una cruz. Pero además, y fundamentalmente, lo que G-Sus quiere es vengar que su joven madre haya sido fecundada a los 13 años sin la posibilidad de recurrir a un aborto seguro, legal y gratuito.

Nacido G-Sus, la banda empieza a sonar. Suena un rap con base de metal que pidiendo “salto, salto, patada y codo” incita a un pogo. La gente sigue las direcciones marcadas por El Abuelo, el rapero que los agita desde el escenario con el micrófono en una mano, moviendo la mano libre de arriba a abajo. A pesar de que en el primer tema que tocan se explica que no hay fanatismo por el hip-hop de bailongo, la música que sigue nos pone a todos a bailar porque lo que más retumba de Militantes del Clímax es la reminiscencia del jazz y el funk para hacer ese hip hop que, además de mover el cuerpo, suena increíble. El bajo y la batería son claves para lograr eso. Los vientos, la guitarra y el teclado no se quedan atrás. La banda también tiene un dj que le da un toque especial con sus bandejas. Los Clímax rebalsan de swing.

Toda la puesta en escena es un delirio con sustento. G-Sus termina raptando a la hija de Calígula, una princesita con chiva y varios kilos, para vengarse por su nacimiento. Pero G-Sus no quiere hacer daño a la hija de Calígula porque ella es tan víctima de su padre como él. Lo que él quiere, como dijimos, es luchar por el aborto legal. Cada vez que G-Sus menciona su misión y pide por la legalización del aborto, los que estamos abajo gritamos y aplaudimos acompañando su lucha.

La banda sigue sonando con todo el power. Entra en escena un representante del rap de Venezuela que, con abundancia de flow, cuenta la realidad de su barrio sobre la base que le da está banda nacida hace casi nueve años. Su primer disco, Clímax, salió tras varios años de shows en vivo en el 2014.

De repente, el rap jazz se interrumpe y los músicos tocan la apertura del programa de Mirtha Legrand. Aunque parezca extraño, la señora entra en escena también. Está ahí para entrevistar a G-Sus. No solo eso, también quiere crucificarlo argumentando que cuanto más trágica es la muerte, más poder genera. A diferencia de la historia original, G-Sus no va permitir que eso suceda. Le apunta a la Legrand con un arma, le dice que hace 2000 años está esperando ese momento. Este retorno toma otra dimensión: G-Sus también ha vuelto para matar a la eterna Mirtha. Su muerte no es imposible para el hijo de Dios, quien le saca las entrañas y las muestra al público que se enardece cuando las ve.

El G-Sus triunfante manda a buscar a Calígula. Ambos se enfrentan en un duelo de break-dance. El protagonista de esta historia vuelve a ganar. Llama a los Grinchs de la Navidad que inseminan a Calígula con el semen de todos los Militantes del Clímax y lo embarazan. Pero G-Sus le permite el aborto porque todos deberían poder acceder a él de forma segura. Así, tanto en su performance teatral como en sus letras, el contenido social es una constante en los Clímax. Como ellos mismos explican, la idea es revolucionar la revolución usando como arma el sonido.

El público de Militantes también merece una mención. Todos bailan, todos gritan, muchos apuntan con su dedo índice en alto representando el símbolo clímax, y agitan con humor de cancha al son de “militantes, la concha de su madre, a ver si ponen huevo que no juegan con nadie”.

El show termina con la banda enardecida y todo el público gritando en contra de la policía y la gendarmería, de la mano de Klan, invitado especial surgido de El Quinto Escalón.

Transpirada de calor y envuelta en funk en un sótano de San Telmo, pienso que a fin de cuentas quizás se esté cumpliendo el pacto que hicieron con el Papa para ser la banda más famosa del mundo y no ha sido tan en vano que Sánchez le haya entregado el culo al Sumo Pontífice porque ya decidí que voy a escribir una nota sobre ellos para la revista más famosa del mundo.

 

Escribe Mercedes Roch

A veces soy historiadora, a veces ilustradora, a veces docente, a veces escritora pero siempre soy hincha de Independiente.

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