Ilustración: Mariano Lucano

Barro Sublevado

Literatura y política son ejes inseparables en la obra de Perlongher. Su compromiso político se refleja en su obra literaria y en sus artículos relacionados a problemáticas ignoradas como, por ejemplo, la prostitución masculina o la situación de los homosexuales en el contexto de la pandemia de Sida. En este texto Ignacio Marcora recorre tanto los subterfugios de Perlongher como los de Osvaldo Lamborghini, otro escritor que le dió forma a los márgenes de los años ochenta. Ilustra Mariano Lucano. 

 

Héroes anónimos/Perdedores hermosos

 

Para cuando en el año 1988 Néstor Perlongher acuñó el término neobarroso en un artículo publicado en el periódico brasileño Folha de São Paulo, ya había, entre otras muchas cosas, fundado en la década del ´70 el primer partido abiertamente homosexual del país y uno de los primeros en la región, el Frente de Liberación Homosexual, que le valdría la detención y el procesamiento. También había publicado dos libros de poesía: Austria-Hungría (1980) en la editorial Tierra Baldía de Rodolfo Fogwill y Alambres (1987) que fue galardonado con el “premio Boris Vian” de Literatura Argentina y aparte del cuento Evita Vive escrito en el año 1975 y cuya publicación el porteño en el año 1989 causaría un pequeño revuelo.

Estas dos facetas, literatura y política, fueron inseparables en la obra de Perlongher. Su compromiso político se vio reflejado no sólo en su obra literaria; escribió además artículos relacionados a problemáticas ignoradas o tabú para la sociedad de su tiempo como, por ejemplo, la prostitución masculina o la situación de los homosexuales en el contexto de la pandemia de Sida.

Tres años antes de la publicación del artículo de Perlongher, y con un océano de por medio, un 16 de noviembre fallecía en Barcelona Osvaldo Lamborghini quien sólo había publicado tres libros durante su vida, El Fiord (1969), Sebregondi Retrocede (1973) y Poemas (también de 1980 y también en Tierra Baldía).

Desde algunos años antes de su muerte, después de intentar volverse público sin demasiado éxito durante más de una década, Lamborghini parecía haber aceptado su destino de escritor póstumo. De esto da cuenta la correspondencia que mantuvo con César Aira en aquellos años (1983-1985) y quien terminaría siendo su albacea. Entonces, libre ya de la presión de publicar, Lamborghini se puso a escribir como nunca antes lo había hecho. El resultado de aquella liberación fue una gran cantidad de escritos que serían publicados, finalmente, bajo los títulos Novelas y cuentos I y II, Poemas 1969-1985 y Tadeys hacia el año 2004 por editorial Sudamericana y al cuidado de Aira.

Esa reedición y/o publicación de la obra de Osvaldo Lamborghini a principios del siglo XXI supuso el comienzo de la canonización del escritor hasta entonces maldito.

Durante su vida el único reconocimiento que recibió Osvaldo Lamborghini por fuera de la bohemia de la calle corrientes con sede en el café de La Paz [1] fue la circulación clandestina de su primer libro, de mano en mano, de copia en copia, hasta convertirse en una leyenda de la literatura marginal; esto y la sentencia que Leopoldo Marechal le dijera al también escritor y hermano mayor de Osvaldo, Leónidas Lamborghini, después de leer  El Fiord  “es perfecto como una esfera, pero una esfera de mierda”.

 

Tácticas y estrategias de supervivencia

 

Cuando Perlongher define al neobarroso y elige como exponente a Osvaldo Lamborghini, lleva a cabo un acto de valentía y autoafirmación. Si bien Perlongher había trabajado junto a Lamborghini en alguna redacción durante un período muy corto de tiempo y, según un rumor, un encuentro entre ambos escritores había terminado con uno de los dos amordazado y desnudo luego de ser asaltado por el otro; lo cierto es que principalmente y, más allá de las anécdotas, Perlongher era uno de los pocos que había leído a Lamborghini.

Al referirse al neobarroso, Perlongher habla de su escritura porque debió inventarse una estirpe, una familia, un contexto que lo haga comprensible. Y si así tuvo que hacerlo es porque la obra de estos autores no era considerada literatura, estaba fuera del radar, no pertenecía al canon.

No debe llamarnos la atención, entonces, que Perlongher en el artículo mencionado haya definido al neobarroso como “homosexual activo y cocainómano” y que “su juego actual parece dirigido a montar la parodia, la carnavalización (…) sobre (o a partir de) cualquier género”. Tampoco está de más señalar que, a pesar del intento de Perlongher de enmarcarse dentro de la literatura, su Evita de Evita Vive de 1989, drogona y promiscua; pero popular y amante, en sentido estricto, de los cabecitas negras, le trajo algunos inconvenientes legales.

El pequeño revuelo que levantó Evita Vive o el halago de Marechal dan cuenta de la resistencia que producían aquellas obras en el ámbito de la buena literatura de las últimas tres décadas del siglo XX. Es que como señala Perlongher el neobarroso se encarga de parodiar o, en un su aspecto más radical, de carnavalizar la sociedad. Si bien es cierto que hay mucho de pornográfico y violento en el neobarroso, lo central no es justamente la violencia, ni la corporalidad, que parecen llevarse toda la atención, si no la carnavalización como procedimiento subversivo. Es decir el carnaval, como se lo entiende aquí, es un espejo que deforma de manera grotesca la realidad que refleja. Reflejo que es una copia absurda de lo que se le enfrenta pero que vuelve evidente aquello que se esconde detrás de las apariencias.

Una obra neobarrosa podrá ser más o menos violenta pero nunca podrá dejar de “carnavalizar” la realidad extraliteraria que denuncia. En este caso, la sociedad argentina.

Esa deformación a veces monstruosa y siempre desmesurada de figuras populares, Eva Perón en Evita Vive o del mismo Perón y de dirigentes sindicales en El Fiord produce un escándalo en los guardianes de las instituciones y las buenas costumbres, aquellos que ya son mármol en el museo que se está cascoteando. Tampoco cabe esperar otra cosa, pues la parodia es el arma predilecta de los marginales y el carnaval una reproducción socarrona del baile de salón.

Estamos frente a una literatura “fea, sucia y mala”.

 

Alfarería maldita

 

Si existe la mala literatura, moralmente hablando, pocas cosas más malas han visto la luz en nuestro idioma que la escritura de Osvaldo Lamborghini. Tampoco ninguna tan poderosa ni disruptiva. Dentro de la obra del autor del Fiord, se destaca Tadeys, “novela” póstuma que “cuenta” la historia de La Comarca, un país ficticio más grande que China cuya principal actividad económica es la explotación de la carne de unos animales antropomórficos que le dan el título a la narración. En este caso, ya no se carnavaliza a la sociedad mediante sus íconos populares si no directamente al país entero, es decir, a la argentina.

Si lo que le importa al neobarroso es la carnavalización, Tadeys es la comparsa ganadora. En La Comarca pasan muchas cosas y ninguna buena. El texto es un compendio del horror expuesto en cada página, pero aún tiene un aspecto que la vuelve más mala dado que nos envilece al hacernos reír de aquello de lo que se supone que no debemos. Pero, si no nos dejamos amedrentar podemos disfrutar del disfraz de sátiro y entender para dónde va la estocada y cuán profunda es.

Tomemos como ejemplo, “el barco de amujerar” un buque-prisión en medio del mar y al que se manda a los criminales violentos todavía en edad de reformarse. El resultado de la re-forma es que los violentos salen hechos “adorables mujercitas”, literalmente hablando, y al punto tal que son codiciadas por los varones del continente. Pero ¿cómo se logra esto? De la siguiente manera “desde que subían a bordo (…) ninguno de los hoy violentos y en el futuro damitas perfectas, adorables mujercitas podría ejercer el papel masculino en ninguna relación sexual” y “Por esa causa cuando ponía el pie a bordo, el joven violento (la tanda entera recién llegada) era sodomizada por los bufas especiales (…)” (Lamborghini, Tadeys)

Si pensamos que Tadeys fue escrita en el año 1983, no deja de llamar la atención este procedimiento, el de amujerar, que da cuenta de algo que aún hoy no es del todo evidente: el género es una construcción, una violencia impresa sobre los cuerpos. “Hoy violentos” se vuelven “hembras para todo uso”. Es más, si las hembras se usan, son cosas. Así es como, desde la herida, se desnudaba las vísceras de un cuerpo social putrefacto que parece gozar de buena salud. Y en el plano literario, se ponen sobre el tapete temas ignorados por el canon.

Para dar una cabal muestra del arte de Lamborghini, podemos sumar un último ejemplo de carnavalización, también de Tadeys. En algún momento de la primera mitad del siglo XVII Taxio Vomir, miembro patricio de La Comarca, familia de terratenientes y de  futuros “ganaderos”, que espera en cautiverio ser ejecutado por herejía, experimenta una alucinación con Jesús, quien reconoce ser un impostor aparte de un delincuente de poca monta; cuenta, además, que fue apresado y durante el encierro tuvo un ataque de locura de manera tal que se  creyó su  propio embuste, a saber, ser el hijo de Dios. El encuentro acaba con Taxio penetrando a Jesús mientras la Virgen oficia de vouyer.

Esta escena profana figuras sagradas, tal como Perlongher hace en Evita Vive y ya había hecho Lamborghini en El Fiord. Pero otra parte, si bastante carnaval tenemos en toda la escena porque el santo muta en pecador y la virgen en puta, todavía le resta un movimiento más a este candombe. A Taxio lo condenan por escribir un libro acerca de los Tadeys, animales de hábitos “sodomitas” como él y como la mayoría de los varones de la Comarca, y es por esto que la iglesia lo encierra en una celda frente al matadero, lugar en el que todos los días mueren cientos de animalitos empalados. La iglesia quiere hacer efectiva, para Vomir y Tadeys por igual, la máxima “en el pecado está la penitencia”. Si sopesamos el resultado del castigo en el caso de Vomir se vuelve evidente que “en la penitencia está el pecado”. Se ha subvertido el orden. Estamos frente a un gesto carnavalizador típicamente neobarroso: la picardía de dar vuela la sentencia.

Carnavalizar es una treta del débil, como diría Josefina Ludmer para referirse a la literatura de Sor Juana Inés de la Cruz, del animalizado por la sociedad, de las minorías. No es sorprendente que este tipo de procedimientos literarios fueran leídos, en el sentido que se lee una jugada, y retomados por Perlongher, un homosexual y anarquista en un país intolerante y conservador.

En resumidas cuentas, ambos escritores ocuparon en el sistema social y en el literario de su tiempo un mismo espacio, los márgenes. Ambos murieron exiliados y en un virtual anonimato.

 

Titanes de barro

 

Pasaron sus buenas tres décadas desde que Perlongher nos alertara acerca del neobarroso y tal vez mucho de aquello que resultaba novedoso a finales de los ´80 se haya vuelto un plato corriente en el menú del día. Nadie se sorprende al encontrar algo de pornografía soft u otro poco de violencia gore hasta en la más inofensiva serie de adolescentes en bicicletas.

Por otra parte, este concepto no suele aparecer en los manuales de literatura, tal vez porque tenga la cualidad de escurrírsenos entre los dedos en tanto que “no funciona como una estructura unificada, como una escuela o disciplina estilística” y, sin embargo, fue central en el desarrollo de una estética de circulación subterránea hasta hace poco tiempo pero ya no es raro ver recursos neobarrosos en novelas exitosas de hoy en día. Podemos suponer que aquel linaje que buscaba fundar Perlongher ha resultado fértil.

Así las cosas, nos encontramos frente a una incógnita ¿hasta qué punto pondrán seguir par-odiando el statu quo ahora que se ganaron su lugar en el canon? No es fácil saberlo. Sin embargo, algo es seguro, si esto no ocurre es de esperar que nuevas formas surgidas de algún barro plebeyo nos lo hagan saber cuando se vean convertidos, espejo mediante, en máscaras para el próximo carnaval.

Después de todo, el barro tiende a sublevarse.

[1] De la que formaban parte los escritores Germán García y Luis Gusmán, el poeta Ricardo Zelarrayán, la crítica literaria Josefina Ludmer, el matrimonio Libertella, una joven poetisa Tamara Kamenszain, entre otros y otras.

Escribe Ignacio Marcora

Ignacio Marcora ( 1985, Lanús) Creció y se formó en Aldo Bonzi. Es escritor, toca la guitarra (Manzanitas) y profesor de Castellano, Literatura y Latín egresado de Instituto Superior Joaquín V. González Recientemente publicó su primer libro "Los Brillantes"

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3 Comentarios

  1. Hermoso texto! Lujo de escritor!

  2. Interesante análisis. Ahora tendré que agregar a mi lista de libros a leer los de Perlongher y Lamborghini. Impecable. Felicitaciones.

  3. María Alicia Favot

    https://revistacolofon.com.ar/sebregondi-retrocede-de-osvaldo-lamborghini/
    Maravillosos escritores, para el que le interese, puede leer esta otra nota, de Lucas Iranzi

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