Compartimos tres nuevos capítulos de El fantasma verde, novela canábica de Orlando Espósito, que tenemos el gusto de ir publicando de la mano de las ilustraciones de José Bejarano. En estos episodios se entremezclan las fantasías con los deseos magnicidas de una ficción dentro de otra ficción. – Los capítulos anteriores en este link.
Capítulo 15
“Blanco uno: ex gobernador de Río Negro por negociado con represa. Blanco dos: ex intendente de Buenos Aires que se afanó todo y salió libre. Blanco tres: ex congresista que robó para la corona y se quedó con la mitad. Blanco cuatro: ex represor que salió libre porque no pudieron probar participación.
Nota: los dos primeros son fáciles. Los dos últimos son difíciles, uno por poderoso y el otro por profesional. REVISAR.
Los dos primeros pueden ser acribillados a quemarropa con revólver o pistola. El tercero requiere tiro a distancia. El cuarto ¿bomba o disparo a distancia?
VER: ARMADO DE BOMBA.
Los cuatro comandos tienen que mudarse a la ciudad donde reside el blanco. Tienen que ir estudiando los movimientos, las rutinas, en qué auto se desplazan, familia, domicilio, etc. Para ello tendrán que conseguir trabajo, medio de vida. VER: MEDIO DE VIDA. FINANCIAMIENTO”.
Esto va de mal en peor, pensé. No sé ni armar un cohete y quiero escribir una novela en la que los personajes son comandos terroristas. Y sigo sin conseguir las armas. Una es una carabina que usaba un tío fallecido para cazar ciervos. Otra es un revólver que era del padre fallecido. ¿Todos fallecidos? No, pará, el padre no está muerto. Guarda un revólver en el placar. Un treinta y ocho. Otra se la afanan a un cana. ¿Qué arma usarán los matutes?
No puedo trabajar así. Tengo que abrir una ficha por cada blanco y una ficha por interrogante. Armas largas, armas cortas, bombas, pistola reglamentaria de la PF o la Metro. También una por personaje.
“El primer asesinato (Blanco uno) es investigado por un inspector de la policía de R.N. Otro corrupto dedicado a la venta de drogas y trata de personas. Sigue la investigación porque el jefe lo presiona cuando aparece el comunicado.
VER: ¿el comunicado es publicado por la prensa?
El segundo (Blanco dos) ídem por uno de la federal. Este va más en serio. Llama al de R.N. y pide información. Cotejan. No hay nada similar.
Estos dos tienen en común el formato elegido. Pero el calibre de las armas es distinto. El del segundo es un arma reglamentaria de la federal. El del primero es una vieja treinta y ocho.
El tercero (Blanco tres) ver lugar y forma, logra que se filtre el comunicado a la prensa. Se hace pública la conexión con los dos anteriores.
Se produce otro asesinato fuera del plan. Los Radowitzkys se dan cuenta de que no es uno de ellos porque falta una clave en el comunicado. VER CLAVE”.
BLOG DEL TERRORISTA – CÓMO HACER UN CÓCTEL MOLOTOV
¿Qué es un coctel molotov?
-Se llama cóctel molotov o bomba molotov (plural: cócteles o bombas molotov) a una bomba incendiaria de fabricación casera cuyo propósito más que de la explosión, es de la expansión de los líquidos inflamables que contiene.
Bien, sabiendo ya lo que es, ahora enseñaremos cómo fabricar uno.
Materiales que vamos a necesitar:
-Una botella de cristal (vale las de los vinos o las de las sidras mientras sea de cristal nos sirve.)
-Un trapo (un trapo de una camiseta vieja por ejemplo, necesitamos un trozo lo suficiente mente grande que quede un trozo por dentro de la botella y otro trozo por fuera de la botella.)
-Un corcho (te sirve el que quitastes de la botella de cristal o si no puedes comprar uno.)
-Gasolina (la gasolina depende de lo grande que sea la botella si la botella es de 2 litros con 1 litro de gasolina te vale de sobra.)
-Aceite de motor (la aceite de motor es la que se usa para los coches seguro que si buscas bien encuentras de la última vez que te cambiaron la aceite en el coche la que sobro que está en la garrafa con 0,50 litros nos vale.)
-Un mechero que funcione.
Fabricación:
1º- Cogemos la botella de cristal, le echamos la gasolina (podéis echar menos de 1 litro dependiendo de cómo sea de grande tu botella nosotros calculamos como si fuera de 2 litros), después echamos la aceite de motor en la misma botella.
2º- Cogemos el trozo de trapo y lo mojamos en gasolina y lo introducimos en la botella de forma que nos quede un trozo de trapo dentro de la botella y otro trozo fuera de ella que es por donde se prenderá nuestro coctel molotov
3º- Tapamos la botella con el corcho dejando un trozo del trapo por fuera y otro trozo por dentro de ella.
4º- Coger el mechero y prender el trozo del trapo que esta por fuera y lanzar
Menos mal que se tomaron el trabajo de aclarar que el trozo que hay que prender es el que está por fuera.
Golpearon. Era Lucas. Traía una Coca de tres litros; venía a fumar. ¿Se puede entrar a tu torre de marfil? Más que torre de marfil es una nube de pedos. Pasá nomás. Welcome. ¿Viste terminado al Pepe? No. ¿Podés creer que no fui? Me colgué. Mañana voy. Este sábado me mudo a lo de la Piru. ¡Qué bueno!
Nos acomodamos en la cocina y Lucas prendió el faso. ¿Cómo vas con Rosana? Asunto terminado. Ahora estoy con Vale. ¿Vale es la potra de la que me contaste? No, es otra.
¡Qué lo parió! Qué fácil que lo hacés… ¿De dónde salió esta Vale? Es una vecinita del charrúa. Se me cayó en los brazos. ¡Y no pudiste decir que no! ¡Jajaja!
Luquita traía siempre buena hierba. Nada de rejunte paraguayo. Así que pronto estábamos bien relajados. Justo cuando entró Lena. Alguna parte de mi cerebro se preguntó de dónde vendría pero no verbalicé. La noté agitada.
¡En lo de Doña Tota está el comisario! ¡¿Quién?! El que vive a la vuelta. ¿Qué quiere, pizzas? preguntó Lucas. ¡Cagamos! dije. Dice Doña Tota que vayas. Bueno, adiós muchachos…
Estaba parado junto a la mesa. Tenía el saco puesto. En la mano sostenía una bolsita de Todo Hecho Casero. Miré a Doña Tota completamente estupidizado. Quedate tranquilo, dijo el rati. Hace rato que sé en que andan. Tota agregó: Fui a ofrecerle para Clara, la señora del comisario, tiene tantos dolores la pobre…
Necesito hacerte unas preguntas ¿tenés cinco minutos?, dijo señalando una silla. ¡Claro, claro!, contesté. Pensé que debía decir que ni Lena ni Tota andaban en la cosa, que todo era asunto mío. Ya te dije que te quedés tranquilo. No pasa nada. Doña Tota fue a verme porque pensó que podía hacerle bien a mi señora. Imaginate, somos vecinos de toda la vida.
Saqué el atado y ofrecí un cigarrillo. Aceptó. Tota alcanzó un cenicero. Mi señora sufre de fibromialgia, ¿sabés qué es? No, ni idea. Bueno, nadie sabe muy bien qué es. Para hacerla corta, son dolores muy fuertes, trastorno en el sueño y cansancio. Los calmantes traen problemas en el aparato digestivo pero el dolor no afloja.
Describió algunos detalles más y apagó el pucho. Vino Doña Tota a visitarme y me llevó unas galletas para que probara. Entiendo, dije tragando saliva. Le hicieron muy bien. Durmió dos noches seguidas sin calmantes, mejoró el ánimo, en fin, todo bien.
Tuve ganas de preguntar ¿y entonces? pero mantuve la boca cerrada. Sé que puedo confiar en lo que cocina Doña Tota. Te imaginarás que puedo conseguir marihuana cuando quiera y la cantidad que quiera. Tragué saliva otra vez. Pero Doña Tota contó cómo la cultivaron, los cuidados, sin químicos y, además, no es lo mismo pedirles a ustedes que andar debiendo favores en la repartición. ¿Se entiende? Sí, sí, entiendo…
El único problema fue que le cayeron un poco pesados. Acidez y esas cosas. Y… sí, caen un poco pesados. ¿Qué otra cosa se podría hacer? ¿Usted se refiere a la manteca? Sí. ¿Hay alguna forma de que no le caigan mal? ¿Y no probó a fumar directamente?
Me miró de tal manera que me hizo remover en la silla. Una vez probamos pero le hizo mal. Mire, si espera un par de minutos le preparo un buen porro. Pura flor. Le va a picar un poco la garganta, toserá otro poco, pero se va a acostumbrar. Primero una sola calada y que espere media hora. Después una segunda y basta. Tiene que haber buen ambiente, música suave, tenga gaseosas y agua porque le va a dar sed.
¿Y después? Que siga con dos por unos cuantos días. Después, si le hace falta, dos o tres más y así…
Le pedí a Luquita que armara uno bueno. Lena me acosaba a preguntas pero le dije que esperara a que volviera. No me demoré en explicar. Se lo llevé. Mañana le tengo preparados unos cuantos, prometí.
El rati me estrechó la diestra. Besó a Doña Tota y salió. Caí redondo en la silla. Tota me rodeó con sus brazos y dijo: No tengas miedo, nene, no hay problema con este hombre. Sentía una especie de urticaria en la mano. Un escozor insoportable. ¿Sería alérgico a la cana?
Capítulo 16
Pronto termina el invierno, dijo Doña Tota. Sí. Vamos a tener que ir pensando en la siembra, acoté. ¿Vas a poner más semillas, nene? Estaba pensando en hacer el doble. Semillas tenemos, las macetas son baratas y el trabajo el mismo. Zito quiere dar una mano. Le gusta la tierra.
Enzo, Enzito, Zito, la Tota se había subido a la moto. ¿Cómo van con el gringo, Tota? Mirá, es el hombremásbueno que conocí. ¡Un dulce! En una de esas, hasta se viene a vivir acá y todo.
¡Ah…! La primavera se acerca, no hay duda. Las semillas revientan, se agita la sangre, fluye la vida. Había sido una buena temporada. El barrio mostraba una nueva fisonomía. Las fachadas, meses atrás blancas o grises, a lo sumo amarillas, fueron entregándose a la brocha y los aerosoles de Lucas.
Caminar por las callecitas era un placer. La casa de los bolitas que confeccionaban remeras mostraba un retrato del Evo, la carnicería lucía una cabeza de Hereford, la panadera encargó un trigal con espigas que parecían choclos. Manolo hizo pintar la bandera de España, la buena, la de la República, no la borbona; otros encargaron paisajes, los chinos –por no pagar- pintaron ellos mismos una escena de almanaque.
Se armó un segundo grupo de pintores -amigos de Lucas-, porque le resultaba imposible atender los pedidos. Los vecinos se juntaban a matear en los portales y se ponían de acuerdo sobre cómo transformar las veredas en jardines.
Lena y el comebiblias parecía que se entrenaban para correr la Vuelta de Francia. Salían con las bicis con sol y con lluvia. Vaya a saber adónde irían pero tardaban horas en regresar.
El Chila había dejado de apretarme. Tal vez por el halo de protección que generaba el hecho de tener al comisario de cliente. Venía los domingos al filo del mediodía a buscar una media docena de porritos. La Clara debía de estar bien contenta. Trataba con Doña Tota. Yo lo esquivaba lo más que podía.
Página 12 publicó una nota y comenzaron a venir turistas. Muchos venían en bicicleta. Después llegaron las combis. Las parrillas y pizzerías reventaban de gente. Por qué razón lo único que se les ocurría era poner una parrilla o una pizzería fue una pregunta más para la que no tenía respuesta. Era una pregunta boluda, las punzantes vinieron algo más tarde y cuando no las esperaba.
Fue la Tota, cuando dijo Zito en vez del don Enzo de siempre, la que disparó esta epifanía. El barrio sufría una revolución. Nada que perder, un mundo para ganar. El único que no movía el amperímetro era yo.
Me levantaba cuando podía y hacía la ceremonia de la ducha, la afeitada y demás abluciones. Tomaba unos mates con tostadas con manteca, miel y nueces. Solo. Lena se había vuelto tempranera y se borraba antes de que despegara un ojo. Después me sentaba al escritorio y encendía la compu.
A mi derecha una caja de zapatos albergaba quince o veinte fichas sobre armas, calibres y crímenes. A mi izquierda un vaso contenía bolígrafos y lápices que sobrarían para escribir la Divina Comedia.
A fuerza de sudor conseguí bajar –parir- unas escenas de acción. La cuestión de las armas seguía pendiente. Cuando lograba escribir unas líneas sucedían cosas que me volvían loco. Por ejemplo, tenía planeado que mis personajes fueran cuatro, pero en la primera escena aparecieron cinco. El grupo iba a denominarse Comando Simón Radowitzky, pero al redactar mandé Kurt Wilckens y el ex gobernador de Río Negro se transformó en diputado de La Rioja.
¿Sería que últimamente armaba los porros más gruesos sin darme cuenta? Por suerte cada tanto venía Rosana a compartir los amargos. También venía Lucas, que había cambiado a Vale por Tere.
La verdad, Lucas, dije uno de esos días, admiro la facilidad que tenés para enganchar minas. Macho, es cuestión de encarar. Ahí la tenés a Rosana. Por mí, podés darle cuando quieras.
A veces, de puro aburrido, dejaba que entrara un rato Colita.
Capítulo 17
NOTA 1 – BLANCO 1
No podía fallar. Había contado los pasos y calculado la distancia con cuidado. La mira calibrada a setenta metros. El abdomen era el blanco. “Es muy fácil. Está bien cebado el hijo de puta”, murmuró.
Hizo presión sobre el gatillo.
Estaban sentados en la terraza. La tarde cedía paso al crepúsculo y unas pocas nubes mostraban los primeros rojos. Los cinco hombres miraban el agua que, de tan mansa parecía generar aquélla calma densa. Calor.
-¿Estaremos volviéndonos locos? -preguntó Arce.
-Es así de simple y de terrible. No queda otra salida. Ya le dimos todas las vueltas posibles. El sistema no tiene fisuras. Lo único que podemos hacer es mostrar a la gente que no cambian porque no quieren -contestó Marcial. La voz sonaba grave, profunda. Habló pronunciando las palabras con tono de sentencia.
-Tienen al pueblo pisado, sumido en la miseria y desesperado. Hicieron un trabajo impecable, premeditado. Desocupación, hambre, drogas y circo -agregó Víctor-, así, la democracia es un cuento chino, un fraude.
-El peligro es que quedemos aislados, que la gente no entienda el mensaje. No van a difundir nuestras proclamas y nos van a matar con el silencio como al Che en Bolivia – replicó Arce.
-Es posible, pero cuando empiecen a lloverles las balas van a votar las leyes que nosotros digamos -dijo Julio. -Ya hablamos lo que se podía hablar. Hicimos lo que estaba a nuestro alcance para conseguir mejoras para el pueblo y nos fueron cerrando las puertas, mintieron, prometieron, dieron vuelta lo que decíamos. Escribimos a los diarios, fuimos a las radios, hablamos con los legisladores y se hicieron los distraídos. Ahora va a tronar el escarmiento.
-Hace rato que estás callado, Sergio, ¿qué estás pensando? -siguió Arce.
-Ya dije lo que tenía que decir. Son unos hijos de puta y hay que hacerlos cagar. Hace meses que estamos dando vueltas con esto. Empecemos de una vez y veamos qué pasa.
-Si estamos de acuerdo el paso siguiente es definir los procedimientos, la forma de elegir los blancos, las comunicaciones entre nosotros, conseguir las armas -dijo Marcial. -Tenemos que practicar puntería, ver cómo vamos a asegurar la retirada, cómo borrar las huellas.
-Cualquier blanco es bueno -protestó Sergio.
-No es así. No sirve cualquiera. Tiene que ser alguien que esté deschavado, alguien que la gente tenga bien claro que es un corrupto. De lo contrario corremos el peligro de ponernos a todo el mundo en contra -contestó Marcial. -Los blancos tienen que ser elegidos por algún asunto sucio evidente. Este es el primer criterio para seleccionarlos: tiene que haber sido un caso público, un caso que haya tenido difusión en la prensa. Si nos tomamos este trabajo la gente nos va a apoyar a pesar de lo que digan los diarios. Vamos a ser vistos como los vengadores.
Julio se levantó y comenzó a juntar ramitas secas. Las apiló y encendió el fuego. Después arrimó unos troncos secos. Puso la parrilla para quemar la grasa vieja. Trajinó varias veces ida y vuelta a la cocina y cuando se hicieron las primeras brasas dispuso la carne y los chorizos sobre los hierros.
Los cinco amigos rodearon el fuego en silencio. Marcial sirvió vino, cruzaron las miradas y levantaron los vasos. El resplandor iluminaba los rostros serios y bailaba en todas las pupilas. Julio dijo:
-Tenemos que darle un nombre al grupo.
-Grupo Kurt Wilckens -respondió Marcial -, el vengador de la Patagonia.
-¿Kurt Wilckens? -preguntó Arce.
-El que hizo cagar al teniente coronel Varela, asesino de peones -contestó Sergio.
-Creía que habíamos quedado en llamarnos Comando Simón Radowitzky…
El estampido, apagado por el silenciador, se confundió con los ruidos del televisor. Tuvo tiempo para ver al hombre cayendo y retorciéndose mientras se tomaba la cintura con ambas manos.
Desarmó la carabina y la metió en un bolso junto con los guantes de latex Luego lo acomodó dentro de la valija. Llamó al ascensor. Marcó PB forzando una sonrisa. Miró sus manos, temblaban. Se encorvó y agitó los brazos tratando de relajarse. Acomodó la peluca y oprimió los bigotes contra el labio. Al abrirse las puertas parecía tranquilo y compuesto. Fue directo hacia el mostrador.
-La cuenta, por favor.
-¿Se marcha, señor Gatti?
-Así es. Vuelvo al rancho.
Dejó el hotelito que balconeaba sobre la avenida Callao. Se oían varias sirenas, algunos corrían hacia el edificio del Congreso. Caminó hasta la esquina y dobló por Bartolomé Mitre. Paró un taxi.
-A Constitución.
-Sacó un pasaje ida y vuelta a Avellaneda. Buscó en el tablero el tren que partía más tarde. Dirigió sus pasos al andén y tomó asiento en uno de los bancos de la mano contraria. Nadie lo miraba.
Pocos minutos después llegó la formación chirriando. De reojo observó al guarda caminando hacia el hall central mientras los pasajeros se atropellaban para bajar. Los coches quedaron vacíos en segundos. Subió al vagón más cercano. Estaba solo. Sacó el bolso negro y lo escondió debajo de un asiento. Se quitó la peluca y los bigotes y los puso junto con el arma. Caminó por adentro del tren de vuelta hacia la estación.
Cruzó la barrera. Los guardas conversaban. Ni siquiera le reclamaron el pasaje.
Bajó las escaleras del subte. Un par de chicos respiraban pegamento y pedían limosna. Latas de gaseosa, papeles, pedazos de pizza.
-Somos mierda -murmuró. -Somos mierda y nos dan mierda. Ahora van a empezar a recibir mierda ellos también.
Bajó en Retiro y se encaminó hacia la terminal.
Entró en un ciber y envió un mail: “Regreso a casa. Vendí bien. Saludos”.
Se instaló en uno de los bares. Pidió un tostado y una cerveza. Estiró las piernas. El televisor mostraba el frente del Congreso sobre la avenida Rivadavia. Repetían las imágenes de un hombre sobre una camilla que era izado a la ambulancia. Habían colocado una mascarilla de oxígeno sobre su rostro. Agitaba los brazos y movía la cabeza de un lado al otro. Uno de blanco apretaba algo contra su vientre. Debajo de la pantalla ponían un cartel: ATENTADO CONTRA EL DIPUTADO CAPDEVILA.
-¡Mirá! -dijo el hombre de la mesa vecina a la mujer-, se la dieron al hijo de puta.
-¿A quién?
-Al que se vendió para sacar la concesión de las minas en La Rioja.
-¡Qué barbaridad!
ATENTARON CONTRA LA VIDA DEL DIPUTADO MARCELO CAPDEVILA
Buenos Aires: ayer a las 14.00 hs. al salir del edificio del Congreso Nacional el Diputado Marcelo Capdevila, que había formado un bloque unipersonal en disidencia con el PJ -Bloque Justicialista Autónomo-, recibió un disparo en el abdomen que interesó la aorta y otros órganos, produciendo una profusa hemorragia. Fue internado de urgencia en el Sanatorio Güemes. El pronóstico es reservado.
El ministro del interior, Dr. Rodolfo Cuevas declaró que hasta el momento se desconocen el motivo y la filiación del o los autores del crimen. “Llevaremos la investigación hasta sus últimas consecuencias caiga quién caiga. Este es un atentado contra las instituciones de la Nación”.
El Jefe de la Policía Federal, Comisario Tadeo Vilella, dijo no poder dar mayor información en vista del secreto del sumario. La policía científica trabaja para determinar el calibre del arma y la dirección del disparo. Al parecer, estamos ante un crimen cometido por profesionales.